Bajo el yugo del encierro
y el deber como bandera,
cada día, hermanadas,
las mujeres nos rendimos
a pasar la aspiradora
cuando el polvo nos confronta
con la soledad del nido,
bajo lúcida sospecha
de caer en lucha vana:
volverán los que han marchado
a sus guerras mal habidas
con el polvo que, sabemos,
hemos de morder mañana.
Fútil, invisible empresa,
desde su ruidoso reino,
cada ama de su casa
se conecta con las dudas
que a todas nos asaltan:
"¿Y de qué me habrá valido
tanto álgebra aprendido,
para qué los dos idiomas,
las teorías, los teoremas,
tanto cuento de princesa,
si lo mío se reduce
a profesar la abnegación
sin percibir compensación?"
A la hora en la que el ruido
como el polvo se propaga
por las ventanas abiertas
de las casas de mi cuadra,
la certeza se me instala:
no hay motor de aspiradora
que a la voz de la conciencia,
que al destino se rebela,
sea capaz de silenciar
— voz que aún no fue acatada —,
aunque no se oye tan fuerte
como el mandato aprendido
de esa voz que nos inicia
en el arte del barrido.
De manera misteriosa
el pasar la aspiradora
nos conecta con los sueños
que algún día arrumbamos
con los trastos de limpieza,
sueños de quien nunca fuimos,
de la que aún deseamos ser,
de una igualdad más limpia
que seguimos incumpliendo
cada vez que nos negamos
el derecho a reparto
para limpiar el camino
de quienes vendrán mañana.
y el deber como bandera,
cada día, hermanadas,
las mujeres nos rendimos
a pasar la aspiradora
cuando el polvo nos confronta
con la soledad del nido,
bajo lúcida sospecha
de caer en lucha vana:
volverán los que han marchado
a sus guerras mal habidas
con el polvo que, sabemos,
hemos de morder mañana.
Fútil, invisible empresa,
desde su ruidoso reino,
cada ama de su casa
se conecta con las dudas
que a todas nos asaltan:
"¿Y de qué me habrá valido
tanto álgebra aprendido,
para qué los dos idiomas,
las teorías, los teoremas,
tanto cuento de princesa,
si lo mío se reduce
a profesar la abnegación
sin percibir compensación?"
A la hora en la que el ruido
como el polvo se propaga
por las ventanas abiertas
de las casas de mi cuadra,
la certeza se me instala:
no hay motor de aspiradora
que a la voz de la conciencia,
que al destino se rebela,
sea capaz de silenciar
— voz que aún no fue acatada —,
aunque no se oye tan fuerte
como el mandato aprendido
de esa voz que nos inicia
en el arte del barrido.
De manera misteriosa
el pasar la aspiradora
nos conecta con los sueños
que algún día arrumbamos
con los trastos de limpieza,
sueños de quien nunca fuimos,
de la que aún deseamos ser,
de una igualdad más limpia
que seguimos incumpliendo
cada vez que nos negamos
el derecho a reparto
para limpiar el camino
de quienes vendrán mañana.
A boca de jarro
Y si se parasen todas como sus aspiradoras? Una rebelión en masa por un hacer ya hecho, desde hace mucho tiempo. Un abrazo
ResponderBorrarSimplemente genial !
ResponderBorrarSaludos
Genial post, Fer. Yo me declaro incondicional de Mafalda (en mi blog también aparecía mucho). Si tengo que elegir, me quedo con la última imagen.
ResponderBorrarTus poemas, todo un canto a la abnegación y resignación que comportan las tareas domésticas.
Un beso
¡Madre mía! Fer, entre Quino, Mafalda y Vos me habéis sacado de dentro risa, que es la madre consoladora de todas las alegóricas desdichas.
ResponderBorrarQue buenos versos, reflejos de la realidad del ama de casa sometida a las cuatro paredes, la escoba, la bayeta y la fregona. ¡Cuanta culpa tenemos los hombres! Las matriarcas os deberíais rebelar de vez en vez.
vuestra labor es encomiable.
Besos reivindicativos.
¡¡Brutal, Mafalda!! Cada una de esas tiras las habré leído una docena de veces, pero siempre me golpean como si fuera la primera. Es lo único en plan comic que leo con verdadero gusto.
ResponderBorrarY tus poesías son geniales, conectan a la perfección con lo que Mafalda nos quiere transmitir.
Un beso.
Muy bueno Fer, estupendo este oda a la mujer. Un abrazo
ResponderBorrarUna original, justa e irónica forma de protesta, querida Fer. Yo espero que con el tiempo los nudos se deshagan, los ojos se abran por completo y las mentes aspiren a mucho más, a tanto como merecen. Mientras tanto, las amas de casa serán solamente eso, "miembros de la hermandad de la aspiradora" :(
ResponderBorrarMuy bueno, y muy inspirado. ¡Me encantó!
Besitos de tarde.
Genial Fer.
ResponderBorrarBeso
Me encanta Mafalda, por sus diálogos irónicos y llenos de crítica, pero reconozco que los que le dirige a su madre son especialmente duros (y sin embargo certeros).
ResponderBorrarDespués de leerte creo que pasaré la aspiradora con otro talante muy distinto.
Un beso.
Hermosa oda en honor a la mujer...genial, Fer, me uno firmemente a tu protesta.
ResponderBorrarUn besazo Fer.
Muy bueno Fer, me ha encantado esa manera de decir combinando esos versos reivindicativos con las viñetas de Mafalda, es que es mi ídolo, me encanta, soy una incondicional de ella desde siempre. Creo que habré leído esas tiras mil veces y me siguen arrancando carcajadas y es que es mucho mejor ponerle humor a la vida pero también ir diciendo basta.
ResponderBorrarUn beso
Genial, genial y genial, Fer!
ResponderBorrarCuanta verdad poetizada y salpimentada con la siempre genuina y maravillosa Mafalda que nos despierta la conciencia desempolvándola...
Mi aplauso!
Beso grande.
¡Qué sería de nosotros sin nos faltase el sentido del humor!. En tu texto está muy presente y eso no está reñido con la rebeldía ni la protesta.
ResponderBorrarBesos, Fer
Hermoso y gracioso himno.
ResponderBorrarNo es que esté muy de acuerdo con su sentido final ya que considero que el trabajo casero es una opción personal que muchas personas, de ambos sexos, han escogido voluntariamente y tan digno como ser catedrátic@ en Oxford, dirigir la Filarmónica de Berlín o protagonizar el personaje principal en una serie de éxito.
La baja consideración del trabajo casero viene de los prejuicios inventados con la Revolución Industrial por la la oligarquía capitalista, deseosa de incorporar al máximo número de mujeres en sus cadenas de esclavitud laboral.
Besos transatlánticos.
Buenísimo Fer, la ironía y el humor tuyos y de Mafalda unidos en un brillante trabajo. Me declaro a favor de la igualdad sin distinción de género. El trabajo de ama de casa, debería ser un trabajo en blanco en todos los hogares y se debería cambiar su nombre sin aludir al género, en mi humilde opinión. Un poema en el que parece que estuviese todo y no te hubieras olvidado de nada. Felicitaciones.
ResponderBorrarUn beso.
Ariel
Agradezco todos y cada uno de vuestros amables comentarios. Mucho de lo que he volcado en este texto de protesta es lo que siento y lo que pienso cada día cuando enchufo mi maldita aspiradora. Le estuve dando vueltas a este tema largo tiempo y me pareció que merecía ser trabajado para terminar siendo un poema.
ResponderBorrarUn beso enorme!
Fer
wow, simplemente magistral.
ResponderBorrarsaludos
carlos
Ay esta Mafalda!
ResponderBorrarYo veo las tareas de casa como el medio para obtener orden porque si lo veo ordenado también mi mente lo está, y eso prima.
Fer, como siempre un placer leerte.
Besos
perfecto! cuantas mujeres pasamos por lo mismo. ah! mafalda! saludosbuhos!
ResponderBorrar