jueves, 16 de febrero de 2012

Ser o no ser el Bardo...


 Esa es la cuestión a la que alude, sin convencer a nadie de que Shakespeare sea un fraude, la película "Anonymous", dirigida por el alemán Roland Emmerich ("Independence Day", "The Day After Tomorrow" y "2012"), un atracón difamatorio para paladares negros que arremete confusamente contra todo lo aprendido de figuras descollantes que nos han dejado un legado riquísimo, infinitamente mayor al entretenimiento que ofrece este thriller de época en el que lo único rescatable es la ambientación, las escenas en El Globo, las líneas de Shakespeare citadas y las actuaciones de Rhys Ifans y Vanessa Redgrave. Me quedo con Al Pacino en su búsqueda laberíntica de Ricardo III. En "Anonymous", se pretende remachar sobre la vieja teoría de la desintegración de la figura del cisne de Avon sin presentar un sólo hallazgo contundente, basándose en las irregularidades regulares para los tiempos que resultan suspicacias sólo extemporáneamente.


 Los nombres que se barajan son varios y todos suenan familiares para quien ha estudiado algo del tema. Hay por lo menos una docena de nombres sobre los que se ha contruido esta teoría que cobró fuerza en el siglo XIX. Releyendo apuntes de estudiante, me encuentro con la innecesaria necesidad de probar la autenticidad de la pluma de un genio a quien se le desconfía por haber logrado ser descollante sin títulos nobiliarios ni demasiada preparación académica. Shakespeare no fue un intelectual, aunque los intelectuales se encargaron de apropiarse de él para poner sus obras bajo el microscopio en busca de explicaciones para un talento innato incomprensible para la mente mediocre, para quien se ha cultivado y sueña con hacerse un nombre pero carece de vuelo propio para salir del anonimato.

 Ya en 1592, justo antes de una temprana muerte, el poeta y dramaturgo Robert Greene exhortaba vilmente a sus colegas a desconfiar de un "advenedizo cuervo adornado con nuestras plumas que por su corazón de tigre envuelto en piel de actor se cree capaz de inflar el verso (...) y es el único "sacude-escenario" (shake-scene) del país". El juego de palabras es intencional y lapidario. Pasaron los años, se fueron acumulando pruebas en forma de documentos de una vida ordinaria, y Shakespeare fue incrementando su riqueza logrando que su padre, sobre quien también se especula pudo ser desde granjero o carnicero hasta fabricante textil o político y diplomático, obtuviera el permiso para un escudo de armas, mientras que el hijo se hacía poseedor de  propiedades suntuosas, compraba acciones del teatro El Globo y del Blackfriars, entre otros. Es claro que a este William no le iba nada mal para ser meramente un actor descerebrado como el bufonesco personaje que se delinea en este film.


 Los testimonios que dan crédito a la pluma de Shakespeare son numerosos en las publicaciones de la época: "... las Musas hablarían en el estilo finamente cincelado de Shakespeare si quisieran hablar inglés...", "el Terencio inglés", y su "habla de miel". Igual suerte corren sus personajes, que comienzan a cosechar alabanzas que quedan registradas bajo la firma de nombres ilustres que no vale la pena citar porque se montan al nombre de quien llevaba el propio para pasar a la historia. Además, no se deja del todo claro en pantalla que la Inglaterra isabelina fue tan poco apacible en términos de intrigas, confabulaciones, revueltas, ejecuciones y asesinatos como gloriosa para el arte y el espíritu del Renacimiento, que recién floreció ya entrado el siglo XV en esas tierras insulares, y que se propagó más allá de la corte de una reina muy pulida como Isabel. A los gentiles (the gentry), gente como Shakespeare, ésto les llegó en forma de fuerza creadora más que como erudición. Coexistían en esta Inglaterra el refinamiento de la cultura con la brutalidad de las costumbres. Los gentiles igual componían sonetos como empuñaban la espada. Una cantidad de comerciantes y campesinos comenzaron a comprar libros y a estudiarlos.

 La conclusión a la que se llega luego de intoxicarse con tanta conspiración basada en muchas hipótesis sin una tesis que las sustente es que los ilustrados que creen que sólo Salamanca presta no logran captar la verdadera esencia de un grande ni perdonarle el generoso regalo de natura. No logran entender que, en las palabras de un amante de la controversia, Ben Jonson, sabiendo "poco latín y menos griego", un hombre que "no pertenecía a una edad, sino a todos los tiempos" ("He was not of an age, but for all time") fuese capaz de eclipsar por sus propios dones, y que se pudiese hacer ficción acerca de sitios a los que nunca se había viajado o relacionar temas de la vida cotidiana con las hondas implicancias de logrados personajes. Sólo hace falta un talento inconmensurable y una sensibilidad tan grande como la que da el conocimiento de la naturaleza humana que se aprende viviendo. La vida que se asocia a Shakespeare revela cierto paralelismo con sus obras: pasiones irrefrenables, celos, decepciones amorosas, las trenzas históricas y los problemas políticos de la corte que todos conocían, la ingratitud, la traición, la ambición y el amargo renunciamiento al poder. El resto proviene de una imaginación fecunda, ganas de aprender, un oído dotado y la ausencia de escrúpulos en materia de copyright, cosa que no debería resultar difícil de entender hoy, en los tiempos de PIPA y SOPA.


 Las historias de Shakespeare eran historias tomadas del saco de la cultura colectiva de sus tiempos, cuando cualquiera plagiaba al vecino, agregando y quitando a voluntad. Los teatros no escatimaban en espionaje de escritos, ideas y hasta decorados. Los préstamos e interpolaciones eran moneda corriente. Y todo esto sucedía ante la total indiferencia del público, el verdadero protagonista del teatro isabelino, para quien el autor era una mera anécdota: lo que contaba para esta gente, que compartía un enorme gusto por el vino y el teatro a cielo abierto, era la obra. No existía el fanatismo por los actores o los autores que profesamos hoy. Ésto hacía que el nombre del autor ni siquiera figurara en los libros de contabilidad de la Casa Real donde se montaba la puesta para la corona, y así es como la duda se siembra sobre la figura misma del autor.


 Quien haya tenido un buen maestro en el estudio del teatro shakesperiano ha aprendido que Shakespeare no es para ser probado o refutado como un nombre, ni siquiera para ser leído, mucho menos para ser diseccionado por las ciencias del pensamiento moderno. Shakespeare es para ser disfrutado sobre un escenario por los actores y desde la butaca o de pie, en El Globo, si es posible, por la audiencia, que entonces le avisaba al protagonista si se desenvainaba una daga a gritos pelados, o moría de risa con las bromas soeces de las comedias y los chispeantes "conceits", que hoy tenemos que deshojar como a una margarita para captar. Si su audiencia entendía y gozaba los versos era precisamente porque su creador manejaba sus mismos códigos, porque él era uno más con ellos.


 Como dice alguna línea del guión de la película: "Es difícil escribir, ¿no es cierto?, después de algo así. Te devora el alma (...) Es una perfección sin escuela que arrasa con el espíritu." That is the question... En realidad nada importa una vez que arrasa el huracán Shakesperiano, ni el nombre; es claro que ni a él le importaba: "¿Qué hay en un nombre?". Ni siquiera el nombre del creador de ese arte único importa, aunque es tan real y auténtico que aún pasados casi cuatro siglos de su muerte (1616), sigue siendo motivo de envidias y sospechas  porque sigue vivo agitando su lanza (shake-spear).




A boca de jarro

martes, 14 de febrero de 2012

Abriendo ventanas


Las ventanas en la pintura son un motivo poderoso y recurrente. Evocan una mirada contemplativa hacia el mundo del afuera que a su vez conlleva una observación reflexiva de lo que se vivencia en el interior de uno mismo.

Dalí.

Mi pintura favorita con este motivo es, como podrán adivinar, la Figura asomada a la ventana de Salvador Dalí. Tal vez vea en ella a una mujer semejante a mi abuela paterna, en el paisaje imagino se puede parecer a las rías de su Vivero natal que la vieron crecer y que mi abuela añoró toda su vida al abandonarlo para nunca más volver a verlo. Por extensión, me siento un poco como esa mujer, contemplando la línea del horizonte, el límite que parece imponerse obstinadamente a nuestros deseos de trascender y superar ciertos escollos que nos impone la vida. Finalmente, la mujer se dará la vuelta y todos los habitantes de la casa volverán a sus rutinarios quehaceres en torno a la ventana, como las pinturas de Vermeer lo plasman:





Estos largos días de verano se comienza a añorar la rutina después de tanto tiempo concentrado de descanso de la aceleración que el día a día que tomamos como norma imprime. Y dan ganas ya de dejar de mirar pasar la vida a través de la ventana, abrir la puerta y ponerse en movimiento. O de abrir las ventanas y que sople un viento que refresque y despeje ante la mirada sorprendida algún nuevo horizonte. Dicen que el poder de llegar allí donde nuestra vista apunta está en nosotros, pero a medida que crezco cada vez me resulta más difícil de creer...

Friedrich


LAS VENTANAS de Constantino Cavafis

En estas oscuras piezas, donde paso
días agobiantes, voy y vuelvo arriba abajo
para hallar las ventanas. 
-Cuando se abra
una ventana habrá un consuelo- .
Mas las ventanas no están, 
o no puedo encontrarlas. 
Y mejor quizás que no las halle.
Acaso la luz sea un nuevo tormento.
Quién sabe qué cosas nuevas mostrará.
Monet.
A boca de jarro

sábado, 11 de febrero de 2012

Glenn Close en la singularidad de Albert Nobbs



 "Mi definición pura de la poesía: algo que el poeta crea fuera de su propia personalidad."
                                                                                   George Moore (1852-1933)

No conocía al autor de la historia en la que se basa la película Albert Nobbs, tal vez porque cuando de literatura moderna irlandesa se trata, la gigantesca figura de James Joyce (1882-1941) se devora a todos los demás nombres. Sin dudas, esta historia tiene mucho de lo que uno encuentra en Dublineses, quince relatos sobre la frustración y la búsqueda de una identidad, donde todas las cosas suceden a medias y los personajes parecen suspendidos en el aire, en la Dublín joyciana, lúgubre, helada, como paralizada. Según leo, George Moore, novelista irlandés controvertido, poeta, crítico de arte, escritor de memorias y dramaturgo,  autor de la historia The Singular Life of Albert Nobbs, dejó huella en James Joyce. Tanto es así que se lo considera el primer gran novelista irlandés moderno.

Retrato de 1879 de George Moore por Édouard Manet.
Como sucedió con la versión fílmica de The Curious Case of Benjamin Button, el cuento corto escrito por F. Scott Fitzgerald, creador de The Great Gatsby, la versión cinematográfica de "Albert Nobbs" necesitó relleno, tal y como lo admite su descollante protagonista, la mujer máscara, Glenn Close. Se trata de un proyecto personal de la propia Glenn Close que no sólo es protagonista sino que además participa en la producción, el guión y la banda sonora. Para la dirección la actriz se alió nuevamente a Rodrigo García ("Cosas que diría con sólo mirarla", "Nueve vidas…"), hijo de Gabriel García Márquez. Ella se involucró en este proyecto desde su presentación teatral en el Off Broadway en 1982, y pasaron largos años de ir y venir con el asunto hasta lograr plasmarlo en cine.

Más allá de la información ad hoc, que suma, incluso por sobre la historia en sí y la actuación de Glenn Close, que es sencillamente colosal, me pregunto qué lleva a una actriz tan poderosa a la hora de enmascararse y, sobre todo, de des-enmascararse, a tomarse una obra de modo tan personal. Es posiblemente el mensaje de una historia de época con impecable ambientación, dura y triste, sea lo que más conmueve. La crítica ha sido muy dura con el film, pero creo que en definitiva es la reacción de uno como espectador lo que cuenta a la hora de hablar de cine, lo que la vista moviliza.



Glenn Close declaró en San Sebastián lo que creo que hace al núcleo de la cosa: Albert Nobbs es "una mujer que se ha borrado a sí misma para poder existir y acabar con la tragedia de no acordarse de quién era." Transvertirse a los catorce años, luego de haber sido brutalmente abusada y haber comprendido que como mujer en su condición de pobre y huérfana no tenía otra alternativa más que la prostitución, le permite al personaje, ya asexuado en mi entender, encontrar trabajo como mozo en un hotel del Dublín que le guiña un ojo a Joyce desde un cartel en segundo plano donde se lee "Joyce Livery". Como en el universo de matices hondos de Joyce, los personajes se arrastran por el filo del abismo y aquí se refugian en el alcohol y el sexo para soportar sus sombrías vidas.


Pero este ser tiene un sueño que trasciende su género y apunta a su condición de persona y a forjarse una identidad que nunca ha llegado a construir. Tal es la fuerza, tal vez mal encauzada, de su sueño identitario que logra sobrevivir a una peste en su intento por desafiar todos los mandatos y tabúes sociales y sexuales de una época hipócritamente pacata y represiva, dejando desnuda la perversión en las figuras que a simple vista menos la encarnan. Albert Nobbs muere por defender la última chance de concretar su ilusión, y el fruto de todo su esfuerzo va a parar a las peores manos. Se trata de un final de resonancias trágicas que hace honor a la verdad de los tiempos que retrata.


La actriz admite haberse inspirado en Chaplin para componer su rol. Además declara en un reportaje que para ella y para el director Albert Nobbs es "ella": "Bueno, Albert es diferente, ella es un espíritu muy puro que trata de sobrevivir. Siempre digo ella. Ella es ella, Albert. Ella no se considera un hombre, es una mujer que despista. Cambia su apariencia, su voz, pero es una mujer. Y Rodrigo, en los detalles, nos muestra todo eso. Incluso al vestir como una mujer, anda como un hombre. Albert tiene algo de clown."

Así es como echa luz sobre qué la fascina de esta historia, que no es una gran película, pero que capturó mi atención: "Creo que la película nos explica que nuestro sexo es irrelevante. Que nos confunde demasiado eso y que no importa a la hora de ser de una forma u otra. Para mí, la película trata de la supervivencia, de que en eso el género no importa y de que lo fundamental es hallar un lugar seguro donde desarrollarse. Y demostrar el hecho de que para mucha gente un sueño sencillo es algo casi inalcanzable, como atravesar una puerta."


De acuerdo a la visión del autor de la historia original: "Vivimos de nuestros deseos más que de nuestras obras." No parece ser el caso personal de esta inmensa actriz norteamericana que comenzó su carrera ya grande, a los 30, luego de haber estudiado antropología y cine, y que admite que como intérprete sabe preguntarse el por qué de las cosas, de los comportamientos. Siempre me deja pasmada. Sobre todo al des-transformarse en cámara, como en la escena final de "Relaciones Peligrosas". Ella, como Nobbs, cambia su apariencia, su voz, su postura corporal y brilla en la pantalla haciendo vivir un sueño. Su actuación es pura poesía de acuerdo a la definición del mismo Moore: crea fuera de su propia personalidad. 

Buscar este blog

A boca de jarro

A boca de jarro
Escritura terapéutica por alma en reparación.

Vasija de barro

Vasija de barro

Archivo del Blog

Archivos del blog por mes de publicación


¡Abriéndole las ventanas a la realidad!

"La verdad espera que los ojos
no estén nublados por el anhelo."

Global site tag

Powered By Blogger