domingo, 19 de julio de 2015

El patrón de la vereda




"No se por qué hay que dejar de querer a una persona 
solo porque se ha muerto."

El guardián en el centeno, J.D. Salinger


Se levantaba todos los santos días del año a eso de las cinco de la mañana y se iba derecho para el kiosco-librería-polirubro que le da vida a la cuadra y a él. Preparaba su termo y su mate y dejaba la yerba en reposo mientras se hacía una escapada a lo del diariero Alberto a buscarse el Clarín suyo de cada día. Prendía la FM, podrido ya de malas noticias, y era un tipo afable y erguido para quien todos los días eran iguales y todos los pibes y algunos de los grandes con alma de pibes que entrábamos a su local por cigarrillos, golosinas o útiles escolares nos llamábamos "Willis". Da pena hablar en pretérito de Carlitos, el patrón de la vereda, pero es que se está apagando la luz del centinela de mi barrio. Le extirparon un tumor maligno el verano pasado, y él sabe bien que, a pesar de las sonrisas de Cuqui y sus esfuerzos por disimularlo, hay metástasis por todos lados a sus cincuenta y siete años. Sus días eran todos iguales pero ya dejaron serlo para no volver y ahora están contados. Anda lúgubre, lento y cansino, medio encorvado, con el pasaje de ida abierto hacia el otro barrio. 


A boca de jarro

sábado, 11 de julio de 2015

Ronca de bronca



"Bronca cuando a plena luz del día
Sacan a pasear su hipocresía.
Bronca de la brava, de la mía,
Bronca que se puede recitar...

Para los que toman lo que es nuestro 
con el guante de disimular...
Para el que maneja los piolines 
de la marioneta universal.
Para el que ha marcado las barajas 
y recibe siempre la mejor,
Con el as de espadas nos domina 
y con el de bastos entra a dar y dar y dar 

¡Marcha! 
Un, dos... 
No puedo ver 
tanta mentira organizada 
sin responder, con voz ronca, 
mi bronca,
mi bronca. "

Es una nueva. Ahora que irremediablemente voy para los cincuenta, resulta que me pica la guita. Nunca pensé que me podía pasar a mí, tan espiritual, tan literaria, tan filantrópica, tan maternal y abnegada, tan boluda para tantas cosas, digamoslo. Pero así está la cosa: voy caminando por la calle y miro, sin poder dejar de ver, lo mal que se visten hoy en día los adultos de mi edad, incluida yo misma, y me saltan las lágrimas de la bronca. Y quiero guita para enmendarlo ya. Comprarme ese par de zapatos de una luca sin pensar en cómo carajo voy a hacer para llegar a fin de mes. Y no perdonársela a esa cartera de cuero en la tierra del campo... Hay una urgencia rara en mí, y siento que el tiempo se me diluye y se me va. Ya no aguanto más, no puedo esperar más. No puedo ni quiero esperar una época de vacas gordas, de bonanza equivocada, de esa que después se paga cara con una década perdida y pérfida como esta que no se acaba más. Decididamente no puedo esperar la demagogia de algún gobernante de turno que por fin se apiade de la clase media formada a la cual pertenezco sin orgullo y con pesar. Y lo peor de todo es que no se me mueve ni un pelo al admitirlo. Me pica la guita y estoy ronca de bronca.











A boca de jarro

miércoles, 8 de julio de 2015

No sé, sí sé



"El recuerdo viene a mí,
filtrado rayo de luna,
y me conmueve la cuna
humilde donde nací."




Jesús Orta Ruiz 
(Indio Naborí)








No sé, sí sé



"No sé si he podido ser 

Lo que él soñó que yo fuera"

Pero sí sé que voy a hacer

Todo lo que sé hacer

Para simplemente ser

Sólo quien yo quiero ser

Por vez primera, tal vez,

En toda mi vida entera.











Mi abuelo llegó en un barco, pero se trajo la luna
dibujada en un pañuelo que un día colgó en mi cuna.
La inmensa luna diamante era la mejor fortuna
que acompañó al emigrante de aquella España lorquiana y dura.

Cantaba con ese acento que tanto lo distinguía,
risueño me revelaba la copla que así decía:
"Niña, nunca te enamores si hay luna cuarto menguante
que puede robarte el sueño un asturiano emigrante".

No sé si he podido ser lo que él soñó que yo fuera,
lo cierto es que, mire usted, mi abuelo fue mi primera escuela,
puso raíz en el puerto y estrenó bajo una ceiba 
las alas del papalote que me llevaban hasta su tierra.

Mi abuelo tejió mi hamaca con los hilos de la luna, 
abuelo pintó mi infancia con un verdor aceituna.
Se puede viajar el mundo en los ojos de un abuelo
que nos regala la luna dibujada en un pañuelo. 

Un día llegué a su tierra y allí me estaba esperando
la luna de aquel dibujo que desde el cielo iba pregonando:
"Niña, nunca te enamores si hay luna cuarto menguante
que puede robarte el sueño un asturiano emigrante". 




CORO
(Niña, nunca te enamores si hay luna cuarto menguante,
que puede robarte el sueño un asturiano emigrante.)


Trajo la gaita asturiana y el paso doble elegante
pero se quedó conmigo entonando "De dónde son los cantantes"

Abuelo tejió mi hamaca con los hilos de la luna,
artesano de mis alas, carrusel para la altura. 

Su sonrisa desafiaba el trueno y el aguacero.
Cuánta ternura cabía bajo las alas de su sombrero.

Mi abuela besó a mi abuelo en luna cuarto menguante;
mi abuela bebió el misterio bendito del asturiano emigrante.

No sé si he podido ser lo que él soñó que yo fuera,
lo cierto es que, mire usted, mi abuelo fue mi primera escuela,
puso raíz en el puerto y estrenó bajo una ceiba 
las alas del papalote que me llevaban hasta su tierra.

Mi abuelo llegó en un barco, pero se trajo la luna
dibujada en un pañuelo que un día colgó en mi cuna.





A boca de jarro

Buscar este blog

A boca de jarro

A boca de jarro
Escritura terapéutica por alma en reparación.

Vasija de barro

Vasija de barro

Archivo del Blog

Archivos del blog por mes de publicación


¡Abriéndole las ventanas a la realidad!

"La verdad espera que los ojos
no estén nublados por el anhelo."

Global site tag

Powered By Blogger