Tejo que te tejo, y
sólo me destejo,
me desenredo,
me desenhebro,
deshago el entramado
de todos los mandatos
de colores aceptados
con los que tejí un montón de mantos...
Me preguntás qué estoy haciendo,
¿si estoy perdiendo el tiempo?
Mejor ni te contesto.
¡Tanto perder mi tiempo
en tejerme al gusto tuyo:
ahora, alegremente,
hoy y aquí yo me destejo!
Insistís en corregirme:
-"¡NO ES ASÍ, TE
DIJE!
Que tejo apretado,
lazadas mal dadas,
los puntos se escapan,
o que hago lo sencillo
siempre más difícil...
¡Ay, Señor, Dios mío!
¡Maldito adjetivo!
Ves como la rima me empieza a desbordar,
y quiero
gritarte, fuerte y en la cara,
a boca de jarro:
"¿No ves? ¿No sentís
que es mío este entramado?
¿No ves cómo así pierdo el ritmo del tejido!"
Elijo callar una vez más
para regalarte cajitas de
hilos blancos
que son como esquejes por
mí engendrados,
los pequeños brotes que me van naciendo
en este jardín donde a cada planta yo le pongo nombre,
un jardín al que sola yo aprendí a cuidar,
colgando de un hilo que yo misma he tejido.
¡A estas alturas!
Este es otro intento mío, otra vez fallido,
de una poesía que quede bien
tejida...
No me vengas con la rima, con la métrica, con la medida;
a mí me conocés: eso de la
técnica no me importa nada,
yo quiero romper con las reglas
y sin medida lograr retejerme.
Dicha inusitada
- de euforia algo cargada -
la de destejerme en la luminiscencia
de hacerme un ovillito, de echarme nuevos puntos,
aunque el alma se me va quedando toda perforada.
Sin arte poética yo retejo mi poema
con colores propios y
con mis propia lanas:
lanas que para vos
son raras,
pero que a mí - se me hace-
me han sido dadas,
lanas que quizás jamás sean validadas.
Yo igual las conservo con celo
guardadas
en un baúl muy viejo de todas esas cosas que me han sido legadas
y que aún a veces, se me hace,
no sirven para
nada...