jueves, 19 de febrero de 2015

Marcha del Silencio


Ayer participé de un acto tan conmovedor como multitudinario. Cientos de miles de seres bajo sus paraguas, como en aquel histórico 25 de mayo de 1810, marchamos en silencio bajo la lluvia para honrar la memoria de un hombre que falleció en la madrugada del 19 de enero en circunstancias confusas y violentas que aún hoy no se han esclarecido. No se decretó el duelo nacional correspondiente por la magnitud del suceso ni tuvimos nuestra bandera a media asta por la muerte de este Fiscal de la Nación Argentina quien llevaba adelante, por encomienda del Poder Ejecutivo de la Nación, el caso del atentado de la AMIA, acaecido el 18 de julio de 1994, dejando un penoso saldo de 85 víctimas fatales y alrededor de 300 heridos. No puede decirse que aquel atentado terrorista fue simplemente un ataque a la comunidad judeoargentina, el mayor desde la Segunda Guerra Mundial, ya que muchos otros resultaron heridos, entre ellos, por dar un ejemplo cercano, bien podría haber muerto mi propia hermana, estudiante cristiana, que pasaba cerca de la cede de la AMIA situada en el barrio porteño del Once aquella fatídica mañana camino a la Facultad de Medicina cuando se produjo la temible explosión. Como el mismo Fiscal Alberto Nisman dijera en su última y contundente aparición televisiva en televisión abierta:"Un gobierno puede escoger la política exterior que quiera, es legítimo, lo que no se puede es limpiar una causa porque sí...", como él sostenía que se estaba haciendo con la causa AMIA.  Su acusación iba a ser presentada ante el Congreso de la Nación dos días después de que falleció y había sido abalada por 90 países.

La noticia de la muerte de Nisman golpeó a gran parte del pueblo argentino con consternación, confusión y dolor, como la muerte de cualquier ser humano lo hace. Dejó dos hijas huérfanas, una madre sin hijo y un tendal de fiscales de su equipo temerosos y desorientados. Más allá de toda ideología política, lo que quedó al descubierto con esta muerte es que somos muchísimos los argentinos que sentimos hambre de verdad y de justicia, no simplemente a través de la suma de datos, sino verdaderamente desenterrando de entre los escombros de aquel derrumbado edificio de la AMIA los hechos oscuros y pútridos y la escandalosa impunidad que los recubre. Necesitamos que se nos trate con respeto como a una sociedad adulta. Lo que demostró la Marcha del Silencio bajo la lluvia, y a pesar de ella, o tal vez, gracias a ella, es que la necesidad de verdad, de justicia, de confianza en nuestras instituciones y de respeto por parte de las máximas autoridades hacia todo la ciudadanía conforman la única  manera en la que podemos sostener la mirada hacia un futuro viable para todos nosotros, el deseo de crecer y de construir una verdadera República, y todo ello se ha hecho más fuerte entre nosotros a partir del 19 de enero y llegó a su punto máximo el inolvidable día de ayer. En esta Marcha no hubo insultos, agresiones ni violentos desmanes o incidentes para lamentar. Todo se desarrolló en paz con una multitud que nunca antes había visto congregada en las calles céntricas de mi ciudad y que sólo portaba banderas argentinas e interrumpía su silencio para aplaudir, clamar por justicia, vivar el nombre del país o entonar las estrofas del himno argentino.


Ha quedado claro que queremos justicia e instituciones que cuiden del bien común. Estamos rebosantes de preguntas en ebullición que incomodan pero que a su vez  claman por ser respondidas debidamente para que se puedan abrir caminos y construir puentes que necesitamos atravesar en paz y así lograr mirarnos a los ojos y no encontrar en el "el otro" a un enemigo, como nos han tildado a quienes participamos de esta Marcha a la cual adhirió el Poder Judicial de la Nación. Quedó demostrado que nosotros tampoco tenemos miedo ya que no tenemos nada que ocultar. Somos millones de ciudadanos decentes y trabajadores que sólo deseamos vivir en paz y prosperar, abrazar lo diverso y aprender el respeto mutuo. He llegado a ver discapacitados en sus sillas de ruedas o apoyados en sus muletas marchando en silencio bajo la profusa lluvia de la tarde noche del día de ayer, familias con hijos pequeños en brazos, abuelos apoyándose en sus nietos para llegar hasta la Plaza de Mayo.


Hoy no sentimos que sigue todo igual que antes de la Marcha. Hoy nos sentimos orgullosos de haber sido partícipes de un acontecimiento histórico y sin precedentes, con fuertes ecos en todas partes del país y del mundo, que, confiamos, marcará un nuevo rumbo para nuestra vapuleada nación. Aquí les dejo el testimonio del Fiscal cuya memoria honramos ayer en las calles de Buenos Aires unas 400 mil personas.



A boca de jarro

miércoles, 18 de febrero de 2015

Como el juez a la verdad

"Lo más atroz de las cosas malas de la gente
es el silencio de la gente buena."
Mahatma Gandhi

Cuando era adolescente, allá por los años ochenta, escuché esta canción por primera vez y nunca más se me olvidó. Son esos temas que se canturrean bajo la ducha, en el auto o por lo calle toda la vida. Por entonces, se me hacía una canción de amor. Hoy por hoy, se me hace un himno a la Verdad que buscamos tantos en esta tierra. Se la dedico, pues,  hoy más que nunca, a la VERDAD y a la memoria de un hombre que no ha sido debidamente homenajeado por su valentía y su apego a la VERDAD aunque hoy no voy a cantar. Hoy marcharé en silencio en honor al respeto por la VIDA y la VERDAD.

Como el juez a la verdad 

Tengo los ojos vencidos
de andar tanta noche, tanta soledad
y si imagino tu cuerpo
mis cinco sentidos se despertarán.

¿Cómo pasó tanto tiempo,
tanta primavera, sin ninguna flor?
Y si mañana te encuentro,
te abrazo y te cuento 
mi historia mejor.

Te necesito como el juez a la Verdad,
te necesito sin perdón, sin vanidad,
Te necesito sin temor, sin vacilar
te necesito, singular.

Vengo con tanta nostalgia
de un país lejano que ya quedó atrás:
traigo tan pocas palabras
que apenas me sirven para recordar.

Tengo una aguja y un hilo
cosiendo caminos
que vienen y van
pero la vida me dice
que cierre las puertas 
este es mi lugar.

Te necesito como el juez a la verdad, 
te necesito sin perdón, sin vanidad,
te necesito sin temor, sin vacilar,
te necesito, singular.


Sandra Mihanovich, 1984




A boca de jarro

lunes, 9 de febrero de 2015

Las puertas de la percepción

William Blake, El cuerpo de Abel descubierto por Adán y Eva, 1825, acuarela sobre madera.


"Si las puertas de la percepción
quedaran depuradas,
todo se habría de mostrar al hombre
tal cual es: infinito"
WILLIAM BLAKE

Con este epígrafe del visionario, poeta, grabador, artista plástico inglés e inspirador de muchos artistas famosos tales como Jim Morrison,  William Blake  quien, a pesar de su genialidad, se consideraba a sí mismo simplemente un artesano y sufría enormemente debido a su personalidad compleja y a sus percepciones de un futuro apocalíptico para la humanidad  , abre el libro Las puertas de la percepción de Aldous Huxley, cuyo título original es Doors of Perception. Se trata de un ensayo escrito en 1954 por el autor de la genial distopía Un mundo feliz (Brave New World), obra que despertó mi admiración tanto como las novelas orwellianas. La novela precedió al ensayo de Huxley, el cual ahonda sobre los efectos de las drogas alucinógenas. Huxley describe sus propias experiencias con el principio activo del peyote, denominación mejicana del cacto o cactus, venerado como deidad por los indios de Méjico y del sudeste de los Estados Unidos, y muy conocido por sus alcaloides psicoactivos, entre ellos la mescalina, principal sustancia responsable de sus efectos psicodélicos. La mescalina posee una larga tradición de uso tanto medicinal como ritual entre los indígenas americanos y está extendida mundialmente como enteógeno y complemento de diversas prácticas, entre las que se encuentran la meditación y la psicoterapia psicodélica. Huxley asume que el cerebro humano filtra la realidad y no permite pasar todo el espectro de impresiones e imágenes que percibe bajo los efectos de alucinógenos como el que él ingiere. Así es como se logra abrir "las puertas de la percepción" que, según él, sólo se le habilitan de manera natural a los grandes artistas como Blake, a los místicos o a los iluminados, y comienza a notar que los objetos cotidianos adquieren una relevancia e interés inusuales. Espacio y tiempo son nociones que se vuelven irrelevantes y la percepción aumenta llegando a ser sobrecogedora. Huxley propone una serie de preguntas interesantes luego de hacer una contundente afirmación acerca de la percepción:

"Vernos a nosotros mismos como los demás nos ven en un don extremo conveniente. Apenas es menos importante la capacidad de ver a los demás como ellos se ven. Pero ¿qué pasa si los demás pertenecen a una especie distinta y habitan un universo radicalmente extraño? Por ejemplo, ¿cómo puede el cuerdo llegar a saber lo que realmente se siente cuando se está loco? O, a menos que también se haya nacido visionario, médium o genio musical, ¿cómo podemos visitar los mundos en los que Blake, Swedenborg o Johann Sebastian Bach se sentían como en su casa?"

A toda persona ordinaria le despierta interés y curiosidad la vida de aquellos que trascienden por algún motivo en particular, dado que todos compartimos ese genuino deseo de trascender. No obstante, como bien apunta Huxley en otra parte de su ensayo:

"La mayoría de los hombres y mujeres llevan vidas tan penosas en el peor de los casos y tan monótonas, pobres y limitadas en el mejor, que el afán de escapar, el ansia de trascender de sí mismo aunque sólo sea por breves momentos es y ha sido siempre uno de los principales apetitos del alma."

A continuación, el autor hace una lista de lo que él mismo denomina "modificadores de la conciencia", en la cual incluye al arte, la religión, los carnavales, los saturnales, el baile, el alcohol, el tabaco y las drogas prohibidas en Occidente. Ya en Mundo feliz Huxley presenta al soma como la única forma de soportar esa realidad aplastante del mundo de los personajes de la genial novela distópica, tal como hicieran los brahmanas en la época védica en la India.

Como lectora no siento que Huxley intenta hacer una exaltación del empleo de sustancias tóxicas como forma de escapismo. Sí me interesa el despliegue de su amplia cultura a través de ricas alusiones a diferentes artistas de diversos géneros y la exploración sin filtros ni tapujos que el brillante escritor realiza de esas experiencias sensoriales que, como adultos, todos buscamos de la manera que escogemos. Lo cierto es que el síndrome de la avestruz (no veo, no oigo, no hablo), está ampliamente extendido en nuestras sociedades, ese terrible miedo a enfrentar la verdad de lo que somos como comunidad y quienes somos como individuos y este no es el caso de Huxley, quien se muestra con total transparencia.

Una potente y esclarecedora lectura que coincide con un momento de apertura de las puertas de la percepción y de la búsqueda de la verdad por parte de una sociedad, la mía, indignada y harta ya de tanta impunidad y mentiras provenientes de las más altas esferas del poder. ¡Qué sean abiertas las puertas de la percepción por nuestro bien y el de nuestro porvenir!



A boca de jarro

imatge ampliada
The Marriage of Heaven and Hell ,William Blake, 1793.
"Si las puertas de la percepción se depurasen, todo aparecería a los hombres como realmente es: infinito. Pues el hombre se ha encerrado en sí mismo hasta ver todas las cosas a través de las estrechas rendijas de su caverna."

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