¡Espléndida edad!
Para mi prima Marta: te quiero con tus sabios 58!!!
Y para dos madrazas: Eliana y María Rosa.
Gracias a todas!!!
Espléndida edad, en la que me pierdo
y no sé muy bien ni qué edad tengo,
pero sí sé que estoy un paso más lejos
del mero detalle en mi documento.
Espléndida edad, en la que decido
colgar los tacones de zapatos viejos,
llevar uñas cortas, el pelo más corto,
mojarme, si llueve, y no usar piloto.
Espléndida edad, que me trajo anteojos
-me dicen que así se logra ver todo-
aunque, contra la sapiencia de mi
oftalmólogo,
mi vista es mejor aun sin anteojos.
Espléndida edad: escucho y no oigo,
escucho también los discos de ayer,
visito los sueños del no-pudo-ser, (y lo
entiendo todo!!!)
canto y bailo sola con estilo propio.
Espléndida edad, en la que no salgo a
comprar,
en la que no paso un helado por no
engordar;
las miradas ajenas, más bien me resbalan,
y el qué dirán: ¿qué?: No me dice nada.
Espléndida edad: ¡Ya no estoy en edad!
Lejos de sentirlo como condena,
no lloro por verme distinta al espejo:
casi ni lo miro, ni vendo mi alma por el
forever-young.
Edad en la que, se cree, ya no me-reces
nada.
Me dicen: -Perdón, Reina mía, estás
sobre-calificada...
- Te entiendo, - contesto -, ¡qué triste
verdad!
Yo pensaba lo mismo de mí a los treinta...
(Por Dios... ¿Qué hago yo acá?)
¡Espléndida edad!
Porque exijo lo justo, porque armo mi
juego,
porque no me contento con ser veterana
de guerras pasadas, de guerras ganadas,
de guerras perdidas: quedarme con las ganas...
¡Yo quiero ir por mas! A mi espléndida edad,
yo no me contento con estar en Facebook,
ser madre y esposa abnegada,
tía y, en cualquier momento, al paso que
vamos, también abuela...
Muy lindo todo eso. ¡Yo vengo primero!
Y no cerré el libro de todos mis sueños:
a mí se me hace que estoy en el prólogo
o -como dicen ahora- que todo es precuela.
Y veo - y no compro - en revistas baratas
que fulana de tal espléndida está,
silueta de avispa, la panza, una tabla,
un novio de treinta, las tetas infladas.
Ni una sola arruga - qué feo que es eso...
se pierden los mapas de lo bien habido.
Ni siquiera la juzgo a la infeliz fulana,
sólo siento lástima: la vida es tan corta
para, en un quirófano, ir a empeñarla.
Y ahora te cuento sobre mi exorcismo
para este demonio de quedar varada
en la irrealidad de lucir de veinte
que a nadie jamás favorece:
silenciosamente, y de madrugada,
celebro mi vientre, mis pechos caídos,
mi frente marcada, las manchas del sol,
las várices y estrías de mis embarazos.
¡Qué suerte la mía!
Celebro sobrinos, hijos florecidos,
celebro ese cielo de mis caminatas,
celebro los treinta que quiero cumplir de empleada
para jubilarme y viajarme la vida,
criar orquídeas, construir un estanque,
contemplar amaneceres desde mi ventana,
desterrar al despertador
y tomar el desayuno siempre en la cama.
Y con ese sencillo pase de magia
yo me siento espléndida hoy...
¿Qué importa mañana?
Mañana, ¿Quién sabe? Tal vez ya no estoy...