Esta imagen la tomé desde la ventana de mi habitación hace apenas unos días. Creo que ilustra claramente lo que se está viviendo en mi ciudad. Una vecina llevaba una pequeña fábrica de cierres en su domicilio y fue a la quiebra. El sábado pasado, temprano por la mañana, nos despertamos sobresaltados por unos ruidos extraños. Estaban vaciando el galpón, y los restos del mismo fueron a dar a un contenedor en la vereda. Días después, los vecinos de mi barrio, gente de clase media, trabajadora y bien puesta, comenzaron a venir a hurgar entre los remanentes, y se iban con retazos de tela y cierres. Es una imagen que se me hace lo más parecido al árbol de Navidad que tenemos por estos días para ilustrar lo que nos sucede como sociedad.
Hago aquí un paréntesis en mi ruta. Muchas veces lo anuncié antes, pero nunca lo cumplí. Al poco tiempo volví, porque escribir me resulta casi indispensable. Este año perdí imágenes del blog por distintos motivos, y me he tomado el trabajo de reponerlas como mejor salió. No cuento con demasiados conocimientos sobre los tecnicismos necesarios para estos menesteres, ni tampoco con demasiado tiempo para ocuparme de ellos. Noches enteras me ocupé de solucionar estos problemas, pero no se debe vivir sin dormir. Lo que más me interesa es vivir en plenitud, acatando los dictados de mi corazón, aprender a escribir, nutrirme de diversas fuentes que me hacen pensar y sentir, incorporar cosas buenas y nuevas y crecer como persona.
Al ir repasando entradas antiguas, hubo algunas que directamente eliminé, y podría eliminar más de la mitad del blog sin que se perdiera nada de demasiado valor, excepto los comentarios de aquellos que tienen a bien acompañarme. Son los comentarios los que le otorgan valor comunicacional a un blog, y siempre me obligan a repensar lo expuesto, dándole una vuelta de tuerca al tema que hace que me lo replantee a mí misma. He usado este espacio como una especie de diario personal y me he enredado con las etiquetas. Voy saltando de tema en tema, de acuerdo a la inspiración o a la urgencia del momento, y tal vez el producto final sea algo bastante caótico. Lo que rescato es que siempre he sido libre y auténtica.
Se viene el tiempo de Navidad, y no logro abstraerme de la realidad que me rodea. Los saqueos, las protestas de diferentes sectores y la tensión social siguen haciéndose sentir. Por lo tanto, seguimos sumidos en la incertidumbre, buscando la mejor manera de festejar en paz.
Este ha sido el Año de la Fe. Siento que debemos hacer un gran salto de fe para salir adelante, como individuos y como sociedades, en un mundo donde la pobreza material y moral espanta. Hay un hombre suelto en el Vaticano, a quien lo desvela la pobreza y por eso ha elegido llevar el nombre de Francisco, que es quien alimenta mis esperanzas de que es posible un cambio porque su testimonio y su accionar me han cambiado. Su breve respuesta a mi misiva está colgada cerca del escritorio desde donde siempre leo y escribo. Y junto a ella puse en agua, dentro de un precioso jarro, una simple caña de bambú. Les he contado que las plantas de mi casa representan a cada miembro de mi familia, presente o ida. Esta caña en agua sumergida en un jarro de cristal es la que escogí para representarme a mí. Me habían dicho que daría flor. Pero algo diferente sucedió...
Habrá que cuidar mucho de este pequeño brote de vida nueva, darle buena dirección y cambiarle el agua fresca un poco más a menudo con el calor. Es la fe en uno mismo la que es preciso alimentar a diario. Esa es la fe que no debemos dejar que nadie nos arrebate.
Este ha sido el Año de la Fe. Siento que debemos hacer un gran salto de fe para salir adelante, como individuos y como sociedades, en un mundo donde la pobreza material y moral espanta. Hay un hombre suelto en el Vaticano, a quien lo desvela la pobreza y por eso ha elegido llevar el nombre de Francisco, que es quien alimenta mis esperanzas de que es posible un cambio porque su testimonio y su accionar me han cambiado. Su breve respuesta a mi misiva está colgada cerca del escritorio desde donde siempre leo y escribo. Y junto a ella puse en agua, dentro de un precioso jarro, una simple caña de bambú. Les he contado que las plantas de mi casa representan a cada miembro de mi familia, presente o ida. Esta caña en agua sumergida en un jarro de cristal es la que escogí para representarme a mí. Me habían dicho que daría flor. Pero algo diferente sucedió...
Habrá que cuidar mucho de este pequeño brote de vida nueva, darle buena dirección y cambiarle el agua fresca un poco más a menudo con el calor. Es la fe en uno mismo la que es preciso alimentar a diario. Esa es la fe que no debemos dejar que nadie nos arrebate.
Desde este espacio hago votos para que todos tengamos una feliz Navidad y un comienzo de año mejor. Los saludo con el cariño de siempre, y me tomo unas vacaciones de la virtualidad para encontrar tiempo para leer y para pensar cómo seguir adelante con este nuevo brote verde al que habrá que encontrarle un jarro un poco más apropiado para que siga creciendo.
A boca de jarro
A boca de jarro