martes, 13 de noviembre de 2012

"Preferiría no hacerlo"



  No sé cómo será en otras partes del mundo, pero acá, lo que llaman "capacitación laboral" es frecuentemente un curro muy bien montado para quien la imparte. Difícilmente se puede considerar a esa persona como a un trabajador. Todo lo contrario: la idea de la empresa en general es contratar a un capo, una autoridad en materia de temas tales como liderazgo, relaciones interpersonales, eficiencia, asertividad, resolución de conflictos y optimización de recursos, que viene laureado con muchos títulos con abreviaciones indescifrables, muchas siglas y palabras de la jerga de los negocios en inglés, y que va picoteando de empresa en empresa para impartir en todas más o menos el mismo curso, a un horario en el que los empleados ya están quemados y difícilmente puedan aprender algo, aunque viniera alguien con algo útil y aplicable para aportar.

  Me encantaría escribir ficción para plasmar estas anécdotas, pero resulta que la realidad siempre la supera. De todos modos, coincidentemente, estoy leyendo el relato Bartleby, El escribiente de Herman Melville, y no puedo dejar de pensar en el protagonista y su inquebrantable serenidad y mansedumbre ante cada requerimiento de su empleador, al cual contesta "Preferiría no hacerlo". Lamentablemente, los empleados del siglo XXI no podemos hacer semejante despliegue de autodeterminación sin terminar de patitas en la calle cuando se nos somete a ciertas técnicas de capacitación  laboral como la que paso a detallar.
  
  La semana pasada mi esposo estuvo llegando más tarde que de costumbre a casa, que suele ser tarde y a horario incierto, debido a uno de esos cursos de capacitación de equipos de alto rendimiento. Se presentó una señora en su lugar de trabajo con la propuesta de fortalecer los vínculos entre el personal a la hora de trabajar en equipo. La primera propuesta fue la de sentar a una veintena de personas en grupos, con cada conjunto formando una herradura, de manera tal que el miembro que quedaba en el centro de su herradura tenía que confesarle al resto algo que ellos creían debía aceitarse para el mejor funcionamiento del trabajo diario con los demás. Esta persona debía rotar cuando la tutora lo anunciaba, a los gritos, aún a pesar de estar interrumpiendo lo más jugoso que se tenía para decir, y otro debía tomar la posta.

  Cuando le llegó el turno a mi esposo, comenzó con su lista de puntos a mejorar, y la tutora se dio cuenta de que se le estaba haciendo muy largo, siendo el timing un factor esencial en la planificación de actividades grupales y didácticas, por lo cual decidió acelerar los tiempos, interrumpiendo a quienes se estaban confesando justo cuando apenas habían dicho un cuarto de lo que tenían en el buche. Mi marido, un tipo que cree en la resistencia pasiva y el principio de no agresión al mejor estilo Gandhi, se negó decorosamente a concluir, considerando que se trataba de una falta de respeto y un avasallamiento por parte de esta señora, a quien también se la señala como "facilitadora de procesos de coaching". Entonces, para hacerle la cosa más fácil, la señora llena de títulos, que la levanta en pala por aportar tan brillantes iniciativas a las empresas, no tuvo mejor idea que pegarle un pellizcón a mi esposo para que abandonara el centro de la herradura y cediera ya la palabra a un colega que se encontraría con la misma restricción mezquina de tiempo. Fin de la jornada: un moretón en el brazo y mucho cansancio.


  Al día siguiente, la reunión estaba pautada en una sede a la que mi esposo debió trasladarse en su propio vehículo y nuevamente como extensión de su horario habitual de trabajo, cosa que desde ya no se contempla remunerativamente, ya que se trata de "capacitación laboral". Esta vez, la facilitadora había atado una soga a 1,90 m del suelo por sobre la cual todo el staff debía colaborar en ayudar a cada miembro a pasar, imaginando que ésta representaba un muro sólo franqueable de ese modo. Estamos hablando de personas adultas, algunas con un estado físico paupérrimo debido a sus vidas sedentarias a causa del trabajo, y otras con algunos problemas de índole física que no les permiten realizar semejante hazaña para demostrar cuánto les importa su empresa y la colaboración entre pares. Por lo tanto, todos los ojos se posaron sobre los machos más jóvenes de la manada, entre ellos mi esposo, que tuvieron que forcejear con cuerpos de entre sesenta hasta más de ochenta kilos para poder sortear el obstáculo físico y metafórico que reforzó una gran enseñanza: nunca te rompas los huesos por un compañero de trabajo, ya que terminarás el día con una lumbalgia inmovilizante que no te dejará pegar un ojo en toda la noche y más cansancio que la jornada de capacitación anterior.

  Una vez concluido el curso, se retomó con la rutina habitual de trabajo, que implica tomar decisiones peliagudas en esta época del año en la que hay numerosas y largas reuniones con clientes difíciles. Se pusieron de acuerdo un superior y él en ser inflexibles en la decisión de renovar contrato con cierta persona que oponía resistencia. En medio de la reunión, su superior cambió su discurso de buenas a primeras, y dejó a mi esposo en el aire, cayendo al suelo sin lograr salvar el obstáculo de la soga que aún tenía en mente y en el dolor de espalda que lo mortificaba. La persona que reculó es uno de los pesos más pesados de la empresa, de quien partió la idea de trabajar los vínculos entre colegas con una experta y, por ende,  la mayor responsable de la lumbalgia, la jaqueca y el agotamiento que quedaron como ganancia de la capacitación laboral.

  Lo que mejor se aprende de este tipo de actividades es que evidentemente hay gente que nace con estrella y otros nacen estrellados. ¿Quién no desearía encontrar un filón así que le permita hacer como que trabaja diciéndole a los demás cómo hacerlo? De acuerdo a todos los libros que inundan las librerías y supermercados acerca de cómo ser exitoso en los negocios, algunos se focalizan en las características que lo impiden. Son precisamente las que despliegan personas como el superior de mi esposo o la señora facilitadora, quienes intentan capacitarlo para que él y sus compañeros les proporcionen éxito a fuerza de regalar su tiempo y vender su alma, su osamenta y su descanso al trabajo. Algunas de ellas son: falta de capacidad para organizar detalles, no ser un buen ejemplo a seguir, considerarse por lo que se supone que saben en lugar de por lo que hacen con lo que saben, falta de visión y sensatez, egoísmo, énfasis en su posición de superioridad  y deslealtad. Y para encontrar gente con tal dechado de virtudes sobre nosotros no hace falta ningún tipo de capacitación.


A boca de jarro

viernes, 9 de noviembre de 2012

De cacerolazos y silencios




Sobre el ruido al que vivimos expuestos en esta urbe caótica que, por estos días, luego de una racha de lluvias copiosas que parecen volver y que causaron estragos, y con cortes de luz, de agua, sin semáforos en sus arterias principales, todo ésto debido a las temperaturas récord para noviembre que siguieron a las lluvias (ayer 38% de sensación térmica al mediodía), y cuando encima estamos ya rendidos del año laboral, el cacerolazo popular de ayer como expresión de protesta me conmueve. Es hacer más ruido sobre el ruido en el que vivimos inmersos, sobre los motores, los bocinazos y los interminables discursos descalificatorios e inconducentes de uno y otro lado. Quienes velan por el ecoambiente y se preocupan por la polución sonora podrán tener sus serias y fundadas objeciones. Pero tomando en cuenta nuestra historia y nuestras diversas maneras de expresar el descontento, me quedo con ésta. No son sartenes ni ollas, como en Utilísima Gourmet: son cacerolas, lisa y llanamente. Sin vuelta. Las de la señora que está harta de volver de la verdulería o del supermercado donde con cien pesos no compra lo suficiente y se pone a hervir los fideos. Las que manotea y tamborilea el hombre que no porta armas y que sale a trabajar más horas de las que vive para que las cuentas cierren. Las de nuestros abuelos, que tienen que hacer malabares para vivir lo que les queda de vida.

El cacerolazo se me hace un susurro del hartazgo que masticamos diariamente en silencio y con cara de porteños sufridos, resignados y amargos cuando nos subimos a un colectivo repleto para viajar como ganado. O cuando nos informan por los altoparlantes de la estación que se cortó el servicio del subte. O cuando nos metemos en un tren desvencijado, con pocos vagones y sin saber cuándo o si llegaremos a destino sanos y salvos. Nos olvidamos pronto de las tragedias, se asignan las responsabilidades, y tenemos que seguir viviendo para rebuscarnos el mango. Por eso, parar la pelota en esta época del año a pura cacerola no está mal, mientras hay más fútbol que nunca para todas y todos, y nuestros jóvenes, a punto de egresar del secundario, asisten en plena semana laboral a sus fiestas de egresados embriagados de permisividad, nocturnidad, más ruido y exceso, para desembarcar al otro día alcoholizados y zombies en sus colegios, con suerte, intentando lograr hacer realidad lo que ya han celebrado, y mientras sus padres tiemblan en casa sin poder dormir, esperándolos, temiendo que les pase como a tantos otros jóvenes que pierden la vida cuando otros jóvenes que no han encontrado su lugar en el mundo los matan de un tiro para quitarles cualquier cosa que tengan de valor, desde un celular o un par de zapatillas hasta el auto. El cacerolazo es un baldazo bullanguero que nos espabila y despierta, al menos, lo hace con la conciencia de que estamos todos en el mismo bote, aunque algunos viajen a la deriva en camarote de lujo, no escuchen, insistan en que el ruido no les quita el sueño y que no les preocupa.

Se protestó por diversas causas. No me detendré en ellas. Ya aporté las propias. Me quedo con el mensaje de una pancarta escrita a mano que rezaba:

"Dejá el micrófono y ponete los auriculares."

Me pareció que este pedido de la gente es de una sensatez poco común en esta sociedad. Y tal vez sea hora de que todos hagamos lo mismo: que dejemos de hablar tanto y nos pongamos a auscultar los signos de estos tiempos para encontrar algún rumbo posible y tal vez más silencioso.

A boca de jarro

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Not for sale...

  


  No sé por qué se me dio por googlearme. Es interesante la experiencia de zambullirse en los hallazgos que arrojan las búsquedas de una misma en la red. Creo que de un modo u otro, estamos todos atrapados aquí. Si pasaste por Facebook, estás en Linkedin, si tenés una dirección de mail, un blog o dejaste un comentario con tu perfil, Gran Hermano te identificará de inmediato y saltarás en las búsquedas. En principio, se siente cierto cosquilleo: salto en el motor de búsqueda, luego existo... Pero pronto se descubre que no se es la única persona que lleva el mismo nombre y apellido en este planeta, aunque otras lo complementan con otro apellido y suenan definitivamente más importantes. También, en mi caso, lucen mucho más jóvenes en su mayoría.

 Luego figuran algunas entradas que escribí, no las que me gustaría, por lo cual esta figuración me parece algo arbitraria y azarosa, tanto como el registro de las "Entradas Populares" en los blogs.  Otros datos conducen a enlaces con otras bitácoras, algunos en los que otras enlazaron con ésta, y otros, a tantos comentarios que dejé flotando en el ciberespacio. De nada me arrepiento, excepto de mi paso por Facebook. No porque haya sido perjudicial, simplemente porque resultó para mí, tal como su nombre anuncia, superficial, una vidriera, un escaparate con millones de rostros y poca autenticidad en general.

 Recuerdo que al principio, cuando comencé a bloguear, me preocupaba por cómo podría afectar tanta cantidad de palabras que una tiene el coraje de escribir y postear a mi "reputación laboral" o al "buen nombre familiar", dado que me lancé a esta aventura sin la protección de un nick o un avatar. De empezar de nuevo, me lo plantearía. También me viene a la memoria una conferencia que Obama dio en el 2009 en un colegio secundario en Arlington, Virginia, en la que advertía a los alumnos de los peligros de subir cierta información privada a internet, sobre todo a Facebook, y aseguraba que jamás se borraba nada, refiriéndose tal vez al caso de aquella joven norteamericana a quien le negaron el título docente al descubrirse que había fotos de ella en su Facebook en la que se la veía jocosa, festiva y alcoholizada. Pero a mí ya me otorgaron el título... 

 Lo que sigue es una campaña publicitaria bien explícita para jóvenes, bajo el lema: "Think before you post" ("Piensa antes de postear").  Creo que a los adultos tampoco nos viene mal, lástima que no la puedo encontrar subtitulada, aunque es clara, breve y contundente:





 Da para pensar ésto de: "...todo lo que hagan, va a aparecer más tarde en algún momento de sus vidas." Y: "Once posted, you lose it", ("Una vez publicado no se borra"). Aunque  en lo personal, lo relaciono con aquellas pocas almas desoladas que andan hurgando y dejando comentarios anónimos en casi todos los blogs. Justamente, a poco de empezar con el jarro, incluí este video en un breve post de una serie sobre Facebook, y recibí dos comentarios seudo anónimos burlones. Son esas agresiones gratuitas y cobardes las que hacen que uno de vez en tanto se replantee hasta el inocente gusto de escribir algo que no puede dañar a nadie. Los reproduzco:



Anónimo
Sos una grosa, tenés que publicar algo ya.

Besos,
Carlos

Anónimo
in cre i ble!!
jorge de berazategui

 Hay mucha gente que no tiene nada que hacer más que daño. Más tarde, en uno de esos directorios en los que al principio prolijamente me anotaba sin saber muy bien cómo ni para qué, me encontré con cierta desinformación poco preocupante:

El sitio web fernanda-abocadejarro.blogspot.com se ocupa de los temas: Boca, Jarro, Blog y Hace de la categoría Blogs. fernanda-abocadejarro.blogspot.com es poco conocida en España y significa A boca de jarro.



Palabras clave: boca jarro blog hace



fernanda-abocadejarro.blogspot.com

fernanda-abocadejarro.blogspot.com - 

Popularidad: poco conocida

 Queda claro que por más que una se apunte en cuanto directorio aparezca al paso, eso no hace a la popularidad ni trae a esos lectores y seguidores con quienes se establece un vínculo. Es mi modesto entender que en esto, como en todo lo que sea comunicación y creatividad, hay ratings que poco o nada tienen que ver con calidad, sobre todo, con la calidad humana.

Pero sin lugar a dudas, el hallazgo más sorprendente e inverosímil que he hecho es que mi sitio aparece asociado a una cotización en dólares, como si estuviese a la venta, rankeado como un dominio que tiene, según leo, un pagerank de 3 (¿?), seguridad 100%, a pesar de que una vez una bloguera que no volvió a visitarme nunca más me escrachó en una entrada diciendo que al entrar al jarro aparecía una advertencia en pantalla acerca de la distribución desde aquí de software malicioso. Nada más lejos de mí: no sabría ni cómo empezar. Descubrí también que Google tomó cartas en el asunto, el más grande de todos los Grandes Hermanos en el tema, y dictaminó, luego de un análisis muy higiénico del que yo no estaba ni enterada, que estoy libre de culpa y cargo, por lo cual respiré mucho más tranquila: habría sido una pena hacer un mal sin saber exactamente de qué se trata o poder siquiera disfrutarlo un poquito.

Según este sitio de estadísticas en la web, cuento con 8 palabras orgánicas, lo cual suena sumamente ecológico, y estimo que a mis hijos les encantará en el futuro encontrarse con este récord de mamá. Aunque el rating es francamente mediocre. Seguramente mi posteridad sabrá comprender que hay 30 millones de dominios repartiéndose la torta...
Overview of Fernanda-abocadejarro.blogspot.com
Fernanda-abocadejarro.blogspot.com is ranked 8,335,860 in the world (among the 30 million domains). This site is estimated worth $543USD. This site has a good Pagerank (3/10). It has 59 backlinks. It's good for seo website. 
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Rating:
fernanda-abocadejarro.blogspot.com
2.5/5.0














 ¿Quién habrá puesto a la venta a este jarro? ¡Qué cosas raras se encuentran en la web! Si alguien entiende lo que significa todo ésto o le pasó algo similar, le agradecería una aclaración. Mientras tanto, me quedo pensando en la letra de una canción que alguien publicó por estos días en un blog amigo y que cantaba Atahualpa Yupanqui. Son esas cosas las que hacen que quiera seguir adelante, sorprendiéndome y nutriéndome en este intercambio riquísimo desde esta vasija de barro que no tiene precio para su hacedora:






Yo quiero que a mi me entierren
Como a mis antepasados,
En el vientre oscuro y fresco
De una vasija de barro.

Cuando la vida se pierda
Tras una cortina de años,
Vivirán a flor de tiempos
Amores y desengaños.
Arcilla cocida y dura,
Alma de verdes collados,
Barro y sangre de mis hombres,
Sol de mis antepasados.

De ti nací y a ti vuelvo,
Arcilla vaso de barro,
Con mi muerte vuelvo a ti,
A tu polvo enamorado.




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