martes, 6 de diciembre de 2011

¿Hay códigos blogger?


Existe el código penal, el código civil, el código rojo y el código Da Vinci. Todas las tribus urbanas tienen ciertos códigos mayormente implícitos a los que adhieren sus miembros. Pensemos en los surfers, skaters, floggers, gamers, hasta los hackers... Nosotros, los bloggers, somos una tribu del ciberespacio relativamente nueva, no nos caracterizamos por un gesto que usamos como saludo o cierto tipo de vestimenta que nos identifica por la calle, pero siento que somos una tribu en pleno desarrollo y expansión. No es fácil poner en papel ciertos códigos de etiqueta blogger, tampoco se si es necesario, pero siento que podríamos, que nos haría bien. No será tarea fácil, y seguramente habrá polémica debido a la enorme diversidad de blogs y bloggers imperante, hecho que celebro, ya que el blog es un fenómeno fenomenal que, al menos a mí, me cambió la vida para hacerla más plena.


 









  
Complica hasta la autodenominación: ¿se es blogger, bloggera, bloggero o bloguer@? Además, complejiza el hecho de que hay bloggers que son autores de sus bitácoras, hay otros que son simplemente visitantes, lectores, seguidores, y que tal vez siguen blogs en forma anónima, sin participar como seguidores ni comentando - lo que en la jerga se denomina "lurkers"- mientras que otros se hacen seguidores de uno o varios blogs, y comentan, y además estamos los "mixtos", que somos bloggers en autoría y también seguimos y comentamos otros blogs, o algunos que eligen solamente escribir el suyo, dando o no la opción a comentarios de los visitantes. Todo esto a su vez aporta una gran variedad a la naturaleza bloggerHay mucha diversidad en esta tribu, y eso la hace muy interesante y promisoria. En verdad, hay tantos estilos bloggers como cantidad de blogs.



Este año, se me dio la posibilidad de colaborar para un blog chileno. Me pareció que sería una experiencia enriquecedora, no en lo material, pero sí en el intercambio con lectores de un país hermano, afín aunque diferente en muchos aspectos sobre los que me proponía aprender. Pensé también que me proyectaría como bloguera en ese país y en otros, ya que el blog reunía mujeres de habla hispana de diferentes nacionalidades. Desde que empecé a bloguear hace unos años, primero como lectora anónima, después como seguidora pública y comentadora entusiasta y activa, y finalmente como autora de blog, mi principal objetivo ha sido el ligar con almas afines, el compartir esta necesidad vital de pensar la vida en voz alta.


Resultó un tanto decepcionante para mí el hecho de que mis comentadores en el blog chileno fuesen casi exclusivamente mis co-blogueras, sobre todo la bloguera-in-chief, y algunos de los que entonces no ascendían a más de catorce seguidores de mi jarrito. Más decepcionante aún me pareció el hecho de que nadie de Chile se sumara como seguidor a mi blog ni comentara mis entradas en el jarro. Esto me llevó a pensar que algo no estaba bien: o yo había proyectado expectativas elevadas o poco realistas sobre el efecto de mi participación allí, o los códigos de algunos bloggers no eran los mismos que los míos. Comencé a pensar en que todas las redes sociales se manejan con ciertos códigos, implícitos o explícitos, bastante claros. No así los blogs. Entonces, decidí dedicar dos extensas entradas, como es mi costumbre - por algo no tengo Twitter- a intentar asentar una suerte de protocolo que en mi modesto entender debería ser observado en esta actividad. Tuve la mala idea entonces de hablar de "reglas", y casi me comen cruda del otro lado de la cordillera... Veremos qué pasa ahora, y prometo no usar esa palabra urticante. 
 




Les propongo que intercambiemos ideas acerca de lo que es deseable hacer en esto que considero un arte, y que me permitan el privilegio de escuchar lo que ustedes sienten y piensan al respecto para enriquecimiento de todos. Vale también opinar que esto de los códigos blogger es ridículo. Creo que por ahí pasa lo más placentero y nutricio de los blogs: el intercambio de puntos de vista.
 
Los principios fundamentales de lo que para mí hacen el código de etiqueta de los bloggers son:

*1: Es deseable y esperable contestar los comentarios recibidos. Quien se ha tomado la molestia o el gusto, y el tiempo de escribir, reaccionando ante algo escrito por vos, merece una devolución personalizada. De no ser así, un blog se convierte en algo así como Narciso mirándose en el reflejo de las aguas del estanque, un regodeo egocéntrico, un monólogo. Se pierde mucha riqueza que los demás aportan a través de su reacción a lo escrito. Me es familiar la satisfacción que produce como seguidora y comentadora de varios blogs el encontrarme con que su autor/a  me ha tomado en cuenta, me agradece el comentario, me llama por mi nombre y me devuelve su propia reacción a la mía: ¡es plenificante, porque allí reside la verdadera comunicación! Y la idea que subyace todo medio de comunicación es precisamente la de interactuar con un otro, el no quedar enfrascado en ese constante rumiar de pensamientos que se generan en la mente del escritor y del lector frente a un texto.

1. ¿Contestarás comentarios siempre?
*2: Cuando no simplemente un lector sino ya un autor de blog te lee y te comenta, es apropiado devolverle la gentileza comentando en su blog. Y si se hace seguidor de tu blog, o no, pero espías su blog y te gusta, es pertinente hacerte seguidor de su blog. Y así se potencia la riqueza del arte, porque se valora a otro blogger como a un par, y se le da el mérito que se gana por llevar adelante lo propio, aunque siempre distinto en su unicidad. Se anula la competencia, y se crea una especie de "hermandad bloguera" muy reconfortante, como la que existe en todos los círculos artísticos en general. El artista se alimenta de sus pares, igual que lo debería hacer el blogger, que es a su modo un artista también, al validar a otro blogger en su escritorio con su seguimiento permanente y, de ser posible, apropiado y merecido, público. Un blogger aprende mucho de otros, y esto se debe agradecer. En mi modesto entender, la manera más directa y sencilla de hacerlo es haciéndote seguidor de ese blog o enlazarlo, mostrarlo en tu página, entrelazado, enlazado, emparentado, hermanado en la gran familia de los blogs con el tuyo.

2. ¿Seguirás a tus seguidores y lectores activos?
*3: Un blogger debe ser fiel a su propio estilo, a su esencia. Esta es un principio que aplica a todo lo que tiene que ver con la expresión artística. Hay blogs de arte, de literatura, de música, de fotografía, de humor, de dibujo, de cocina, de opinión, de entretenimiento, de ciencia, de política, de educación, de sexualidad y de sexo, de maternidad y crianza, de religión, y hasta algunos con fines comerciales, hay de todo... Y siento que cada blogger debería ser fiel a su estilo y a la idea original con la que concibió su blog, aunque no siempre lo acompañen los números. Es  más fácil decir esto que ponerlo en práctica. ¿Quién no mira los números, las estadísticas, lo que resultó ser más popular? ¿Quién no busca el "Me gusta" que se recibe en Facebook? Creo que en esto todos los bloggers tenemos nuestro ego, y cuando los números no acompañan, duele un poco... 

  
Sin embargo, más allá de lo que tenga buena llegada y repercusión, pienso que el blog debería ser el fiel reflejo del estilo personal y la esencia misma de su autor o autores. De esa manera, quien lo visite verá y se sentirá como en la casa del artista. Creo que es conveniente prestar atención a lo que transmite "tu casita" en la blogosfera, desde su nombre, que marca un rumbo, una tendencia, hasta la estética que le imprime a tu casita la elección de imágenes, videos, música, etc., y, sobre todo, el mensaje que uno transmite a través de lo que escribe o publica, ya sean textos, fotos, obras de arte, citas, viñetas, poemas, fragmentos literarios, canciones etc., o la combinación de todos estos. También se puede optar por el eclecticismo, o sea, nutrirte de fuentes diversas y variar en temática y estética: así el blog será como un caleidoscopio, y eso puede resultar atractivo. Habrá que ser consistente con esa amplitud y variedad.
 
4. ¿Ser fiel a un estilo o prestarle atención a los números?

*4: ¡Comunicar! ¡Comunicarse! ¡Comunicarnos! Esto para mí es lo fundamental. Krishnamurti, en su maravilloso libro "La libertad primera y última", dice:

"Comunicarnos unos con otros, aún conociéndonos bien, es en extremo difícil, pues, por ejemplo, puedo usar palabras que para vosotros tengan diferente sentido que para mí. La comprensión sólo llega cuando nosotros (...) nos encontramos en el mismo nivel al mismo tiempo y ocurre tan sólo cuando existe verdadero afecto entre las personas (...) Esa es la verdadera comunión.  (...) Resulta muy arduo establecer comunicación unos con otros de forma fácil, eficaz y completa. (...) Existe un arte de escuchar. Para escuchar de veras, habría que abandonar o rechazar todos los prejuicios, concepciones previas y formas cotidianas de vivir. (...) Pero, desgraciadamente, la mayoría de nosotros escucha a través de un filtro de resistencia. (...) Todo lo escuchamos a través del filtro. De ahí que en realidad sólo escuchamos nuestro propio ruido, nuestro propio sonido, no lo que se dice".


Maravilloso: ¿no es cierto? ¡Y qué cierto! ¡Y qué arduo! Creo que este es el gran desafío que hay que enfrentar y la meta que hay que intentar conquistar para llegar a ser un buen blogger: aprender y evolucionar constantemente en el arte de comunicar y de escuchar sin filtros, los de nuestros prejuicios, lo que los demás tienen para comunicarnos. No es nada fácil, ni siquiera para este genial sabio hindú. No se trata de acatar un catálogo de dogmas o normas, sino más bien de observar un repertorio de principios que nos permitan trascender, conectar, llegar al alma de nuestro interlocutor, y así alcanzar esa libertad que Krishnamurti denomina como "la primera y última", que es la de ser quien se es sin tener que pedir perdón por serlo, ni intentar ser aceptado por todos, mostrarse así al mundo, comunicar esa esencia; y aprender a escuchar sin filtros a través de un mensaje que debería ser claro, auténtico, veraz, y fundamentado, si es posible, en el pensamiento de otros pensadores que nutren o en fuentes que informan, o bien simplemente en lo que emana del corazón propio con total honestidad, aunque no parezca muy "compartible"


A veces al escribir he sentido la necesidad de comunicar ideas sobre la enfermedad, el desempleo, la desorientación, la realidad del mundo en que vivimos, la angustia y hasta la muerte. Estos son temas que tal vez no tienen la mejor prensa, pero creo que si uno siente la legítima necesidad de abordarlos, hay que hacerlo, más allá de que guste o no. Y tal vez nos sorprenda descubrir cuánta gente sintoniza con esos temas a los que posiblemente el editor de una revista "exitosa" les bajaría el pulgar. Estos temas son las realidades que más nos conectan humanamente, que hacen que vibremos en sintonía muchas veces a un nivel más profundo que lo que se difunde en los medios masivos de comunicación. Sospecho que de ahí proviene el gran éxito de los blogs como nuevos medios de comunicación, como un nuevo género artístico plural y multimedia, un medio de comunicación al fin, que se basa en la unicidad del autor o los autores, más allá de las reglas del mercado de consumo.

*5:  Es por todo esto menester cuidar a un blog como quien cuida a una ser vivo,  elegir bien su alimento, higienizarlo, es decir, escoger las palabras, las citas, los temas, las imágenes, y lograr el patchwork que resulta del esmero artesanal. Y de parte de quien entra en el mundo de otro blogger, es imprescindible hacerlo, en la medida de lo posible, sin el filtro del prejuicio. Uno puede gustar o no, sintonizar o descubrir que no sintoniza, quedarse o huir despavorido, pero siempre intentar escuchar el mensaje respetuosamente, ya que de no ser así, como dice el genial Krishnamurti:

"Somos simples extraños que miran, y hemos perdido la capacidad creadora. Queremos, por lo tanto, entender y participar. Si no hacéis más que mirar, si sois meros espectadores, os perderéis por completo el significado de esta charla (...) seguir tanto y tan profundamente como podamos las revelaciones, las respuestas de nuestros propios sentimientos. Os ruego, pues, que averigüéis cuál es vuestra respuesta a este proceso (...); no cuáles son las palabras de otra persona, sino cómo respondéis vosotros mismos. (...)
La verdad no puede dárnosla nadie. Tenéis que descubrirla; y para descubrir es preciso que haya un estado mental en el que exista la percepción directa. (...) Saber exactamente lo que es, lo real, lo efectivo, sin  interpretarlo, sin condenarlo ni justificarlo, es sin duda, el comienzo de la sabiduría."


Krishnamurti,"La libertad primera y última", Introducción, Editorial Kairós.
5. ¿Deberás cuidar y alimentar tu blog y ser respetuoso  al visitar el de otros?

Ahora espero que ustedes contribuyan con más ideas que podríamos entre todos convertir en principios, al menos que les parezca que esto es absurdo. De ser así, les pido que tengan a bien hacérmelo saber en forma de comentarios y, como siempre...


A boca de jarro

sábado, 3 de diciembre de 2011

Procrastinación subtitulada en argentino


  Hace unos años una alumna avanzada de inglés me enseñó esta palabra que hasta entonces no formaba parte de mi repertorio lingüístico, ni en español, ni en inglés: "procrastinación". Es una palabra compleja ortográfica y fonológicamente, de connotación negativa, que la obsesionaba como buena adicta a las palabras, alguien que además tenía como uno de sus objetivos vitales incrementar su riqueza lexical a diario, y dormía con el diccionario a su lado, sobre su mesa de luz.

  Aprendí entonces que procrastinar tiene que ver con postergar algo que podría hacerse hoy por pereza, por indolencia. Según, Wiki, "la procrastinación (del latín: pro, adelante, y crastinus, referente al futuro) o posposición, es la acción o hábito de postergar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes y agradables". Hasta se ha llegado a considerar un trastorno psicológico. Connota una actitud de abandono y lasitud, y los populares refranes de nuestra lengua nos enseñan que es mejor no dejar para mañana lo que puedes hacer hoy, o al que madruga, Dios lo ayuda. En inglés hay versiones que confirman la idea: "Early to bed and early to rise, makes a man healthy, wealthy, and wise". Aunque todos sabemos que estos son solamente dichos.


 Descubrí además que la procrastinación era un hábito de su generación que a ella le repelía, un pecado que confesaba con culpa, y lo relacionaba con su tendencia a posponer la liquidación de la larga lista de asuntos pendientes en su pila de tareas diarias, siendo que su trabajo tendía a demandarle bastante, ya que gracias a su gran capacidad, trabajaba, y aún lo hace, para una empresa multinacional de primer nivel. Por ende, concluí que en verdad no debía procrastinar demasiado, aunque posiblemente su propio nivel de autoexigencia le hacía sentir que estaba siempre un tanto retrasada en cuanto a lo que ella imaginaba se esperaba de su rendimiento. Y ahí, digo, en el perfeccionismo y el alto nivel de autodemanda, me sentí identificada.


  Reflexionando en aquel momento, que hizo que la palabra se quedara para siempre grabada en mi cerebro por lo memorable del contexto y la relevancia del referente de quien la aprendí, caí en la cuenta de que yo también padecía de cierto grado de procrastinación: se me vino a la cabeza la pila del planchado en casa, que siempre tiende a aumentar conforme avanza la semana, y si bien hay momentos en que podría dedicarme a liquidarla, invariablemente busco otra cosa más urgente o placentera de que ocuparme. Y ahí queda la pila, cada día más alta, saludándome y reprochándome cada vez que paso cerca, hasta que por fin llega el domingo a la noche, funesto tiempo de la semana si los hay, y no me queda otro remedio que atenderla. Es el preciso momento en que hay uniformes que poner al día para arremeter con el lunes, y camisas de vestir del señor de la casa, que colabora con el planchado, aunque es selectivo en cuanto a qué planchar: ¡claro, las toallas son mucho más fáciles, sobre todo si mientras las planchás, escuchás el partido del domingo cebándote unos buenos mates! Y así siempre queda el grueso para quien escribe, porque además tengo la fama hecha de ser una planchadora rápida... ¡Hazte la fama, y échate a procrastinar!



 Desde entonces, he venido sistemáticamente enseñando la palabra a cuanto alumno de inglés pasa por mis manos. Y es una palabra que adoran aprender y jamás olvidan. Se me ha hecho evidente que para ellos procrastinar es un ideal de vida, un leit motiv, un estilo con estilo. Evidentemente, hay algo en el significado del vocablo con lo que se sienten plenamente identificados. En latín, cras significa "mañana". A mis jóvenes alumnos  seguramente no les preocupa ni los convoca tanto el mañana como a otras generaciones de jóvenes que parecíamos apurados y entusiasmados por hacernos adultos y salir al ruedo. 


 A nuestra juventud el futuro se le presenta incierto o pesado, posiblemente por lo que ven en nuestro presente: en la gruesa pila del planchado que los adultos nos rehusamos a enfrentar. El mañana se envisiona como algo vago o poco deseable. Ven a sus madres haciendo yoga y pilates, yendo frecuentemente a la peluquería para lograr un "pelo joven" (¿Me creerían si les dijera que descubrí que existe una revista con ese título?), desviviéndose por ir de compras al shopping para adquirir, tarjeteando, el atuendo de moda que las hace lucir diez años más jóvenes, casi igualitas a sus hijas adolescentes, aún cuando estas madres son plenamente conscientes de que la heladera está vacía por no haber hecho lo que mi abuela hacía todas las mañanas religiosamente: los mandados. "Mandados"... interesante palabra que ha caído en desuso por lo mersa, lo grasa. Pero igual, ¿quién quiere comer, si engorda? Ven a sus padres yendo al gimnasio a hacer fierros y cientos de push-ups para lograr que sus abdómenes luzcan como tabla de lavar de antaño, la de mi abuela, pagando para que sus cuerpos sean perforados por aritos y piercings en lugares visibles o insospechados, grabándose tatuajes con los nombres familiares, o el rostro del ídolo deportivo o político máximo, o algún símbolo de moda, como el Yin y el Yang, que no comprenden bien, pero luce juvenil y tiene onda, gastando fortunas en la ropa deportiva que llevan puesta, haciéndose los reflejos en la misma peluquería a la que va mamá, y endeudándose para tener la preciada 4x4 que los hace sentirse bien machos y winners... ¿Qué apuro pueden tener estos chicos por hacer lo que hay que hacer para que llegue el mañana, si lo cool está en ser teen?


 Mejor se es "forever young", pendeviejo. Mejor inventamos la quinta edad y obviamos llamar a la abuela "abuela": total la abuela es recanchera, así que mejor la llamamos por su nombre de pila, porque es una amiga recopada de shopping. La abuela nos lleva al cine a ver la última de Pixar en 3D, después comemos en McDonald´s y la invitamos a casa a jugar a la play o la Wii. Las abuelas de ahora ya no cocinan guisos ni tortas como lo hacía la mía: eso engorda, está lleno de grasa, te aumenta el colesterol, te tapa las arterias, y terminás reventando para demostrar que, al final, más vale procrastinar que llegar a viejo...

 Es más que natural, o como dirían los jóvenes, más que obvio, que en tiempos de tanta aceleración, de frenético cambio y de instantaneidad, nademos contra la corriente tan desesperadamente, nos resistamos tanto a asumir el implacable paso del tiempo, intentando disimularlo, disfrazarlo, maquillarlo, recauchutarlo, demorarlo, aplazarlo, cancelarlo, o congelarlo, como Walt Disney, que yace muerto y congelado por si alguna vez se descula cómo resucitarlo. Sacamos un millón de fotos para atrapar el fugaz instante, pero no planificamos jamás cuando nos sentaremos a mirarlas: no hay tiempo para hacer planes, hay que vivir el ahora a full, lo único que existe es el presente.  

 Procrastinamos en nuestro propio avance y crecimiento, no el biológico, ese es irrefrenable, por ahora al menos: ¡ojo al piojo, que por ahí canta Garay! Nunca se sabe lo que puede pasar en este íspa, el de la mano de dios...

                                          
 Procrastinamos en asumir nuestro natural envejecimiento, y procrastinamos en la aceptación de la realidad última, más dura y más hondamente significativa de la vida humana: la idea de que algún día no habrá mañana para procrastinar.


Felipe por Quino

Inodoro Pereyra por Fontanarrosa
 Y te dejo un video alusivo, subtitulado en argentino, que me lo pasó otra alumna, quien, como la que me enseñó este vocablo,  no procrastina más de lo justo y necesario...



A boca de jarro

jueves, 1 de diciembre de 2011

The full monty!


 Una de mis películas favoritas de todos los tiempos es "The Full Monty", dirigida por Peter Cattaneo y protagonizada, entre otros, por Robert Carlyle y Mark Addy, que se estrenó en 1997. El título es una expresión idiomática de uso común en inglés que podría transferirse en este caso en particular como "en pelotas" (Pardon my French!), o "desnudo total", a pesar de que en otros contextos significa "absolutamente todo" o "completo" (empleándose indistintamente las frases «the whole lot», «the whole hog» o «the full monty»). En la película, los personajes la utilizan para referirse al grado de su desnudez: "No one said anything to me about the full monty!" (¡A mi nadie me habló de un desnudo total!). Pero en inglés es lo que se considera "slang", (lenguaje callejero o vulgar), es decir que mi primera versión es bastante acertada en referencia al argumento de la película y a la impropiedad del registro. Además es así como se siente alguien al quedarse sin trabajo después de todo...

 Con mucho humor al mejor estilo inglés, la película cuenta cómo un grupo heterogéneo de hombres igualmente desempleados son inspirados a montar un show de strippers por el éxito arrasador de otro que llega al lugar itinerando de ciudad en ciudad y enloqueciendo a todas sus mujeres, quienes de alguna manera, menosprecian a estos hombres, que se han quedado sin trabajo. Y uno de estos hombres, Gaz, el más duramente castigado por su condición, en su desesperación por solucionar sus problemas personales, tiene la loca idea de reunir a seis desocupados y montar un show de strippers para hacer algún dinero. Después de todo, si otros pueden, ¿por qué no ellos? Aunque no se trata de todos hombres físicamente agraciados.


 Después de haber analizado la precariedad en nuestros tiempos líquidos en mi entrada de ayer, y luego de haber visto en los noticieros el lío que hay en el Reino Unido, que ha vivido este miércoles la mayor huelga en el sector público desde los años ochenta, en protesta por la reforma del sistema de pensiones del sector público, se me vino este fabuloso film a la cabeza, aunque el paradigma ha cambiado. Sin embargo, el desempleo es un flajelo que sigue azotando y espantando a medio planeta. La experiencia  desgraciada de esta condición, sobre todo en el hombre, padre y jefe de familia, y la consiguiente toma de consciencia  de nuestra precariedad e inestabilidad económica y laboral, es una de las vivencias más desestabilizadoras y traumáticas que se pueden transitar en la vida adulta, no sólo para el hombre en cuestión, sino para toda su familia. Es un impacto fuerte con efectos colaterales impensados y duraderos que sólo puede enfrentarse con mucha imaginación y creatividad, más una buena dosis de música, arte y humor, como se muestra en este film. El apoyo y el amor incondicional y manifiesto de la familia, el compartir con los seres queridos el malestar y el desasosiego, la impotencia y la injusticia, y el unirse a un proyecto con otros, por más descabellado que parezca, no bajando los brazos y enfrentando la coyuntura sin hundirse en la desesperanza, son la única forma de pelearle a la amargura de quedarse fuera de juego. Y lo que se rescata de ella, es el aprendizaje y la resiliencia que nos brinda si la sabemos aprovechar para nuestro crecimiento peronal, para valorar lo que somos y valemos, la fuerza de seguir adelante apostando por nosotros mismos aunque parezca que nos han pateado el tablero.


 La película también nos confronta con la necesidad de afecto de un hombre que siente que ha quedado fuera del mapa, y cómo esa sensación corroe su autoestima y hasta su valía y su sentido de hombría. Además, se plantea cómo el género les juega en contra a los hombres en avatares como este: el personaje principal, Gaz, se ve en problemas en su rol paterno y en su vínculo con su hijo incluso ante la ley, por ser insolvente por causa de los vaivenes de la economía.


 Una película que merece ser vista, aunque ahora hay problemas con Cuevana... Desde aquí, hago votos para que algún alumno aplicado consiga bajar la peli de internet con subtítulos en inglés para su profe. Comparto con ustedes lo que para mí y para muchos es la mejor escena de la vista, declarada segunda mejor película británica en 2007.



 http://youtu.be/rN0y8f2rftc

A boca de jarro

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Flotando en tiempos líquidos

Zygmunt Bauman
  
 Estoy sumergida en un libro verdaderamente poco asequible para el lego: Modernidad Líquida, de Zygmunt Bauman. Es un libro escrito por un lúcido sociólogo de 86 años, nacido en una humilde familia judía en Polonia, con la que escapó de Hitler en el último tren a la Rusia de Stalin, para pasar a luchar por los rojos en la Segunda Guerra Mundial. Al finalizar la guerra, Bauman siguió vinculado al comunismo trabajando como espía. Desencantado por lo que descubrió de la práctica comunista, regresó a su Polonia natal, a trabajar como profesor de filosofía y sociología en la Universidad de Varsovia, pero sus diferencias ideológicas le costaron su puesto: fue purgado bajo la política antisemita desarrollada por el gobierno comunista después de los levantamientos contra el régimen que florecieron en la primavera de 1968 en media Europa. Más tarde, probaría suerte en Israel, Estados Unidos y Canadá, para finalmente fijar residencia en Inglaterra, donde aún vive y escribe. 



 Este hombre comenzó su vida de pensamiento y análisis de la realidad que le tocó protagonizar cuando yo llegué a este mundo, y es el autor del concepto de "modernidad líquida", modernidad en la que vivo y siento que floto, cual náufrago solitario. La liquidez es un término que ha incorporado para referirse a nuestra era, una era que por su condición de licuefacción de todos los principios corpóreos sobre los cuales la humanidad se apoyaba antes, fluye, se derrama, se desborda, salpica, se vierte, se filtra, gotea, inunda, rocía, chorrea, mana, exuda y se hace irrefrenable en su fluido y liviano avance hacia inciertos horizontes. Se contrapone a la idea de los tiempos modernos que él vio solidificarse en su juventud, donde parecía todo más concreto aunque para nada rosa, todo basado en la idea de norma, sistema, sociedad, Estado Benefactor, una modernidad "pesada/sólida/condensada/sistémica de la era de la teoría crítica (...) endémicamente preñada de una tendencia al totalitarismo". No en vano, Bauman apela repetidamente a las distopías visionarias de George Orwell en 1984 y de Aldous Huxley, en Un mundo feliz, como los referentes mas exhaustivos y canónicos, los inventarios más completos, aunque de naturaleza diferente, pero similares en sus pronósticos, de todos los miedos y los problemas contemporáneos que él vivió en carne propia.

     

 Bauman responsabiliza, en tiempos de "desresponsabilización", a la desregulación, la flexibilización, la liberación y la privatización de todo lo público, la "fatídica retirada" del ideal de sociedad justa, por la falta de equidad, estabilidad, previsibilidad y certezas de nuestros tiempos líquidos. Y cuando lo público cesa de existir como entidad sólida y "se encuentra colonizado por lo privado", se licua el peso de pautas tales como ciudadano, comunidad, matrimonio, familia, Estado-nación, etc. Así, la responsabilidad última de todo intento de individuación, de ser, cae fatalmente sobre los hombros del individuo, sobre "nuestra propia e irremediable soledad". Dice Bauman que "... la individualización es un destino, no una elección", y así se siente, aunque se pretende que se sienta y se piense de otro modo. Y agrega: "No existen perspectivas de "rearraigo" al final del camino tomado por individuos ya crónicamente desarraigados." El individualismo nos ha hecho parias. De su mano, se nos ha vendido la ilusión consumista de "la autocontención y la autodependencia":

"... que los hombres y mujeres no tengan a quien culpar de sus frustraciones y preocupaciones no implica, hoy más que ayer, que puedan defenderse de sus frustraciones utilizando sus electrodomésticos o que puedan escapar de sus problemas (...) Y además, si se enferman, se presupone que es porque no han sido lo suficientemente constantes y voluntariosos en su programa de salud; si no consiguen trabajo, es porque no han sabido aprender las técnicas para pasar las entrevistas con éxito, o porque les ha faltado resolución o porque son, lisa y llanamente, vagos; si se sienten inseguros respecto del horizonte de sus carreras y los atormenta su futuro, es porque no saben ganarse amigos e influencias y han fracasado en el arte de seducir e impresionar a los otros. Esto es, en todo caso, lo que se les dice en estos días y lo que han llegado a creer, de forma tal que se comportan como si de hecho fuera así. Como señala acertada y agudamente Beck, "el modo en el que uno vive se vuelve una solución biográfica a contradicciones sistémicas". Los riesgos y las contradicciones siguen siendo producidos socialmente; sólo se está cargando al individuo con la responsabilidad y la necesidad de enfrentarlos."




  

 Así es como nos volvemos consumidores compulsivos de toda ilusión de aquello que necesitamos para "ser", porque hoy "ser es tener", y tener no tiene límite. Y a medida que adquirimos más y más bienes materiales, se agudiza nuestra desdicha y nos hacemos más compulsivos y más vulnerables, ya que al adquirir algo nuevo que se impone como necesario, nos damos cuenta de que siempre hace falta algo más para "ser": comprar se convierte en "una droga indispensable", es el soma de los tiempos de líquidos. Compramos ávidos de finalmente adquirir una receta de vida que nos garantice la autorrealización, sólo para descubrir que siempre hay algo más, algo nuevo y mejor que comprar para ser más, una receta mejorada. Nos convencemos de que somos personalmente incompetentes, ya que la idea de  felicidad  que se nos vende no depende de la competencia personal. Y además, los gurúes de moda nos hacen creer esto a través de aforismos elocuentes pero peligrosamente engañosos y fatalmente banales. Siempre se nos hace creer que necesitamos esforzarnos más, que la falla está en nosotros, por no haber comprado la capacitación adecuada para ser quienes soñábamos ser y así ganarnos la vida, para seducir a los empleadores que nos ofrecerían ese trabajo al que aspirábamos, por no haber logrado alcanzar la imagen que se impone y que triunfa, y que se construye a fuerza de voluntad personal y acatamiento a un cierto programa de ejercicio físico, a una determinada dieta, o a una visión de lo que es estéticamente bello o espiritualmente deseable. Si tu realidad no está bien y no te tiene satisfecho, es porque no la estás mirando bien. La falla está en vos: necesitarás de ayuda adquirible para solucionarlo.




 Bauman no ofrece recetas de autoayuda ni hace futurología: simplemente se dedica a analizar lo que es, a rasgar el telón de la realidad para mostrarnos con crudeza y realismo el relieve poroso de nuestros tiempos líquidos. El domingo pasado se publicó una entrevista a Bauman hecha vía mail en la revista dominical del diario Clarín, Viva. Allí se le pregunta acerca del futuro de todos los movimientos de protesta, que, según su visión, expresan la indignación ante la negación de nuestra dignidad y autoestima así como la omnipresencia de nuestra ignorancia e impotencia. Dice también que hasta ahora son muestras de nuestro hartazgo ante la capacidad destructiva de nuestros tiempos, ante la concentración de la riqueza que debilita y que se ha confiado en un inexistente efecto derrame. Nos hace ver claramente que se ha socavado la solidaridad social y la responsabilidad común, pero asegura que todavía la tarea de hacer resucitar algo sólido que nos ampare a modo de salvavidas, si es que hay algo resucitable, o de encontrar una salida, depende de la tarea de construir el paradigma que viene a continuación, de la mano de líderes que todavía no están a la vista.




 Somos seres precarios, desorientados, frágiles, aislados pero sosegados por una efímera conectividad mayormente virtual, aún compartiendo la misma incertidumbre y el mismo desamparo. Se nos niega hasta la certeza del destino común. Se nos induce a temernos o a envidiarnos unos a otros.

"El proletariado se está convirtiendo, y rápido, en precariado, seguido de una porción en rápida expansión de la clase media."

 Allí pertenezco, precarizada. Ese hondo sentido de desorientación me llevó a escribir mis primeras tímidas líneas en este blog. Y sigo leyendo y escribiendo mientras siento que floto a tientas en la misma marea. Agradezco el anclaje que permiten pensadores como Bauman en medio de la imprevisibilidad que impera en mi vida de cada día así como en la de tantos.


  Hoy un dibujo especial se extiende por todo el ancho de la página inicial de Google en homenaje al gran escritor estadounidense Mark Twain por el día en que se celebra el 176º aniversario de su nacimiento. A propósito de la famosa cita de Twain, "The reports of my death have been greatly exaggerated" ("Las noticias de mi muerte son una burda exageración"), Bauman acota:

"... las noticias de la muerte de la modernidad, e incluso los rumores de su canto de cisne, son una burda exageración: la profusión de los obituarios no los hace menos prematuros."

 Señoras y señores:  hay modernidad líquida para rato...

A boca de jarro

domingo, 27 de noviembre de 2011

Dos recuerdos por un premio


  Mi querida Gi, de Al borde de los treinta, http://albordedelostreinta.blogspot.com/ (¿Hasta cuándo esta chica va a seguir al borde de una edad tan plena que yo ya dejé atrás hace tanto? ¡No hay derecho!), me pasa un premio que va pasando de blog en blog. Agradezco mucho, y tengo una prenda, porque todo premio viene por escribir, y escribir es un premio.

  Se me pide que escriba acerca de dos recuerdos. Aquí van:

*Jamás olvidaré el momento en que, luego de viajar un día y medio en nuestro auto, con 16 horas de manejo y el resto de pernocte en una Neuquén sofocante, llegamos a Bariloche, Río Negro, Patagonia Argentina, habiendo sobrevivido al millón de veces que mis hijos de entonces once y seis años preguntaron "¿Cuándo llegamos?". Fue mágico. Habíamos cruzado la estepa desértica con un calor abrasador, y al llegar a Bariloche, percibimos el frío que nos recibió a pesar de ser pleno enero al tocar las ventanillas. Lloviznaba, y el agua parecía helada, se nos hacía agua nieve. Entramos en la ciudad, y al manejar el tramo que nos conducía a nuestro alojamiento a la vera del lago Nahuel Huapi, dejó de llover, se asomaron el sol y de su mano el arco iris por entre las majestuosas montañas, y los cuatro gritamos, locos de alegría, ante el espectáculo que la naturaleza había montado para recibirnos. Esta foto quedó como mi intento de capturar aquel mágico momento de un paisaje incomparable habitado por parte de nuestra familia, un esplendoroso lugar que ha sido castigado tan duramente por las cenizas y piedras volcánicas del Puyehue en el curso de este año.


  Lo cuento también porque esta foto me ha sido solicitada por el blog Foto Magic Gallery, http://fotomagicgallery.blogspot.com/, y la doy con gusto. Increíble que aquel bello instante tomado con mi camarita me traiga esta satisfacción, y me recuerde que a pesar de todos los vaivenes de la vida, las vacaciones perfectas son posibles si estamos los cuatro juntos como familia y con el corazón abierto para recibir lo que la naturaleza nos quiera regalar.

* El otro recuerdo se remonta a mi infancia. Para este no hay foto, más que la de mi abuela. Hay olores, sensaciones, emociones, perfumes de una cocina con las hornallas siempre encendidas, con las ollas burbujeantes y rebalsantes. Es mi abuela. Este año he tenido muy presente  el recuerdo de mis abuelos. Sus vidas y sus historias han vuelto a mi memoria una y otra vez, historias como las de tantos, con pérdidas y hallazgos, historias de manos que trabajaron siempre, que siempre pusieron el pan en la mesa gracias a ese trabajo, que supieron partirlo y compartirlo, que supieron dar caricias para aprender a gozarlo y a alimentarse de él. Yo llegaba del colegio de la mano de mi mamá, que todos los días iba a buscarme a la puerta. Hace unos años comprendí lo que eso significa, y logré valorarlo y honrarlo haciéndolo con mis hijos día a día. Al llegar a la esquina de mi casa, soltaba la mano más amada y empezaba a correr hasta llegar a la casa en la que vivíamos con mis abuelos maternos. Gritaba: "¡Abueeeelaaaaa!", y se me abría la puerta, y me recibía el calor y la tersura de un delantal de cocina, el aroma de una cocina siempre abierta y dispuesta a nutrir, como la mía hoy, aunque nunca tan rica. No hay ni habrá jamás nada como la cocina de mi abuela, cocina española, importada de Asturias, nada refinado, nada gourmet, pero todo el sabor y el amor de la olla que rebalsa. Y el detalle del pancito mojado en salsa para Fernandita, que viene con hambre del colegio...



  Son historias que hacen historia, que nos habitan y nos hacen ser quienes somos, que dejan huella, historias de madres, de manos que dan y toman, simples, nutricias. Como las manos que escriben hoy sobre el teclado de una compu para intentar capturar momentos o pensamientos de una vida más, como la de todos.

¡Gracias, Gi!

*Abro el juego:

 Se lo paso a Lila de http://delosuspiros.blogspot.com/ 
a ver qué recuerdos con suspiros y huellas nos reciclan.


A boca de jarro

viernes, 25 de noviembre de 2011

La locura de los genios

   
 En un mundo en el que se piensa poco, y en el que los pocos que piensan lo hacen mayormente de modo convergente, los artistas y los pensadores divergentes son generalmente etiquetados de raros, ecxéntricos, disfuncionales, anormales o, lisa y llanamente, de locos. 

¿Serán locamente geniales o genialmente locos?


  Varias veces me he encontrado con escritos de psiquiatras eminentes que se dedican a diagnosticar la locura de los grandes genios incomprendidos de todos los tiempos. Me encontré este año, allá por agosto, con una breve nota en La Nación acerca de le depresión que padecieron líderes tales como Gandhi, Lincoln y Martin Luther King, quienes, de acuerdo al psiquiatra Nassir Ghaemi de la Universidad de Tufts, han llegado a intentar quitarse la vida. Ghaemi publicó un libro este año, en el cual incluye sus pruebas acerca de lo que él denomina "la enfermedad del poder". El libro se llama A first-rate madness (Una locura de primer nivel: Descubriendo los vínculos entre el liderazgo y la enfermedad, Penguin Books, 2011). Es un libro que me voy a permitir no leer. Como ya reflexioné en una entrada oportuna, me quedo con los líderes depresivos que son capaces de tener un sueño, de mover y conmover al mundo con sus ideales y palabras, y prefiero nutrirme de la grandeza de sus locuras antes de sumergirme en las miserias y los tormentos de sus diagnósticos de patología mental. Elijo seguir soñando al son de sus descabellados sueños, y hago votos para que el futuro nos provea de gente con una visión tan clara, tan cuerda, de lo que debería ser la realidad.


  Es muy posible que la psiquiatría no yerre el diagnóstico, pero no puedo dejar de reflexionar críticamente sobre un par de cuestiones. Ante todo, me pregunto hasta qué punto es relevante y pertinente hacer un diagnóstico post-mortem. El fenómeno post-mortem es uno de los más injustos y lucrativos de nuestros tiempos. Injusto, porque la persona que está siendo analizada extemporáneamente y sacada de contexto (al mejor estilo del historicismo que también se ha impuesto en otras cuestiones), puesta bajo la lupa del microscopio de la ciencia de la salud mental, no ha dado siquiera su consentimiento para tal cosa, y el diagnóstico a estas alturas sirve de poco: de hecho, a quien de nada le sirve es al paciente en cuestión. Lo que interesa y verdaderamente nutre es la grandeza del grande, no su locura o disfuncionalidad en vida. Y lucrativo, porque bien sabemos cuánto más venden los genios y las celebridades después de pasar a mejor vida, gente que tal vez en su paso por este mundo vivió y murió en la pobreza, el aislamiento o el destierro, y no fue merecidamente recompensada por su grandeza. Los ejemplos abundan local e internacionalmente.

Vincent Van Gogh, "El suicidado por la sociedad"
 Además, este tipo de literatura se me pinta amarillista, me huele a intento de colgarse de la fama y la grandeza ajenas, así como también de las miserias que todos tenemos, para saborear nuestro minuto de gloria. Es mucho más sencillo hacerse grande a costa de un grande que por grandeza propia: ¿se entiende o suena muy loco? Soy partidaria de dejar a los muertos en paz, de nutrirnos de lo que nos han legado, que queda con nosotros para hacerlos eternamente grandiosos. Las biografías, los documentos y testimonios que se recopilan una vez que un genio se ha ido de este mundo para no volver nos proporcionan una mirada parcial e incompleta del transcurso de sus vidas. Vidas como las de cualquier mortal: ¿Tomaba té o café?. ¿Se duchaba o tomaba baños de inmersión?. ¿Tenía una esposa y un amante o un perro y ningún amigo? Yo pregunto: ¿qué diablos importa? ¿No se parece esto acaso a los programas de chismes de nuestra televisión, que se dedican a husmear en las vidas privadas de la farándula, sin que la información chatarra que se nos proporciona de ellos aporte un ápice a sus talentos o a su absoluta carencia de ellos? Por lo tanto, me rehúso a consumir este tipo de literatura tanto como a ver esos programas. Y hasta diría que soy bien escéptica en cuanto a su validez y su aporte a nuestra cultura, cordura y bienestar.

Libro que se promociona en LNR del 20 de noviembre

  El domingo pasado se publicó una nota en la revista dominical del periódico La Nación, LNR, titulada "Genialidad y locura", escrita por Federico Abuaf (pág. 30-32). En ella se da cuenta de la enfermedad mental que padecieron genios incomprendidos por sus contemporáneos y etiquetados de locos por nosotros, tales como Vincent Van Gogh, "el suicidado por la sociedad" según se lo describe en el informe, Robert Schumann, Albert Einstein, Samuel Beckett, James Joyce, Kafka, el escritor de ciencia ficción Philip K. Dick, exponentes del Art Brut tales como Alöise Corbaz y Adolf Wölfli, etc. Todos ellos han sido analizados por psiquiatras de envergadura sin haber pasado jamás por sus divanes, para ser diagnosticados locos. Los psiquiatras aseguran que el arte era "su quitapenas", según el decir de Sigmund Freud, es decir, una forma de sublimación de sus propios infiernos: una forma de escape, aunque no la puerta de salida.

Philip K. Dick

Kafka

Marilyn leyendo el Ulises de James Joyce


Alöise Corbaz
Adolf Wölfli

  Las etiquetas que se barajan van desde "dispersión", "irracionalidad y comportamiento errático", pasando por "hipomanías recurrentes", "depresión grave", hasta "esquizofrenia y psicosis". Y yo me sigo haciendo preguntas,  ya que en eso reside mi  propia locura, y lo digo antes de que alguien me etiquete, ya que según los expertos "Existe una relación fuerte entre escritura y psicosis"... Yo me pregunto a cuántos de nosotros nos sirve de algo saber todo esto en lugar de asomarnos a las obras de estos genios, desviados y atormentados por sus visiones extra-ordinarias y sus voces internas divergentes, para sencillamente disfrutarlas, porque en eso estos tipos estaban bien cuerdos: el arte es un modo muy saludable de disfrutar de los infiernos de la vida. ¿Cuántos de nosotros podemos llegar a comprender cabalmente lo que los psiquiatras nos dicen cuando estampan un rótulo sobre alguna destacada personalidad del mundo del arte, mundo que de por sí no responde a las normas que consideramos "funcionales" el resto de los mortales, quienes, muy a nuestro pesar, no pasaremos a la historia como ellos, ni siquiera escribiendo libros para registrar el número de escritores, pintores, poetas y músicos que pueden considerarse locos?


  
  Insisto, como los locos, y pido disculpas si a alguien perturbo con mi insistencia: me rehúso a leer libros que se encargan de indagar en las miserias de nuestros genios, que diseccionan sus cerebros, los miden y los pesan, que revuelven sus cajones buscando pruebas de anormalidad. Me quedo con la genialidad de los genios, con el disfrute que nos han regalado sin pedir mucho a cambio, y ni siquiera respetamos el derecho que todo difunto tiene de descansar en paz y de ser recordado y celebrado por su legado. Por estos días, se cumplieron veinte años de la muerte de otro loco lindo, brillante, la mejor voz que el rock nos regaló en mi humilde parecer: Freddie Mercury. Me quedo con su "Rapsodia Bohemia", desciendo con él a los infiernos orquestados en la esencia de esa composición demencialmente magistral, y me dedico a disfrutar de la grandeza de los grandes. Mientras tanto, ciertos círculos psiquiátricos seguirán proliferando a fuerza de clasificar lo inclasificable, de racionalizar lo irracional, de estigmatizar la genialidad por un minuto de gloria loca.

I'm going sligthly mad...
                      
  Me quedo con la genialidad del psiquiatra y pensador francés Michel Foucault, que alguna vez supo decir acerca de la normalidad y la anormalidad que tanto nos preocupan:

"La anormalidad es una construcción discursiva que está atravesada por los condicionamientos políticos de una época que determina quién es normal, por ende, quién es anormal, - "biopolítica" - y que tiene un poder sobre nuestras vidas - "biopoder" - que ejerce dictaminando qué es lo que se debe hacer con el diferente".  

                                               
    
 Etiquetamos, y así, el diferente y el extra-ordinario es un extraño que se convierte en "anormal", y al etiquetarlo, todo el resto de los individuos que suponemos conformar "la norma" nos quedamos tranquilos, nos sentimos seguros dentro de lo que rotulan como nuestra propia "normalidad". Y los rótulos nos tranquilizan a todos, ¿verdad? 




Bohemian Rhapsody (subtitulado) Queen 

"Nothing really matters to me

Any way the wind blows..."

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