martes, 17 de enero de 2012

Templanza



Como resultado del hundimiento del crucero de bandera italiana Costa Concordia hace unos días, hemos tenido la oportunidad de ver y escuchar en televisión abierta a una sobreviviente argentina, María Inés Lona de Ávalos, jueza mendocina, que paseaba por el Mediterráneo con sus dos hijas. 

Me ha llamado poderosamente la atención en el lúcido relato de su experiencia de saltar del barco y nadar 50 metros hasta un peñasco para salvar su vida su enorme templanza. Lo cuenta todo sin ninguna angustia, hasta riendo, confiesa no haber sentido miedo de morir en ese instante y dice haber pensado que, con sus 72 años, sentía que no tenía mucho que perder. Pero ante la opción que se le dio de saltar o quedarse, y contando con la ventaja que muchos no tuvieron de saber nadar, no lo dudó. 

Relata también, con absoluta calma y distensión, que mientras cubría el trayecto hasta la costa a nado en medio de las aguas oscuras y frías, sintió que un pie rozaba el suyo por debajo del agua. Tuvo un segundo de  reflexión y pensó que en ese instante ya no podría asistir a nadie, porque se sabía incapaz de cargarlo hasta la orilla, tarea para la cual un nadador debe estar entrenado, ya que se trata de un salvataje. Así que siguió adelante, y sólo se dio vuelta dos veces: la primera vez, notó que la nave estaba lo suficientemente cerca como para advertir el peligro de que podría succionarla en su hundimiento y entonces aceleró su marcha. La segunda, fue para constatar que su esfuerzo había logrado dejar al barco bien atrás y cerciorarse de que llegaría a tierra firme sin quedar sin fuerzas.

Al escucharla, inevitablemente pensé en todas aquellas personas que deben haber quedado paralizadas, presas de su propio pánico. Y luego pensé en mí, proyectándome hipotéticamente en la situación y asumiendo que no he nacido con la templanza de esta mujer. La templanza es, de acuerdo a todo lo que he aprendido, la virtud moral que asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los límites de la sobriedad. El término (del latín, temperantia), hace referencia a la moderación de la temperatura, al punto medio entre lo cálido y lo frío, y también a lo que mantiene cierto tipo de equilibrio o armonía en nuestro clima interior.  Es una de las cuatro virtudes morales cardinales, después de la prudencia, la justicia y la fortaleza. Y es el origen y la condición de todo acto de arrojo y valentía.



El punto es que siempre he pensado que se nace con esta virtud o no, y en situaciones límite, no se elige cómo actuar o reaccionar: las emociones nos embargan y nos hacen comportarnos de modos que superan lo consciente. Inés insiste con una frase a la que adhiere como leitmotiv, un lema en su vida: "Cruzaremos ese puente cuando lleguemos a él". Y creo que esta cosmovisión, que yo lamentablemente carezco, define a  la perfección lo que es la templanza según siempre la he visto.

De tener que identificarme debo hacerlo con el polo opuesto: el miedo o la cobardía, emociones que tienen mala prensa. Sin embargo, releyendo el capítulo sobre el miedo del pensador, autor y psicoterapeuta argentino Norberto Levy, de su libro La sabiduría de las emociones, este gigante negro del alma tiene su dignidad. Dice Levy:

"El miedo es una valiosísima señal que indica una desproporción entre la amenaza a la que nos enfrentamos y los recursos con que contamos para resolverla. Sin embargo, nuestra confusión lo ha convertido en una "emoción negativa" que debe ser eliminada."

Uno no elige ser miedoso o pusilánime: el miedo nos domina por una creencia de base en nuestra carencia de recursos para hacerle frente al desafío. Según Levy, "Un mar bravío, por ejemplo, puede ser una terrible amenaza para quien no sabe nadar, y deja de serlo para un experto nadador en aguas turbulentas. Esta observación (...) alcanza toda su significación cuando se intenta comprender y curar el miedo."

El miedo no es sólo la emoción que vivenciamos sino nuestra reacción mental o psicológica a ella. Se trata, pues, de una doble reacción compleja, que puede agravar o aliviar la respuesta inicial de la emoción primaria. El error está en creer que no contamos con las herramientas para actuar de todas maneras admitiendo sentir miedo, aceptándolo.



Deberíamos entonces redefinir la templanza, ya no como la ausencia de miedo ante el peligro de que algo malo nos puede suceder a nosotros o a quienes amamos, sino como la certeza de que uno cuenta con los recursos internos para hacerle frente a lo que se presenta como un peligro, en el momento en que se lo deba atravesar, sin angustiarse o alarmarse a priori, imaginando el posible desenlace funesto cuando todavía no todo está perdido. Es ocuparse de lo que acontece sin pre-ocuparse.

Levy apunta que hemos aprendido a reconocer la señal de alarma del miedo, pero no sabemos qué hacer con ella cuando se detona, no sabemos cómo asistirla. Y además explica que no existe la cobardía como tampoco existe la valentía. Se trata de denominaciones falsas. La ley psicológica es: "si la amenaza supera los recursos, surgirá el miedo."  Muchas veces pensamos que somos incapaces de hacer ciertos actos que nos parecen casi heroicos, y llegado el momento, descubrimos que "debajo de mi casa puede existir un enorme pozo de petróleo, pero si no sé que está, es como si no estuviera. El reconocer que uno cuenta con los recursos forma parte de los recursos necesarios."

La diferencia entre Inés y yo es que ella sabe que tiene un pozo de petróleo debajo de su casa, y yo asumo que no hay tal cosa debajo de la mía. Mientras me asuma miedosa o cobarde, seguiré estancada en una lucha conmigo misma, cargando con ese aspecto temeroso de mi personalidad al hombro, y no haré otra cosa más que alimentarlo y agigantarlo.

Somos un manojo de emociones diversas y conflictivas pero fascinantes. El camino del crecimiento personal se encuentra cuando se aprende cuáles son las que nos habitan y se trabaja desde la luz del conocimiento propio para intentar templarlas. Probablemente, esa sea la definición de templanza que uno debería aprender para des-aprender lo que siempre ha creído  respecto de sí mismo, y así lograr ser sobrevivientes de nuestros naufragios cotidianos.

Relato de María Inés Lona de Ávalos, sobreviviente del crucero hundido en Italia
A boca de jarro

15 comentarios:

  1. Fer seguro que tienes más templanza de la que crees y el miedo es bueno para ser capaz de valorar el riesgo...yo como no se nadar no me habría tirado al agua...pero seguro que habría intentado salvar mi vida de otra forma...
    Espero que estés disfrutando de tu ocio de la mejor manera que sepas...y que te protejas del sol a la sombra de un viejo árbol...me ha encantado el post de los árboles...y me ha traído a la memoria la canción de Alberto Cortés...mi árbol y yo...
    un abrazo

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  2. Como siempre me dejás pensando... cuántas cosas me quedan aún por "des-aprender" para darme cuenta de las posibilidades con las que cuento...
    Siempre fui "la miedosa de la familia" y ese mote me acompañó por muchísimo tiempo y más de una vez sale a relucir frente a situaciones que se me presentan...
    Por suerte, cada vez con más frecuencia me sorprendo a mi misma (pero sobretodo a los demás) saliendo airosa y fortalecida...
    Templanza... me guardo la palabra para que me acompañe durante este nuevo año...
    Un abrazo gigante y yo no creo que seas tan miedosa como pensás!!
    Sos una valiente a boca de jarro!! ;)
    Moni

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  3. Julia: ¡gracias por tu paso por aquí y tus aportes múltiples!

    Yo creo que todos tenemos más recursos de los que suponemos, y pasamos por la vida pensándonos menos capaces de lo que en verdad somos de muchas cosas.

    Qué bueno que te gustara el post de los árboles: yo pensé que me había ido por las ramas... :)

    Un beso!

    Moni:¿Qué decirte, si a mí me ha pasado más o menos lo mismo siempre? Esas etiquetas que nos ponen, nos dejamos poner y cargamos toda la vida, nos las terminamos creyendo al final, y es cierto que en ciertos momentos hasta una misma se sorprende de cómo reaccionó ante cierta situación. Señal de que en el fondo no nos conocen ni nos conocemos tan bien después de todo.

    Es un trabajo que lleva una vida y a mí me pasa que cuando escucho historias d este tipo siempre me da por penar que habría hecho yo.

    Esta mujer me sorprendió, no sé si la viste en TN, pero estaba fresca como una lechuga. Yo le dije a mi marido: "Yo estaría con un estrés postraumático de aquellos." Y él me dijo, "Tal vez no." Y me dejó pensando...

    Es bueno tener esa valentía: la de cuestionarse todo lo que uno da por sentado y ver qué pasa.

    Gracias y beso grande!

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  4. Magnifico trabajo como es costumbre en ti, como desmenuzas el concepto y la emoción. Como vuelves a entretejerlos nuevamente dejandonos la más absoluta claridad sobre ellos.

    Templanza, cobardía, valentia...simples o complejos constructos mentales para comprender lo que no podemos aprehender pero de alguna forma si aprender y entrenar para controlarlos en cierta manera.

    Tienes mucha razón de que la templanza nos viene de fábrica, de origen...pero pienso que también podemos aprenderla y aprehenderla para nuestra seguridad y sobre todo para nuestra autoestima.

    Por cierto para mi eres una mujer valiente, de tu tiempo, con ideas propias y me siento muy feliz de conocerte y poder saborear tus reflexiones.

    Y tu marido en su contestación también ha querido hacerte ver que eres mucho más valiente de lo que tu misma piensas.



    Un fuerte abrazo.

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  5. ¡Muchísimas gracias por palabras tan bellas para mi alma!

    Me gusta jugar con los opuestos mentalmente,y ayuda mucho la luz que echa gente que sabe mucho de emociones como Levy.

    Creo haber comprendido, después de pelearme con algunos aspectos de mi personalidad por años, que en definitiva somos seres bipolares, sin ninguna connotación psiquiátrica negativa.

    Estamos hechos de polaridades igual que el universo, y al crecer como personas, dejamos de pelear e intentamos lo más arduo pero lo más necesario y sano: encontrar el equilibrio, que a veces se logra y otras no, lo importante está en intentarlo.

    A veces se es valiente, otras nos puede el miedo: es nuestra humanidad, y está bien como está. Aceptarla es redimirla, es quererla, es querernos.

    ¡Un fuerte abrazo para ti también!

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  6. Nunca sabes como vas a reaccionar. El ser humano está programado para la supervivencia y si se ve en peligro o ataca si cree que puede o huye si se ve con fuerzas. Otra cosa es el ataque de pánico que te inmoviliza. Esta señora tuvo la templanza suficiente para atacar el peligro. Yo no se como reaccionaría. Un abrazo Lola

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  7. Es cierto, Lola, y te agradezco la reflexión. Es una lástima no haber encontrado el video del reportaje más extenso que le hicieron en un canal de cable (Todo Noticias), porque es allí donde se explayó y me dejó asombrada y pensativa.

    Creo que nadie sabe a ciencia cierta cómo reaccionaría en una situación límite donde la vida está francamente en juego.

    Pero creo también que si te asumes como un caso perdido ante los avatares cotidianos, seguramente te convertirás en presa del pánico en una situación de semejante magnitud. No sé. Tal vez se pueda educar las emociones, como lo hacemos con los modales, por ejemplo, aunque se trata de cosas bien distintas.

    El sentido común me ha dicho toda la vida lo que tú dices.

    Un beso con abrazo, Lola.

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  8. Me ha encantado descubrirte Fer, es difícil encontrar pensamientos tan reflexivos y certeros y me ha encantado. Gracias por tu comentario, me daban ganas de ponerlo en la entrada! Me parece tan importante reflexionar y lo hacemos tan poco. No sabemos ni quienes somos ni cuales son nuestros propios mecanismos y es tan fundamental. Excelente entrada, para pensar mucho.

    Me ha fas-ci-na-do conocerte Fer, tienes en mi a una fiel seguidora!

    Un abrazo grande,

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  9. Fer, me ha encantado tu entrada y me ha hecho pensar mucho. Yo creo que el miedo es absolutamente imprescindible para sobrevivir. Lo que no debemos permitir es que nos paralice y eso, amiga mía, es lo que nos diferencia a la hora de afrontar situaciones como esta que explicas. Creo que esta inteligente señora, supo colocar el miedo en su sitio, lo dejó ahí a la espera de mejor momento e inició la acción. Es algo parecido a lo que se siente justo antes de entrar en un quirófano. Si dejas que el miedo te paralice los efectos son aterradores, si consigues apartar el miedo, que está ahí,pero sin dominarte, entonces puedes actuar con templanza.

    Estoy viendo Lost y se me quedó grabada una anécdota que explica Jack sobre un momento de pánico en el quirófano. Narra cómo le cortó la médula a una paciente a la que operaba y sus nervios saltaron sueltos ante los aterrados ojos del cirujano. El pánico invadió todos sus sentidos y entonces lo dejó hacer. Contó hasta cinco dejando que el miedo tomara posesión de él, y cuando llegó a cinco lo apartó (dejándolo a la espera) y siguió operando.
    Es tan solo una serie, pero me hizo reflexionar sobre ello y me di cuenta de que yo había vivido alguna experiencia semejante.
    Bueno, perdona la parrafada, pero es que tu entrada me ha motivado mucho.

    Un beso!

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  10. Antonia: Ninguna parrafada, al contrario. Creo que estas cosas que vemos por tele, sean ficción o realidad, ya que la realidad muchas veces supera la ficción, como en este increíble hundimiento, detonan en nosotros esas proyecciones, por ese ejercen tal fascinación.

    Hay también cierto morbo, que no comparto, por una simple cuestión de aprehensión, justamente, otra forma de miedo.

    Me gusta jugar mentalmente con la proyección, con la fantasía de qué haría yo en el lugar de esa persona si me encontrara en sus zapatos.

    Y me atrapa sobre todo la maraña de emociones que subyacen y emergen en este tipo de coyunturas.

    Quien diga que no ha sentido miedo nunca, no está vivo, o miente. El desafío es qué hacemos con él.

    Y desde ya que hay dos tipos de miedo: el que no es zonzo y es sano en cuanto alerta del peligro y te hace huir a tiempo, y el paralizante que no es sano, pero los que saben dicen que se cura actuando, tal cual como tú explicas. Y el borde filoso entre uno y otro es muy interesante para mí, porque alguna vez he tenido que enfrentarlo y superarlo.

    Un beso y gracias por tu aporte!

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  11. Papámba: Yo también te seguiré fielmente, me encantaron además de tus hondas reflexiones, tus recetas, pero te cuento que los mejillones aquí están por las nubes... Así que anoche hicimos un asadito con un poco de tinto para acompañar, y un queso provolone fundido a la parrilla que llamamos provoleta, que combina muy bien con la carne y con el tinto.

    Un abrazo y muchas gracias por dejar aquí tu huella: eres muy bienvenida!

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  12. LA TEMPLANZA ES IMPORTANTE EN LAS SITUACIONES LIMITE, PERO HAY QUE PODER TENER ESE CONTROL. EL MIEDO A VECES ES NECESARIO PARA PODER REACCIONAR AUNQUE HAY MOMENTOS QUE NOS PARALIZA.

    A MENUDO, NO SABEMOS QUÉ HACER CON NUESTROS NAUFRAGIOS COTIDIANOS.

    TE FELICITO POR LA MARAVILLOSA ENTRADA.

    BESOS

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  13. Muchas gracias, Luján.

    Intentaremos hacer como esta buena señora: saltar del barco y nadar hasta tierra firme, auqnue sintamos miedo.

    Un beso.

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  14. Hola Fer!... todas las veces que escuché a la jueza relatar su experiencia, pensé lo mismo que vos! y me sentí mal por mí misma... porque sé que el peligro físico me paraliza, no tengo reacción, me inunda el pánico enseguida, la angustia, y siento que no podría rescatarme ni a mi ni a nadie... es muy feo sentir eso!. Es como una contradicción enorme que hay en mí: me siento emocionalmente fuerte para enfrentar o atravesar los avatares de la vida; pero cuando la integridad física esta en peligro o cuando se requiere de destreza física, de una reacción rápida para salir de una situación de peligro de esa naturaleza, soy un desastre!!. Le tengo miedo a la altura (la señora saltó desde lo alto del barco inclinado), no se nadar y tengo 0 capacidad aeróbica para moverme rápido y no morir en el intento! o me quedo paralizada o hago la del capitán! jajajaa... besos!

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  15. Hola, Lore!

    Es bueno conocerse a uno mismo. Igual creo que tal vez, llegado un caso así de extremo, de lucha por la supervivencia, quienes nos consideramos cobardes o temerosos tal vez nos sorprenderíamos a nosotros mismos...

    Tal vez después de todo, Levy tenga algo de razón: quizás hay un pozo de petróleo debajo de casa y damos por sentado que no está.

    Igualmente, la templanza de esta mujer me sorprendió muchísimo. Si hasta lo cuenta jocosamente.

    Besos y gracias por tu aporte!

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