domingo, 31 de mayo de 2015

Me doy el permiso

Vincent Van Gogh, Trees in the Garden of Saint Paul Hospital



"Deberíamos vivir tantas veces 
como los árboles que, 
pasado un año malo
echan nuevas hojas 
y vuelven a empezar".

José Luis Sampedro



Me doy el permiso



Me doy el permiso 
de saber amarga,
de andar por la vida
un tanto agitada 
así, desbordada, 
fuera de mi aguja
de enhebrar palabras,
perdiendo los puntos 
en este tejido,
perdiendo la trama
 que quedó zurcida
con hilos al alma.

Me doy el permiso,
 cedo la premisa,
ya algo más ligera 
y desenfadada,
como descocida,
luciendo mi facha
de porteña fiera,
siempre con apuro.
En un laberinto
 desando madejas:
 ¡qué cesen la rachas
de marea baja!

 Siento un plenilunio
en las avenidas
de vías cortadas,
de caras vacías,
de manos peladas,
de suelas gastadas,
de agujas torcidas,
de tamangos rotos,
de hallazgos esquivos, 
de esperanzas tibias,
de preguntas vastas
y respuestas cortas.

Un día de estos,
tal vez, quién lo viera,
puede ser mañana,
hago las valijas,
me mando, chiflada,
a esas callejuelas
de sendas grisáceas,
rifo aún más libros,
tiro los trofeos,
pongo la luz alta,
me topo, extrañada,
con mi mejor cara.

Me cedo el permiso,
lanzo una chapita,
cae boca arriba,
celebro descalza
la angustia desnuda,
la piel sosegada,
la mirada nueva
sobre el entramado
de un árbol reseco
que tejí inspirada
cuando de mis venas
brotaban madejas

en los años locos,
en las ramas altas,
en las esperanzas
de una vida llena
de raíz profunda,
del agua de savia,
de sangre violácea,
de verdor de trébol,
de espesor certero,
de canción amada,
de piano y guitarra,
de danzante magia.

Me doy el permiso

de una vida nueva,
tiro las agujas,
abro las ventanas,
entinto mi historia,
¿quemo la nostalgia?
Zarpo a media asta,
gozo el aguacero
que roza lo etéreo,
que brota en las gotas
con sabor a infancia
sobre una cuchara.

Estos derroteros
 hoy cruzo callada
escuchando atenta
el rumor fantasma.
Cruzo sin cautela,
salvando distancias,
recojo las velas,
aprieto los puños,
sujeto el timón
asiendo las olas,
sirenas varadas
y anclas a babor.




"¡Ah, no, así no! 
Llorar es demasiado fácil. 
Eso ya lo he hecho yo mil veces 
y no sirve de nada. 
¡No te pido lágrimas! 
¡Lo que quiero son árboles!"

Alejandro Casona

Vincent Van Gogh, Branches of an Almond Tree in Blossom


A boca de jarro


jueves, 28 de mayo de 2015

Tocando fondo


Edvard Munch, Le jour suivant (1894) 


Tocando Fondo




Silvio Rodriguez


Tocando fondo nací un buen día,
tocando fondo ando todavía.
Menos hermoso que como fuera,
menos odioso que de otra manera.

Me declaro imperfecto
pateando la sombrilla.
Prefiero ser abierto
a pasearme anunciando
que soy la maravilla.

Me publico completo,
me detesto probable.
Si uno no se desnuda
se transfigura en reto
todo lo desnudable.

Tocando fondo, como ir cantando,
es algo hondo, que no anda esperando.
No tocar duro nuestras verdades,
levantando muros, pudre capitales.

Quizás sea inoportuno
o acaso delirante.
Soy de tantas maneras
como gente pretenda
nomás calificarme.

Asumirse los fueros
es no dictaminarse.
Me publico completo,
me espero mejorable
desde mi parlamento
de guitarra sonante.

Tocando fondo nací un buen día,
tocando fondo ando todavía.






A boca de jarro

martes, 26 de mayo de 2015

Femenina y singular


Baruch Vergara, Metarrelatos (2), acrílico sobre lienzo, 2011
ašrê ( אשרי)

Era como llegar a un orgasmo que no alcanzaba con su hombre hacía largo tiempo, el ritual consumatorio de la felicidad posmoderna, femenina y singular: pararse frente al espejo del gimnasio vestida de pende vieja deportiva, con su Gatorade helada y sus pesas apoyadas en el piso, ya lista para largar una sesión más hasta alcanzar la absoluta perfección y brillar por lo único que importa, curvas, firmeza y resistencia, a pesar de haber traspasado la barrera de los cuarenta. Entre una amplia mayoría femenina más joven que ella y el profesor gay de la clase de la noche, cerraba por fin su aburrido día de trabajo en la oficina, y este era el momento más esperado del día. Se posicionaba bien adelante y se miraba el cuerpo semidesnudo cuidadosamente durante el calentamiento, evitando que sus ojos se encontraran con la envidia de todas las que había logrado dejar detrás y observando cuánto le faltaba a sus trabajados rollitos para desaparecer totalmente. Pensaba en la bikini y el verano próximo, así se daba más ganas de empezar a transpirar. La música, estridente y latosa, servía para poner la cabeza en blanco. Después de la clase, la ropa Nike iba al lavarropas, ella, a tomar una larga ducha, luego una buena ensalada con un vaso de agua mineral baja en sodio y un jugo de naranja exprimido con unas gotas de edulcorante despatarrada en el futón del living mientras hacía un poco de zapping por los canales de aire y de cable en busca de programas sobre la farándula. Apagaba, se mandaba a la compu y le daba a Facebook con café descafeinado y galletas de arroz hasta que se le caían los ojos de sueño. Estar agotada a la hora de meterse en la cama en su baby doll de satén era la excusa perfecta para no pensar que no había compartido ni una hora de su día con su hija adolescente, aunque sí había logrado conservar intacta su existencia anorexígena de privaciones y sacrificios en pos de la anhelada y siempre bien preciada belleza de onda que se le hacía lo más cercano a la bienaventuranza que vendía su dios en las publicidades.





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