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miércoles, 3 de marzo de 2021

El violinista del Mitre

Amedeo Modigliani - "Juan Gris" Retrato, 1915, Metropolitan Museum of Art


"Quiero ver, quiero entrar
Nena, nadie te va a hacer mal
Excepto amarte
Vas aquí, vas allá
Pero nunca te encontrarás
Al escaparte
No hay fuerza alrededor
No hay pociones para el amor
¿Dónde estás? ¿Dónde voy?
Porque estamos en la calle
De la sensación...
Muy lejos del sol
Que quema de amor"

                                                                         Serú Girán, 1978


     Todos sentados con la boca oculta detrás de nuestros barbijos, como ovejas con bozal de un rebaño sin pastor, sin cura, sin vacuna y sin destino. Algunos miramos por la ventana al Buenos Aires devenido en páramo, una triste sombra del querido que ha sido. Otros no sacan sus ojos de la pantalla adictiva de sus celulares, en busca de otra app para obtener el permiso que tenemos que tener para que se nos permita transitar el territorio en el que hemos nacido, y al cual, aún sin libertad, seguimos edificando, intentando sanar, educar, aprender, vender - pese a todo y mal que les pese -, día a día, a fuerza de trabajo honrado, forzado, mal pagado, y se me hace que hay que sacar permiso hasta para pensar, para ponerlo en términos borgianos. Muchas veces este vagón de tren se me hace, en verdad, orwelliano, y "me percibo" Winston, encerrado en el cuartucho 101 bajo las luces del torturador que desde la app de mi celular - que, bajo esta luz porteña de hoy, me obnubila -, me pregunta por mi género, cuando Gran Hermano predica que eso es mera percepción: ¡menuda contradicción! Entonces viajo atrás en el tiempo, pero voy más allá de 1984, porque este cuento no me lo contaron: lo viví yo acá mismo, y es una película de terror que se repite en la pantalla a pesar de que no todas las ovejas de la granja se percatan ni se rebelan, una pesadilla recurrente que me despierta de madrugada, empapada de sangre, sudor y lágrimas.

En eso siento un vibrar de cuerdas tenue en mis oídos, levanto los ojos de mi celu, y me encuentro con los ojos de un artista de las cuerdas, con su mirada cansada, herida, y con su violín al hombro y un carrito donde carga con su amplificador y su netbook, plateada y baqueteada, con las pistas preparadas. Viste de gris, y grises son las ojeras que se asoman por sobre su barbijo gris, que denotan una pena, la ruidosa desazón del estigma que reclama ser tocado y sanado de alguna que otra manera. Todo en él exuda la cristiana tristeza del estigma. Saluda, y nadie mira, nadie escucha. Quito mis auriculares de las orejas - que me auxilian a la hora de evadirme de los riesgos que estoy corriendo al usar transporte público en la tierra de los permisos digitales para obnubiladas ovejas acorraladas por siniestros empleados del Ministerio del Nosepuede que esperan en los andenes para llevarnos al matadero cuando nos cazan con el permiso del voto sin el permiso de subir al tren. 



by Shan Hur (@shanhur#shanhur #tambaran2gallery


Clavo la vista en las clavijas del terciopelo del instrumento, que él afina con destreza y dedos finos y largos, como sacados de una pintura de un Modigliani, pancita cervecera, pelo revuelto y uñas largas pero limpitas, como nos han enseñado en casa a tantos. Presenta su próxima pieza. Aún me quedan dos estaciones para llegar a destino. Deseo ferviente de no llegar nunca, de escucharla toda, entera. Y se abre, estalla, majestuosa, en el vagón adormilado e indiferente del ferrocarril Mitre rumbo a Retiro, "Seminare", y se recrea toda mi adolescencia, aquel grito de rebeldía ante una dictadura que ha vuelto a perpetrarse en esta tierra, de donde, ahora, son mis hijos quienes quieren irse. ¡Qué gran tristeza me embarga! Cuánto resueno con esta melodía cuya letra casi ya he olvidado de tanto seminario andado en tristezas, decepciones y fracasos. Me pongo de pie, manoteo un veinte todo arrugado, descolorido, devaluado, tal como el arte que encarnamos. Se lo pongo en su bolsito gris y le digo:

- Me alegraste el viaje... El día, la vida entera, te diría.

Palpa mi alma por mis gustos musicales. Le doy la misma respuesta que al de la guitarra de la otra vez, respuesta ensayada, por no pecar de demasiado entusiasta, de desubicada, siempre temiendo ser mal leída por loca, por puta, pero me lo llevaría a casa, sí, claro, yo lo adoptaría, para calmar esta sed de maternar arte, esta abstinencia feroz de museos y de libertad de movimiento que me quema como el sol de este mediodía. Y no puedo evitar la intrusión del pensamiento en medio de la emoción que me embarga y que me pone en deuda con mi fe: nuestros pastores deberían adoptar a las ovejas descarriadas en lugar de dar sermones desde sus altares blanqueados en sus huérfanos templos abarrotados de arte y tantas veces cerrados bajo candado tras negras rejas.

- Me va casi todo de lo bueno. Pero me puede Sting.

Se abren las puertas en el vagón del Mitre. Tengo que dar el paso para irme al trabajo y dejar a mi arte afuera, porque el arte no es trabajo, tal como nos han enseñado. 

Camino bajo el sol del mediodía en la ciudad de la furia. Arranca el tren. Y reverberan en el andén semi desierto los acordes de "Shape of my heart". Alguna vez yo la traduje,  ahora que pienso, pero casi ni me acuerdo. Y se me hace que la escucho en la versión que yo traduje, cantada en español por una bella voz, no la que encontré en YouTube, precisamente, en ese tren que jamás me llega, pero en este viaje acompañada por la ejecución perfecta del violinista del Mitre.




Soda Stereo - En La Ciudad De La Furia (Gira Me Verás Volver)


"Ese destino de furia es
Lo que en sus caras persiste"
Gustavo Cerati


A boca de jarro
.

jueves, 11 de febrero de 2021

Mi guitarra

 


   Fui a la tienda por más palo santo para quemar.

Estaba sentado en la penumbra, entre esencias, ensimismado en su celular. Levantó sus ojos tristes y su bella melodía tocó el oído de mi afinado corazón, que va por las calles del barrio llorando a gritos mudos, partido de dolor.

-¿Vos ya habías venido por acá, no? - me preguntó, desde la defensa de su mirada esquiva de adolescente herido.

- Sí, vine hace unas semanas, pero me atendió un señor mayor, tu abuelo...

-No, ese señor es mi papá... No, todo bien, no te preocupes, todos se confunden...

Tuve que reparar el quiebre intermitente que mi presunción apresurada había generado en la conexión que los dos necesitamos. Entonces eché mano a su guitarra.

-Vos estabas con tu guitarra recién arreglada. ¡Es hermosa tu guitarra!

-¡Ah, sí, mi guitarra! Ya hace tiempo que no la toco. Ese día volvíamos del luthier, de hacerle cambiar una cuerda. Llevaba meses rota, pero en los primeros meses de la pandemia no había dónde llevarla a arreglar.

Y supe más, y, esta vez, mejor. Creo que supe todo, aunque ya debería haber aprendido a dejar de suponer que sé tanto.

-¿Vos componés?-, lo interrogué, con una sonrisa que, por estos días, me duele como una queja.

-Sí... bah...  yo... hace rato que no escribo... con esto de la pandemia... ¿Viste cómo fue?

Fue como un relámpago de revelación divina, una epifanía literaria bien ejecutada, instantánea y fugaz, honda y reverberante, casi perfumada. Fue como ver mi propia sombra resonando en su mirada esquiva.

-Vos sos un artista. Tenés que componer.

Se me cagó de risa con el desparpajo del que se desconoce en su más profunda esencia inexorable - de quién aún no sabe de qué madera está hecho -, mientras me embolsaba el palo santo que yo estaba a punto de pagarle. Entonces fui por más:

-Igual que mi hijo, te me cagás de risa en la cara. Creéme, yo sé lo que te digo: vos naciste artista. 

Lo sentencié: un hachazo de vida y muerte directo al corazón.

Se quedó colgado, prendado, me indagó en mis gustos musicales, me palpó el alma con sus ojos tristes, porque en ella se encontró con su propio eco de cuerdas gruesas, borbona letal. Fue mucho para procesar en mi primera tarde de caminata después de meses de encierro mental. Me prometió que, la próxima vez que vaya por palo santo, me la va dejar tocar.


Javier Limón, Juan Luis Guerra, Nella - Mi Guitarra (Lyric Video)




A boca de jarro

martes, 29 de diciembre de 2020

Me destejo

 ©Carlos Javier Paz






"Estoy hecha de retazos
Pedacitos coloridos de cada vida que pasa por la mía 
y que voy cosiendo en el alma.
No siempre son bonitos, ni siempre felices, 
pero me agregan y me hacen ser quien soy.
En cada encuentro, en cada contacto, voy quedando mayor...
En cada retazo, una vida, una lección, un cariño, una nostalgia…
Que me hacen más persona, más humana, más completa.
Y pienso que es así como la vida se hace: 
de pedazos de otras gentes que se van convirtiendo en parte de la gente también.
Y la mejor parte es que nunca estaremos listos, finalizados...
Siempre habrá un retazo para añadir al alma.
Por lo tanto, gracias a cada uno de ustedes, 
que forman parte de mi vida y que me permiten engrandecer 
mi historia con los retazos dejados en mí.
 Que yo también pueda dejar pedacitos de mí por los caminos 
y que puedan ser parte de sus historias.
Y que así, de retazo en retazo, podamos convertirnos, un día, 
en un inmenso bordado de "nosotros"."




Tejo que te tejo, y sólo me destejo,

me desenredo,

me desenhebro,

deshago el entramado 

de todos los mandatos

de colores aceptados

con los que tejí un montón de mantos...

 

Me preguntás qué estoy haciendo,

¿si estoy perdiendo el tiempo?

Mejor ni te contesto.

¡Tanto perder mi tiempo

en tejerme al gusto tuyo:

ahora, alegremente, 

hoy y aquí yo me destejo!


Insistís en corregirme:

-"¡NO ES ASÍ, TE DIJE!
Que tejo apretado,
lazadas mal dadas,

 los puntos se escapan,

o que hago lo sencillo

siempre más difícil...

 

¡Ay, Señor, Dios mío! 

¡Maldito adjetivo!

Ves como la rima me empieza a desbordar,

y quiero gritarte, fuerte y en la cara, 

a boca de jarro: 

"¿No ves? ¿No sentís que es mío este entramado?

¿No ves cómo así pierdo el ritmo del tejido!"

 

Elijo callar una vez más

para regalarte cajitas de hilos blancos

que son como esquejes por mí engendrados,

los pequeños brotes que me van naciendo 

en este jardín donde a cada planta yo le pongo nombre,

un jardín al que sola yo aprendí a cuidar,

colgando de un hilo que yo misma he tejido.

 

¡A estas alturas!

Este es otro intento mío, otra vez fallido, 

de una poesía que quede bien tejida...

No me vengas con la rima, con la métrica, con la medida;

a mí me conocés: eso de la técnica no me importa nada, 

yo quiero romper con las reglas

y sin medida lograr retejerme.

 

Dicha inusitada

- de euforia algo cargada -

la de destejerme en la luminiscencia

de hacerme un ovillito, de echarme nuevos puntos, 

aunque el alma se me va quedando toda perforada.

Sin arte poética yo retejo mi poema

 

con colores propios y con mis propia lanas:

 lanas que para vos son raras,

pero que a mí - se me hace- me han sido dadas,

lanas que quizás jamás sean validadas.

Yo igual las conservo con celo guardadas

en un baúl muy viejo de todas esas cosas que me han sido legadas

y que aún a veces, se me hace,

 

 no sirven para nada...




                                                                 (Muchas veces editado...)




©A boca de jarro


A boca de jarro        

©A boca de jarro

domingo, 20 de diciembre de 2020

Encontrando-me

T.S.ELIOT, Four Quartets


Tantas veces
perdida,

perdida-me,
por fin me encuentro
encontrando-me
en el duelo de mi desmadre,
desmadrando-me.
¡Por fin me encuentro!
Luminosamente
encontrando-me, 
 luz que
negadamente
ahora descubro
en mi atardecer:
yo la heredé.
¡Ay, qué legado que me legaste,
legaste-me!

Luz que en mi esencia vives,
que vive-me,
luz que siempre me habitaste
entre negras sombras,
hoy me iluminaste,
¡Ilumina-me!

 Hoy por fin celebro yo tu visita,
 - tu venida, tu llegada, tu partida, tu perdida -,
ungiendo-me

 habitando-me,
visitando-me,
encontrando-me.


Así
perdida,

encontrada,
duelada,  
desmadrada, 
ensombrecida, 
iluminada,
esenciada,  
negada,
atardecida,
heredada,
legada,
encendida,
vivida,

habitada,
celebrada,
visitada,
partida,
perdida,
ungida,
ensombrecida,
encontrada:
(¿re-encontrada? Sí, tal vez...)
 encontrando-me.

Deviniendo mi propia madre,
pariendo-me,
en mi propio ser,
madre-me, 
encontrando-me.

Madre hoy te doy las gracias
por la vida que vos me diste
en mi nacimiento, 
y antes también,
y porque en tu muerte
por fin
renazco yo a mi propio ser,
encontrando-me.

 



Gieco-Sosa-Heredia "Como la cigarra"

Canción de María Elena Walsh, 

Madre de y en las letras 💗


A boca de jarro

miércoles, 16 de diciembre de 2020

Los poderes curativos de la pizza


   Hacía tiempo que no nos veíamos y sentí que una pizza ayudaría a derretir el hielo. A mal puerto... Esta chica está muy cambiada; habla y habla todo el tiempo del poder de los alimentos:

Es increíble lo que se adelgaza cuando eliminás las harinas de tu dieta. También tomo mucha agua: casi dos litros por día, y así elimino las toxinas. La piel también me lo agradece cada mañana. Frutas frescas al desayuno y las secas, antes de ir a la cama... Mucho ajo, apio y mariscos súper frescos garantizan los orgasmos duraderos. Si le agregás semillas a la ensalada, es increíble, pero, te juro, te convertís en multiorgásmica. Con los años, he remplazado carne de cerdo, vaca y pollo por pescado a la plancha, aunque solamente dos veces a la semana, porque está caro. Te aseguro que mis electros de esfuerzo - los que me piden para mis sesiones levanta-glúteos en spinning - son la envidia de mi médico, que, dicho sea de paso, es un bombón de chocolate. A ese sí que me lo como sin preocuparme por nada...

Se fue al baño un momento. Dejó pedida un agua mineral sin gas con rodajas de limón fresco y mucho hielo. Reinaba el silencio. Yo miré por la ventana, como queriendo escaparme a otros tiempos: aquellos días en los que salíamos de cacería por las calles de mi barrio buscando una pizza. Eran días en los que no existía el delivery y en los que nadie se asustaba si dos chicas iban comiéndose una porción de pizza grasosa por la vereda, camino a casa y de la caja...




Pese a todo lo que se diga de la harina, yo aún creo en los poderes curativos de la pizza que practicábamos ella y yo en aquellos bellos días en los que éramos bellas sin esfuerzo. Desde chica, la pizza forma parte del mecanismo de la ley de compensación de mi propio universo. Les explico: dice mi amiga  que además de obsesiva de la comida sana, bah, es posmoderna — que la vida es una ecuación matemática exacta: recibís de manera precisa lo que das, ni más, ni menos. Es por eso  yo asumo, con una pizza de por medio  , que ella cree que si ingiere solo cosas saludables, el universo le dará la salud que ella espera. A este principio pseudo científico al que mucha gente adscribe se lo conoce como la ley de compensación, y es para mí una gran patraña aplicado a la vida. Y esto lo digo con conocimiento de causa: han sido tantas las veces en mi vida en las que di todo lo que tenía para dar   tanto dí que hasta parecía más de lo que tenía  , y a cambio no recibí nada, que ahora sólo creo en los poderes de la pizza...

 La pizza es la piedra filosofal de aquello que yo practico y entiendo como mi ley de compensación: lo que la vida me da o me quita, lo celebro o lo compenso con una pizza... 

Aquí les paso mi receta compensatoria y, a continuación, les comparto un curativo texto de Martha Medeiros que traduje del portugués cuando volví de comer pizza con mi ex-amiga.


Moscato, pizza y fainá: la mejor argentinada.
Para ahuyentar el mal de amores: pizza de jamón y morrones.
Para sacarte toda la bronca: pizza casera, bien amasada.
Para superar peleas: con verdeo y panceta.
El mejor afrodisíaco: pizza en pelotas, con los dedos...
Como entrada: pan de pizza a la canasta.
Para un día aburrido: pizza verde gratinada.
Para visitas inesperadas: pizza comprada.
Para comerla viendo a Sherlock: fugazzeta y doble queso.
Para detener el llanto: pizza con tomate y ajo.
Para celebrar la vida: pizza con lonjas de longaniza.
Para el invierno: pizza de cancha.
Para el verano: pizza fría en el desayuno.
Para los chicos: pizza con varios huevos fritos.
Para un domingo de soledad: una pizza individual.






Creo en una gracia mayor, de Martha Medeiros




"Cada semana, una novedad. La última fue que la pizza previene el cáncer de esófago. Creo en una gracia mayor. 

El tomate previene eso, la cebolla previene aquello, el chocolate hace bien, el chocolate hace mal, una copa de vino al día no hace nada, cualquier trago alcohólico es nocivo, tome agua en abundancia, pero no exagere...

Ante tal profusión de descubrimientos, encuentro más seguro no cambiar de hábitos. Seré directa con respecto a lo que le hace bien y lo que le hace mal a mi salud.




El placer hace mucho bien. Dormir me hace sentir 0 km. Leer un buen libro me renueva. Viajar me pone tensa antes de embarcar, pero después rejuvenezco unos cinco años. Los viajes aéreos no me hinchan las piernas: me hinchan el cerebro, y vuelvo llena de ideas.

Pelear me provoca arritmia cardíaca. Ver personas con accesos de estupidez me revuelve el estómago. Ser testigo de personas tirando latas de cerveza por la ventanilla del auto hace que pierda mi fe en el ser humano. Y los noticieros... Deberían prohibirlos los médicos  ¡cómo duelen!

Caminar me hace bien, bailar me hace bien, permanecer en silencio cuando una discusión está que arde hace mucho bien. Se ejercita el auto-control y se levanta una al día siguiente sin arrepentirse de nada. ¡Despertar arrepentida de lo que dije o lo que hice anoche es perjudicial para la salud! Y pasar el resto del día sin coraje para pedir disculpas, peor todavía. No pedir perdón por nuestras macanas causa cáncer, no hay tomate ni mozzarella que lo prevenga.




Ir al cine, conseguir un lugar central en las filas del fondo, no tener a nadie obstaculizando su visión, ningún celular sonando y que la película sea espectacular, ¡guau! El cine es mejor para la salud que el pochoclo. Una conversación es mejor que una cargada. El ejercicio es mejor que la cirugía. El humor es mejor que el rencor. Los amigos son mejores que la gente influyente. El ahorro es mejor que la deuda. La pregunta es mejor que la duda."


jueves, 10 de diciembre de 2020

The saddest eyes

Imagen relacionada
Edvard Munch, "Girl Looking out the Window"
.
To Bea 


Resultado de imagen para clave de solYou've got the saddest eyes I've known, 
Slanting down, bulging a little
On the whiteness of your nose,
               Crowning a certain chubby pinkness                       
From what to me seems like a throne.

You've got the saddest look 
My eyes have ever seen,
And yet, you see, it gives me joy:
Your eyes see me when all the world 
Around looks on myself with some neglect.

The very greenness of your eyes
Hides all the secrets never told,
Still I've heard your untold secrets
Within my soul 
a thousand times before.

The sea of sadness of your eyes is full of breathing air, 
And I rejoice to be the one you chose
That stormy day, the day we met,
The night you rescued me from drowning 
In the waters of despair

Imagen relacionada                               Before your eyes just glowed...






Natalie Cole #16 "That Sunday That Summer"



A boca de jarro

domingo, 31 de mayo de 2015

Me doy el permiso

Vincent Van Gogh, Trees in the Garden of Saint Paul Hospital



"Deberíamos vivir tantas veces 
como los árboles que, 
pasado un año malo
echan nuevas hojas 
y vuelven a empezar".

José Luis Sampedro



Me doy el permiso



Me doy el permiso 
de saber amarga,
de andar por la vida
un tanto agitada 
así, desbordada, 
fuera de mi aguja
de enhebrar palabras,
perdiendo los puntos 
en este tejido,
perdiendo la trama
 que quedó zurcida
con hilos al alma.

Me doy el permiso,
 cedo la premisa,
ya algo más ligera 
y desenfadada,
como descocida,
luciendo mi facha
de porteña fiera,
siempre con apuro.
En un laberinto
 desando madejas:
 ¡qué cesen la rachas
de marea baja!

 Siento un plenilunio
en las avenidas
de vías cortadas,
de caras vacías,
de manos peladas,
de suelas gastadas,
de agujas torcidas,
de tamangos rotos,
de hallazgos esquivos, 
de esperanzas tibias,
de preguntas vastas
y respuestas cortas.

Un día de estos,
tal vez, quién lo viera,
puede ser mañana,
hago las valijas,
me mando, chiflada,
a esas callejuelas
de sendas grisáceas,
rifo aún más libros,
tiro los trofeos,
pongo la luz alta,
me topo, extrañada,
con mi mejor cara.

Me cedo el permiso,
lanzo una chapita,
cae boca arriba,
celebro descalza
la angustia desnuda,
la piel sosegada,
la mirada nueva
sobre el entramado
de un árbol reseco
que tejí inspirada
cuando de mis venas
brotaban madejas

en los años locos,
en las ramas altas,
en las esperanzas
de una vida llena
de raíz profunda,
del agua de savia,
de sangre violácea,
de verdor de trébol,
de espesor certero,
de canción amada,
de piano y guitarra,
de danzante magia.

Me doy el permiso

de una vida nueva,
tiro las agujas,
abro las ventanas,
entinto mi historia,
¿quemo la nostalgia?
Zarpo a media asta,
gozo el aguacero
que roza lo etéreo,
que brota en las gotas
con sabor a infancia
sobre una cuchara.

Estos derroteros
 hoy cruzo callada
escuchando atenta
el rumor fantasma.
Cruzo sin cautela,
salvando distancias,
recojo las velas,
aprieto los puños,
sujeto el timón
asiendo las olas,
sirenas varadas
y anclas a babor.




"¡Ah, no, así no! 
Llorar es demasiado fácil. 
Eso ya lo he hecho yo mil veces 
y no sirve de nada. 
¡No te pido lágrimas! 
¡Lo que quiero son árboles!"

Alejandro Casona

Vincent Van Gogh, Branches of an Almond Tree in Blossom


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