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viernes, 20 de enero de 2012

El nombre de la rosa



Magritte.
Mafalda por Quino.













No es sencillo entender cabalmente que este Acta para Detener la Piratería Online (SOPA) y la Ley PROTECT IP (PIPA) son propuestas bienintencionadas de la Casa Blanca y el Senado con el objetivo de detener el robo de propiedad intelectual desde sitios Web remotos. Internet y su funcionamiento nos supera en sus tecnicismos, y sobre todo nos supera la delincuencia, la deshonestidad y el nivel de fraude imperante, de lo cual también podemos resultar víctimas. Pero no resultan menos preocupantes los efectos colaterales de lo que un intento de controlar la información que se comparte podría tener sobre los usuarios comunes, que hemos sido beneficiados, gracias a la idea original de quienes crearon la Web, por el acceso libre y gratuito a la información, el conocimiento y la cultura como nunca antes había sido posible en la historia de la humanidad.


Pensar que sitios como Google o Wikipedia pueden ser limitados en su funcionamiento como lo conocemos me resulta por lo menos alarmante. Ellos también parecen estar preocupados y respondieron con apagones durante el curso de esta semana. Toda la situación me retrotrae a largos siglos de oscurantismo en los que el acceso al conocimiento estaba restringido y era celosamente reservado para una elite de intelectuales que sabían que el saber es peligroso, porque nos abre los ojos, nos hace iguales, nos hace un poco más libres.


Aquellos que deberían verse beneficiados por los derechos de autor se encuentran invariablemente forzados a renunciar a una gran parte de sus ganancias como creadores de ideas o propulsores del conocimiento a los intermediarios, quienes ganan fortunas a costa de ellos y a costa nuestra, por lo que naturalmente no quieren renunciar a ese privilegio. Pero hay una cuestión de fondo que queda planteada, y que tiene ribetes que van más allá de cualquier ley o intento de control. 

¿Para qué sirve el conocimiento, la información, el arte y la cultura si no es para ser transmitidos y compartidos en libertad? Durante siglos, este mecanismo de control sirvió para mantener a los poderosos de turno en la cúspide de la pirámide social sin ser cuestionados ni privados de los privilegios del acceso a esos conocimientos que no se compartían con el vulgo.


Toda la situación me recuerda a lo que expone la novela de Umberto Eco, El nombre de la rosa. Esta historia, ambientanda a fines de la Edad Media, que entrelaza una trama detectivesca con profusos detalles históricos, muestra cómo " la filosofía escolástica había triunfado (...). Santo Tomás de Aquino se había consolidado como una de las grandes mentes y, posteriormente, sería reconocido como doctor de la Iglesia. No obstante, en el ambiente se sentía ese enrarecimiento que sólo vaticina luchas encarnizadas de poder entre las diferentes congregaciones de la Iglesia. Ésta se reservaba para sí misma la capacidad discernidora sobre qué conocimiento prohibir o permitir al vulgo. Es así como los grandes monasterios se convierten en fuertes centros de conocimiento, nuevas bibliotecas de Alejandría, resguardando todo tipo de saber en sus entrañas, a las que sólo Dios y algunos monjes privilegiados podían acceder. "

Como verán, esta información está entrecomillada: estoy citando de una fuente digital que a su vez edito, ya que no la tomo en su totalidad; copio un breve fragmento de una reseña de la novela escrito por jerufa en http://www.hislibris.com/el-nombre-de-la-rosa-umberto-eco/, que ha sido visto más de 25.000 veces. De aplicarse un control, este ejercicio intelectual de transmisión del saber me sería vedado. Somos muchos los que hemos aprendido y disfrutado de la película basada en la novela, menos, aunque no pocos, quienes la hemos leído. Es una novela exquisita, aunque no de fácil lectura. De acuerdo a esta fuente digital, a la cual cito y blanqueo, es decir legalizo que las palabras, las ideas, en definitiva, el conocimiento no es mío, (aunque esbozo una reflexión personal haciendo uso de ese conocimiento y no me parece que esto sea un delito), se trata de "una riqueza en matices que catapulta la obra de Umberto Eco a los altares de la literatura universal, ya que el misterio y la intriga, las corrientes teológicas, la filosofía del amor, las relaciones paterno-filiales, el protagonismo de la Santa Inquisición y el miedo a la pérdida del miedo, están tan magistralmente tratadas que leer El nombre de la rosa es leer por cuatro, por cinco o por seis. (...) Sin embargo, en sus conocidas “apostillas”, Umberto Eco escribe que cuando la editorial se dirigió a él sugiriéndole que acortase las primeras 100 páginas porque entendía que exigían demasiado esfuerzo y dificultad, su respuesta fue un rotundo no. Les dijo que si alguien quería entrar en la abadía y vivir en ella siete días, tenía que aceptar ese ritmo, ya que si no lo lograba, nunca conseguiría leer todo el libro. De ahí la función de penitencia, de iniciación, que tienen las primeras 100 páginas. “Y si a alguien no le gusta, peor para él: se queda en la falda de la colina” –dijo."

  
Ahora bien, hemos compartido información, y no encuentro que esto pueda perjudicar a Umberto Eco en lo más mínimo, como tampoco al autor de la reseña o al sitio web que la publica para ser leída. No me siento pirata, ni mucho menos una ladrona intelectual por haberme informado libremente del conocimiento que otros han puesto a mi disposición: ¿para qué otra cosa está? Todos salimos beneficiados en esta interacción libre. Hasta los grandes autores saben que sus libros no son para todos, y se desprende de las palabras de Eco que ni siquiera le importa que muchos se queden en la falda de la colina. La creación excede al creador y se convierte en patrimonio de la humanidad: ¿por qué no permitir el acceso a la obra en Internet? Pues porque hay muchos intereses creados en juego alrededor de la obra que exceden inclusive a su autor intelectual.

La película, una producción franco-ítalo-alemana del director Jean-Jacques Annaud, estrenada en 1986 y protagonizada por Sean Connery, y aquí me asiste Wikipedia, generó una ganancia estimada en  $17.000.000 sobre su estreno, e hizo que mucha más gente se deleitara que con el libro, que visualizara cómo se vivía en una abadía medieval benedictina en pleno siglo XII y comprendiera cómo se mataba por ocultar el nombre de la rosa, por salvaguardar la llave de una biblioteca sólo abierta para pocos, que hoy parece volver a estar en el ojo de la tormenta, en el remolino de una SOPA, en este juego de la buena PIPA donde nos terminarían por fumar en PIPA a los de siempre...

Les dejo un video sobre el tema que encontré en youtube, otra de las puertas abiertas de la Web que se vería seriamente empobrecida en contenidos por las restricciones que la implementación de estas medidas conllevaría.  Y los invito a comentar...

Explicación de la ley SOPA
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