Una vez más, voy a dejar salir un poco de humo de mi pava hirviendo, porque el agua no me sirve para cebar ricos mates una vez que hierve: ¡una pena! Mejor me vendría tomarme el tiempo para la hermosa ceremonia del compartir unos mates relajados y charlados con mis seres queridos, como dice un escrito muy lindo de Lalo Mir que me llegó hoy por mail, y que reenvié a los que más quiero, que hacerle frente una vez más a la tarea y a lo que genera en mi hija de ocho años, una niña, no una "adulta pequeña", haciendo referencia al maravilloso poema de Silvia Beatriz Zurdo que publiqué hace tiempo en este blog: "Día del Niño".
Mi hija hoy salió malhumorada del colegio. Lunes. Día de mucho frío en la ciudad. El fin de semana hubo que hacer lo que se nos mandó. Lo muestro para ahorrar en palabras y ser "prolija":
A mi hija y a los chicos de su clase se les exige "prolijidad en las presentaciones". La maestra de grado avisó a principios de año que iba a insistir mucho en esto, y que iba a hacerles transcribir todo aquello que estuviera "desprolijo".
En esta oportunidad, no voy a ir al diccionario a buscar el significado del vocablo "prolijidad". Sería demasiado "prolijo" de mi parte. Me voy a remitir a los ejemplos que tenemos alrededor, que educan, o des-educan, mucho más que las palabras.
En los últimos días, hemos visto muchos, demasiados, diría yo, ejemplos de "desprolijidad" en todos lados: en la política, en la justicia, en lo social, en lo económico, en los medios, en lo laboral, en el comportamiento de cada ciudadano en la sociedad y en la vía pública, en las redes sociales, en el fútbol (¡!), y la lista podría seguir ad infinitum, lamentablemente. Y a los educandos se les exige exactamente lo que los adultos paternantes no enseñan con el ejemplo de sus vidas. Y se los castiga. No veo que se castigue a todos aquellos que se desempeñan con "desprolijidad" en los escenarios de la vida adulta que están a la vista de todos, al menos, no de un modo ejemplificador. Y la "desprolijidad" en ese plano tiene consecuencias graves.
En esta oportunidad, no voy a ir al diccionario a buscar el significado del vocablo "prolijidad". Sería demasiado "prolijo" de mi parte. Me voy a remitir a los ejemplos que tenemos alrededor, que educan, o des-educan, mucho más que las palabras.
En los últimos días, hemos visto muchos, demasiados, diría yo, ejemplos de "desprolijidad" en todos lados: en la política, en la justicia, en lo social, en lo económico, en los medios, en lo laboral, en el comportamiento de cada ciudadano en la sociedad y en la vía pública, en las redes sociales, en el fútbol (¡!), y la lista podría seguir ad infinitum, lamentablemente. Y a los educandos se les exige exactamente lo que los adultos paternantes no enseñan con el ejemplo de sus vidas. Y se los castiga. No veo que se castigue a todos aquellos que se desempeñan con "desprolijidad" en los escenarios de la vida adulta que están a la vista de todos, al menos, no de un modo ejemplificador. Y la "desprolijidad" en ese plano tiene consecuencias graves.
En cambio, la "desprolijidad" en el trabajo de un niño normal y capaz es un síntoma de varias cosas. En el caso de mi hija, está muy claro, para ella tanto como para mí: hay hastío, aburrimiento de prácticas mecanicistas y carentes de sentido pertinente, exceso en cantidad en lugar de mesura y calidad (porque la foto muestra sólo una parte...), y sobre todo, esta manía defectuosa de ver siempre el lado vacío del vaso, la falta de iniciativa para estimularlos desde lo que sí logran, lo que sí pueden.
Hoy vino refunfuñando porque una maestra le dijo que se atara los cordones de las zapatillas, y ella todavía no puede sola: "¡Oh,horror!". Respuesta del docente: "En tercer grado una nena ya debe saber atarse los cordones". Y salió de la escuela con los cordones desatados y con un humor de perros. ¡Cuánta falta de mirada por el ser humano al que se tiene adelante! ¡Y es un colegio donde se predican los valores Cristianos!
Yo no recuerdo bien cuándo exactamente logré aprender a atarme los cordones de las zapatillas. No creo que se trate de un hito madurativo trascendente, y su hermano mayor desestimó el acontecimiento, mortificante para ella, diciéndole: "No te preocupes, yo no me los até hasta los 9, y acá estoy...". Y creo que todo tiene que ver con algo que esta docente desconoce por completo: el desarrollo de la motricidad fina. Esa motricidad en desarrollo en una niña normal que no entra "con sangre", que no se vende en frasquitos, que no se impone desde afuera, y que se cansa de copiar y copiar, para venir hoy, lunes, a casa, con cuatro tareas, y que naturalmente expresa su cansancio en la "desprolijidad" y el malhumor.
Yo no recuerdo bien cuándo exactamente logré aprender a atarme los cordones de las zapatillas. No creo que se trate de un hito madurativo trascendente, y su hermano mayor desestimó el acontecimiento, mortificante para ella, diciéndole: "No te preocupes, yo no me los até hasta los 9, y acá estoy...". Y creo que todo tiene que ver con algo que esta docente desconoce por completo: el desarrollo de la motricidad fina. Esa motricidad en desarrollo en una niña normal que no entra "con sangre", que no se vende en frasquitos, que no se impone desde afuera, y que se cansa de copiar y copiar, para venir hoy, lunes, a casa, con cuatro tareas, y que naturalmente expresa su cansancio en la "desprolijidad" y el malhumor.
La "desprolijidad" es un signo de nuestros tiempos: vivimos de un modo desprolijo, nos relacionamos desprolijamente, y así arremetemos contra la armonía personal y el bien común. En el caso de los chicos, perdemos un bien superior en pos de un requisito estético que no es más que el síntoma de la enfermedad que nos agobia como sociedad toda. Y que se cobra en autoestimas pisoteadas y, lo que es peor, en vidas, valiosas vidas malogradas.
Ayer hacía mucho frío en Buenos Aires. Soplaba un viento helado. El país estaba pendiente de lo que le pasaba a River, que terminó en drama. Yo salí a caminar emponchada por las calles desiertas a disfrutar de un rato de sol en soledad. Y ví mucha "desprolijidad" en las pocas cuadras que caminé. Ví calles sucias y rotas, caca de perro por doquier, y lo que es mucho peor, ví seres humanos acostados sobre papeles de diario y tapados con andrajos y cartones, con changuitos tomados de supermercados, abarrotados de pertenencias inútiles que van "cartoneado" por ahí, para conseguirse un dinero para comida chatarra y vino del más barato. Pensé en la noche que se venía, con temperaturas bajo cero, y me rasqué la cabeza: "¿qué hacer?" Haga lo que haga, será un acto más de verdadera "desprolojidad".
Y escribo la palabra de este modo porque debería aplicar adjetivos calificativos mucho más altisonantes, categóricos y "a bocajarro". Pero me voy a cebar unos mates, e intentar hacer la tarea del día con mi hija menor, para tratar de enseñarle con un simple ejemplo de vida imperfecto, como todos los que le puedo dar, lo que sibgnifica (así pronunciado por ella...) la palabra "PROLIJIDAD".
A boca de jarro
Y siiii!!!! Totalmente de acuerdo en todo lo que escribiste!!!
ResponderBorrarNo tengo palabras para agregar... simplemente, me pongo de pie y te aplaudo, por poder decirlo así... A boca de Jarro!!
Excelente Fer!!!!
Moni
Me quedé pensando...
"¡Cuánta falta de mirada por el ser humano al que se tiene adelante!"
Me la prestas? si no te molesta me gustaría compartirla en el blog
Gracias, amorosa Moni! Es toda tuya, la palabra y el texto entero si querés compartirlo. A mí me cuesta ser optimista con respecto a que vamos a lograr ver cambios en el futuro cercano, pero creo que los cambios que podemos lograr así, siendo honest@s, ante todo con nosotr@s mism@s y con nuestr@s compañer@s, hij@s y alumn@s, son pequeños cambios que harían que nuestro estar en el ámbito escolar fuera tanto más placentero sin causar una revolución educativa, ni hacer paros grandilocuentes: ¿se entiende? Se trata simplemente de un pequeño ajuste en la mirada, como si se tratara de hacerse un nuevo par de anteojos (¡justo ando en eso...!),en la reacción que parece que sale por impulso: si podemos cambiar eso, creo que "podremos cambiar el mundo" para bien, parafraseando a un grande.
ResponderBorrarBesos,
Fer.
Me hizo acordar a mi primaria.
ResponderBorrarQué aburridisimo tener que transcribir ¡TODA LA HOJA!
Por suerte nunca me lo hicieron hacer. Sino seguiría en el cuarto grado, cuando descubrí que podía reducir mi ya pequeña letra aún más y se lo hacía a las maestras que no me gustaban o que me daban clases feas. Pero lo máximo que conseguí fun una exclamación, en rojo en el margen de una hoja, que decía: ¿¡Y por qué esta letrica?!
Claro, la maestra era algo mayor, no lo debe haber ni podido leer, pero prolijo estaba eh, eso sí. Todo subrayado, con colores, con regla, la letra uniforme (uniformemente diminuta)...necesitaría una lupa nada más.
¡Qué recuerdo imborrable!¡Cómo rompen con la letra: que si es muy chica, o demasiado grande, o es prolija, o desprolija, o linda o fea! ¿Cuánto te importa todo eso una vez que lográs sobrevivir a la escuela tal como es, o como eligen hacerla algunos?
ResponderBorrarSi alguna vez como profesora tuya te hice algún comentario sobre tu letra, recordámelo, por favor. Nunca es tarde par pedir perdón... Uno se hace mejor educador cuando tiene hijos.
¡Besos, y mil gracias por comentar y siempre aportar algo jugoso e interesante!
Fer.