viernes, 7 de octubre de 2011

De sabios, viejos, desierto y mar


   Este año es un año duro. Hubo despido, con el consiguiente duelo para quien lo vivencia y quienes lo rodeamos; hubo enfermedad con internaciones relativamente prolongadas de los dos abuelos, y el tema no ha terminado de resolverse aún; hay cansancio por el estrés que todas estas experiencias generan, y seguimos sin subsanar el tema de la subocupación en casa, mientras notamos con preocupación que los precios aumentan semana a semana y que al salir de compras, cien pesos se esfuman en unos pocos productos más o menos necesarios. Soy absolutamente consciente de que estas situaciones resultan cotidianas para muchísimas personas, y también sé perfectamente que lo que nos sucede no es nada comparado con la realidad de millones. Pero uno sufre sus propias experiencias: la experiencia es intransferible. De todos modos, creo que este año me sirve leer y escribir sobre personas cuyos problemas han resultado ser fuente de resiliencia, optimismo, ganas de seguir apostando por el trabajo, por el aprendizaje constante, por sus sueños, siempre confiados en el curso de la historia, tanto la personal como la del mundo, y de abordar la realidad que les toca vivir de manera creativa. Una de estas personas es Eduard Punset, un estudioso catalán que ha irrumpido en la cultura popular a través del buen uso de los medios. Ha sido galardonado con el premio Telva a las Artes y Ciencias.




En una entrevista que hace poco le han hecho, el periodista de la revista Telva abre el artículo diciendo:

"Uno conversa con Eduard Punset y tiene cierta sensación de desorientación, de que quizá no ha planteado las preguntas adecuadas. Donde uno inquiere por la economía, él habla de emociones; donde se menciona la palabra crisis, afirma que no hay razones para el pesimismo, sino todo lo contrario; donde se habla de política, él responde sobre educación. Pero, no, no está en absoluto alejado de lo cotidiano. Al contrario. De lo que está lejos es de los lugares comunes del debate público."

  Admiro y me identifico con las personas que eligen estar alejadas de los lugares comunes si sienten que ésto los empobrece. A mí también me pasa que me parecen más importantes las emociones que los números de la economía, aunque éstos pesen en mi cabeza y repercutan sobre mis emociones, ¿para qué negarlo? Y me pasa que ante la política, me disparo con la educación, porque ¿qué mejor política que la que empieza por educar al soberano? Sin embargo, debo admitir que no me resulta sencillo ser tan optimista como Punset: tal vez debería leer y aprender más, como él hace.

  Al ser interrogado acerca de qué le aconsejaría a quien queda sin trabajo, Punset responde:
—Sé lo que no se le puede decir. Para empezar, que la manada está dividida entre derechas e izquierdas y que no puede contar más que con la mitad: eso ya es una aberración. O que los fármacos son la única salida para combatir la soledad o la tristeza.

  Pautas claras, sencillas y pacíficas para encarar al mundo y la vida propia de manera exitosa, de acuerdo a lo que muchos entendemos como "éxito", que poco tiene que ver con la idea del éxito material o puramente sensual que se trata de imponernos. El "diccionario Punset" de las emociones contiene las siguientes definiciones:

La inmortalidad: “Siempre he pensado que lo que te hace vivir las cosas intensamente es su caducidad, es que se van a disgregar”.


La soledad: “No forma parte de la depresión, tiene vida propia y hay 
que gestionarla específicamente”.


La tristeza: “Estar un poco triste es bueno, porque te ayuda a estar alerta, a protegerte”.

La ansiedad: “A los niños nadie se les enseña a distinguir entre ansiedad y miedo. La ansiedad te pone en estado de alerta delante de un examen, un viaje, un entierro. El miedo paraliza”.


   Y ante la pregunta acerca de si es una persona feliz, Punset responde "a boca de jarro":

Es muy difícil que pueda serlo más. No tiene sentido que una persona esté cuarenta años jubilada y a los treinta no tenga tiempo ni para respirar.

   Cuánta verdad se nos revela ante situaciones conflictivas como un despido, una enfermedad, como la ha transitado Punset, un duelo producido por algún cambio profundo del que tal vez no haya otro camino más que re-crear la propia existencia para seguir adelante... Punset mismo confiesa que si bien su vida trascurre de libro en libro a horas sentado frente a su ordenador en un ambiente que mira el mar en la playa de Pineda, Barcelona, desde donde escribe y aprende todos los días arrancando su día a las 6 de la mañana, su mayor aprendizaje proviene de la gente:

— (…) quien más me enseñó (…) fue la manada. Ese gregarismo y esa solidaridad son impresionantes.

—¿Sirve para algo el sufrimiento?

Lo que de verdad enseña es el contacto con los demás.




El título de este artículo, que pueden descargar y leer en su totalidad aquí, reza: "El sabio y el mar", y es inevitable evocar la bella y breve novela de Ernest Hemingway "The Old Man and the Sea" o "El viejo y el mar" con la que ganó el Premio Pulitzer, y recibió el Nobel de Literatura en 1953. Hemingway no esquiva la palabra "viejo", aunque temía la vejez y amaba su potencia física tanto como su juventud. Sin embargo, creó un personaje viejo y sabio por viejo, que si bien flaquea por sus debilidades, enfrenta en su última gran batalla en el mar, símbolo tan majestuoso como imponente y temible de la existencia humana, a un soberbio y enorme pez marlín, al que finalmente arrastra hasta la orilla, vencido ya por los abatares de la prolongada lucha contra los tiburones hambrientos, tan vencido como el mismo viejo, para el asombro de todos los sencillos habitantes de la isla cubana donde se desarrolla la inigualable historia. Una isla de pescadores donde el viejo vivía en absoluta soledad, acompañado tan sólo por recuerdos de un pasado ya ido y por un niño, Manolín, que comparte su pobreza pero "alimenta" y cuida del viejo desde la amorosidad y empatía de su niñez. Es entonces cuando el viejo demuestra que la mayor fortaleza está en el arte de conocerse a uno mismo, de conocer los propios límites de nuestra frágil humanidad, en la paciencia, "un árbol de raíces amargas pero de frutos muy dulces".




"Era un viejo que pescaba solo en un bote en la corriente del Golfo, y hacía ochenta y cuatro días que no cogía un pez. En los primeros cuarenta días había tenido consigo a un muchacho. Pero después de cuarenta días sin haber pescado los padres del muchacho le habían dicho que el viejo estaba definitiva y rematadamente salado, lo cual era la peor forma de la mala suerte, y por orden de sus padres el muchacho había salido en otro bote que sacó tres buenos peces la primera semana.

Entristecía al muchacho ver al viejo regresar todos los días con su bote vacío, y siempre bajaba a ayudarle a cargar los rollos de sedal o el bichero y el arpón y la vela arrollada al mástil. La vela estaba remendada con sacos de harina y, arrollada, parecía una bandera en permanente derrota.

El viejo era flaco y desgarbado, con arrugas profundas en la parte posterior del cuello. Las pardas manchas del benigno cáncer de piel que el sol produce con sus reflejos en el mar tropical estaban en sus mejillas. Esas pecas corrían por los lados de su cara hasta bastante abajo y sus manos tenían las hondas cicatrices que causa la manipulación de las cuerdas cuando sujetan los grandes peces.

Pero ninguna de estas cicatrices era reciente. Eran tan viejas como las erosiones de un árido desierto.

Todo en él era viejo, salvo sus ojos; y estos tenían el color mismo del mar, y eran alegres e invictos
..."


  Fragmento de "El viejo y el mar" de Ernest Hemingway.



  Todos pasamos nuestros cuarenta días en el desierto Bíblico de tanto en tanto, como el viejo de la obra de Hemingway. Los críticos se han empeñado en debatir si se trata de un cuento o una novela, como si eso importara. Creo que el genial Hemingway nos ha querido legar la lección de que no importa cuán larga sea la extensión de nuestra obra: lo que importa es el habernos confrontado con las grandes erosiones de nuestros propios desiertos vitales, esas que dejan una cicatriz indeleble, que arrugan la piel, pero que en el caso de algunos, los sabios, no acaban con el fulgurante brillo de la mirada que mira al mundo y se mira a uno mismo. Son las erosiones que sufre todo ser que transita la vida en el capa de abajo del mero subsistir, las profundidades del ser, como Punset, un pensador vivo y valioso, como Hemingway, una amante sediento de la vida, la aventura y el idealismo, como Steve Jobs, que se fue hace unos días de esta vida, pero que también nos dejó algunas perlas aparte de las fabulosas creaciones que nos conectan y nos permiten aprender y desde allí arremeter con nuestro destino:


“Tienen que encontrar eso que aman. (…) Recordar que van a morir es la mejor manera que conozco para evitar la trampa de pensar que tienen algo que perder. Ya están desnudos. No hay ninguna razón para no seguir a su corazón.
(…) la Muerte es muy probable que sea la mejor invención de la Vida. Es el agente de cambio de la Vida. Elimina lo viejo para dejar paso a lo nuevo. (…)
Permanezcan hambrientos. Permanezcan descabellados. ”



   La única brújula que nos ha orientado como familia toda este año fue el seguir aprendiendo en el mar de la vida, tomados de la mano entre nosotros y nutriéndonos de los sabios de los libros y los del mundo real, que no abundan, pero que los hay, los hay. A todos ellos, gracias por SER Y ESTAR.





A boca de jarro.

miércoles, 5 de octubre de 2011

El valor del presente.


    Me encantan los juegos de palabras: es un recurso literario muy usado en la literatura anglosajona que estudié, y aprendí a descubrirlos sin la ayudita de una profesora de literatura que me guíe, como las buenas profesoras que supe tener en mi paso por la escuela y el profesorado. Un buen profesor es quien te enseña algo que incorporás para el resto de tu vida, y podés manejarte con eso que te enseñó de manera independiente, autónoma. En el caso de la literatura, ya podés prescindir de un crítico literario que te haga ver la riqueza de un texto: salta a la vista, porque te enseñaron a leer más allá de lo que está escrito. Me siento agradecida y afortunada, una privilegiada,  por haber tenido tan buenas profesoras de literatura. Ellas me enseñaron a aprender a elegir qué leer, gracias a lo cual, entro en una librería sólo por curiosear, y sé exactamente qué libro me interesa leer.  Amo los libros: su olor, su textura, su unicidad, la invitación que me hacen a zambullirme de cabeza en un océano siempre nuevo, siempre fresco. Amo leer. Amo aprender. Me falta tiempo nada más: ese maldito tirano que me despierta todos los días dos horas antes de lo que mi biología querría despertarse, y me empuja el resto de las horas del día de una tarea que no me convoca a otra, hasta que se da la bendición de que llega la hora de enseñar, de aprender, que más o menos son la misma cosa: eso sí lo disfruto. Creo, ahora que lo pienso, que el buen profesor es quien, ante todo, ama aprender, y quien sabe que ésto de aprender es una historia sin fin que nos mantiene vivos, siempre sedientos, siempre anhelando tener más tiempo para poder aprender más... Pero la vida es ya, es ahora, es un presente... ahí está: ¡un juego de palabras!

   Para los que disfrutamos de las  palabras y el arte de enlazarlas graciosamente para producir una resonancia, para quienes disfrutamos de los juegos de palabras, como los niños, para quienes, aunque parezca siempre escaso, intentamos cada día aprender a vivir disfrutando del ahora, de la vida que es "presente"... estas palabras escritas y cantadas.                    

 El presente de tu vida.

"Presente es una palabra rica en los dos sentidos en los que te invito a pensar en ella: significa "regalo" y también "ahora". Esto también se refiere a nuestra vida: es un regalo y está ocurriendo ahora.
Mientras lees estas palabras, estás viviendo tu vida y esta vida no es algo que va a ocurrir una vez que uno haya ensayado las palabras correctas, o haya ahorrado el dinero suficiente, o haya encontrado al hombre adecuado o a la mujer adecuada o el trabajo perfecto, o haya dado a luz a un hijo.
Tu vida está ocurriendo en cada momento: uno no puede escaparse o posponerla.
Lo que tú estás haciendo ahora es usar una porción de tu vida."
                         Sonya Friedman.



"Una canción dice: "La vida se hace siempre de momentos, de cosas que no sueles valorar y luego cuando piensas, cuando al fin te diste cuenta, el tiempo no te deja regresar."

"Vive ahora, disfruta este presente... La vida es hoy."

 Decía John Lennon:

   "La vida es eso que pasa mientras pensamos en otra cosa."

Tomado de "A quien corresponda", Editorial Santa María, 2010.


          "De vez en cuando la vida" - Joan Manuel Serrat

A boca de jarro.

martes, 4 de octubre de 2011

La indignación: ¿un virus contagioso?

  

  La indignación ha tomado las calles de las principales urbes norteamericanas. Los indignados de Wall Street protestan contra "la codicia y la corrupción" del sistema financiero mundial y redoblan presión sobre la Bolsa neoyorquina acampando a los alrededores, en lo que parece ser sólo el comienzo de una protesta que se esparce por ciudades importantes como Washington, Boston, Chicago, Los Angeles, San Francisco,  así como también focos menos notorios pero enormes y populosos como Seattle, Carolina del Norte y Minneápolis. 
                                                       
  El germen madre son los M15, los indignados españoles que han inspirado a jóvenes, adultos y ancianos por igual en diversos lugares del planeta. En Estados Unidos llama la atención la cantidad de juventud en pie de protesta, poniéndole el cuerpo a ésto que parece un despertar del sueño americano que termino por convertirse en pesadilla desde la caída financiera del 2009.


                              
  Este año le he dedicado atención y varias entradas a este movimiento. Como dije en otras oportunidades, no soy analista política ni entendida en política internacional. Pero en ésto veo un movimiento netamente humano, un hartazgo con la indignación ante el abuso y lo espurio que comparto y celebro. Es un decir "BASTA" de manera civilizada y contundente. Y lo celebro. Y lo observo y lo sigo con interés, porque me gustaría ver a esta la indignación convertirse en el motor de un cambio hacia un mundo más equitativo que creo que nos merecemos como humanidad, más allá de todos los errores que hemos cometido. Además, me llama poderosamente la atención que la protesta se encienda en lugares dispares y remotos, de etnias e historias tan distintas, todos marchando y acampando al son del mismo sentimiento de indignación. 

                                              ¿Será acaso un virus contagioso?

 Y cada vez que me informo sobre este creciente fenómeno, se me viene el genial Quino a mi corazón "mafaldesco", hoy más vigente que nunca:

"NADA"  por Norma Morandini, periodista, escritora, senadora por la Provincia de Córdoba.

“La primera noche, ellos se acercan y toman una flor de nuestro jardín.
No decimos nada. La segunda noche ya no se esconden, pisan las flores,
matan a nuestro perro y no decimos nada. Hasta que un día, el más frágil de ellos,
entra solo a nuestra casa, nos roba la luna, y conociendo nuestro miedo,

nos arranca la voz de la garganta. Y porque no dijimos nada,
ya no podemos decir nada”.


*Y de yapa, por alegórico,  comparto algo que me pasó mi hijo mayor para compartir en el blog:

Este video que estás a punto de ver está hecho sólo de voces humanas, y de nada más. Ningún efecto de sonido ni ningún instrumento.
                                                            Puras Voces; "PURE VOCA"
                                                            http://youtu.be/XTyrDhM8V24

A boca de jarro.

lunes, 3 de octubre de 2011

Crianza: "¿gratificar o frustar?"


  En el diario La Nación de ayer domingo, sale una nota en portada que dice:

"No a "su majestad", el bebé"
"Expertos en psicología infantil sostienen que los chicos necesitan límites. Salud/pág 28."

  Y en la página 28 , me encuentro con lo siguiente (incluyo citas de la versión digital del artículo de lanacion.com)

Congreso Latinoamericano de Primera Infancia

"Su majestad, el bebe": un modelo de crianza a desterrar

Expertos coinciden en la necesidad de que los padres pongan límites claros a los chicos
Por Tesy De Biase | Para LA NACION




¿Gratificar o frustrar? He ahí una controvertida cuestión que atraviesa a sucesivas generaciones de padres. "Un buen padre es capaz de gratificar y frustrar", dictamina Miri Keren, psiquiatra infantil de la Universidad de Tel Aviv, Israel, en su visita a la ciudad de Buenos Aires para participar del Congreso Latinoamericano de Primera Infancia. Pero admite que la vertiente de la frustración es la más fallida.
"Durante años en Israel se sostuvo la tendencia a gratificar a los niños, sin decirles que no para evitar el llanto. Y hoy vemos que cuando cumplen dos años o dos y medio los padres quieren instalar el no, pero los niños se rebelan, como diciendo ¿por qué prohibir lo que antes estaba permitido?"

  Esto me recuerda a una escena que presencié hace un par de semanas cuando llevé a mi hija a una consulta cardiológica, un control de rutina. El turno se atrasó, como es también rutina, y en tanto esperábamos, llegaron una madre con su comitiva de tres cachorros humanos pequeños. Dos de ellos se apoltronaron frente al plasma de la sala de espera, donde se mostraban dibujos animados pero en inglés. Allí quedaron de todas formas adheridos a la pantalla, y la madre, muy arreglada por cierto, cargada ella con bolsos y petates, peló su blackberry y se puso a hablar en plena sala de espera de un hosital para niños, y a viva voz. Por estos fenómenos de la comunicación moderna, no pude evitar escuchar y ser partícipe de la conversación entre esta joven mamá de look ejecutivo y su empleada doméstica. Le llevó unos largos diez minutos darle las instrucciones de lo que debía comprar y preparar para la cena familiar. Yo miraba mi reloj y deseaba que de una buena vez nos hicieran pasar a la consulta, ya que no sólo estaba un tanto ansiosa por el resultado del control de mi hija, sino además por todas las cosas que había dejado en casa: mi hijo mayor, la pila del planchado sin planchar, y sobre todo, la cena sin hacer,  que esta mujer estaba resolviendo con un simple llamado telefónico: bueno, no tan simple. Había en su discurso un sinfín de indicaciones, porque lo que comía X no debía comerlo Y, y lo que se preparaba al horno para Y debía simplemente hervirse para X. El tercer hijo, el mayor, entretanto, no se quedó sentadito pegado a la pantalla arrullado por un inglés que resultaba incomprensible hasta para oídos entrenados, sino que comenzó a rondar a su mamá, a medirla y sopesarla cual si fuese su presa, y luego comenzó un ataque de histeria a los gritos que cautivó la atención de todos los que nos encontrábamos allí sin demasiado que hacer más que observar la escena. Exigía una bebida bien fría y un alfaljor del kiosco de enfrente. Su mamá comenzó a interrumpir la prolongada conversación con su doméstica hasta que finalmente dicidió ponerle fin, para sentenciar a viva voz y meneando el dedo índice:
-"Mamá ya te dijo que no quiere que la interrumpas cuando está hablando por teléfono."
-"Pero vos siempre estás hablando por teléfonooo y tengo hambreeee."
-"Bueno, pero a ver, ahora no podemos cruzar al kiosco porque nos va a llamar la doctora. Tenés que esperar. Mamá ya te dijo que a veces hay que esperar."
-"¡Sí, pero yo tengo hambreeeee! (Llanto)
- "No llores. A ver, ésto ya lo conversamos otras veces. Siempre que querés algo, lo querés "ya". Y ahora hay que esperar. Y si no te ponés a llorar. Mamá ya te dijo que no tenés que llorar por pavadas."
  Mi hija observaba en silencio. Afortunadamente, se abrió la puerta del consultorio y nos hicieron pasar. Pero esas escenas son frecuentes entre madres urbanas e hijos pequeños. Me pregunto por qué la madre no tenía a mano un juguito y algo para darle de comer a los nenes en alguna de todas sus carteras, si todas sabemos de memoria que ésto es lo que sucede. ¿Por qué se les insiste a los chicos con lo de "Mamá ya te dijo"?  Pues hay que decir y hacer muchas veces, no basta con consensuar. A veces siento que tanto padres como maestros tratan a los chicos como si fueran adultos pequeños. No saben que está en la naturaleza del niño insistir hasta el hartazgo para ver hasta dónde lo dejamos llegar. Y ese deliberado show de paciencia y diálogo en medio de una sala de espera llena no se lo creo. Es normal y creo que hasta deseable que la mamá diga "¡Basta!". No creo que eso implique años de terapia para superar el trauma cuando el niño se convierta en adulto. ¡Al contrario! Al decir basta, al poner el límite que superó la barrera de lo racional, estamos EDUCANDO al chico para la VIDA REAL, porque todo siempre tiene un límite. Hasta los animales tironean de sus crías para marcarles el paso. Y no hablo de violencia física. Pero un "No" contundente y una fuerte mirada puede más que mil palabras cuando se detenta autoridad.
  El tema es creer que ejercer la autoridad materna y paterna es un bien intrínseco. Es no asociar autoridad con autoritarismo o maltrato. Si los padres estudiáramos para ser padres, sabríamos que el raciocinio tarda años en desarrollarse, por ende es irracional pedirle a un chico que sea razonable. La rabieta, el berrinche y el capricho son lo normal y lo esperable. Entonces es menester intervenir con la razón y el sentido común por su bien: eso se llama EDUCAR. ¿Por qué tanta vuelta?


  El artículo también habla sobre "el arte del equilibrio", equilibrio que parece muchas veces perdido, y que no es nada fácil de lograr. Los chicos ponen a prueba nuestra paciencia y nuestro propio límite todo el tiempo. Es esperable desequilibrarse de tanto en tanto. Pero, bueno, no somos perfectos. También se menciona en el artículo un modelo de crianza perfeccionista, y estoy de acuerdo. Creo que no les hacemos un favor a nuestros hijos al pretender ser perfectos, porque seguramente esperaremos lo mismo de ellos, y pasados los primeros tiernos e idílicos años, el vínculo sufrirá, porque nadie es perfecto: nuestros hijos tampoco.
  Lo importante, me parece, es no desbordarse. Entiendo como desequilibrio algo temporario que se revierte en un rato. Se vuelve a la "homeostasis" con bastante "ommmm", y ya. Bueno, en verdad muchas veces me encuentro pidiéndoles perdón a mis hijos por haberme desequilibrado, y  siempre me sorprenden, porque me piden perdón ellos a mí. Ellos saben que yo soy de carne y hueso, y que ellos también se las mandan: eso es lo que yo llamo "equilibrio".

El artículo parece avalarme en ést0:
"Ambos profesionales comparten la imposibilidad de sostener un modelo de paternidad perfeccionista y ajeno a las múltiples e inevitables equivocaciones. "Ser un buen padre no significa no cometer errores o no tener momentos de falla de la empatía con el hijo. El punto principal es tener la capacidad de reparar", dice Mirr.
Y Guedeney refuerza: "Es importante desarrollar la sensibilidad suficiente como para ver la respuesta del niño a un error y cambiar lo que sea necesario cambiar. No necesitás ser extremadamente inteligente ni excepcional para ser una buena madre, basta con ofrecer protección y amor. Porque el bebe, el bebe normal, promedio, hace el resto del trabajo".

  Y el niño también, señores, porque la crianza no se termina a los dos años y medio: continúa por un rato mucho mas laaargo.

  Conclusión:

                          CRIAR= EDUCAR=GRATIFICAR Y FRUSTRAR-LOS/-SE
                          con criterio y con amor por uno mismo y por sus hijos.

  
A boca de jarro

viernes, 30 de septiembre de 2011

Una perla para mi vida emocional: Publicidad peruana para Falabella

Tomado del blog "Los senderos del éxito" www.senderosdelexito.blogspot.com

   No, no crean que me voy de compras a Falabella. Al contrario, los fines de semana trato de escaparle a los lugares muy masivos o concurridos, buscar más quietud al aire libre, en contacto con la naturaleza, o estar más tiempo en casa disfrutando de lo que me gusta hacer y  de los seres amados. Este finde tengo tarea con mis emociones. La emoción más poderosa en mí es sin dudas el miedo, ese ladino que me habita y me ha robado la paz y la quietud, el sueño y la sensación de salud mental varias veces en momentos impensados de mi vida. Tengo que amigarme con él: tengo que atreverme a mirarlo cara a cara. Si echo luz sobre la sombra, la sombra se inunda de luz y deja de ser sombra.

Tomado del blog  http://hermanosenlaluz.blogspot.com/2011/05/autocontrol-emocional.html

                                             
  Afortunadamente cuento con una buena maestra del alma, sus libros, su blog, y ahora su curso online sobre "Nuestra vida emocional", María Guadalupe Buttera. Y para este finde me regaló otra perla: ya van muchas, ya no cuento, el haberla encontrado en mi camino por la vida es el mayor regalo. Y quisiera compartirla y dar las gracias por todas estas personas maravillosas como María que, llenas de sabiduría ganada gracias a una vida que eligen y se esfuerzan por vivir en plenitud, en sus luces y sus sombras, llenas de humildad y de generosidad, comparten los tesoros que descubren conmigo. María es una de varias personas así que he ido conociendo a través de este fenómeno del blog, el propio y el de otros. Y es así como crezco como persona, mi mayor aspiración en la vida, y puedo compartir con los que vienen a beber a boca de este jarro que sacia mi sed de conexión con los demás, una conexión que a veces no resulta fácil en el mundo no-virtual, por esas complejas paradojas de la vida moderna. A todos y todas esas personas que me aportan tanto, muchas gracias, y los mejores deseos de seguir en contacto: lograr cambiar es nada más y nada menos que atraverse. Y si no vean:

                                             

                                      Saga Falabella Peru "Miedos"

                                             ATREVETE CAMBIA (DARE. CHANGE)
                                             

A boca de jarro

jueves, 29 de septiembre de 2011

Somos los poetas vivos

  

  Un querido lector que gané como amigo escribiendo este año y que siempre aporta e inspira, el señor Xavier Busto, me pasó hoy por mail este poema de Walt Whitman extraído de esa maravillosa película que influyó notablemente en mi decisión por ser docente: "La Sociedad de los Poetas Muertos". Más allá de que estamos lidiando con ficción, y de que la realidad muchas veces la supera, lamentablemente, muchos de los hechos que se narran en esta conmovedora historia de personajes entrañables tiene mucho que ver con lo que sucede en la realidad de las aulas todos los días en todo el mundo. Un maestro tiene el poder de tocarte con una varita mágica como alumno e iluminarte, abrirte la mente, los ojos y el alma, dándote alas para levantar vuelo validando, convalidando y haciéndote descubrir y asumir la riqueza de tus talentos, y también tiene el poder de hundirte con observaciones desafortunadas, mirando solamente la parte vacía de tu vaso y robándote las ilusiones de llegar a ser quien vos podés ser cuando sos guiado por un "poeta vivo", por las buenas manos que guían en el arte de vivir, un arte simple; un alma noble y confiada tanto en el proceso de la vida misma como en el potencial que cada uno lleva en su interior: ese tesoro que nos es dado para llegar a disfrutar de nuestra propia plenitud, y desde allí darnos a los demás. Éste es el germén de la revolución de paz que sí puede cambiar al mundo. Comparto hoy con ustedes esta perla, tal como me la envío amorosamente Xavier:

                      Tomado de "La Sociedad de los poetas muertos"
                                                   
No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a
expresarte, que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo
extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las poesías sí
pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis. Nos derriba, nos lastima,
nos enseña, nos convierte en protagonistas de nuestra
propia historia.
Aunque el viento sople en contra, la poderosa obra
continúa: Tú puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar, porque en sueños es libre
el hombre.
No caigas en el peor de los errores: el silencio. La
mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes.
"Emito mis alaridos por los techos de este mundo",
dice el poeta.
Valora la belleza de las cosas simples.
Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas,
pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta del pánico que te provoca tener la vida
por delante. Vívela intensamente, sin mediocridad.
Piensa que en ti está el futuro y encara la tarea con
orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes puedan enseñarte.
Las experiencias de quienes nos precedieron, de
nuestros "poetas muertos", te ayudan a caminar por la
vida.
La sociedad de hoy somos nosotros: los "poetas vivos".
No permitas que la vida pase por ti sin que la
vivas ....
Walt Whitman

A boca de jarro.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Docente violentado

  
  Otro docente violentado ... esta vez, golpeado por una madre y acuchillado con un tramontina por su hijo, un alumno, en Pergamino, Provincia de Buenos Aires. Seguramente alumno problemático y claramente violento, producto de una familia violenta. Su mamá está detenida. Otra vez la misma historia. ¿Hasta cuándo? Los docentes tenemos miedo de trabajar en escuelas. La Argentina se lleva las palmas en los casos de violencia escolar. Los alumnos y los padres hacen "justicia" (¿?) por mano propia. Son familias que no soportan que se les plantee un problema, y presentan un serio problema. ¿Qué se hace ahora con este chico? ¿Cómo se sigue intentando "enseñar" en estas condiciones?
  Yo he usado este espacio varias veces para dejar salir humo de mi pava hirviendo ante tanta falta de criterio y sentido común en la escolaridad de mis propios hijos. He narrado cómo los he hecho cambiar de colegio, o cómo se han desperdiciado oportunidades para enseñarles algo realmente significativo y darles alas, o cómo he ido a la escuela a charlar con alguna docente que no estaba haciendo las cosas bien de acuerdo a mi criterio como mamá y como docente con título habilitante y tiza bajo las uñas. Pero jamás se me cruzaría por la cabeza utilizar la violencia. Ante una nota baja, por más injusta que me parezca, el primer paso es indagar para ver qué falló. Después de todo, sólo es una nota baja. Se levanta. Incluso si me parece que quien falló fue la docente a cargo, pongo el hombro como madre y trato de subsanar enseñando. Y en última instancia, charlo con la docente desde la empatía y apelando al sentido común.
  Ahora si el problema es por conducta, creo que lo que se debería hacer es escuchar y pensar a quién se puede recurrir para encontrar ayuda. Aquí aparece este desamparo que debe ser el padre de tantos de los males de nuestros tiempos. Los padres que se sienten desbordados, desamparados a la hora de criar. Los chicos que maman desamparo desde la cuna, y siguen sufriéndolo en la escuela. Los docentes desamparados por un sistema que se ha ido del extremo del autoritarismo de los tiempos que no hemos dejado cicatrizar de la dictadura, a otro extremo de absoluta falta de modelos, límites y sanciones; límites que los chicos necesitan y piden a gritos, o a cuchilladas, que necesitamos todos para aprender a vivir en una sociedad que debería dar el ejemplo de un sistema regulado por pautas, normas y leyes que se aplican, se observan y se cumplen. Y de no ser así, pues "una prenda tendrá". Todas caras de una misma moneda gastada y devaluada.
 De acuerdo a un estudio de Julio César Labaké, cuyos resultados comentó en una conferencia que brindó en la Academia Nacional de Educación en diciembre del 2010, y que han quedado plasmados en su libro "Valores y límites en a educación" de Editorial Bonumlos mismos alumnos preferirían que se les pusieran más límites en la escuela. ¿Qué estamos esperando? ¿Otra masacre como la de Carmen de Patagones, cuyo "aniversario" recordamos precisamente hoy? ¿Una masacre como la de Río de Janeiro?  Y de ésto es responsable el estado, ese papá que elige mirar para otro lado y finalmente, agresor y agredido se fusionan en el mismo caos, y todo termina dando lo mismo. ¡Cuidado! Ya son muchas, demasiadas, las señales de alarma: ¿hasta cuándo? Mañana hacemos paro en la provincia: ¿y qué arreglamos? ¿Por qué mejor no nos sentamos de una buena vez a pensar en soluciones, a tomar medidas que nos devuelvan cierto equilibrio, a traer el cambio que tanto necesitamos, y que no pasa por una netbook para cada alumno, señoras y señores, sino por "EDUCAR"? ¿Por qué no nos ponemos a pensar en cómo derrotar al monsrtuo que nos arrastra a este tipo de barbarie: el miedo?
  Hay palabras cuya connotación se han ido tornado negativa en las últimas décadas, que producen cierto escozor en muchas personas, y que sin embargo denotan conceptos fundamentales para vivir en una sociedad donde impere el orden, la cordura y la paz social. Son palabras tales como "disciplina" y "autoridad". Estas palabras se han vaciado de connotaciones positivas, y se han instalado otras palabras, tales como "inseguridad", "marginalidad", "anomia", "vacío" y definitivamente "miedo". Los docentes se quejan, los padres se quejan, los alumnos se quejan. Y el motor que no nos atrevemos a mirar de frente es esta emoción tan poderosa como paralizante: el miedo.
  No tengo idea de por dónde se empieza o cómo se hace, pero hay que ir por partes, porque, como decía Descartes, “Todo lo complejo puede dividirse en partes simples”. Hay que mirar al monstruo bien a los ojos, ya que, como decía Lloyd Alexander, "Una vez que tienes el valor de mirar al mal cara a cara, de verlo por lo que realmente es y de darle su verdadero nombre, carece de poder sobre ti y puedes destruirlo". Y hay que dar el primer paso, tal como decía Martin Luther King, quien como tantos de nosotros, tenía un sueño, entonces "Debes dar el primer paso con fe. No necesitas ver toda la escalera, tan sólo debes dar el primer paso." Ojalá lo demos. Ojalá tengamos el coraje de traer el cambio. Tal vez deberíamos escucharnos más. Escuchemos:




A boca de jarro

domingo, 25 de septiembre de 2011

Un gran hallazgo made in Argentina!!!

  
  Estoy realmente fascinada con un gran hallazgo que hicimos en casa al dar con el Dr. Roberto Rosler y sus charlas en youtube.com. Hace no mucho tiempo, estuvo visitándonos Pilar Sordo en la Argentina: apareció en varios programas de televisión y llenó teatros con sus conferencias, hablando sobre crianza y adolescencia, y también sobre su libro sobre las diferencias entre los sexos, ahora record de ventas. De hecho, yo compre su libro: "No quiero crecer, Viva la diferencia para padres con hijos adolescentes", Grupo Editorial norma. Lo cierto es que lo empecé a leer y me desilusionó bastante, después de haber leído gente como Susi Mauer y Noemí May con sus "Desvelos de Padres e Hijos, En la infancia y en la adolescencia, Emecé, o Miguel Espeche con su maravilloso aporte en "Criar sin miedo", Editorial Aguilar, y "La sociedad de los hijos huérfanos" de Sergio Sinay, Ediciones B, quienes para mí son referentes locales de la buena literatura de ayuda y consulta para padres no solamente de hijos recién nacidos o muy pequeños, que es de lo que más abundan libros quizás, sino para padres con el desafío de hijos en crecimiento, cuando como bien dice Rosler, nuestros problemas crecen también, junto a nuestros hijos. 
 Cuando vi a Pilar Sordo en televisión, no me desagradó, creo que como le pasó a la mayoría, porque su biografía personal es impactante para ser una mujer tan joven, porque sabe hablar en público, y además porque es muy bonita, lo cual no es una cuestión menor para aparecer en los medios y hasta para vender libros hoy en día. Además no carece de sentido común, sentido del humor y presencia para enfrentar periodistas en cámara.
  Tengo una bloguera amiga a la que sigo desde hace un tiempito que se agarró una tremenda bronca con ciertas cosas que dijo Pilar Sordo en lo de Susana Gimenez, y la verdad es que celebré su no estar de acuerdo con la psicóloga que llenó teatros y alcanzó picos altos de audiencia televisa. De hecho, cuando publicó su post, que tenía que ver con un cuestionamiento genuino por no entender a la Sordo, la felicité. Estimo que es muy importante que seamos muy cuidadosos con toda persona que se ponga en posición de darnos consejos y recetas de cómo hacer las cosas bien como padres. Hay centenares de este tipo de personas que se dedican a escribir libros y dar charlas "sermoneandonos", como antes hacían los sacerdotes, que han perdido bastante público, sobre cómo criar a nuestros hijos, sobre cómo educarlos, sobre lo que "se debe" y lo que "no se debe" hacer cuando se deviene padre. Siempre me pregunto si los hijos de esta gente serán felices. Siempre me gustaría saber cómo han hecho para criarlos, cuán presentes han estado en realidad o cuánto han "tercerizado" la crianza, porque no es lo mismo. Desde ya, todo padre moderno, o postmoderno, está ávido de consejos, sobre todo, mujeres y hombres urbanos que nos hemos capacitado para el mundo laboral, que hemos estudiado una carrera, y que creemos, en lo más profundo de nuestro ser, que los libros nos enseñan todo lo que necesitamos saber. Pero a ser padres nadie nos puede enseñar: es un arte difícil y arduo que se aprende a fuerza de prueba y error, en el día a día, entre lágrimas y sonrisas y criando a nuestros hijos con toda nuestra humanidad y nuestra historia a cuestas. Por lo menos, así lo vivo yo. Y sin embargo, he leído muchos libros de crianza, y pocos han sido realmente esclarecedores. Sobre todo, me han servido los menos prescriptivos y los más respetuosos de mi propia capacidad de ir aprendiendo a maternar siendo madre de mis hijos.
  Todo esto va como preámbulo para presentar a este hombre que realmente me parece una genialidad. Primero, me parece que es una característica nuestra tener baluartes como él entre nosotros, y traer gente de afuera a darnos cátedra de cómo lidiar con nuestros adolescentes. El Doctor Roberto Rosler es, entre varias otras cosas, argentino, hombre de barrio, padre de adolescentes, docente universitario en el Hospital Italiano de Buenos Aires y en la Facultad de Medicina de la UBA, de la cual egresó con honores, y médico especialista en neurobiología, quien además trabaja en el Hospital Británico de Buenos Aires, donde se desempeña como neurocirujano. Nadie mejor que alguien que conoce nuestra realidad y la vive como padre, docente y profesional de la salud para decirnos algunas verdades "a boca de jarro" con base científica y buen humor criollo, de cómo son nuestros adolescentes, y para darnos algunas pautas a docentes y padres de cómo manejarnos con ellos. Por eso los invito a escuchar esta charla de febrero del 2011 que el Dr. Rosler dio en el Colegio Marín de Buenos Aires ante un auditorio lleno de docentes a punto de largar el año lectivo frente a sus cursos, en la que habla precisamente sobre la adolescencia de hoy y nuestro posicionamiento frente a ella: no se la pierdan, les recomiendo que se hagan el tiempo que dura la charla (52 minutos aproximadamente) y lo escuchen, ya que vale mucho más la pena que todo lo que escribe  Pilar Sordo sobre adolescentes, en mi modesta y respetuosa opinión. 


JUREC 2011 Dr Roberto Rosler Adolescencia




A boca de jarro

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Otra de psicología pura y sentido común



 Estoy leyendo este periódico especializado, "Actualidad psicológica", que a veces me hace guiños desde el kiosco de revistas con el título no más, como este mes, con "Sufrimientos actuales".  La verdad es que me hace sentir bien confirmar que los buenos psicólogos y psiquiatras son muy amplios, muy comprensivos, y que más allá de toda su jerga psicoanalítica que muchas veces se me escapa, entiendo que contemplan las circunstancias de toda vida, y que se resisten a la tendencia de los malos profesionales de etiquetar y recetar la pastillita mágica para encontrar la solución rápida e indolora para los padecimientos de nuestros tiempos, que conocen bien, por experiencia de consultorio, y que muchas veces admiten que los sobrepasan desde lo teórico que han estudiado en profundidad, por lo novedoso y lo complejo de los malestares actuales. Pero siguen aprendiendo y creciendo como personas que han elegido ayudar a quienes sufren.                                                      
  Me sorprende un artículo como el de Luis Horstein, "Sufrimientos y algo más", por lo abarcativo de su temática y por reflexiones tan empapadas de sentido común, como cuando dice:

                         "El hombre actual sufre por no querer sufrir"

  Y explica que el sufrimiento es parte natural de la vida, es el polo que resignifica la dicha, la alegría, la felicidad, y que estamos inmersos en una cultura que tiende a negar el sufrir, a reprimirlo, y abusa de la " La dictadura de la euforia" que "sumerge en la vergüenza a los que sufren". Una cultura que nos impone "el pum para arriba" todo el tiempo y a toda costa. Como escribe Mario Pergolini, que también tiene su ensayo publicado en el periódico, titulado "Si no lo fuera parecería ser cruel", cuando estás pasándola mal, la gente te dice, "CÓMO NO SOS FELIZ!!! CON TODO LO QUE TENÉS?? CON LA FAMILIA PRECIOSA QUE CONSEGUISTE!!! Y TU TRABAJO, MILES MATARÍAN POR TENER ESE LABURO!!! SE FELIZ INFELIZ!!!" Así lo escribe Pergolini, y su testimonio, si bien no se luce en estilo o corrección sintáctica, es válido como un exponente de alguien que uno imagina hiper-feliz porque "lo tiene todo". Y sin embargo pasó por el pánico y la depresión, según cuenta. Y aunque parece haberse recuperado, su visión es bastante derrotista al sostener que no es posible ser feliz más allá de las ráfagas, de los flashes, de los atisbos, de los fugaces momentos: "... nunca vamos a ser felices porque sencillamente NO PODEMOS SERLO"... "Es una vida tan cruel que de tan cruel parece hermosa.", concluye categórico.


 Me gusta mucho el aporte de Hugo Lerner, "Felicidad, sufrimiento, realidad", y me quedo con lo que importa según él:

"Lo que importa es ir olfateando el desamparo que la realidad nos impone y recurrir a nuestras herramientas yoicas para sortear los escollos."

 Genial: un psiquiatra que entiende que nos sentimos desamparados en esta realidad del siglo XXI, y que ésto no es razón suficiente para sentirnos patológicos. ¡Qué alivio que lo digan ellos! Además dice, lisa y llanamente, que, en el caso concreto de los duelos, sobre los que todos profundizan como parte integral de la vida, ,"Tenemos dos caminos: o transitamos por ellos y los elaboramos, o tratamos de eludiros con pociones mágicas." Y el concepto de duelo que dan estos especialistas es bien amplio, abarcando todo un arco de pérdidas esperables y naturales, no sólo las que ocasiona la muerte de nuestros seres queridos, sino duelos tales como los que acarrea un despido, una pérdida material significativa, un cambio físico, un embarazo (o la imposibilidad de lograrlo, agregaría yo, conociendo el paño femenino), o el pasaje de una etapa de la vida a otra. Lerner cierra su brillante contribución admitiendo que:

" Freud (...) nos advirtió acerca del sufrimiento humano y nunca nos prometió, ni como seres humanos ni como psicoanalistas, "un jardín de rosas"."
Sigmund Freud.
           
 Estos son profesionales que desconfían, como uno, que toca de oído en ésto, de las simplificaciones y reduccionismos de las etiquetas del DSM, (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales), de esa "clasificación ateórica y descriptiva porque sólo hace un inventario de síntomas", y que sostienen que "La psicopatología es tan sólo un bosquejo que ayuda a aprehender algo de una realidad que se resiste al intento de encasillamiento." , como explica Horstein, que no comulga con la urgencia de poner etiquetas y recetar pastillas así no más.


 El ensayo que más me hizo pensar, y se lo agradezco, es el aporte de María Cristina Rother Hornstein, quien elige una cita de Miguel de Unamuno para abrir su escrito, y me conmueve:
  
"Quien así quiso y fue querido
nació para la vida;
sólo pierde la vida su sentido
cuando el amor se olvida"
Miguel de Unamuno, "Cuando duerme una madre junto a un niño"

  Y me interpela como madre e hija con su pregunta : "¿Hay sufrimientos propios de la vida y otros propios de conflictos mal tramitados?" ¡Qué buena pregunta! Y un poco más adelante en su exposición del sufrimiento escribe:

"La angustia es producto del desvalimiento psíquico del lactante (S. Freud, 1926). En los comienzos de la vida toda ruptura del equilibrio es vivida como displacer. "Una madre suficientemente buena" que compensa ese displacer con la acción específica no sólo calma la necesidad sino que agrega ese plus libidinal que transforma el displacer en una vivencia de satisfacción."

  
  Y vuelve a citar a Unamuno:

"No te vayas de mi lado,
cántame el cantar aquél.
Me lo cantaba mi madre;                        
De mocita lo olvidé,
cuando te apreté a mis pechos
Contigo lo recordé"



  Siempre he pensado que Freud se ha encargado de cargar las tintas en lo que los vínculos primarios dejan como impronta en nuestro psiquismo, pero yo soy lego en la materia. Ahora, siendo madre, repienso a mis padres y a mi propia biografía, y debo hacer un esfuerzo por adoptar una mirada compansiva del rol materno y paterno. Más allá de toda teoría, que ayuda y esclarece, me parece que "los buenos padres" hacemos lo mejor que podemos con nuestros propios desamparos y los de nuestros hijos desde que nacen hasta el lejano día, cada vez más desplazado en la línea del tiempo de la sociedad postmoderna, en el que se van de nuestro lado para hacer su propia historia. Mientras criamos, por más que hayamos deseado traer hijos al mundo con el alma y los amemos más que a nuestra propia vida, hay una historia personal que se llena de autorenuncias y autopostergaciones, que queda entre paréntesis por largo rato, y ésto genera sufrimiento inevitablemente, un sufrimiento del que parece muchas mujeres se sienten incómodas de experimentar o de verbalizar: parece que sólo evaluamos el sufrimiento que inconscientemente le causamos a nuestros hijos al sufrir. 




 Siento que como adultos paternantes tenemos la responsabilidad de mirar para atrás, observar el árbol familiar, "el alma de nuestra familia", las relaciones vinculares y los lugares de luz y sombra que cada figura del árbol ocupó y ocupa en nuestra vivencia de ese árbol, para hacernos conscientes de que, más allá de lo que se impone como parámetro o pauta de comportamiento esperable de nosotros, somos nosotros, en el aquí y ahora, los que debemos elegir cómo recrear eso roles y eso vínculos en nuestra propia historia. Eso es lo que yo entiendo como salud mental, como crecer y hacerse adulto. Además, implica ir más allá de los errores, de las ausencias de mirada, de lo que faltó, para ver lo que sí estuvo, lo que sí se nos dio, lo que sí se nos nutrió como mejor se pudo. En definitiva, nosotros hacemos lo mismo con nuestros hijos. Ésto se dice más fácilmente de lo que se logra. Uno tiende a echarle el fardo de sus sufrimientos a los que están en el piso de arriba... Creo que es un reduccionismo más, como el de pretender etiquetar y medicar a quien padece un sufrimiento para evitarle el tener que confrontarse con su propio infierno, y emerger más humano, más entero, más "yo" que antes. 
  Ojalá se publicara un "Actualidad Psicológica" dedicado a la problemática de la mujer que deviene madre en el siglo XXI: tal vez sería un record de ventas ahora que en octubre se viene el "Día de la Madre". Podríamos aprovecharlo para salir de los lugares comunes y bucear en los complejos vericuetos de la maternidad en la "era de la depresión". Se los podría dejar como propuesta de una ávida y agradecida lectora a esta gente que me ha nutrido y "maternado" tanto este año.

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