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lunes, 25 de junio de 2012

De multiprocesadoras, multitasking y viejos coladores


Cuando me estaba por casar, recibí como regalo una multiprocesadora de alimentos. Me pareció el artefacto más completo que me podían regalar para las tareas culinarias que me aguardaban una vez que aterrizara de mi luna de miel y comenzara el casamiento real. Pero al enfrentarme con la tarea de cocinar, cosa que usualmente sucedía a última hora del día, cuando mi flamante y hambriento esposo y yo aterrizábamos luego de una jornada de trabajo de día completo, lo último en lo que pensaba era en ponerme a procesar alimentos empleando adminículos diminutos que tenía que desarmar como un rompecabezas, encastrar y ensuciar para luego lavar y secar uno por uno y volver a armar para guardar. El cuchillo y la tabla resultaron mucho más nobles y prácticos. Y hasta hoy siguen dando buenos resultados.

Lo cierto es que desde entonces el ritmo de mi vida se ha ido acelerando como mis pulsaciones a lo largo del día. Llegó el primer hijo, las idas y venidas a la casa de los abuelos que lo cuidaban mientras iba a trabajar  fuera de casa, idas y venidas al cole, a inglés, a fútbol,  a fiestitas de cumpleaños; más tarde llegó la segunda hija, pintó el desenfreno para poder atender todos los flancos con ayuda y todo, hubo mudanza de departamento a casa, vuelta a empezar y seguir con las idas y venidas por dos, y sigo corriendo desde que me levanto antes que todos por la mañana hasta que me acuesto y verifico que todos estén acostados cada noche. Y casualmente hoy, buscando mis últimos análisis para llevar al control médico que me tocaba como hace dos años, pero que postergué por no tener afortunadamente ningún síntoma de mala salud y por la falta de tiempo característica en mi rutina, me encontré con la multiprocesadora en un rincón, arrumbada y oxidadas sus cuchillas que prometían alivio y rapidez en el arte de matar hambre.

Mirándola y considerando seriamente deshacerme de ella de una buena vez, caí de pronto en la cuenta de que con el paso de los años me convertí en una: soy una multiprocesadora. Hago camas, no sin antes rescatar todo tipo de objetos perdidos de las profundidades entre las sábanas revueltas (pañuelos, monedas, medias de pares distintos, etc. sin entrar en detalles de los mismos...), ordeno placares, limpio los pelos del cepillo de mi princesa que invierte una media hora diaria al cuidado de su cabello, ya que según ella es "su tesoro", refriego bañeras e inodoros a pesar de que en los comerciales de televisión me llamen "obse" por eso, pongo orden en la caverna en la que se ha convertido la habitación de mi hijo adolescente, cocino como para un regimiento aunque somos cuatro normalmente a la mesa, aspiro, barro, lavo, tiendo, seco, plancho y además, en mis ratos libres, enseño inglés y blogueo... Soy la más completa versión de multiprocesadora en el mercado y, sin embargo, todo lo que hago a la velocidad del rayo no tiene un precio. Y por si fuera poco con todo eso, tengo componente autolimpiante incorporado: me baño y me aseo por las mías para estar presentable frente al mundo. ¡Sí! ¡Mis adminículos me los lavo y me los seco yo misma!

Es curioso que esta característica de la vida urbana moderna de las mujeres y los hombres que hemos elegido formar una familia sea tan preciada en el mundo del trabajo. Allí se la conoce como multitasking, la capacidad de atender o hacer varias cosas al mismo tiempo con cierta velocidad y bastante eficiencia. En ese mundo sí se cotiza esto que nos hacen ver como una virtud. Y sin embargo, sigo pensando sobre mí misma y sobre el multitasking lo mismo que pienso sobre la multiprocesadora que me obsequiaron creyendo que me hacían un bien, allá cuando, sin imaginarlo siquiera, tomé la decisión de convertirme en una: estamos sabiamente diseñados para hacer una cosa por vez, atender un sólo juego, caminar más y correr menos, transitar cada instante focalizando en una única cuestión. Si no nos pasa como al colador, ese viejo y fiel compañero de mis abuelas, que se tomaban su tiempo para hacer la misma cantidad de cosas o tal vez más, ya que no contaban con lavarropas automáticos digitales, hornos autolimpiantes, aspiradoras, microondas, freezer y demás invenciones de la era tecnológica: se nos empieza a escurrir la vida por los agujeritos.


A boca de jarro

miércoles, 9 de noviembre de 2011

El manifiesto del optimismo según Eduard Punset

         
El pesimista sabe rebelarse contra el mal. 
Sólo el optimista sabe extrañarse del mal.
                       Gilbert Keith Chesterton
Eduard Punset.

  Ya he dedicado varias entradas a este pensador y divulgador científico catalán a quien descubrí y seguí este año hasta donde puedo: leo su blog, algunos artículos que allí comparte, he visto algunas entrevistas que le han hecho o que él mismo ha conducido con destacadas personalidades del ámbito del pensamiento y la ciencia de vanguardia, como la charla que ha tenido con Ken Robinson, y hasta ahí llego. Lamentablemente, no me es posible ver su programa "Redes para la Ciencia" que se emite todos los domingos por la noche por TV Española 2, porque no recibo esa señal a través de mi proveedor de canales de cable. Y su revista se consigue mediante suscripción en euros...

 Siempre pienso que sería fantástico tener en televisión abierta en la Argentina a más gente como Punset y no a tantas señoritas semidesnudas bailando danzas exóticas, quienes por cierto gozan de mucho rating y una excelente figura. Pero no creo que Punset pudiera alcanzar el alto grado de seguimiento y la cantidad de programas satélite de transmisión diurna que se alimentan de los dimes y diretes del concurso nocturno de baile más popular de nuestra televisión, por una simple razón: este catalán no hace más que recordarnos que "Somos primates". Semejante afirmación expondría crudamente la naturaleza del show más popular de nuestra televisión, y le quitaría todo su glamoroso charm.

 Cada vez que acudo al salón depilatorio a pagar y sufrir para deshacerme del natural vello que me hace semejante a mis ancestros primates, pero que está mal visto no extraer por mis congéneres argentinas y argentinos, pienso cuánta razón tiene este hombre, y trato de convencerme a mí misma de que, la próxima vez que asome, haré como la monísima Julia Roberts, y asumiré mis orígenes para ya dejar de sufrir. Después de todo, a ella no le va tan mal...


  Dejando la humorada de lado, Eduard Punset asegura, y nos mejora el humor al hacerlo, que "nos sobran razones para pensar en un futuro mejor". Y comparte un manifiesto interesante, a propósito del Día del Optimismo al que nos convoca a celebrar el próximo 22 de noviembre, que me gustaría difundir y comentar:

Manifiesto del #optimismo:
.

            No es cierto que exista una crisis económica planetaria, lo que existe es una crisis específica de países específicos.

           La esperanza de vida aumenta 2,5 años cada década. Por primera vez aprendemos que hay vida antes de la muerte y que cualquier tiempo pasado fue peor.

           La educación y la medicina avanzan hacia la personalización, y nos obligan a engendrar un nuevo modelo social. La prevención será más importante que la curación.
Un gran descubrimiento: el aprendizaje social y emocional. Por primera vez en la historia de la evolución empezamos a conocer y gestionar las emociones. Y sabemos que es tan importante aprender como desaprender.
Las redes sociales son lo que nos hace distintos del resto de animales. El origen de la interconexión actual está en las rutas de la Seda y del Incienso. Gracias a la revolución digital ahora la comunicación puede ser instantánea y universal.
Tras los avances de las ciencias de la mente, hoy conocemos la importancia del inconsciente con relación al pensamiento racional. Por primera vez constatamos que podemos confiar en la intuición.

           Nunca habíamos sabido tanto sobre la naturaleza de la felicidad. Eso es lo esencial: la felicidad se encuentra en la sala de espera de la felicidad.
Otro de nuestros quebraderos de cabeza seculares: la belleza. Sabemos que la belleza es ausencia de dolor, o sea, la que refleja un rostro con un nivel de fluctuaciones asimétricas inferior al normal.

           Evolutivamente, en tiempo de crisis, la manada se vuelve hacia los jóvenes para que ejerzan su liderazgo. Es pues, la hora de los jóvenes. No pueden defraudar.
Hace unos años estábamos convencidos de que la visión del universo correspondía a la realidad. Luego descubrimos que esa visión dependía del marco y de las emociones. Ahora sabemos que es el resultado de un modelo matemático: la incertidumbre envuelve a nuestro universo.

http://www.eduardpunset.es/14815/general/nos-sobran-razones-para-pensar-en-un-futuro-mejor

  En un mundo globalizado, la crisis de unos cuantos países inevitablemente afecta al concierto desafinado de naciones. A esto debe sumarse la crisis planetaria ya no económica, sino ecológica, que es bien seria. Decir ésto no es pecar de pesimista, sino ser realista. De todos modos, sería posible que las crisis activen nuestra inteligencia para poder encontrar soluciones nuevas a viejos problemas crónicos, aunque parece que siempre estamos demasiado ocupados para notarlos, hasta que llegan a tocar la puerta o el bolsillo propios.

Mafalda, por Quino
  Hay muchos economistas destacados que insisten en que estamos transitando una época bisagra. La indignación, y las protestas a las que ha alimentado últimamente, este germen altamente contagioso que se ha esparcido por medio planeta, me ha hecho sentir más optimista. Es la expresión de un sentir desde una actitud más crítica y menos pasiva frente a lo que causa estragos en nuestras vidas. Queda aún por verse a qué conducen estas movidas, y cómo hacemos para ser escuchados más que oídos.


  Me quedo con una cita de Albert Einstein que sintetiza el efecto deseable de las crisis personales y globales en el derrotero de nuestra historia:


"No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar ‘superado’. Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones. La verdadera crisis es la crisis de la incompetencia. El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora que es la tragedia de no querer luchar por superarla." 
                                                     ALBERT EINSTEIN

  Muy posiblemente, viviremos vidas más largas, gracias a los avances de la medicina y a las medidas preventivas sobre las cuales se nos concientiza y a las que nos sometemos periódicamente. Y acuerdo con Punset en que el hecho de vivir más tiempo tal vez nos permita atisbar el cambio que los jóvenes necesariamente deberán generar. Yo creo de corazón que los jóvenes, a pesar de todo, no defraudarán, necesito creerlo, porque soy madre. Eso me hace un ser sumamente intuitivo. Confiando, pues, en mi intuición de madre, creo fervorosamente en el porvenir de mis hijos. Ésto es más una cuestión de esperanza que de optimismo, donde podría establecerse una sutil diferencia. 

  El optimista se me hace un ser que lleva puestas unas gafas rosadas desde donde ve la realidad de ese color. El esperanzado, en cambio, se me hace más realista y responsable que el optimista, en tanto no se calza esas gafas, sino que mira la realidad tal cual se presenta, y se compromete activamente desde el lugar que elije para protagonizarla y mejorarla a través de acciones concretas.
                                       
  Creo que estamos llegando a un punto en cuestiones educativas en el que se va a hacer ineludible introducir cambios, incluir nuevas dimensiones y replantear para reformar el sistema arcaico en el que estamos penando. Son los mismos niños y jóvenes de la era digital quienes se están rebelando contra la educación vacua, mecanicista, la que no contempla sus potenciales individuales, su creatividad y emocionalidad. Pero como formo parte del mundo de la educación por partida doble, por ser docente y madre de hijos en plena edad escolar, debo admitir que me cuesta ver cómo se podrá lograr traer el cambio. Necesitaría quizás tomar mayor distancia para envisionarlo. Encuentro que hay aún mucha resistencia en ciertos sectores y mucho anquilosamiento. Voces de gente como Punset, Robinson, o localmente, Julio César Labaké, sin embargo, me infunden esperanza.

  Deberemos aplicar todos los hallazgos sobre emociones y afectividad, el inconsciente y la conducta humana para resolver el tema de la violencia y la criminalidad, para ponerle coto a la inseguridad y a la guerra, que ahora también ha tomado nuevas máscaras, pero que sigue siendo una realidad preocupante, para finalmente engendrar un nuevo modelo social que no alimente tantos males. Me resulta un poco más complicado ser optimista en estas cuestiones, simplemente tal vez por lo que veo en los noticieros locales y leo en los diarios, además de lo que se vive en las calles de mi ciudad.

                                 
  El ideal de belleza anorexígena, un tanto andrógena y "siempre joven" que se ha impuesto ya hace tiempo, y los estragos que causa sobre nuestra mente y nuestro bienestar, así como también la imposición hueca de ser felices, entendiendo la felicidad como un estado absolutamente indoloro, hedonista, exitista, un bien adquirible en las góndolas de un supermercado o en el shopping, o siguiendo las prescripciones zen del gurú de moda, se me hacen huesos más duros de roer. Tendremos que confiar en que la crisis nos conducirá a la salida del consumismo exacerbado por fuerza mayor, y que el cambio de paradigma educativo añorado llegará para domar a estos dos duras imposiciones culturales. Hay mucho que desaprender en estos terrenos.
Maitena
                                    
  Me resulta más sencillo ser optimista en cuanto a las redes sociales. Creo que estamos en una etapa de euforia, y que vamos a ir aprendiendo a regular su uso, para que "la mente humana pueda dominar lo que la mente humana ha creado", como apuntó Paul Valéry, autor desconocido para mí, pero citado por Zygmunt Bauman en "Modernidad Líquida" en la apertura de su prólogo, libro por el que ando navegando y seguiré por días.

                             
  Pero por sobre todas las cosas, hoy necesito de este manifiesto. Hoy necesito ser optimista y esperanzada. Esta reflexión está en verdad más motivada por una necesidad emocional  profunda del alma propia y familiar que por ganas de argumentar o analizar racionalmente. Tal vez de eso se trate el optimismo después de todo. Es posible que a estas alturas de mi vida adulta padezca de una buena dosis de cinismo y escepticismo, productos de tantos golpes y caídas, que me sienta ya un tanto desgastada, aunque no vencida, por los avatares de una vida bien vivida, con sus luces y sus sombras. Hoy necesitaba tomarme una buena dosis de optimismo: ¡Salud!



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