domingo, 6 de noviembre de 2016

Mujer al borde de los cincuenta



¡Cuidado!

No hay nada más letal y peligroso
que una mujer a punto de cumplir cincuenta,
una mujer que sin sus gafas de lectura
ve aumentado su deseo sin vergüenza,
ya no le basta que le hagas el amor en una cama
 y es muy capaz de incendiar de desenfado tu bañera.



No tientes, no incites al pecado original,
a una mujer que ya es cincuentenaria,
ya no existe el pecado para ella,
el pecado sería que te la pierdas:
 si la invitás a comer una manzana,
más te vale reservar la caja entera...





Nunca lleves de paseo en tu coche 
a una mujer de camino a la cincuentena:
secretamente y, sólo por un rato, 
ella esperará que le conviertas
el asiento trasero en hotel alojamiento,
 y agarrate del volante si intentás, con palabras, darle vueltas.




Una mujer que ya ha vivido medio siglo
tiene un fuego parecido al de una hoguera:
posee un ardor de inmensa llama
hecho de un femenino altamente inflamable,
y es seguro que con su calor, cual hoguera,
te alimente, te celebre y de placer te mate.




Al estrenar su quinta década
es probable que una mujer prescinda de tu espejo
y con el de ella ya dialogue amablemente:
con el paso de los años, ha descubierto
que la llave de todos los espejos
está en la risa piadosa de aquello que nos muestran.






 Más allá de la curva de salida de la vida
una mujer siente que no hay quien la detenga,
ha dejado atrás el hambre de quedarse con las ganas,
la tiranía de la imagen, el qué dirán, las apariencias,
y ha conquistado la tierra de su sexo en su esencia
al desafiar, con risa, todo lo que de ella aún se espera.






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