Cuando se cierra o abre un ciclo, hay que hacer lugar. Se sabe que lo viejo deja una maroma de papeles y cositas que ya no tendrán mayor relevancia ni utilidad en el futuro, y sin embargo, por alguna razón que creo viene arraigada a tiempos más previsibles y lentos en el ritmo voraz del cambio que los nuestros, se tiende a guardar, a no dejar ir, a encarpetar y etiquetar, pensando que lo que se preserva puede llegar a ser de utilidad.
Hay un exceso en esta tendencia conocido en inglés como hoarding, palabra de difícil traducción. Se lo considera un trastorno psicológico por el cual la persona tiende a guardar obsesivamente objetos de manera compulsiva y excesiva, disminuyendo el espacio que necesita en su ámbito para moverse cómodamente. A veces se refiere a él como el Síndrome de Diógenes, aunque no se trata de la acumulación de basura, sino de objetos que hasta pueden nunca haberse estrenado.
El problema de acumulación puede llegar a niveles tales que quienes lo padecen no encuentran un rincón libre de pilas de trastos donde puedan hacer algo confortablemente en sus hogares u oficinas, como comer, estudiar, o simplemente dormir: no hay una mesa o escritorio libre en toda la casa ni lugar suficiente en la cama para acostarse. Esto genera problemas de relación con el entorno, sobre todo, con la pareja, quien hastiada, puede llegar a optar por marcharse por lo imposible que resulta todo intento de hacer entrar al hoarder en razones.
Conozco a un par de personas con este problema. Y estos días en los que hice limpieza, pensaba mientras me despojaba de cosas que guardé por años, si no existirá un nombre para denominar a la persona que se ubica en el extremo opuesto al hoarder, a quien fácilmente se desprende sin culpa de cosas que otros normalmente atesorarían de por vida, y que ha llegado a buscar objetos que botó o donó hace tiempo por error, es decir, que se fueron en la pila por distracción, y que sí podrían haberle resultado de utilidad. Ese es mi caso.
Frente a muchas de "...aquellas pequeñas cosas que nos dejó un tiempo de rosas", me senté el otro día y me puse a pensar. Se trataba de informes académicos con mi nombre y la firma de mis maestras y profesores de entonces, boletines de calificaciones, libretas de asistencia y comunicados escolares con algunas epístolas escritas por compañeras a quienes no volví a ver a pesar de las palabras azucaradas que nos prodigáramos en esos cuadernillos bajo promesa y juramento de no separarnos nunca.
Es la vida quien se encarga de poner distancia entre nosotros y nuestro pasado. Y en esto la vida es muy sabia. Observando toda aquella pila de papeles amarillentos con tinta borrosa por el paso del tiempo, y midiendo el espacio físico de mi mobiliario y el emocional en mi interior, tomé finalmente la decisión de partir con ellos, dejarlos ir.
Llegué a entender que, aunque se hablara de mí en todos ellos, ahí no estaba yo. Yo no soy ni jamás fui ninguna de esas cosas, de esas calificaciones, de esos comentarios de otros significativos en mi vida. Tampoco soy mi CV ni mis títulos, no soy mis documentos ni mi licencia para conducir, no soy mi edad ni mi barrio, mi país ni mis vínculos, no soy mis roles ni mi circunstancia, no soy mis añoranzas ni mis sueños presentes o pasados. Todo eso no me define ni me abarca: soy algo indefinible y cambiante en apariencias, aunque con un núcleo íntegro e inalterable que no se modifica en su autenticidad con el paso del tiempo, y que por lo tanto no necesita de papeles, documentos o testimonios que prueben que fue o es. Sólo yo lo conozco. Y adivino, aunque probablemente haga falta tiempo para confirmarlo, que he logrado averiguar de quien se trata en parte gracias a esta costumbre de despojarme de todo aquello que no necesito tener para recordarme quien soy. Gracias a este hábito que a algunos exaspera o supera en entendimiento o tolerancia, he logrado deshacerme de casi todo lo que en verdad no soy. Y me siento un tanto más livianamente verdadera.
A boca de jarro
hola Fer
ResponderBorrarte cuento que en casa con mi marido somos en esto distintos
él junta de todo, papeles, libros, fotos, fotocopias
y menos mal, que yo soy de tirar todo lo que veo que no sirve, sino mi casa sería como un basurero.
La canción de Serrat, es muy bonita, es triste, pero las pequeñas cosas las tengo en mi corazón y son mías, no necesito de fotos, de papeles, ni nada para recordarlas.
Mi corazón es como una PC con muchos datos almacenados y no borrados.
besos,muchas gracias por tu hermoso comentario a mi blog.
Desprenderse de partes de la propia historia (representada en objetos) es un aprendizaje. A unos nos cuesta más que a otros.
ResponderBorrarCreo que a pesar de que no somos aquellas cosas, parte de esas cosas viven en algun rincón de nuestro corazón. Y aunque no nos definen, nos delinean.
Letting go... una de las lecciones más difíciles de aprender.
Gracias por tu profunda visión sobre el tema, Victoria. Yo sentí la necesidad de dejarlas ir por alguna razón que comencé a entender por estos días y que probablemente el tiempo se encargará de develar más cabalmente.
ResponderBorrarUn beso.
Hola, Gianna. ¡Bienvenida!
ResponderBorrarEn casa es más o menos igual. Por eso cuando hablo de incomprensión para con esta característica mía, es a la de mi esposo a la que me refiero más que a ninguna otra: he llegado a tirarle cosas sin consultarte y a bancarme horas de cara larga y enojo.
Finalmente, nos hemos puesto de acuerdo en que si pasan más de dos o tres años en los que algo no ha sido usado, hay que deshacerse de ello, y listo.
Gracias por pasar por aquí y nos seguimos leyendo.
Un beso.
Fer... si mi marido estuviera leyendo, seguramente me diría:
ResponderBorrar- "Viste?... Aprendé!!!"
Es que yo soy de guardar y me cuesta tanto desprenderme de las cosas...
En fin, poco a poco voy aprendiendo que no son más que cosas
Un abrazo
Moni
Moni: parece que en las parejas se unen los polos,¿no?
ResponderBorrarSiempre es por algo...
Por las dudas, ni le cuentes.
"Cada uno es como es, y anda siempre con lo puesto...", diría el Nano Serrat.
Un gran abrazo, Moni.
A mi me que cuando miro cuadernos o cosas mías del pasado me cuentan una historia de porque yo soy yo. A mi me gusta guardar ciertas cosas, tesoros...
ResponderBorrarEs verdad lo que has escrito, cargamos con mucho peso innecesario y uno a veces no sabe de donde viene, es increíble, me gusta tu reflexión, se trata de limpiarnos y procesar mejores ideas, como barrer la casa, y somos quien queramos ser, podemos mejorar o intentarlo. Un beso.
ResponderBorrarSí, Mario, creo que has sumado una idea que omití pero se siente así como la describes: limpieza interior.
ResponderBorrarGracias por tu iluminación sobre el tema.
Un beso.
¡Hola, Bubulina!
ResponderBorrarQué bueno reencontrarnos aquí.
Pues con tu habilidad y creatividad creo que cada pequeña cosa del pasado que atesoras puede convertirse en algo bello para acompañar tu presente.
No es que me deshago de absolutamente todo. Guardo cositas de mis hijos porque entiendo que ahora es el tiempo de ellos, de protagonizar la historia. Hay cajones llenos de sus fotos, dibujos, boletines de calificaciones, premios y certificaciones, etc.
Ya tendrán que hacer algún día ellos con todo eso lo que dispongan.
Mi madre me entregó todo esto hace un tiempo. Y finalmente decidí que era hora de dejarlo ir.
De todos modos, hay tesoros que no se van, pero lo que era significativo en otros tiempos ha dejado de serlo y otras cosas ocupan mi corazón hoy. Porque allí donde está tu tesoro está tu corazón.
Un beso y gracias por tu aporte y tu visita.
Fer aprovechando que te has puesto con Serrat...ya sabes..."cada uno es como es,cada quien es cada cual"...si uno es consciente que hay cosas que le lastran o que le impiden volar y tener espacio espiritual o físico...es mejor tirarlo...
ResponderBorrarVeo que tu limpieza te ha sentado bien y eso es lo que importa...
un abrazo
Julia: Serrat y las buenas compañías de esta ruta blogueril siempre inspiran.
ResponderBorrarUn abrazo grande.
Leo esto y me imagino a mi misma, hace tan sólo 2 meses. Acomodando prolijamente papeles tirando MUCHOS papeles y etiquetando con cuidado, incluso detallando qué clase de información contiene cada cuaderno y preguntándome para qué, PARA QUÉ guardo todos esos cuadernos de la facultad que sé que no voy a volver a consultar jamás.
ResponderBorrarPero por ahora es muy reciente, confío que dentro de algunos años me dará el ataque, y me despojaré de todo, como hice un buen día con todas las cosas del secundario.
En esto estoy con vos, hay que tirar, y no tener porquerías guardadas....aunque a veces es difícil.
Sí, claro que es difícil, Dani. Tendemos a aferranos a ciertas etapas intensas.
ResponderBorrarYo guardé carpetas, apuntes y fotocopias por años. Ni hablar de libros.
Todo pasa. Y todo queda. Pero lo nuestro es pasar, parafraseando otra vez al Nano Serrat en su versión de los versos de Machado.
Gracias por pasar y comentar.
Un beso grande.
Fer, me gusto mucho este post! Especialmente el ultimo parrafo donde enumeras todo lo que no te define. Yo soy de guardar muchos recuerdos. Desde que mi hijita dibuja y pinta guardo y guardo sus garabatos, pero el otro dia tire unos cuantos porque no tengo espacio para tantosss. Y recien tiene dos años...necesitaria toda una habitacion para sus dibujos ;) vivir en departamentos te obliga a deshacerte de cosas cada tanto si no queres quedarte sin tu lugar para vivir y transformarlo en deposito...
ResponderBorrarMi mama tiene una amiga, que ademas es mi madrina de confirmacion, que todos los años hace un repaso de lo que en el ultimo año no uso y lo que no uso lo regala o lo tira... Yo cada tanto hago lo mismo, ordeno, tiro y dono... Ah! Antes le pregunto a mis suegros y cuñada que guardan y utilizan todo. No se por que tienen esa mania (que mi marido no heredo para nada), juntan cosas que encuentren por la calle (muebles, juguetes, etc..), lo limpian, lo ponen en condiciones y lo usan... Un dia fuimos a su casa y sorprendieron a mi beba recien caminante con un andador que alguien habia tirado a la basura!
Te mando un besote.
Me alegro que te haya gustado.No hay lugar para el presente si uno se instala en el pasado. A mí me hizo bien deshacerme de algunas cositas como para hacer lugar a lo que venga nuevo.
ResponderBorrarUn beso y gracias, Gi!
Hubo un tiempo que fui devoto de Serrat y esta canción y muchas otras más eran parte de mí. Pero un día, Serrat envejeció para mí (tal vez yo también) y me di cuenta de que su tiempo había pasado ya. Es como esas cosas que citas que han formado parte de uno, pero uno un día las deja ir porque ya son otra cosa. No sé qué queda de mí de todo lo que he sido. Cuando veo agendas antiguas, cartas de amantes, diarios íntimos del pasado me produce una honda sensación de dolor. Hay en estos documentos mucho de mí, demasiado, pero ya no soy yo. Algún día quemaré todo aquello excesivamente personal. Creo que uno solo debería tener lo que pudiera llevar encima. Todo lo demás es prescindible. Los que deben emigrar saben bien en qué consiste el equipaje real de las personas. Los recuerdos son ventanas abiertas al desasosiego, a la zozobra, a la desolación respecto a algo que ya no es, que tal vez fue. Y digo tal vez porque posiblemente no fue como nosotros creímos. Cuando leo los minuciosos diarios que yo escribí durante largos años, me doy cuenta de que son un misterio. ¿Aquello refleja el íntimo latir del tiempo? ¿Quién dice eso? ¿Quién escribe eso? No lo conozco, aunque tal vez lo conozco. No sé.
ResponderBorrarBesos.
Es posible, Joselu, que no hayamos sido esos que creemos al mirar estas cosas que conservamos, y que tampoco hayamos sido lo que las personas que se encargaron de retratarnos en esos escritos que atesoramos nos hayan conocido en profundidad.
ResponderBorrarA veces resulta que uno toma esas ideas de los demás como parte de la propia identidad, se ilusiona creyendo en lo que nos auguraron y de ahí el dolorcito que se siente al revolver todo aquello. Resulta que el presente dista mucho de aquello que los augurios parecían prometer. Al final se hacen una mochila pesada de cargar.
Es más realista asumir el presente tal como es y dejar al pasado donde quedó para hacerle lugar al que somos hoy y amigarnos con él. Lo merece: es quien nos devuelve el reflejo del espejo cada día después de todo.
Un beso.
Yo soy de tirar, y de tirar más de la cuenta en ocasiones. No tengo demasiado apego a las cosas, pienso que solamente son cosas. Sin embargo hay una cosa que nunca tiro cuando hago esas limpiezas: una agenda del año 1955 que fuen el que me casé. Allí tengo escrito lo que valía entonces un kilo de carne de ternera o una docena de huevos... Será una tontería pero a esa agenda sí le tengo apego. Un beso Lola
ResponderBorrarNo, no me parecía ninguna tontería, Lola. Cuando tu corazón no está listo para desprenderse de algo, no hay por qué forzarlo. Todos necesitamos de ciertos anclajes.
ResponderBorrarYo hice limpieza pero no rifé todo. He sido drásticamente selectiva, pero seleccioné con qué quedarme. Busqué sentido en la selectividad, y lo que uno elige no dejar ir está lleno de sentido en el hoy, y es muy comprensible que así sea.
Un beso con abrazo y gracias por tu compartir permanente.
A veces encontramos en las cosas lo que no podemos llevar dentro o pensamos que no podemos...
ResponderBorrarCiertamente, Pedro. Incluso a veces es necesario hacer limpieza de lo que llevamos dentro. Un gesto externo puede tener el mismo efecto de higiene interna, como una especie de ritual.
ResponderBorrarUn saludo y gracias.
Me has hecho pensar mucho, como siempre. Yo tengo tres cajas de tesoros: una mía, de mi pasado, otra de mis hijos, de pequeñines y la de mi padre. No soy de guardar cosas, pero hay "cosas" que nunca tiraría.
ResponderBorrarPor otro lado yo también tuve una época en la que me deshice de muchas cosas y lo que estaba haciendo era renegar de algo que quería dejar atrás y no me arrepiento.
En fin.
En cuanto a esta canción de Serrat es una de mis favoritas y como ya he dicho alguna vez, es una canción que nunca puedo cantar de él porque se me hace un nudo en la garganta. Es sencilla, pequeña ¡pero tiene taaaaanto contenido!
Un beso, Fer, que en tu blog siempre me embalo.
Antonia: creo que has dado en la tecla. El deshacerse de ciertas cosas es re-negar de algo, en mi caso, de ciertas etiquetas, rótulos o destinos que de alguna manera se me impusieron a través del juicio de personas significativas en mi vida.
ResponderBorrarHoy necesito descubrir por mí misma quién soy yo en verdad, por eso decidí deshacerme no de todo, pero sí de una cierta cantidad de cosas que obnubilaban la visión.
Embálate, mujer: es un placer contar con tus embales.
Un beso grande.