Sobre el primero no tengo dudas, aunque siempre
hay momentos de cuestionamiento acerca del sentido de ser en determinados
ámbitos y hasta en la vida misma, sin llegar uno a convertirse en un suicida en potencia. El
adulto que no atraviesa por crisis de sentido, por momentos en los que todo se
le hace cuesta arriba, fútil, rutinario, carente de relevancia en cuanto a su
trascendencia, no se ha hecho grande, no ha devenido adulto. De hecho, muchos jamás lo hacen, digo, ni cuestionarse ni hacerse adultos. Y tal vez sea más conveniente en la era del placer. Aunque se paga un precio. Vivir sin cuestionamientos no es vivir, es vegetar. Como
adulta, tengo esos momentos de inflexión en los que, como grafica esta autora
con quien sigo aprendiendo y creciendo, Elisabeth Lukas, se me hace puro desierto y de pronto se presiente la posibilidad de una "reforestación".
Por eso tengo como imagen inspiradora en el blog esta leyenda que algunos han
malinterpretado pensando que se trataba de delirios de grandeza...
Trascender para mí es encontrarle un sentido a la
vida que vaya más allá de mí misma: eso es ser grande y pasa cuando uno se hace grande porque crece interiormente. Para vincularlo con el
dilema de Hamlet que hace cuajar este post, diríamos: "That is the
question". La cuestión es que no me resulta fácil desprenderme de mí
misma para crecer y trascender y sospecho que esa es la clave para encontrarle pleno sentido a mi
existencia. Tengo que ir aprendiéndolo, distanciándome de mi ombligo poco a
poco, haciendo ciertas renuncias en pos del bienestar de proyectos en los que soy
y estoy y que además me trascienden. Hay que trabajar duro para
generar un apego a una confianza que intento fortalecer en algo que va
más allá de mí misma y mi efímero paso por el mundo. Y aún queda mucho camino
por andar.
Últimamente me pasa que me planteo mucho más "estar
o no estar" y dónde "estar o no estar”. Y uno de
los lugares bajo la lupa es el blog. El dilema entonces pasa por estar o no estar más
viendo la vida desde esta ventana en lugar de salir allá afuera y vivirla sin
tanta reflexión. Vivir sin buscar un eco en este mundillo a veces complejo y
otras inmensamente gratificante y atractivo, aunque peligrosamente adictivo. Un mundo que parece no
tener límites ni fronteras, y que sin embargo no es más que una red que termina
por atraparnos. Es como si se hubiese encendido una alarma de aviso:
"Para no fallar en lo que es necesario en nuestras vidas debemos tener una
conciencia despierta, despierta en el sentido de que lo importante no quede
sumergido en nuestro comportamiento rutinario y regulado ..." Se
despertó una conciencia que antes estaba subyugada por las posibilidades que
envisionaba desde un jarro que se me hacía de porcelana. Ahora siento que el estar
aquí implica no estar en lugares concretos y reales junto a seres para
los que parece que nunca hay suficiente tiempo, aunque siempre hay tiempo para
estar acá.
Varias veces escribí sobre los motivos por los que
llevo un blog. Hoy mismo, al ponerme al día con algunas entradas de blogs que
acompañan, mi día se colmó de sentido. Y cuando pasa como ahora, que mis
dedos se deslizan por el teclado tan fluidamente y sale toda esta corriente que
me inunda y se libera al quedar así plasmada en las aguas de este jarro de barro
quebradizo, siento que vale la pena, me siento plena y vaciada al mismo tiempo.
Es un enorme placer, difícil de describir, casi una necesidad vital que
buscaría hacer de otra manera, ya que siempre he tenido diarios íntimos,
cuadernos de notas, libros anotados, papelitos escritos y algunos sueños que se han aquietado. Por eso entiendo que
escribir en mi caso personal es trascender, porque me hace crecer y me acompañó siempre en mi crecimiento.
No buscaría ser o estar en ningún otro
lugar virtual que no fuese el blog. En Facebook no quiero estar: probé y
abandoné con gozo y alivio, no sentí que fuese ser sino más bien aparecer. En Pinterest no me
veo siendo: siempre he tenido un friso y está colgando en alguna pared donde pincho
mis cositas. En Twitter no llegaría ni a ser ni a estar, por la
restricción en el número de caracteres... Y en Google+ estoy y no soy:
¡no lo termino de entender! La cuestión pasa por bloguear o no
bloguear. Bloguear es concretar el sueño de compartir lo que uno escribe con pasión y sin oficio, pero nos abstrae bastante de aquello para lo que hace falta una conciencia despierta.
No sé si serán los aires de primavera y los cielos
límpidos y soleados, pero parece que últimamente bloguear ha perdido la adrenalina de los primeros tiempos. Se va descubriendo lo que un
bloguero más experimentado me había avisado hace un tiempo, cuando esto era un
jarro rebosante de ilusión y entusiasmo:
-Muchos de los que te siguen hoy, dejarán de hacerlo y vendrán otros que finalmente también se irán.
Y así pasa. Inclusive se fue él mismo, que me lo advirtió. Aunque no del todo: eligió con qué blogs quedarse. Es que hay blogs y blogs...
-Muchos de los que te siguen hoy, dejarán de hacerlo y vendrán otros que finalmente también se irán.
Y así pasa. Inclusive se fue él mismo, que me lo advirtió. Aunque no del todo: eligió con qué blogs quedarse. Es que hay blogs y blogs...
Y sucede que siento que no encajo bien en ningún
lado: lo mío no es artesanías ni deco, no es crianza, no es educación, no es
literatura, cocina, filosofía, psicología, espiritualidad, arte, cine o
música... es una mezcla ecléctica e indefinida condimentada con
reflexión y opinión. Quizás esa falta de afiliación o el no encajar en una categoría más la
abundancia de ideas y la diversidad que al principio me inspiraban ahora me estén fallando. Además, llega la primavera. ¿Quién quiere pensar tanto
en estos tiempos? ¿Para qué? ¿No será mejor saltar por la ventana y zambullirme
en esas aguas que contemplo y ya simplemente nadar con la corriente?
A boca de jarro