jueves, 28 de enero de 2021

"El libro de mi vida": Repasando a Sting


                                                   
  Sting es alguien que siempre admiré. Mi asturiano abuelo José no entendería jamás mi enorme gusto por este gran artista, debido a su nacionalidad, y me preguntaría una vez más:

 "Fernandita: ¿por qué te gustan tanto los ingleses a ti?"

  Soy profesora de inglés, y no soy anglófila. Elijo a quien admiro de acuerdo a mis gustos y valores, y la lista de los que considero “mis ídolos”, como solemos llamarlos aquí, incluye a ciertos pensadores, escritores, cantantes, músicos, personajes de la historia, actores y artistas. Sting es un gran músico, un cantante con una imponente y mansa presencia escénica que tuve la dicha de disfrutar en vivo, en River, en sexta fila en césped, y es, por sobre todo, un genial letrista y fino escritor de canciones: un poderoso escritor…

  Mi admiración por Sting arranca en los años 80 con The Police, tiempo de pasiones adolescentes, cuando escuchaba sus hits "Roxanne", donde revela su amor por una prostituta a quien quiere fuera de las calles y sólo para él; "Message in a Bottle", una canción que expresa el aislamiento que caracteriza a los ciudadanos de la aldea global que estaba por llegar; y "Every Breath You Take", que, a esa edad, me parecía la canción de amor perfecta, aunque ahora, un tipo que me dijera que quiere estar observando cada bocanada de aire que respiro o cada paso que doy me parecería un maniático posesivo…

  Pero es el Sting solista, maduro y añejado como los buenos vinos, ese es el que más me puede. Sólo un hombre que logró evolucionar y crecer, despegarse de su banda New Romantic, y comenzar a indagar y a producir genialidades que ya no posicionaron en los Top Ten, pudo haber creado algo tan personal e inspirador como "The Soul Cages" (“Las cárceles del alma”) en 1990. Ese álbum me lo regaló el primer grupo de alumnos que adoré en su edición de lujo para mi cumpleaños número 22. Es un trabajo que refleja todo el trabajo personal de Sting para elaborar el duelo por la muerte de su padre, toda la poesía que brotó de las lágrimas por la pérdida, y el  producto de asumir su historia y sus vínculos primarios, con su Newcastle natal y con la historia inglesa que le enseñaron de niño, un niño que le costó dejar de ser:

   "All this time the river flowed endlessly to the sea"
   ("Todo este tiempo el río fluyó incesantemente hacia el mar")

  En este disco, Sting expresa su disconformidad con el funeral de su padre, que seguramente le resultó hueco, y lo que se le había impuesto como religión:

   "If I had my way, I'd bury the old man at sea"
("Si pudiera hacerlo a mi manera, lo enterraría a mi viejo en el mar")  

  Para él, la religión no pasa simplemente por ir a un lugar sagrado para uno, rezar y cumplir con rituales (aunque no está nada mal hacerlo, en mi opinión, si eso te hace estar cerca de lo Divino), sino por estar en comunión con sus seres amados y con un ser en el hacer que lo hace ser quien es en esencia. Tras esta introspección, vuelve al baúl de su pasado de profesor de literatura inglesa, y recrea a Geoffrey Chaucer en sus "Ten Summoner's Tales", (1995), una galería de canciones de vigencia atemporal y validez universal que emula a "The Canterbury Tales" y a la tradición de los trovadores medievales ingleses. Es ahí donde encuentro una de los temas que más me han conmovido y subyugado en mi vida: "Fields of Gold", donde claramente nos advierte:

   "You'll remember me when the west wind blows ..."
   ("Me recordarás cuando sople el viento del oeste...")

  Después de “pasar el invierno” y dejar que su alma lo guiara como piloto ("Let Your Soul Be Your Pilot"), canción que habla de un posicionamiento sabiamente místico frente a la enfermedad terminal que le toca transitar a alguien cercano, nos brinda "Mercury Falling" (1996), para ya luego florecer al calor de "Brand New Day" (1999), un trabajo en el que se apoltrona en su gusto por fusionar estilos que se ha tomado tiempo para degustar y estudiar,  y deja su huella en un aporte multiétnico que lo caracteriza como músico y artista hasta el día de hoy, con su bella "Desert Rose", dándole cabida a grandes e ignotos artistas para la gran mayoría de sus fans,  en este caso a Cheb Mami, y, como ya lo había hecho en su banda, con la inclusión de su brillante guitarrista argentino nacido en Buenos Aires, Dominic Miller: un rasgo típico de los grandes de verdad.

  Y por fin llego a donde quería arribar desde un principio, a "Sacred Love" ("Amor Sagrado") (2003) , un disco dedicado a dos amigos y colegas que han partido, y donde yo encuentro el texto que Sting ha estado escribiendo "All This Time","todo este tiempo"      



 "The book of My Life": "El libro de mi vida"

  Esta bella y extensa canción es la síntesis del libro de la vida que todos escribimos día a día, el libro que todos los que decidimos “honrar la vida” escribimos, eligiendo hacer o dejar de hacer, estar o no estar, ser quienes verdaderamente somos o subsistir desde lo que se nos presenta como opción predigerida y cómoda. Es el libro que se nos impone escribir, junto con los mandatos de “plantar un árbol y tener un hijo”, y, como me enseñó mi alumna Lucía Arambasic, a los que ahora se la suma el de “donar un órgano”, cosa que haría gustosa llegado el caso. Es el libro que incluye “los gozos y las sombras”, los hallazgos y los errores, los amores y desencuentros de toda vida bien vivida.

Esta canción lo termina de consagrar a Sting como poeta y escritor en todo su esplendor para mí. Intentaré hacerle honor a este magistral texto con mi traducción al español, aunque inevitablemente se pierde lo más jugoso de este fruto al transferirla. Les pido que no se priven de ver este hermoso video hecho por otra fan, escucharlo y seguir la letra en inglés, donde fluye toda su verdadera y profunda riqueza también en imágenes.


                                                                                      

        Déjame observar junto al  fuego y recordar mis días 

Y  lo que vea puede ser un truco de la luz 

Pero las páginas fulgurantes que turban mi vista 

Son las del un libro que tengo miedo de escribir 



Es el libro de mis días, es el libro de mi vida 

Y está cortado como una fruta por la hoja de un cuchillo 

Y todo lo que hay para ver  a medida que los capítulos se despliegan

Revelan que hay algo de tristeza en toda vida 


Si se lee como un rompecabezas, un errante laberinto 
Entonces no lo entenderé hasta el fin de mis días 
Todavía estoy obligado a recordar 
Recordar la letra de mi vida 

Hay promesas incumplidas y promesas cumplidas 
Palabras duras que fueron dichas cuando debería haber llorado 
Hay un capítulo de los secretos y las palabras que habrá que confesar 
Si pierdo todo lo que poseo 
Hay un capítulo sobre la pérdida y un fantasma que se niega a morir 
Hay un capítulo sobre el amor donde la tinta nunca se termina de secar 
Hay sentencias cumplidas en una prisión que construí a fuerza de mentiras

Aunque las páginas están numeradas
No puedo ver hacia dónde conducen 
Ya que  el final es un misterio que nadie puede leer 
En el libro de mi vida 

Hay un capítulo sobre  los padres, un capítulo sobre los hijos 
Hay páginas acerca de  las disputas que nadie ha ganado 
Y las batallas que perdiste  y el amargo sabor de la derrota
Hay una página en la que nos desencontramos

Hay cuentos de la buena suerte que no pudo haber sido al azar

Hay un capítulo dedicado a Dios que no entiendo 

Hay una promesa del Cielo y el Infierno pero estoy condeno si los veo



Aunque las páginas están numeradas

No puedo ver hacia dónde conducen 

Ya que  el final es un misterio que nadie puede leer 

En el libro de mi vida 



Ahora regresa la luz del día 

Y si hay una oración certera 

Todas estas páginas se están quemando 

Y todo lo que queda sos vos


Aunque las páginas están numeradas
No puedo ver hacia dónde conducen 
Ya que  el final es un misterio que nadie puede leer 
En el libro de mi vida 


A boca de jarro

domingo, 24 de enero de 2021

Elegía a mi utopía


“El encuentro de sir Tomás Moro con su hija tras su sentencia de muerte”, 

William Frederick Yeames (1872)

 

Esta elegía es para mi Javier, 
idealista empedernido, 

historiador inspirado, 

maestro hacedor de la historia mía 
y artífice de mis mejores utopías.
 


 
Ir por la cabeza del Moro,

de madrugada, en puntillas,

furtiva y secretamente,

escoltada por su gente,

que con pasión la defiende,

con manos heridas de hija

con hambre y sed de justicia

- la poética y divina -

a rescatar del cadalso

a la cabeza del Santo

que por Padre dio su sangre. 


¡Qué bella Utopía sería!

No la leyenda: la mía...


Padre que había estampado

su digna firma de Santo

a favor de los derechos de la reina de Aragón

contra la lascivia de una Bolena usurera,

en férrea oposición

a la anulación ilícita

de un matrimonio real y sagrado

- el Moro y su diestra pluma, 

a quien en franca traición, una vil subyugación

no logran avasallar en su lealtad 

al bien supremo ni a su fe inquebrantable.


¡Qué locura corajuda,

Santa sanidad de padre!


Y quien fue decapitado

por oponerse - estoico,

cual hierro caliente en su eje,

de perenne apego al bien -,

a la figura de quien 

coronado oprobio fue

para una Inglaterra fiel 

a los Siete Sacramentos,

a la lujuria del rey

que reinaba, sucio, entre sábanas.


¡Un lascivo amoral

que por seis esposas fue!


Fue la cabeza del Moro

la que por un mes quedaría expuesta,

ya desmembrada del cuerpo

de sus vísceras vaciado, 

de sus bienes despojado, 

de su dignidad privado

luego de ardua agonía

junto a la Torre de Londres

donde reo y cautivo penó

y donde del copón de oro,

que era su mayor tesoro,

bebió y brindó por última vez. 


- "Le ruego, Señor Verdugo, ayúdeme Usted a subir,

que para bajar he de arreglármelas solo."


Y como en todo viaje 

profético, iniciático y poético,

del padre se va hacia al hijo:

y en este singular caso, a su hija,

una digna Juana de Arco, 

pero de nombre Margarita en pleno Renacimiento,    (1535, era de Cristo, no less...)

para limpiar el escarnio

y el linaje de su padre

habilitado arteramente

hasta por el mismo Cromwell

y la complicidad de Cranmer.


Muere Moro: filial sirviente del rey, 

mas, ante todo, mártir, hijo de Dios Padre.





Llegamos aquí al principio

que es como se ha de acabar...

De la cabeza del padre

rescatada por su hija

poco y nada hoy se sabe:

un puñado borroneado

de huellas sobre la tierra.

En este precioso cuento

los protagonistas son hombres y son rivales:

un epicúreo salvaje y un sufrido humanista,

como suele pasar siempre en nuestra Literatura...


No habrá ni gloria ni hoguera para la hija de Moro:

solo anónima leyenda y un tesoro invaluable.


Es la hija quien de verdad conoce, y calla,

del santo ungido su verdadero destino 

y del destino de toda una Britannia perdida,

y de la cabeza del Santo

que rodó ensangrentada 

y a la cual ella salvó

ya por cuervos lacerada.

Ella es la reina real de esta historia,

la de su padre y la de su ancestría toda,

la que, a pura valentía y sobornando a un ruin guarda cárcel,

logra honrar su memoria...


Así se autoconsagró reina, sacerdotisa y profeta,

y a la cabeza del Moro en óleos santos ungió.


La hija quien finalmente

del copón pudo adueñarse

para beber de su gloria,

de esa casi ni el nombre figura

en los los libros de historia

escritos por quienes supuestamente triunfan...

Pero a mí, a mí se me hace, 

 -casi borgianamente, chaucerianamente,

trágicamente, diría, escribiendo aquí en mi Canterbury,

y a riesgo de no equivocarme -,

que esa hija he de ser yo.


Para mi Tomasa Moro,

con filial y verdadero amor.



Y es con mi pluma de ganso 
que hoy te doy 
yo a vos
tu aún negada 
cristiana y digna
sepultura.


A boca de jarro

martes, 19 de enero de 2021

¡Espléndida edad!



¡Espléndida edad!

Para mi prima Marta: te quiero con tus sabios 58!!! 

Y para dos madrazas: Eliana y María Rosa. 

Gracias a todas!!!


Espléndida edad, en la que me pierdo

y no sé muy bien ni qué edad tengo,

pero sí sé que estoy un paso más lejos

del mero detalle en mi documento.


Espléndida edad, en la que decido

colgar los tacones de zapatos viejos,

llevar uñas cortas, el pelo más corto,

mojarme, si llueve, y no usar piloto.


Espléndida edad, que me trajo anteojos

-me dicen que así se logra ver todo-

aunque, contra la sapiencia de mi oftalmólogo,

mi vista es mejor aun sin anteojos.

 

Espléndida edad: escucho y no oigo,

escucho también los discos de ayer,

visito los sueños del no-pudo-ser, (y lo entiendo todo!!!)

canto y bailo sola con estilo propio.

 

Espléndida edad, en la que no salgo a comprar,

en la que no paso un helado por no engordar;

las miradas ajenas, más bien me resbalan,

y el qué dirán: ¿qué?: No me dice nada.


Espléndida edad: ¡Ya no estoy en edad!

Lejos de sentirlo como condena,

no lloro por verme distinta al espejo:

casi ni lo miro, ni vendo mi alma por el forever-young.

 

Edad en la que, se cree, ya no me-reces nada.

Me dicen: -Perdón, Reina mía, estás sobre-calificada...

- Te entiendo, - contesto -, ¡qué triste verdad!

Yo pensaba lo mismo de mí a los treinta... (Por Dios... ¿Qué hago yo acá?)

 

¡Espléndida edad!

 

Porque exijo lo justo, porque armo mi juego,

porque no me contento con ser veterana

de guerras pasadas, de guerras ganadas,

de guerras perdidas: quedarme con las ganas...


¡Yo quiero ir por mas! A mi espléndida edad,

yo no me contento con estar en Facebook,

ser madre y esposa abnegada,

tía y, en cualquier momento, al paso que vamos, también abuela...

 

Muy lindo todo eso. ¡Yo vengo primero!

Y no cerré el libro de todos mis sueños:

a mí se me hace que estoy en el prólogo

o -como dicen ahora- que todo es precuela.

 

Y veo - y no compro - en revistas baratas

que fulana de tal espléndida está,

silueta de avispa, la panza, una tabla,

un novio de treinta, las tetas infladas.

 

Ni una sola arruga - qué feo que es eso...

 Se borran las marcas de ciclos vividos,

 se inflan con botox, se fingen los gestos,

se pierden los mapas de lo bien habido.

 

Ni siquiera la juzgo a la infeliz fulana,

sólo siento lástima: la vida es tan corta

para, en un quirófano, ir a empeñarla.

 Prefiero los dientes con color a dientes.

 

Y ahora te cuento sobre mi exorcismo 

para este demonio de quedar varada 

en la irrealidad de lucir de veinte

que a nadie jamás favorece:

 

silenciosamente, y de madrugada,

celebro mi vientre, mis pechos caídos,

mi frente marcada, las manchas del sol,

las várices y estrías de mis embarazos.


¡Qué suerte la mía!


Celebro sobrinos, hijos florecidos,

celebro ese cielo de mis caminatas,

celebro los treinta que quiero cumplir de empleada

para jubilarme y viajarme la vida,

 

criar orquídeas, construir un estanque,

contemplar amaneceres desde mi ventana,

desterrar al despertador 

y tomar el desayuno siempre en la cama.

 

Y con ese sencillo pase de magia

yo me siento espléndida hoy...

¿Qué importa mañana?

Mañana, ¿Quién sabe? Tal vez ya no estoy...







A boca de jarro

sábado, 16 de enero de 2021

El arte


Vincent Van Gogh, "Autorretrato con sombrero de paja",
Museo Metropolitano de Arte, 
Nueva York, 2018

 
El arte, me dicen algunos, 
socarronamente, 

es "cagarte de frío", empleando ese recurso

del juego de las palabras que resulta tan gracioso,

pero que peca de no-arte cuando no lo usa un artista:

"el arte" ="helarte"...

                          ¿Me explico? 

Y agarrate, Catalina,

dirían mi abuela y mi tía y el Señor Luis Landriscina,

que esto es largo como puteada de tartamudo, Chamigo,

-valga la comparación, un recurso consabido, en honor al buen humor:

la sal de una amarga vida sin tal marino sazón y un toque de pimentón,

aunque algo incomprendido como arte, casi tanto como el mío.


Esto va en serio, te aviso, que el arte no es chiste, no,

aunque puede apelar al humor 

y debería hacerlo mucho mas seguido.

¿Por qué no, Señores Míos?

Que la vida sin humor no es vida, sino sosa duración.


Bueno, te cuento, ahora, va en serio.

Mirá, escuchá, sentime:

para mí, que toco arte de oído, 

como casi todo lo que hago,

y desde que tengo memoria,

y que desde siempre lo uso 

como nido, escondite, refugio y subterfugio,

 acueducto, 

salida de emergencia 

y de raje,

 y como escalera al cielodesde que tengo conciencia, repito,

 para mí el arte es d-arte 

y es darme,

es dar y darme en mis dones.

 

Arte es 

lo que me ha sido dado sin ni siquiera pedirlo,

lo que me fue por Dios regalado,

lo que me arrasa, me quema, 

me devora, me desvela,

me baila, me canta al oído,

me susurra mientras duermo, 

me embaraza 

de mis mejores ideas, 

me moja en aguas nocturnas,

se me filtra de colores hasta en el sueño profundo

y me despierta inundada de palabras para d-arte 

y así sirvo el desayuno.



Arte es lo que me hace vibrar,

temblar, llorar, disfrutar, sentir que enloquezco a veces,

lo que me sueña despierta y hace que adore a la vida 

por su arte inmejorable y por ser tan fugaz e intensa

cuando en el arte se vive y se pena en sus des-artes...


El arte no es vanidad: el arte es necesidad.


Nace de una lacerante herida 

que el arte lame para sanar

y transformarla así en perla 

para regal-arte a Vos,

y para regalarme a mí; sí, a mí: 

para alimentar a esa niña herida que en mí habita

y que reclama, feroz, mirada, atención, validación,

un poco de comprensión con respeto identitario 

y un par de alas para levantar vuelo descalza 

y con los pies firmes sobre la tierra

al cielo que el buen Dios,

 en quien yo creo hoy, y a quien ella le creyó ayer,

- que es Padre y Madre perfectos -

le abra la puerta ahora, hoy mismo,

de ese cielo Paraíso que Él mismo le prometió

y al que ella quiso y quiere honrar 

sobre la "palma de su lengua" 

donde, perennes, Los Abuelos de la Nada le cantan 

a la quinceañera - que de nada, nada: todo -,

"El himno de mi corazón".


La niña devino adulta, esposa, madre, 

profe, prima, tía, jardinera, ama de casa, 

fregona (grrr..., aunque solo por default).


¡Uff, tantas cosas! 

¿Qué se yo? 

Si Vos me lo permitís,

ahora mismo paso lista 

-lista tachada por negra en el seno 

de la que hasta hoy dice que es mi familia...


Soy actriz de teatro frustrada, cantante, ya sin el don de la dulce afinación,

guitarrista sin punteo ni solfeo, bailaora sin cintura, 

equilibrista sobre la cuerda floja 

de un magro sueldo docente en mi Argentina querida,

artesana del rebusque, bloguera por afición, caminante existencial,

huérfana de padre en vida y de madre fallecida,

enraizada en la fe cristiana de la arbolada cruz 

bautizada en el fuego 

del Espíritu, que es soplo primero del Arte,

lo llames como lo llames.


El arte es desviado desbordees una sed implacable, 

es el hambre de tocarte en tus heridas

desde la herida que es mía

para alimentarme a mí y así alimentarte a Vos;

una herida que, sin dudas, para mí y para Vos, para todos, te diría,

es de un inmenso dolor

y que ahora, por fin, asumo, que entiendo, es necesario trepar

para por fin regalarme 

el arte de la sanación 

y así poder regal-arte mi arte 

y, de paso, san-arte también a Vos.


¡Eso sí que es arte, Dios! 

Paracelso: ¡esa Alquimia va por vos!


El arte es darme, es d-arte,

es tocarte con mi alma en el alma justo a Vos, 

es conmoverte y con vos moverme,

es conectarme desde mi soledad, artística y existencial,

 y es, ante todo, sanarme a mí y a todo mi frondoso árbol: 

esa es, creo creer, mi misión en esta vida 

y he ahí mi salvación, 

mi primera vocación, 

la nodal,

la mas profunda, 

su raíz trascendental.



Lo triste del arte, te cuento - y espero no aburrirte

(por extensa, por antigua, por autorreferencial...)

-, y es una gran tristeza esta,

es que la recompensa del arte es la incomprensión de muchos,

cuando mucho el ignor-arte...


Se siente una gran soledad siendo así como soy yo, 

aun rodeada de muchos,

que inclusive bien me quieren y me desean mejor.


Los que ejercemos de artistas 

sin jamás ser aplaudidos

somos lobos esteparios

sin jamás calzar de "artistas", 

sin rótulo, sin título, sin editorial ni editor ni corrector,

sin apellido, sin mecenas, sin escuela, 

sin propiedad intelectual ni derechos de autoría,

sin la técnica aprendida, sin filtro y con infinita torpeza,

a boca de jarro,- como lo hago yo,

sin jamás creerme "artista",

porque se me hace que esa mención es una gran distinción,

para pocos reservada, y que a mí, 

que siempre fui regordeta y muy bajita,

a mí eso me queda grande...



El arte está en mi madrina de Bautismo y Comunión,

madrina también en Letras

que me regaló a María Elena y a su mundo del revés,

está en la olla de fabes de Nicolasa Leonides, mi abuela materna asturiana

que me decía "Fernandita", 

que me mojaba el pan en sus tucos 

y todo en ella era arte gracias a su sonrisa

de dientes postizos sufridos 

que dejaba ella en remojo en su vasito nocturno; 

y está en la voz de Maruja, mi abuela gallega paterna,

hija del mar y las rías de un Viveiro 

que ahora es mío porque lo fui a refundar  

y que en escritos plasmé para lograr entenderme;

es Jesús Paz, su marido, mi abuelo habanero y rico, 

dueño de un pinar perdido por unas guerras absurdas

que ahora yo reclamo a gritos desde mi jardín urbano 

 - con pinos que yo misma planto en mis macetas de barro 

y que lloro cuando mueren o cuando vienen a hacharlos -,

varón de mundo mi abuelo que vino a hacer de mozo a mi Buenos Aires querido

cuando todos sus tesoros los perdió por ser un hombre de Paz, 

y así me legó su apellido, 

aunque me cueste encontrarlo en la realidad que vivo.






Arte es la Luisa Fernanda que me cantaban mis tías abuelas,

Tía Emilia y Tía Paz, mellizas ellas

 - vestían iguales, fijate,

y eso también es un arte, 

dado que eran bien distintas.

Arte es la Tosca que acompañó a mi vieja en su agonía durante noventa días 

y esa se la regalé yo, 

que de ópera, ni jota.


Es el mantón de manila que no tengo todavía,

el relicario robado, 

la batuta de Don Juan Latorre Capón,

- la de plata, la perdida, no la que tengo en casa...


Arte es Pastor Díaz y Rosalía de Castro con su negra sombra, 

que también se me hace propia,

y es la sombra de una sombrilla de encaje y seda 

que espero poseer un día,

encontrarla por sorpresa 

por las calles de esa España 

que es linaje y ancestría,

acriollada en los pucheros y el mate de mi abuelo materno

Don José Terenti, 

asturiano, 

almacenero en mi Villa Pueyrredón

y "gallego" por paranomasia para toda la gilada

(¿O eso será metonimia: no se, la verdad, 

me revientan esas palabras raras cuando juego a ser poeta,

tanto como a mi abuelo le reventaba que lo llamaran "gallego" 

siendo oriundo de Cimalavilla, en Langreo del Pricipáu d'Asturies );

un socialista honrado Don José, 

que leía su enorme edición de La Prensa 

y lo escondía de mi vista, 

aunque bien que me vía y aun mejor me protegía,

narrándome el ideario de Don Alfredo Palacios

cuando por fin se sentaba en su sillón de lectura

de tapizado barato los domingos bien temprano

y, sobre el fin de sus días, todos los santos días de una mísera jubilación.

Arte es mi primer diccionario sobre mi mesa de luz, 

es aprender a hablar lenguas cuando era aun muy pequeña 

en medio de los adultos que me legaron 

la flamencura que todo lo-cura,

que hoy pulsa aquí en mis venas,  aunque ya sin castañuelas...

Las castañuelas quedaron en manos de quienes se dicen "familia" 

pero no ejercen el arte del respeto por mi esencia

cuando me la diagnostican y me aconsejan terapia y ansiolíticos por cajas...


El arte es Van Gogh sin oreja, loco y solo en un asilo de Saint-Rémy

pintando tras la ventana los árboles que yo adoro,

muerto en la peor pobreza: la de ser, para los suyos,

un loco, un incomprendido...


Esos seres que no encajan 

y que en vida los forzamos a mirar por la ventana 

y les cerramos la puerta 

para terminar colgados de los muros de un museo,

o de un templo, da lo mismo,

tras un grueso vidrio blindex,

a los que crucificamos y hasta en la cara escupimos y negamos en sus vidas, 

pero que hacen fortunas una vez que ya están muertos...



Arte es Hemingway de pie, tipeando sangre en sus letras,

borracho y hasta los dientes armado en sus desvelos suicidas;

arte es Blake, casando cielo e infierno, ya que ambos nos habitan,

arte es Dorothy Parker, la ilícita y su inventario,

arte es Wilde, el aforista, 

desde su cárcel por carta, De profundis,

y desde su bello retrato, el que lo hizo inmortal prisionero

de la juventud y la belleza, 

artes que siempre se añoran

cuando se pierden tan pronto como nos suele pasar.


                   ¡Son tantos y a la vez tan pocos!


Arte, y aquí me pongo de pie, Señoras y Señores presentes,

Arte es Cervantes y Arte es Shakespeare

muertos el mismo día, y no por casualidad, 

peleando una batalla que lleva las de perder 

en un mundo para el cual el enemigo 

está hecho de grandes molinos de viento

y de celosos rivales, como John Donne 

y Chris Marlowe con su Fausto sin igual,

en el caso particular del Bardo;

molinos y enemigos que solo ellos vencieron 

con una pluma de ganso, no matter, 

aunque todos conocemos.



William y Miguel


Arte es Calderón, encadenado a su libre albedrío, 

arte es Platón, su caverna, 

es el reflejo sutil, invisible para tanto ojo sordo,

que proviene de una visión que es personal y que es propia,

y a la vez universal - menuda la paradoja e imposible de explicar -, 

de una luz hecha de sombras, jungiana y, tal vez, freudiana, 

aunque yo a Freud no lo elijo como lectura ni arte:

me quedo con los mandalas de la luz de Carl Gustav Jung 

que ahora estampan mis vestidos y cuelgan de mis ventanas.



El arte es el primogénito de la imaginación frondosa,

la de mi árbol, la imaginación de Whitman,

que se la fumaba en pipa sobre su barba plateada,

en hojas de hierba fresca hechas poesía que es arte 

- y que les pese el trabajo de calibrar métrica y rima

 a los críticos de arte, que de artistas poco y nada.

               ¡A mí no me importa nada!


Arte es Mistral en su espina y en su rosa,

Alfonsina entrando al mar es arte,

la "Zamba para olvidarte" que hoy me cantan 

Sosa y Torres, digno hijo de Lolita,

y herederos en mi tierra de la gloria de la Lola.

¡Qué arte eterno en la gloria la del flamenco hecho zamba!


Arte hoy es Juan Luis Guerra que me saca a mí a bailar 

y me canturrea al oído:

"Si tú no bailas conmigo

la noche se queda en vilo (…), 

yo prefiero no bailar..."


 ¡Gracias por toda esa magia, 

artistas del alma mía!


Me la llevo puesta en vida y puedo morir contenta 

esta mismísima noche, aunque pediría, 

de ser posible, 

que sea en el arte de la cuna mía

y de la mano de aquellos que vieron y amaron mi arte.


Arte es Lorcaes Benedetti en mi corazón Coraza 

y arte es Galeano en mi fuego.

Arte es la hija de la lágrima de Charly García, que es hija mía también:

 la historia de una gitana sin castañuelas,

sin sus zapatitos de tacón pero con bolso de piel marrón,

la Penélope de Serrat, mi poeta y trovador, 

arte de mi adolescencia que me salvó del naufragio

al que me condenó el desamor de tus lindos ojos verdes

- verdes como mis dedos verdes que hacen arte en mi jardín,

ojos de mirada oscura que todo un mar me negaron

dejándome sin legado al desestimar mi arte 

en playas de arenas gruesas que casi casi me tragan.


El arte está en Juan, en Marcos, en Mateo y está en Lucas,

está en mi Santo Evangelio de cada día, 

junto al mate, a mano alzada pintado 

con la estampa de mi Fridha,

que mis alumnos me regalaron,

y está en mi mitología, como me la enseñó, con arte, 

Don Alejandro Dolina, de madrugada y por radio.


Arte es 
palabra, obra y gesto de ese Jesús al que sigo

en este arte de darme y el de darte lo que tengo, lo que soy, 

lo que yo anhelo para que solo Dios baste 

como le basta a Teresa, poeta, santa, y docta mujer del siglo XVI...

El Jesús que Teresa ama y por el que gustosa muere

a mí me enseña el perdón, 

aunque me cueste el olvido 

(y seguro habrá mas penas...),

me llama a sumarme, a levantar al caído 

a la vera del Camino, 

que es la Verdad y la Vida, 

y es el padre y el hermano que me invita 

a mí a sentarme a su mesa 

y a pasarla bien en ella

para comer de su pan 

y para beber de su vino, un buen Malbec argentino,

y así sanar mis heridas desde los ojos del alma, 

que es el núcleo del Amor.


Arte es mi salmo diario o nocturno, cuando cuadre, 

es mi canción, es mi baile,

es mi alegría, mi frustración más furiosa,

mi neurosis, mi mas infeliz desventura, 

mi mas deseada aventura,

mi eterna contradicción: 

yo siempre partida en dos; 

y es el intento salvaje de hamacarme en el dolor

y de comerme al mundo de un solo bocado limpio.


Arte es querer aprender, ya de grande, 

a ejercer el gran misterio de la autosanación,

de la autovalidación, 

del desapego absoluto de la opinión que es ajena,

la de un mundo que nos mide, que nos pesa, nos cotiza, 

convirtiendo a mucho artista en un producto de góndola, 

objeto de estantería, programa de televisión 

o personaje público en redes con mil y un seguidores,

gente a quien el mundo proclama, sin ningún empacho, "artista".


Mi arte es mi voz ignota

que no vende ni se vende,

aunque duele si la plagian, la hackean o la roban,

y mi mayor desafío ahora que estoy mayor,

que ya no puede esconderse, ni callarse, ni esperar un día mas,

mi arte es aprender a amarme, sin reservas, sin medida,

a darme yo el permiso de ser arte en este darme

y d-arte de mi arte a Vos que me leés hoy.


¡Toda mi gratitud por eso! 

Sin eso yo no soy yo...


Y si llegaste tan lejos, te digo, 

vamos cerrando por hoy.


Y a Vos, Arte mío, 

pan mío de cada día,

con total misericordia 

yo te abrazo en este día

desde la aceptación profunda de ser artista de vocación 

de absoluta imperfección, 

de pies desnudos sobre la arena caliente de un mediodía en mi playa,

densa, intensa, desnuda, profusa, ancha 

y ahora también canosa, 

y de artística pasión: 

en eso de abrazar mi arte estoy, 

en eso vivo

y en eso habré de morir.



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