¿Dónde está?
¿Dónde lo hemos perdido?
¿Cuándo fue la última vez que verdaderamente lo escuchamos, le prestamos algo de atención, le hicimos caso, nos reímos con él, nos metimos en la trama de sus sueños?
Dice Anselm Grün en "Mi pequeño libro de Navidad", en el capítulo que lleva por nombre el título de esta entrada:
"La psicología habla hoy del niño interno que todos llevamos dentro de sí; todos fuimos lastimados de niños o sufrimos decepciones, por las expectativas que teníamos de recibir un amor incondicional. Como adultos, tenemos que entrar en contacto con el niño lastimado y asumir la responsabilidad por él, cuidándolo y vendando sus heridas. Pero no podemos detenernos en el niño lastimado, sino que debemos dejarnos guiar por él hacia el divino niño que también está dentro de cada uno de nosotros. El divino niño es una imagen que representa el verdadero yo, y que sabe exactamente lo que es correcto para nosotros, pues ya en la niñez nos mostró caminos y nos hizo encontrar un lugar seguro, en medio de lo desconocido, del desamor y de la incomprensión. La navidad nos hace recordar al divino niño que hay en nosotros, quien se aferra, en medio de la frialdad y la soledad, a mi singularidad y confía en que hay algo divino que sólo podrá ser expresado por mí. Éste es el mensaje de navidad: en el fondo de tu corazón llevas un divino niño, y cuando escuchas tu corazón, percibes con exactitud qué es bueno para ti y qué cosas cargas solamente porque otros te las han dicho. Únicamente cuando entres en contacto con el divino niño que hay en ti, tu vida se tornará auténtica y recibirá algo de la liviandad que caracteriza a los niños."
A boca de jarro