jueves, 17 de octubre de 2013

A mis alumnos




  Hoy, a esta hora precisa, es la segunda vez que se encuentran con que no estoy al frente de nuestra clase de los jueves. Ya no volveré al instituto ni tampoco a la enseñanza, al menos en lo inmediato. Las razones son de índole personal. Algunas las conocen y otras las irán conociendo a medida que vayan creciendo y se enfrenten con las realidades del mundo laboral que nadie puede ni debe enseñarles.

 Quiero que sepan que mi vida este año ha dado un giro trascendental. Sobre algo de esto ya les he hablado. Soy y seré docente hasta la muerte, y agradezco todos estos años de enseñanza, porque la que más aprendió de ellos fui yo. Créanlo, por favor, no es una frase hecha ni un cumplido. Me conocen y saben que soy sincera y que no la voy de amiga de mis alumnos. Es la pura verdad.

  Saben también que me lancé a la aventura de la escritura y que voy detrás de un sueño incierto. También estoy dando mis primeros pasos en un trabajo voluntario de acompañamiento de los enfermos desde la absoluta gratuidad que me hace muy feliz y para el cual me voy a capacitar con profesionales diversos el año próximo. Esto me plenifica tanto como lo ha hecho la docencia durante más de veinte años. Y para llevarlo adelante hace falta hacer espacio y tiempo, hay que trabajar duro, aprender mucho, leer y tener el alma abierta, serena y dispuesta: vuelvo a hacer una alumna como Ustedes, y eso me entusiasma.

  Dicen los que estudian el devenir de la vida de las mujeres contemporáneas que muchas de nosotras a la mitad de la vida cambiamos radicalmente de rumbo para retomar sueños truncos o para embarcarnos en aquellos que no nos animamos a concretar a la edad en la que se toma la decisión de una profesión, la que hoy tienen Ustedes. También sucede que a esta edad se puede descubrir una nueva vocación: algo de eso me pasó. Ojalá todo este cambio me encuentre en la mitad de mi vida, porque en esto no hay garantías, y hubo golpes en estos años pasados que me lo hicieron ver muy claro.


 Yo he intentado en cada uno de nuestros encuentros enseñarles algo más que inglés. Espero que les sea de utilidad en la vida. Como alumna he tenido la enorme fortuna de tener profesoras que me marcaron a fuego. Es mi más profundo deseo haber sido para Ustedes algo de lo que esas Maestras a quienes les estaré eternamente agradecida fueron para mí.

 Lamento haber dejado el curso a tan pocas semanas de su culminación, pero estoy segura de que todo lo que hemos trabajado juntos dará buenos frutos y de que lograrán alcanzar la meta que se han propuesto con éxito. Les dejo algunas frases inspiradoras de regalo que me enseñó un joven, Javier García, de quien me hice seguidora en Google+, y que me acompañó con sus frases haciéndome de maestro durante todos estos largos días de trance entre una vida que dejo y otra a la que me lanzo sin divisar ningún puerto seguro. La vida es eso, queridos alumnos: navegar las aguas a pura intuición y siguiendo el llamado del corazón, que cambia como la marea de acuerdo a la fuerza de la luna.

 Mi viejo tiene ya 76 años y lo visito menos de lo que quisiera por falta de tiempo. El otro día, en medio de la confusión, la angustia y el insomnio que me produjo tomar esta determinación, mi papá, un cardíaco caminante, me envió un mensaje de texto a mi celu, parafraseando la letra de una canción que canta alguien que quizás Ustedes no conozcan: Joan Manuel Serrat. En esta canción, Serrat se inspira en un poema del gran poeta español Antonio Machado, y dice:

"Caminante no hay camino
se hace camino al andar."

 Su mensaje decía algo que me gusta aún más que la bella y honda frase de este inigualable poeta, tal vez porque viene de mi padre:

Caminante no hay camino
se hace vida al andar...


 Como también escribió Machado en otro poema que hace ruido en esta primavera, A un olmo seco (una obra), les digo:
   
"Mi corazón espera
también hacia la luz y hacia la vida
Otro milagro de la primavera."

 Sigamos esperando hacia la luz y haciendo posible nosotros mismos otro milagro de primavera. Los guardaré en el recuerdo y en el corazón mientras haga mi propia vida al andar. Les deseo lo mejor y les comparto las frases de mi joven maestro, autor del blog Entre Llamas


¡Gracias, maestro Javi!



  A boca de jarro: Fer

martes, 8 de octubre de 2013

Incertidumbre






"Viajar no es tan sólo moverse en el espacio. Es acomodar el 

espíritu, predisponer el alma y aprender de nuevo."

                                                                          José Ortega Y Gasset


 Iba a escribir la historia que desenterré en Asturias, la de mis abuelos maternos, pero en estas últimas madrugadas empezaron a soplar vientos de incertidumbre sobre mi tierra que me mantienen en vela. Me fui de viaje para encontrarme con mis raíces y así lo hice, pero también me sirvió para darme cuenta de dónde vengo, dónde vivo y cómo vivimos los argentinos.

 Todo viaje conlleva un movimiento del alma, parafraseando la cita que abre esta reflexión incierta. Mi alma se salió de su eje al viajar, y al volver ya nada se ve desde el mismo ángulo, aunque hay líneas convergentes que se plasman en mi historia y en la de aquellos que me precedieron en mi árbol genealógico. Mis abuelos asturianos se aporteñaron mucho más que mis abuelos gallegos. Venían del trabajo y se instalaron en una Argentina que les ofreció más trabajo. No dejaron riquezas en sus pueblos. Dejaron parientes que fueron acribillados frente a sus ojos por ser anti y no pro. Y acá les pasó parecido: se encontraron con el paradigma que aún nos gobierna, y que siempre ha planteado la misma antinomia: anti o pro. Lo sigue haciendo hasta hoy.

  Mi viejo siempre dice que el general le permitió hacerse médico en una universidad pública y de excelencia, y sin él al poder sus padres inmigrantes jamás podrían haber estado orgullosos de su hijo, el doctor. Pero también dice que estamos enfermos de un cáncer social que nos divide hace décadas, y que lo que se viene ahora es la metástasis, y ya va por los 76. Mi abuelo asturiano sufrió agravios y ataques por hablar mal del general en su almacén, y se lo dieron vuelta los muchachos bravos de entonces una noche que mi mamá aún recuerda con terror, el mismo que siento yo hoy cada vez que salgo a la calle o cuando se va mi hijo mayor solo y de noche a estudiar, calzado con unas zapatillas de marca, ninguna extravagancia, las que le compramos a fuerza de trabajo, y un celular en la mochila para que esté comunicado con nosotros, ya que todos sabemos que sólo por sacarte cosas como estas en cualquier calle de mi ciudad te matan, y los delincuentes, que entran en la espiral de pobreza, violencia y criminiladidad porque tienen pocas opciones viables y dignas de supervivencia, entran por una puerta y a los pocos días salen por la otra. Cuando se acude a la policía por estos casos que se repiten a diario, ellos mismos admiten que poco pueden hacer al respecto: están peor armados para enfrentar al delito que los propios criminales. Si los identifican y los van a buscar a sus guaridas, por todos bien conocidas, quedan marcados ellos y pierden ellos la vida por el magro sueldo que se les paga cuando, al ser excarcelados estos extraviados, se cobran la revancha. Hoy por hoy, a la nieta de ese noble y digno asturiano de férreos principios, que mandaba unos dineros que no le sobraban a España para ayudar a los que se quedaron allá penando, le pasa algo similar: se la juega cuando se anima a escribir de estas cosas desde un blog porque se lo pueden dar vuelta, un blog que es el equivalente actual al mostrador del almacén de mi abuelo en la década del 50. En términos de libertad de expresión, estamos empatados, él y yo.

 La delicada situación de salud de nuestra mandataria, enfrascada ahora en un hermético silencio, no hace más que generar la misma incertidumbre que sintieron mis abuelos cuando se embarcaron para venir a hacer la América y tuvieron que vivir en un país escindido. La señora se pegó un golpe en la cabeza en agosto, un golpe del cual no estábamos bien informados, como tampoco se nos informa con claridad y veracidad sobre los índices de pobreza e inflación o sobre qué va a pasar si ella no puede seguir al timón de este barco que perdió el rumbo hace rato. El golpe que se pegó es la metáfora más acertada para ilustrar cuán enajenada estaba en su burbuja de ambición, corrupción, impunidad y poder. Se dio de cabeza contra la realidad que ella misma se niega a aceptar. Su mayor mal, estimo, es haberse mentido a sí misma, es el no poder aceptar una posible derrota, aunque la enfermedad, tal como la viudez, ayuda a ablandar corazones. Yo deseo que la enfermedad le sirva como una lección de humildad y que se reponga prontamente, ya que nos hemos quedado acéfalos.

 La señora se dio de cabeza con la realidad que todos vivimos y padecemos a diario: la de la destrucción sistemática de la clase media, la de la alarmante inseguridad a la que nadie pone coto, la de la devaluación lastimosa de nuestra moneda, la de la falta de inversión y recursos para hacerle frente a lo que le queda por delante, la realidad del autismo de un gabinete que ni siquiera se reúne, que hace fotos para la campaña basadas en el montaje, ya que ni para la foto se juntan, y la realidad innegable del hartazgo de un pueblo que hasta se cansó de cacerolear porque era ninguneado además de desoído en su justo reclamo.

 El genral murió y nos dejó a Isabel. La señora se somete a una delicada operación y nos deja en manos de un  hombre bajo graves sospechas de corrupción, que está dando claras muestras de ineptitud para ocupar el cargo que ella misma le ha asignado. Como en la época del general, no hay oposición fuerte que proponga una coalición que nos saque de este brete. Por suerte no quedan ya militares que vayan a dar un golpe. Sólo tenemos incertidumbre, ayer como hoy, a caras de una elección a fines octubre.

 Hoy Clarín dice que la cirugía que se le practicará es "de rutina y de bajo riesgo", de acuerdo con la opinión de todos los especialistas que salieron a hablar en los medios. Pero ella nos ha dicho un millón de veces que Clarín miente... ¿A quién le creemos los argentinos hoy? 

 Yo les doy las gracias a mis abuelos asturianos y gallegos que me enseñaron a pensar sobre la política a base de información y opinión, a trabajar decentemente para mantener a mi familia y para aportar mi granito de arena para construir una nación digna, a no robar, a hacer buen uso de mis libertades como ciudadana y a acostumbrarme a vivir con la incertidumbre, apoyándome en la fe en el Dios al que encomiendo mi destino y el del mundo. La incertidumbre es la única certeza con la que parecen contar nuestros pueblos. 





"De pronto recordé que había soñado con eso: Un laberinto asfixiante en el que por más que caminara siempre estaba en el mismo lugar. Algo me atrajo, quizá la incertidumbre o mi propio miedo, y me largué a correr hacia cualquier parte."
           
Osvaldo Soriano, escritor y periodista argentino y marplatense, (1943-1997), autor de notables obras tales como Triste, solitario y final (1973), No habrá más penas ni olvido (1978), Cuarteles de invierno (1980), A sus plantas rendido un león (1986), Una sombra ya pronto serás (1990), El ojo de la Patria (1992) y La hora sin sombra (1995).


A boca de jarro

domingo, 29 de septiembre de 2013

Al Viveiro de mis abuelos paternos


 ©A boca de jarro: Fotografía e información familiar
Todos los derechos reservados


Si yo fuese diestra en el don de la poesía
escribiría galanes versos
para plasmar la hermosura
de ese Viveiro que añoraron
toda una vida desde mi rincón de América
cuando debieron abandonarlo
escapándole a la vergüenza
de la miseria de unas guerras
que jamás comprendieron ni perdonaron
Ustedes, Abuelos, a su ascendencia,
que es también la mía:
hoy lo siento más que nunca.

Toda la fina hidalguía
de esa Galicia de la que fueron dignos hijos,
la que cantaba y vibraba en tu dulce voz, Maruja,
hija de los montes y de las rías que desnudan los secretos
que hallaban refugio en el pecho de Jesús, que te amó a primera vista,
siendo un apuesto habanero, varón de mundo,
que se rindió con hombría ante el fulgor de tu verdura,
de tus curvas hispanas y de tus ojos color esmeralda,
con su historia de huida de una absurda guerra en el extranjero,
la he visto por fin reflejada es esas gruesas arenas
y en las mansas rías que menguan con la marea
en cada atardecer bajo las estrellas, cómplices de tu singular belleza.



En el Cementerio de Altamira
me encontré con lo que queda de mi ancestros en Viveiro: 
Don Juan Latorre Capón,
músico destacado del pueblo y hoy olvidada leyenda,
a quien aún recuerda algún viejo que entabla amable conversación
con su bisnieta para conducirla hasta su tumba en primera fila
sobre el monte, sin el blanqueado de las de su alrededor.
El padre que abandonó a su familia
para unirse a la cocinera Emilia
y ser fuente de tu vergüenza, Abuela, y el motivo de tu pueblerino pudor,
yace allí junto a tu hermana Paz, que fue a morir 
asistida por las Madres Concepcionistas,
siendo la única que regresó al terruño 
a entregar sus días sobre el suelo que a todos les dio la vida.




Si yo fuese poeta diestra, Maruja,
hoy te diría con más justicia cuánto te quiero,
cuán orgullosa estoy de ser tu nieta argentina,
cuánto te agradezco por haber dejado todo aquello,
para haberte hecho a la mar, huérfana de toda riqueza,
y darles así un porvenir de solvencia y dignidad a tus tres hijos,
habiendo perdido a tu primogénito en el camino 
en las garras de una cruel enfermedad,
una herida que llevaste como mejor supiste, 
aferrada a la Virgen de los Dolores, imagen negra,
que te acompañó a la luz de la felicidad 
y bajo el yugo oscuro del trabajo cotidiano
al quedarte sola, sin tu Landro, sin tu esposo, sin tus callejas 
y tus amadas playas de la infancia,
sin tus misas en Santa María, sin procesión, sin tu ventana de cara a tus rías,
sin tus Castelos, sin tu Monte San Roque y sin el sabor en tus labios de la sal del Cantábrico.





Allí te encontramos radiantes y extasiados ante tanta belleza
tus frutos argentinos, que cruzamos de nuevo el océano en busca del color de tus ojos,
del timbre singular de tu voz que cantaba a todos los Santos que con sencilla devoción venerabas.
Todo nos lo trajimos en tres piedritas de la cima del Monte San Roque, donde descansas tú, que eres polvo,
junto a las cenizas del hombre que me brindó la honradez y el honor de mi apellido, Paz,
la mejor herencia que me han sabido legar, y que vive en el presente momento
en el que escribo estos torpes versos sin el don de la poesía
pero con toda la intensidad del amor que me dio la vida;
una vida que no cesa de buscar algún sentido trascendental
que la haga seguir dando fruto a través de la adorada palabra,
de la mirada profunda sobre el misterio de la existencia
y de la humana hondura de las raíces que moldean su identidad.

Allí en Viveiro, Abuelos, ha quedado un pedazo de mi alma,
en la cima de sus montes, en el río que discurre a través de bosques densos
y azuladas praderías perfumaditas de pino y altaneros eucaliptos bajo el brillo de la luna.
Tú, Maruja, nos contabas entre lágrimas tus recuerdos de ese medieval pueblo
y de cómo ese hombre apuesto, a quien sólo amé a través de las historias
de mi padre, que lo lloró amargamente porque se lo llevó la muerte a deshora
sin que sus nietos pudieran conocerlo y amarlo como merecía,
un gallego decente y trabajador que jamás volvió a reclamar su riqueza
y vivió en la Argentina una digna pobreza que hacía brillar tu limpieza.
Yo no heredé el don de la cadencia musical del músico Don Juan,
ni tampoco el mérito de la poesía de Pastor Díaz:
sólo logro escribir pobres versos a ese Viveiro que quiero como parte orgullosa del árbol de mi familia.





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