"Lectora en la ventana", Johannes Vermeer. |
JULIETA: Mi único enemigo es tu nombre. Tú eres tú, aunque seas un Montesco. ¿Qué es «Montesco»? Ni mano, ni pie, ni brazo, ni cara, ni parte del cuerpo. ¡Ah, ponte otro nombre! ¿Qué tiene un nombre? Lo que llamamos rosa sería tan fragante con cualquier otro nombre. Si Romeo no se llamase Romeo, conservaría su propia perfección sin ese nombre. Romeo, quítate el nombre y, a cambio de él, que es parte de ti, ¡tómame entera!
ROMEO: Te tomo la palabra. Llámame « amor » y volveré a bautizarme: desde hoy nunca más seré Romeo.
JULIETA: ¿Quién eres tú, que te ocultas en la noche e irrumpes en mis pensamientos?
ROMEO: Con un nombre no sé decirte quién soy. Mi nombre, santa mía, me es odioso porque es tu enemigo. Si estuviera escrito, rompería el papel.
JULIETA: Mis oídos apenas han sorbido cien palabras de tu boca y ya te conozco por la voz. ¿No eres Romeo, y además Montesco?
ROMEO: No, bella mía, si uno u otro te disgusta.
Tres siglos más tarde llegó al mundo Oscar Wilde, (Wide and Wise...), otro grande de las letras y la dramaturgia anglosajona, y nos legó una pieza, entre muchas inmemorables obras, titulada La importancia de llamarse Ernesto. No voy a entrar en detalles sobre la obra en sí. Sólo me detengo un momento en el juego de palabras que propone desde el nombre, que en español se pierde lastimosamente. The Importance of Being Earnest contiene lo que en inglés se denomina un "pun", o juego de palabras, centralizado en el nombre "Earnest", que refiere al nombre propiamente, "Earnest", cuya traducción es "Ernesto", pero además alude al adjetivo calificativo "earnest" que significa "honesto". Llamarse "Earnest" en este contexto es portar un nombre cuya importancia es la de ser "honesto", y de esto Wilde sabía tanto que con su libertad y su vida pagó el precio de ser "earnest".
Tres siglos más tarde llegó al mundo Oscar Wilde, (Wide and Wise...), otro grande de las letras y la dramaturgia anglosajona, y nos legó una pieza, entre muchas inmemorables obras, titulada La importancia de llamarse Ernesto. No voy a entrar en detalles sobre la obra en sí. Sólo me detengo un momento en el juego de palabras que propone desde el nombre, que en español se pierde lastimosamente. The Importance of Being Earnest contiene lo que en inglés se denomina un "pun", o juego de palabras, centralizado en el nombre "Earnest", que refiere al nombre propiamente, "Earnest", cuya traducción es "Ernesto", pero además alude al adjetivo calificativo "earnest" que significa "honesto". Llamarse "Earnest" en este contexto es portar un nombre cuya importancia es la de ser "honesto", y de esto Wilde sabía tanto que con su libertad y su vida pagó el precio de ser "earnest".
La teoría que hoy formulo es que el nombre que los seres luminosos llevan porque les ha sido dado por aquellos que los han engendrado desde el deseo y el amor dice algo de la esencia y de la luz de quienes los portan. Son el nombre de la rosa. Y esta rosa sobre la cual baso mi teoría trasnochada dejó perfumada mi casa y la regó entera de pétalos con su fugaz paso por ella.
El miércoles vino Isabel de visita a casa. Isabel es como una prima grande, sin hijos, que ha estado doliente por largo tiempo por haber quedado huérfana y aún lo sufre e intenta superarlo hoy, a sus 63. Hija única de padres amados que fueron su mundo, junto al que le abrió su vocación docente, por largo tiempo también, aunque ahora se cerró con su jubilación, que es puro júbilo en ella. Padres idos que la acompañan desde donde los nombra, a pesar de que también quizás la encadenaron en vida un poco y le cortaron las alas que ahora ha descubierto que lleva sobre sus menudas aunque fuertes espaldas y que, para su asombro cuasi infantil, le permiten levantar vuelo ya desde su orfandad y llegar en un vuelo hasta mi casa a hacerme a mí, María, de prima. Hacía tiempo que la visita estaba pendiente, pero, por una cosa o por otra, las vueltas de la vida de María y de la de Isabel, vidas que se empeñan en enredarse para después desenredarse, como toda vida, se iba posponiendo. El 17 del 7 fue el día en que tenía que ser la visita de Isabel, y no pasó desapercibida, ni para Isabel ni para esta María, quien la recibió con genuina alegría en medio de la concepción de un sueño con nombre propio que la tiene a la vez turbada y encendida, ya que racionalmente la confunde, mientras que su corazón dice "¡Si!" a Él, desde la irracionalidad pura de su fe, la fe de que le permite ver a Fer en sueño proyectada, ya sin dudarlo ni esconderlo más ante un mundo que apedrea cuando no entiende de nombres, de llamados anunciados en sueños o en plena vigilia diurna y nocturna, de luces y de cruces que nos son dadas por El Nombre.
María se pasó el día haciendo de la casa un nido cálido y acogedor. Colgó artesanías por todos lados, mandó a los chicos a comprar macetas para emebellecer las plantas de su sagrado jardín urbano, y le pidió a su amado esposo, cuyo nombre empieza con J, que hiciera de carpintero y creara un sencillo altar junto a la ventana, a través de la cual María se la pasa mirando al mundo sin lograr terminar de entenderlo.
Isabel llegó puntual a la hora del encuentro, a cara lavada y resplandeciente, con una sonrisa de oreja a oreja, simple, pura, transparente y elocuente. Pulcra y discretamente colorida en su atuendo, con un bello corte de pelo nuevo que dignifica su estampa y hace honor a su nombre en su ubicada blancura encanecida, con las marcas de anillos y pulseras que la hacen una mujer en esencia. No traía perfume, pero su presencia deja la estela de un aroma único y singular, que hace que algo se sacuda y salte en el alma y en el vientre cuando entra tambaleante por la puerta grande de la casa de María. Y llegó portando regalos especialmente escogidos para cada uno de los integrantes de esta familia, que con los brazos y el corazón abierto por fin la ha recibido.
A María le trajo prendas de su paso por Tierra Santa, de esas que Isabel sabe que María necesita en tiempos de oscuras quebradas. Y trajo también unas toallas blancas, finísimas, todo un detalle para quienes vivimos trabajando a diario, procurando siempre conservar las manos limpias. A los chicos, cuyos nombres dicen mucho de su esencia, e Isabel lo sabe bien, les trajo remeras del color y diseño indicado. No se le escapó ni un detalle: cosas que sabe y hace saber Isabel, por ser y llamarse Isabel...
Por esas cosas que para nada me resultan azarosas porque mi nombre es María, ayer tuve un intercambio en un exitoso y sencillo hangout con mi maestra del alma, quien se asomó a la ventana de Google+ por primera vez, y la felicité. A continuación transcribo parcialmente algunas de sus respuestas a mis comentarios, porque resultan muy reveladoras, y valen como corolario a mi teoría sobre los nombres. De paso le dejo a Isabel, que es también María antes de ser Isabel, como regalo que sé que le va a interesar, un link a la entrada de ayer de María Guadalupe para que se nutra de él: "Volvernos adultos y despedirnos de nuestros padres no es tan sencillo": tocás acá y volás hasta allá, María Isabel.
|