"Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera,
como una romana, para concordar
con las grandes olas, y las rocas muertas
y las anchas playas que ciñen el mar."(*)
como una romana, para concordar
con las grandes olas, y las rocas muertas
y las anchas playas que ciñen el mar."(*)
El mar es una de los lugares que más me fascinan. Me renueva, me refresca, me hace bien al alma pasar tiempo a orillas del mar. Pero la fauna humana que se congrega y se empeña en aglutinarse, en amucharse, en observarse semidesnuda con decenas de petates y celulares para ni siquiera conectar con la gloria oceánica es algo que me llena de asombro y contradicción.
Poca gente sabe gozar de la playa. Confieso que yo la padezco en buena medida tal como se impone de vacaciones en temporada alta. Lo que más me disgusta es tener que despojarme de la ropa en la que vivo todo el resto del tiempo, en la que me reconozco como quien soy, y pasearme con todos mis complejos bajo el sol, bajo la mirada de una sociedad con un ideal de belleza femenino tan obsesivamente perfeccionista. Y es sobre todo la mirada femenina la que me pesa, mucho más que mi propia figura. Somos las mujeres quienes resultamos más intrigantes y patéticas, incluída yo misma, en relación a nuestra imagen corporal y a mostrarnos en traje de baño en una playa.
Están las menos, con cuerpos esculturales, mini bikinis que quedan perfectas, pendientes de dónde calza la tirita, con tan poco para tapar, sacudiéndose la arena que jamás se pega en esos bellos cuerpos, simplemente porque no son usados para el disfrute. Ellas me intimidan, desearía tener esa figura, pero al mismo tiempo, me resultan insulsas y aburridas. Nunca un revolcón en las olas, nunca un zambullido de cabeza, nunca barrenar con los chicos o construir castillos de arena a orillas del mar. Silla, agua mineral, sol, a lucir la estampa, la afinada estampa. Y a usar la afilada mirada oculta detrás de los lentes de sol para escudriñar al resto.
El resto somos las que siempre deseamos ser la garota de Ipanema y jamás lo conseguimos, las que cargamos con nuestras cicatrices de guerra de una vida de estudio y trabajo, de comidas familiares disfrutadas, de embarazos que han pasado y han dejado huella. Vidas comunes la de los cuerpos de la gran mayoría de mujeres que estamos muy lejos de ser amigas de la imagen que nos devuelve el espejo, y mucho menos, de estarle agradecidas, aunque en poco se parezca a la silueta de las modelos que tienen cuerpos para ser admirados pero no vividos, no gozados, no revolcados por las olas hasta la orilla del mar.
Y al llegar a casa, nos enteramos de que hay un cuerpo en la familia que no puede ir a ninguna parte en el mar de la vida hace doce años, y sin embargo resiste las complicaciones, ahora agravadas, que se presentan al estar postrado en una cama gracias al amor que le prodiga su familia en forma de cuidados especiales y seguramente gracias a su profundo amor por la vida y por su propio cuerpo, que no en vano ha persistido tan largo tiempo. Esto no hace más que reforzar mi necesidad de aprender a amar y verdaderamente disfrutar de mi propio cuerpo sano con alegría y plenitud, sin frivolizar: debería yo aprender a revolcarme con las olas hasta la orilla loca de contenta y a erguirme con naturalidad y gratitud de poder hacerlo sin estar pendiente de la mirada oculta detrás de las gafas, que no es más que una mirada tan limitada como la mía, que mira sin lograr ver más allá.
Y al llegar a casa, nos enteramos de que hay un cuerpo en la familia que no puede ir a ninguna parte en el mar de la vida hace doce años, y sin embargo resiste las complicaciones, ahora agravadas, que se presentan al estar postrado en una cama gracias al amor que le prodiga su familia en forma de cuidados especiales y seguramente gracias a su profundo amor por la vida y por su propio cuerpo, que no en vano ha persistido tan largo tiempo. Esto no hace más que reforzar mi necesidad de aprender a amar y verdaderamente disfrutar de mi propio cuerpo sano con alegría y plenitud, sin frivolizar: debería yo aprender a revolcarme con las olas hasta la orilla loca de contenta y a erguirme con naturalidad y gratitud de poder hacerlo sin estar pendiente de la mirada oculta detrás de las gafas, que no es más que una mirada tan limitada como la mía, que mira sin lograr ver más allá.
"Quisiera esta tarde divina de octubre
pasear por la orilla lejana del mar;
que la arena de oro, y las aguas verdes,
y los cielos puros me vieran pasar."(*)
(*) Fragmentos de Dolor de Alfonsina Storni.
pasear por la orilla lejana del mar;
que la arena de oro, y las aguas verdes,
y los cielos puros me vieran pasar."(*)
(*) Fragmentos de Dolor de Alfonsina Storni.
A boca de jarro
A mí solo me gustan las playas solitarias, o nudistas en las que paradójicamente nadie se preocupa de nadie, o playas al atardecer o al amanecer. No me gusta el espectáculo de la playa concurrida y menos pasear por ella en bañador. Cuando era niño me gustaba la playa, pero progresivamente me he ido alejando de ella, aunque me guste pasear junto a la orilla en días ventosos o invernales en que apenas hay nadie. En cuanto a las miradas indiscretas, no sé. Supongo que en la playa todos nos convertimos en objetivo de todos y todos miramos a todos. No, no me gusta.
ResponderBorrarEs cierto que uno inevitablemente se convierte en observador al mismo tiempo que se siente observado en la playa concurrida: no hay mucho más para hacer si no disfrutas de meterte al mar y pasarte horas allí como cuando niño. Y he notado que hay hombres, muchos hombres, a los que también parece disgustarles el asunto.
BorrarEl nudismo sería mucho más auténtico que el juego de las tiritas y el colaless, desde luego que sí.
Nos fuimos un par de veces a un paraje más solitario y alejado del hotel y encontré una pareja disfrutando como niños, lejos de la masa: él era albino y ella llevaba la ropa puesta aún dentro del agua. Me pareció fotografiable, digno de un análisis sociológico o psicológico acerca de la influencia de la mirada del otro sobre nuestra capacidad de disfrute.
Gracias por tu aporte.
Un beso.
Me encanta el mar, sentarme en una roca y mirar su movimiento pero hay una cierta hora de la tarde, antes de anochecer, el crepúsculo, que me llena de tristeza mirarlo. Me horrriza esa aglomeración del verano.
ResponderBorrarY Fer, amo mi cuerpo aunque sea el de una viejilla de 78. Es el mío, no tengo otro y lo cuido y lo mimo. Un besito de Lola
Por eso me digo a mí misma que tengo pendiente esa cuenta, Lola: la de aprender a amar mi cuerpo tal cual es, más allá de lo que la sociedad juzgue como bello. Porque como tú dices, es mío, me lleva y me trae, funciona muy bien, albergó a mis hijos, en fin, merece mi amor.
BorrarGracias, un besito muy especial para ti y buena semana.
El problema, en mi opinión, no está en lo que puedan pensar los demás de nuestro cuerpo sino en el grado de aceptación personal del que nos ha tocado en suerte...
ResponderBorrarMe gusta el mar, pero me aburre mucho ir a la playa cuando toca... Acostumbro a ubicarme bajo la sombrilla a leer y a darme algún que otro chapuzón. Sin más...
Un abrazo, Fer
Absolutamente de acuerdo, Luis Antonio. Ese es mi problema: mi escasa aceptación personal. Lo reconozco abiertamente. Pero creo que no he de ser la única. He observado bastante esta vez y he visto mucho de lo que me sucede a mi en los demás, y creo entender que puede tener que ver con un ideal muy alto, muy irreal, por cierto, de lo estéticamente acepable para mi sociedad.
BorrarUn abrazo y gracias por dejar tu huella en esta playa.
Fer: a mí tampoco me gusta despojarme de mis ropas y mostrar mi cuerpo, jaja! Pero a esta edad me importa muchísimo menos que cuando tenía la mitad. A los 16/17 me comparaba más con todo el mundo y moría de vergüenza de mostrar mi cuerpo inaceptable al lado del de algunas de mis mejores amigas. Hoy, aunque por ejemplo, mi mejor amiga se hizo las lolas y su panza sigue siendo una tabla como a los 15, y siempre está tostada...puedo sentarme a charlar con ella en el club con mis tetas amamantadoras, mi blancura y mi pancita...
ResponderBorrarY sí, hay cuerpos esculturales, qué suerte! A veces creemos que "debemos" ser así, nos olvidamos de todo lo que hace nuestro cuerpo por nosotras, desde haber dado vida hasta sostenernos cuando pensamos que no damos más...
Disfrutá de los castillos de arena con tus hijos!!!!!!! :) Te mando un besote!!!!
Fer, espero que hayas renovado energias con esas olas tan cerca.
ResponderBorrarYo muchas veces extraño mi cuerpo "de juventud" jeje...pero es este el que amo, el que albergó y alberga vida, no hay figura de revista que pueda contra eso =)
Es la sociedad, ¿qué quieres, Fer?
ResponderBorrarLéi estos días "Confianza en uno mismo", de Emerson... y precisamente habla de eso: ir a contracorriente pese a los mogollones y aunque seas visto como bicho raro.
Viva la playa, las maravillosos cuerpos no esculpidos por meses de cohibiciones, y viva el silencio de la playa. Cuando los gritos de la gente tapan el sonido del mar... mejor no aparecer por allí.
Un abrazo
Gente joven con fuertes convicciones:¡qué bueno!
ResponderBorrarGracias a los tres, Gi, Mica y Diego por su visión tan sabia y equilibrada del asunto.
Un beso.
Yo también soy de mar, FER,
ResponderBorrarme alegra que estés disfrutando de él, aunque ya veo que te coartan “las lentes” jajaja.
Verás, yo soy de mar , tan de mar... que no me explico como nací mar adentro, creo que ahora me sería muy difícil vivir lejos de él. Pero el mar que a mi me gusta, es el mar a lo grande, no en porciones. Sobre todo desde dentro de él, también su orilla, sus rocas y sus acantilados.. lo que me horroriza, son los hormigueros, de hecho aun cuando en el mar siempre soy feliz, si está concurrido, pocas veces me verás en una playa... siempre busco y además encuentro, lugares en los que el mar sigue siendo mar... no un chiringuito:-)
Lo del cuerpo jajaja en mi caso, siempre ha sido algo secundario. Me siento cómoda con el mío, no es escultural, ni mucho menos, pero la naturaleza ha sido buena conmigo. Nunca he tenido complejos, ni me ha importado lo más mínimo esos ojos de los que hablas, a veces hasta si me pongo a pensarlo me da cierta pena esta gente que se pasa la vida a dietas perpetuas, mortificándose a todas horas por estar de 10 o estas que se recose y se recomponen todas, para al final ser más un esperpento que ese canon de belleza que aspiran alcanzar. La naturaleza y el tiempo es inexorable, luchar contra ellas es una batalla perdida, mejor lucir orgullosa tus cicatrices de guerra que no tener ninguna o tenerlas de plástico, qué quieres que te diga :-)
Eso sí, por muy a gusto que esté con lo que la naturaleza me ha dado, a mi no me pillas en una playa nudista, ni muerta ...soy demasiado idiota, me es imposible superar un pudor que en mi caso es enfermizo, desde siempre además. Era la única del equipo de baloncesto cuando jugaba, que me encerraba en el baño para cambiarme jajaja esto con 17 años... ¡¡lo sé!! ¡¡rematadamente imbécil pero así soy yo!!:-)
Disfruta mucho muchísimo y pasa de las marilentes... son como las cotillas de la playa ... tú les das mil millones de vueltas ¡¡hombre xD!! :-)
Un beso muuuy grande cielo.
Gracias, MARÍA!!!
BorrarLe has dado en el clavo a una palabra que me anda rondando pero parece también estar pasada de moda, como lo de no ponerse un bikini: el pudor. Parece que se ha perdido bastante. Yo como tú lo conservo y no creo que sea nada imbécil, no, para nada.
Me encanta tu cierre: eres tan inspiradora como las olas, MARÍA.
¡¡¡Muchísimas gracias y un beso enorme, oceánico para ti!!!
Hola soy Verónica, te felicito por tu locuacidad creativa, te envidio por eso (ja), soy la número 73, y no tengo tantas palabras ,será porque me faltó leer mas ( y tomar más quaker), me encanta tu blog, felicitaciones. Hasta la próxima,chuik!.
ResponderBorrarHola, Verónica: ¡sos muy bienvenida!
BorrarGracias por todo lo lindo que me decís.
A veces no hacen falta tantas palabras para dar vuelo a la mariposa de la creatividad. Voy a observar tu vuelo y te cuento.
Un beso.
Hola Fer, como siempre tus palabras son tan llenas de sabiduría...
ResponderBorrarReconciliarnos con nuestro cuerpo, cuidarlo y quererlo... más allá de la mirada del otro/a que nada sabe por lo que ha tenido que pasar este cuerpo que da casa al alma que somos...
Me emocionó lo que contaste sobre la familia, me recordó a mi abuela...con su empuje para seguir adelante...ya no está con nosotros pero ha sido un gran ejemplo de fortaleza!!
Es cierto y comparto el tema del pudor...parece que no está de moda...
Te mando un abrazo!!!
Un placer leer tu blog!!
Hola, Moni y gracias por resonar y compartir.
Borrar¡¡Te mando un abrazo y nos seguimos leyendo!!
El mar, para mí, siempre será un estado de ánimo...
ResponderBorrarBesos.
Para mí está un poco lejos: sólo lo disfruto de vez en cuando y especialmente cuando la playa está un tanto más despejada que en estos días, pero siempre limpia y hace que uno vea un poco más allá.
BorrarGracias y un beso, Pedro.