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martes, 5 de noviembre de 2013

Primavera poco florida



"Los cambios en la vida de las personas vienen, en ocasiones, por caminos
 tortuosos e imprevistos. No se les reconoce en primer momento y su 
conmoción sobre el espíritu es considerada como un cataclismo emocional."


        Isabel Martínez Barquero, Aroma de vainilla, II.3, Edición Kindle, Amazon.es

 Esta primavera ha llegado poco florida. No es casual. Ha habido cambios profundos, de raíz, y creo que, tal como refiere esta cita de una autora que se me hace exquisita como el aroma de su novela, que no logro terminar por el inmenso cansancio que me embarga y una marcada falta de energía vital, los estados del alma no coinciden siempre con el calendario y parece que nada quiere florar en mi vida.

Me encuentro en un estado de conmoción e introspección ante el abandono de aquello que se me hacía familiar y seguro, aunque infructuoso en los últimos tiempos, y al mismo tiempo se adueña de mí una perplejidad y un grado de agotamiento paralizante ante una realidad de la cual no puedo siquiera hablar porque tengo miedo y me han ganado por cansancio, esa es la verdad. La tarea de recuperar imágenes que se perdieron por haber sido atacada al abrir esta boca de jarro se me hace pesada, aburrida y dolorosa. Ya nada parece ser lo mismo que antes, ni tan siquiera la esperanza de que la tierra donde abrí mi jarro y donde planté mi árbol alguna vez cambie. Será por eso que ni siquiera le encuentro sentido a la crítica. No hay oídos dispuestos a escuchar, manos limpias para enmendar, rostros confiables capaces de dar la cara por los males perpetrados, aunque siempre hay cuerpos enteros empeñados en seguir revolviendo el pasado para encontrar muertos que demonizar, un pasado que se me hace tan oscuro como el hoy en muchos aspectos.

Tampoco me siento acompañada en mi sentir por mis propios compatriotas: cualquier cortina de humo que se nos ponga por delante, como un velo para no ver más allá, vale para encontrar tema interesante del cual ocuparse: el fútbol, los crímenes del momento y demás yerbas. Nuestros noticieros se han pintado de amarillo. Pero el amarillo es un color que no me va: yo sigo soñando con la transparencia del agua pura, y eso sé bien a estas alturas que no abundará mientras viva. Es posible que en el fondo de las formas siga siendo una empedernida idealista.

Me aparto entonces de la humana compañía, de las últimas noticias, y me refugio en mi jardín. Allí  hallo un reflejo de la conmoción doliente de este cataclismo emocional que ha dejado arrasado a mi espíritu. Mis plantas con su árbol padre ido ya tampoco son las mismas. Parece que ellas lo extrañan como yo y están florando lentamente en esta primavera fría. Algunas, las enredaderas, trepan hacia las alturas sin tutor, desbordando sus macetas, como en busca de la protección que les concedía el árbol. Pronto tendré que plantearme qué hacer con todas ellas sin su cobijo de sombra, porque cuando pega el implacable sol del verano sobre mi jardín, no queda planta ilesa. Antes al menos encontraban cierto alivio bajo el follaje del ficus. Le doy vueltas al diagrama del jardín, cambio macetas de lugar, pero todo es en vano: soy yo la que no encuentra su lugar en este paradigma y así no logro volver a poner mi jardín en forma.

Bajé de la terraza una preciosa camelia y se apestó, perdiendo lastimosamente por todo el suelo pedregoso del jardín la promesa de capullos tiernos que no habían siquiera abierto. Le hice caso al experto de dedos verdes nuevamente y la fumigué, a ella y al jardín entero, con un líquido pestilente, vestida como un cirujano en pleno quirófano, pero parece que fue peor, para ella y para todas las demás. Se quedó flaca la pobre camelia y se le cayeron todas las hojas viejas y muchas nuevas, cosa que suele presentarse como un patrón de conducta en las mujeres que duelamos en mi familia: nos consumimos en pocos días y se nos cae el poco pelo que tenemos.

Los otros días volví al vivero del barrio en busca de más pensamientos para alegrar todo un poco, ya que hasta la pintura de la pared se está descascarando con tanta humedad acumulada. El experto me aseguró que no son plantas de estación, y sin embargo son los pensamientos los que siguen floreciendo en mi jardín urbano. Lo mismo pasa con el ciclamen. Se supone que ya no es tiempo de que dé flor. No obstante, quedó uno en pie, que sobrevivió mi ausencia por el viaje, y está cargado de pimpollos a punto de nacer. Por suerte frondó el ombú bonsái que le obsequié a mi padre cuando le rogué que viajara conmigo a España. Desde su sabiduría de anciano se negó rotundamente, respeté su decisión y su árbol está mejor que cuando se lo regalé. Lo mismo sucedió con unas orquídeas salvajes que vinieron del jardín de la casa de mis suegros, y que al dar flores brillantes por sobre la sequedad que las une al tronco donde llegaron a casa contrastan con la negrura del hollín detrás de la parrilla, como indicando que es tiempo de escuchar a los ancianos que han habitado este jardín argentino toda su vida y, a pesar de todo, siguen siendo fecundos.

Las porteñas jóvenes y sensuales visten shorts y musculosa para salir a la calle. Yo he dado vuelta al placard y a mis bibliotecas pero sigo llevando las mismas prendas y los libros reservados para este tiempo de cambio me siguen esperando en los estantes nuevos. No hay caso, es tal como dice siempre mi compañero de vida: no es cuestión de vestirse por calendario sino por lo que indica el termómetro. Y el termómetro del alma me dice que esta es una primavera destemplada y poco florida.



A boca de jarro

domingo, 2 de septiembre de 2012

El poder de la palabra



"Escúchenme todos y entiéndalo bien. Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que hace impuro al hombre es aquello que sale del hombre".

Jesús según Marcos, tomado del Evangelio leído y comentado en la Misa de hoy.

Hacía mucho que no me sucedía. Son esos momentos de epifanía, de depuración, de revelación. Primero la aleccionadora lectura de esta Palabra en la que Jesús se harta de los rituales vacíos, carentes de implicancias espirituales verdaderas y profundas pero limpios y correctos, y luego toma la palabra enérgicamente, lo imagino con los ojos encendidos y las manos en alto, clavándole la mirada límpida y ardiente a los fariseos y diciéndoles a viva voz: "¡Hipócritas!" La palabra taladró hoy mi corazón y me sentí una hipócrita que estaba allí de igual modo que aquellos fariseos que se lavaban las manos antes de comer y consideraban a otros impuros por no hacerlo.

Luego Guillermo lo explicó con absoluta claridad: lo único que es necesario tener limpio para no sentirse un hipócrita es el corazón. Así de simple y así de difícil. Abrir el corazón limpio sin que medie ritual alguno y tantas veces como sea necesario, escuchar que late fuerte y aprender, creciendo, a calmarlo, porque la aceleración de su palpitar viene del egoísmo infantil que sigue quemando por poner mi yo, mi ego, por encima de la necesidad del momento o del mandato de lo único que da sentido y trascendencia a mi existencia: el Amor.


No es la única epifanía que me embargó por estos días. Han sido días soleados y templados, anticipo de primavera. Una primavera que traerá a los gurúes de la espiritualidad posmoderna a la Argentina, a enseñarnos su sabiduría milenaria para enfrentar los desafíos cotidianos a través de la relajación, el yoga y la meditación. Yo me relajo caminando y yendo a donde mis pasos parecen guiarme, dejando pendientes las pilas de tareas que siempre se acumulan: todo un logro. Y me encontré en el lugar al que necesitaba llegar y con la autora a la que necesitaba leer, Elisabeth Lukas, discípula de Viktor Frankl, y su Psicología espiritual,  quien me regaló por menos de la mitad de lo que cuesta cualquier bestseller pasatista o novela en voga en una librería con buena facha este Decálogo que me impulsa al yoga del alma y la meditación que me moviliza y me cuestiona en todo mi accionar, sentir y cavilar cotidianos, igual que la palabra con la que me increpa hoy este Jesús, que no tiene tan buena prensa en mi sociedad como Sri Sri Ravi Shankar y toda la comitiva que se espera y promociona para este mes:

El Decálogo en versión logoterapéutica:

1° Mandamiento: Mantendrás el vínculo con la trascendencia.
2° Mandamiento: Mantendrás tu receptividad para con los valores.
3° Mandamiento: Periódicamente harás una pausa para dialogar con tu conciencia.
4° Mandamiento: Perdonarás a tus padres los errores que cometieron contigo.
5° Mandamiento: Afirmarás incondicionalmente el sentido de la vida.
6° Mandamiento: Consentirás que tu propia satisfacción constituya el efecto secundario de un acto de Amor.
7° Mandamiento: No cargarás sobre tus espaldas ni tomarás posesión de lo que no está destinado a ti.
8° Mandamiento: No acrecentarás el sufrimiento entre las personas.
9° Mandamiento: Respetarás y mantendrás la unidad de la familia.
10° Mandamiento: No aspirarás a tener, sino a ser.

Y para terminar el domingo, la despedida de un amigo a quien egoístamente no quiero dejar ir. Mucho para trabajar con conciencia plena por un corazón limpio en los días que se vienen. Mucho por crecer, madurar y seguir sanando, sin recetas mágicas, simplemente transitando los arduos senderos del Amor.


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