miércoles, 1 de junio de 2011

"La crianza, esa ardua tarea": Reflexión sobre el fragmento del libro de Maritchu Seitún publicado en LNR.



     

    En la  La Nación Revista del domingo 29 de mayo del corriente, salió este artículo, que es en verdad un fragmento de un nuevo libro sobre crianza, "Criar hijos confiados,motivados y seguros" de Maritchu Seitún, Editorial Grijalbo, tema que me apasiona, y sobre el cual deseo algún día escribir mi propio libro, mas allá de que, de hecho, lo hago día a día, ejerciéndola en presencia, mirada, escucha y entrega. Este artículo, como tantas disquisiciones blandas, “light” y postmodernas sobre el tema, me decepcionó


La crianza, esa dura empresa

En su nuevo libro, la especialista Maritchu Seitún ofrece una guía para dotar de confianza a nuestros hijos desde su primera infancia. Aquí, un extracto del capítulo La mirada (de los padres)

Domingo 29 de mayo de 2011 | Publicado en edición impresa
Los niños crecen en la mirada enamorada de su madre. Es una frase que confirmo cada día en mi trabajo con niños y adoles­centes, en las consultas de padres que vienen a verme preocupa­dos y, también, en la vida diaria con mis propios hijos y la gente que me rodea. Podría mejorarla diciendo: mirada enamorada de la madre, del padre y personas significativas de su entorno duran­te la crianza.
Con esa mirada crece la imagen de sí mismo, la autoestima, su confianza de ser valioso y de que el mundo lo va a recibir amo­rosamente y lo va a aceptar. Crecen la fortaleza y riqueza de ese pequeño ser que va constituyéndose desde el primer día de vida sin necesidad de organizar defensas inadecuadas.
En este contexto, enamorada significa encantada, llena de amor incondicional, fascinación, aceptación. Es una frase fácil de repetir y de creer, pero no parece tan simple cuando llega el mo­mento de sostener esa mirada.
Al nacer, el bebé no sabe que es; y lo va descubriendo poco a poco a través de su entorno, que funciona como un espejo que lo refleja. Si predominan las experiencias en las que lo hacemos sen­tir valioso, digno de amor, querido, querible, único, él se sentirá exactamente así. Lo mismo ocurrirá si le mostramos que es moles­to, ruidoso, insoportable, burro, demandante... Las palabras, el lenguaje corporal y las actitudes de los padres irán moldeando la imagen de sí mismo. Esto no significa que todas las experiencias tengan que ser de este tipo, pero sí que éstas predominen en la experiencia del niño.
Revisemos (para que esto no parezca una tarea imposible) nuestras expectativas de modo que sean razonables y realistas, tanto acerca del niño como de nosotros mismos. Pueden no ser­lo por muchas razones: que traslademos nuestra autoexigencia a nuestros hijos, que sea demasiado importante para nosotros la opinión de otros (padres, abuelos, amigos, etcétera), que intentemos que nuestros hijos hagan lo mismo que hicimos nosotros, o lo que no pudimos hacer, nuestra falta de experiencia, nuestra difi­cultad para esperar que ellos maduren a su debido tiempo, nues­tra propia autoestima baja que nos hace buscar seguridad en hijos perfectos...
En primer lugar, revisemos nuestras expectativas en relación con ellos. Dice Dorothy Corkille Briggs en El niño feliz que a nadie se le ocurre tirar de la punta de una planta para que crezca más rápido. Confiamos en que, si le damos agua, aire, luz y nutrientes adecuados, ella va a saber crecer. Aunque parezca absurdo, mu­chas veces nos encontramos haciendo esto con nuestros hijos.
Veamos algunos ejemplos. La mamá dice: "Saludá, nene, a la abuela" (y piensa: O ella va a decir que yo no sé educar a mis hijos), "Dale un beso a tu maestra nueva" (a quien la chiquita acaba de conocer y mira con pánico), "Saludá al señor" (ahora el pánico es del papá porque el señor es su jefe en el trabajo).
Si le damos a un niño muchos besos sin esperar nada a cam­bio, sin forzarlo a nada, un día empezará a hacer lo mismo. Lleno de amor y de besos, y con el ejemplo que le dieron sus padres y abuelos, estará en condiciones de hacerlo. Solo, sin presiones, sin la obligación de complacer a mamá para que no se desilusione o lo deje de querer, o por miedo de hacer enojar a papá, o de entris­tecerlos, o de ofenderlos y que se alejen emocionalmente de él.
Nuestros hijos chiquitos nos necesitan, no pueden vivir sin nosotros; por eso les resulta terrible la posibilidad de desilusio­narnos, o de correr el riesgo de perder nuestro amor y cuidados. Esto los puede llevar a aceptar por demás lo que los padres les pedimos; antes de estar realmente preparados para hacerlo. Y en ese camino pierden una parte de ellos mismos.
A diferencia de lo que nos ocurre con la planta (que sabemos que va a crecer), nuestra falta de confianza en nuestra capacidad de educar y de ser modelos adecuados para ellos nos lleva a em­pujarlos hacia adelante, y perdemos la oportunidad de disfrutar sus logros. Al centrarnos en lo que falta, logramos exactamente lo contrario de lo que anhelamos: hijos con poca confianza en sí mismos.
Cuando el bebé empieza a caminar, le regalamos la zapatilla (rodado sin pedales para mover con los pies). Logra dominarla a los dos años... y ya le estamos regalando el triciclo... Cuan­do a los tres puede pedalear y desplazarse cómodamente en su triciclo, le compramos la bicicleta con rueditas... Y a los cuatro, quizás encontremos un vecinito dotado motrizmente (que ya anda en bici sin rueditas) y empezamos a forzar a nuestro hijo a dejarlas. Este es sólo un pequeño ejemplo de lo que ocurre con muchos temas en la infancia.
Disfrutemos cada momento evolutivo sabiendo que el próxi­mo va a llegar y los veremos sonreír confiados y seguros de sí mismos. ¿No es eso lo que todos soñamos para ellos?
De la misma manera, observemos nuestras expectativas para con nosotros mismos (a fin de no pretender más de lo que real­mente podemos): ser buenos padres, tener la casa perfecta, no fallar en el trabajo, son presiones difíciles de sostener con hijos chiquitos; y, sin darnos cuenta, podemos hacerlos responsables de nuestros fallos en esas áreas.
Un ejemplo: los chiquitos tiran los vasos (especialmente los llenos) por mil razones. Porque son torpes y no tienen el esquema corporal consolidado, porque jugar es más importante para ellos que la alfombra, porque su capacidad de atención todavía es limi­tada, porque el enojo puede dominarlos hasta hacerlos tirar el vaso a propósito. Una mamá demasiado exigente (consigo misma y, en consecuencia, también con su hijo) se va a enojar mucho; y luego se va a volver a enojar con él porque, al tirar el vaso y hacerla enojar, la hace sentir una mala mamá. ¡Es demasiada responsabilidad para un solo niñito!, ¡y también para una sola mamá!
Los chicos crecen y, con seguridad, volveremos a tener la ropa impecable y los muebles perfectos. Mientras son pequeños, lo central es que tengan ese calorcito que sólo da la confianza de ser queridos tal cual son, de ser aceptados; de saber que sus padres están encantados con ellos.


     Aquí va mi reflexión, parte de la cual ya está en manos del editor de “Yo lector”, donde suelen publicar mis cartas de no más de 1.000 caracteres, y que viene de haber leído más de una veintena de libros sobre el tema, y, sobre todo, de ejercer la crianza comprometida, real y aplicada durante trece años ya.

    Al leer un título como este, una madre o padre amoroso y sano espera encontrar eco de esas dificultades que la crianza plantea paso a paso, y  que parece no estar bien visto comentar. Sin embargo, me encuentro con una psicóloga más, y ya van muchas, que insiste en que los padres están “enamorados” de sus hijos, con lo cual ya empezamos mal: Freud se retorcería en su tumba si leyera algo así. Coincido en que el amor a los hijos es visceral, único e incondicional, pero no se puede decir, para luego deber aclarar el sentido de la palabra que ya tiene su propio significado (para eso están las palabras), que uno está “enamorado de sus hijos”. Esto le haría un daño terrible a nuestros hijos, quitando inclusive toda connotación sexual del medio. Creo que en cuestiones de crianza, como en educación, nos hemos ido de un extremo al otro: el extremo del autoritarismo del que venimos históricamente como sociedad, en donde el niño se calla, obedece, es maltratado verbal y físicamente como si fuese un perro siendo domesticado, y no se lo escucha ni se le expresa el sano y profundo amor que uno siente por él,  al otro extremo, a lo que yo denomino “la dictadura del niño”, en la que al niño se lo “idolatra”, se lo convierte en el amo y señor de  la casa y de nuestro universo, se le dan todos los espacios para que “brille”, no se le pone ni un límite, se lo deja pasar por  un enano autoritario y desubicado, se le habla de igual a igual cual si fuese un adulto pequeño, se le explica el motivo y la razón de todos los “no” para no traumarlo, se lo deja “explorar” con la comida con la que debe alimentarse, pintar todas la paredes para que logre expresarse, jugar con la espuma de afeitar de papá para que desarrolle sus habilidades manuales y creativas, y todo, que es un exceso por donde se lo mire, sin ubicarlo en su realidad de niño. Y así se le hace tanto o más daño que al niño de antaño.
  Tengo la dicha de tener una excelente amiga, mujer inteligente y sin hijos, con quien puedo hablar mucho de todo esto. No me sucede igual con mis pares, madres urbanas contemporáneas. Ellas no parecen sentir a veces, como me pasa a mí, que los hijos, además de la indiscutible maravilla que aportan a nuestra existencia con su omnipresencia, amor incondicional de verdad, ingenuidad, ternura, creatividad, espontaneidad, y ganas de reír y jugar todo el tiempo, además resultan para cualquier adulto normal, precisamente por todos esos mismos motivos, muchas veces insoportables y terriblemente egoístas, simplemente porque son niños, y eso es lo que los incapacita para no ser egoístas. Pero lo son: son absorbentes, demandantes, impacientes en general, pedigüeños, caprichosos, obstinados, ruidosos, inquietos, y demás… Esto es también normal, deseable y esperable en un niño sano. Y esto natural y comprensiblemente  molesta a cualquier adulto; esto les molesta hasta a sus hermanos o hermanas que ya van dejando de ser niños, y que ven todo esto claramente, y uno les pide que los soporten:    
    
                          “¿No ves que es chiquito?”

   Ahora bien. Si yo comento algo de todo esto que todo chico grande con hermanitos pequeños dice tranquilamente, sin culpa y sin sentirse en falta por eso, con una madre en la puerta del colegio, no percibo empatía… Al contrario, se me mira cual si fuese un monstruo, y en la mirada leo un millón de horribluras que van desde “Mala madre” hasta el peor de los insultos… Y todo esto creo que se debe a la maldita y perenne culpa femenina y, sobre todo, materna…

   Esta sensación de ambivalencia tan presente en todo vínculo humano, y en el de filiación también, no tiene permiso de ser verbalizada en nuestros tiempos, y esto me huele a hipocresía. Y me indigna la hipocresía. El momento de mi vida en el que lo percibí con mayor claridad fue cuando decidí tener a mi segunda y última hija, y atravesé la crisis vital más honda de mi existencia, que me permitió hacerme adulta. Fue tal la sensación de desborde ante la exigencia, seguramente agrandada por mi propia autoexigencia, que no elegí padecer, pero que es uno de mis rasgos, sin que esto me convierta en una loca desquiciada incapaz de maternar amorosamente, que creí enloquecer en el intento de maternar fusionándome con una deseada y hermosa bebé recién nacida que mamaba cada cuatro horas, y seguir siendo la mamá presente que mi hijo mayor de entonces tan sólo 5 años necesitaba y reclamaba justamente. Y al mismo tiempo, poder encontrar espacio para seguir siendo “yo”: yo mujer, yo esposa, yo ama de casa, yo gerente de gestión de mi hogar, yo profesional exitosa y requerida, yo hija presente, yo hermana compinche, etc.… Todo esto, sin  la ayuda de una doula, o una niñera, o una mucama con cama adentro, como hacemos la mayoría de las mujeres... Todo esto que, creo, lógicamente, resulta demasiado, fue demasiada demanda para mí. Y me sentí muy sola y asustada en mi sentir, que fue catalogado de “neurótico” por un médico clínico que me recetó ansiolíticos para calmar mi ansiedad, los cuales interrumpieron el amamantamiento, generando aún más estúpida culpa, y  quien me mando a hacer terapia con una psi que me dijo exactamente lo que yo sabía de antemano me iba decir: 

     “¡Tenés que aprender a pedir ayuda! ¡Tenés que delegar! 
      ¡Tenés que pedir más delivery y hacer las compras online! 
      ¡Tenés que hacerte un análisis de sangre para ver cómo anda tu tiroides!” 

    Hasta que, en lo que decreté como mi alta terapéutica, con síntomas en remisión, gracias a consejos que no puse en práctica y a la lista de “tenés que” que superaba  ampliamente mi propia autoexigencia, tan cuestionada en este artículo por la autora, le dije:

     “Sí, ya se. Tengo que nacer de nuevo o cambiar de clase social, ¿no?” 

    Fin de la terapia.

    De todos modos, como dije, leí una veintena de libros sobre crianza, porque seguía sin perdonarme lo horrible de sentir que yo no me estaba plenificando en esta ardua empresa, sino que me estaba posponiendo, que estaba dejando una vida fecunda en muchos otros aspectos entre paréntesis. Yo me sentía la sombra de quien había sido antes del quiebre de la maternidad. Y fue allí cuando encontré a la única mujer que me explicó qué y por qué me pasaba todo esto: Laura Gutman. Ella fue quien me habló por vez primera de la sombra que me habitaba y devoraba entonces, advirtiéndome que, en tanto yo no la aceptara, por más impresentable que apareciera en sociedad, nunca brillaría en la luz de mi ser como por fin logré hacerlo gracias al “encuentro con mi propia sombra” a través de la maternidad. Ese es el agradecimiento y la bendición más grande que les debo a mis hijos: su estar en mi mundo por mi propia elección me permitió ver y aceptar que yo no soy toda ternura, paciencia, abnegación  y cosa dulce, como el personaje de "Mafalda", Susanita, por suerte para ellos y para mí, ya que además es un poco tontita. Que hay emociones oscuras y potentes dentro mío que son tan esenciales y valiosas, en tanto no se transformen en destructivas, como las que son esperables en las fiestas de cumpleaños infantiles en los “pelotuderos”… como los definía el joven e iluminado Padre Hernán, con quien, por aquel entonces, realicé un maravilloso Taller de Oración y Encuentro con La Palabra gratuito que me ayudó tantísimo más que la terapia con la especialista en postparto y crianza a quien le deje una suma considerable de mi dinero. No hay mejor terapia que la de un Cristo que te acepta Y TE AMA con todas tus miserias, y te enseña con su ejemplo a perdonar y perdonarte.

  Norberto Levy fue otro terapeuta que me ayudó mucho en esa transición, con su libro de ejercicios terapéuticos “El asistente interior”. Y leí otro breve y valioso trabajo de Levy el verano pasado, titulado “La sabiduría de las emociones”, en donde se le dedica un capítulo al enojo, que dice más o menos que el enojo es una válida y saludable emoción, siempre que “resuelva y no destruya”. Pero a esta psi parece que nunca se le vuelan los patos, como a las mamás reales, que ejercemos la crianza comprometida aplicada full time, sin delegar ni tercerizar, con todas nuestras humanas limitaciones, y con todo nuestro profundo amor incondicional y no “enamoramiento” por nuestros hijos.


   Otro aspecto que menciona el artículo es el de no apurar a los chicos en sus logros motrices, de aprendizaje y demás. Y en esto estoy absolutamente de acuerdo con la autora. No obstante, es el afuera, léase sociedad, escuela, maestras, jardineras, pares, otros padres, etc., los que apuran a los chicos. Se nos dice que no esperemos la perfección en nuestros hijos, pero se nos la exige como padres, en un mundo que ya exige demasiado aparte de nuestra propia autoexigencia. Aunque nosotros encaucemos el crecimiento de nuestros hijos respetando sus tiempos, es el afuera el que los y nos apura todo el tiempo. Sin ir más lejos, ayer, recibí una bien intencionada nota de la dulce maestra que este año tiene mi hija de ocho años, en la que me pide que la ayude a reconocer distintas categorías semánticas de palabras (sustantivos, adjetivos y verbos en infinitivo y conjugados en presente, pasado y futuro), cosa que mi hija hace bien, aunque hay adolescentes a quienes les resulta dificultoso, pero sustraídas de textos, con lo cual le agrega a la demanda de clasificación semántica compleja en sí, una exigencia mayor: lectura selectiva e intensiva, en textos que se incluyen en libros didácticos para ser usados para lectura extensiva o comprensiva a lo sumo, en tercer grado... A mis alumnos adolescentes, me lleva meses entrenarlos en hacer este tipo de discriminación en términos del por qué y para qué leemos, y ni hablar el lograr clasificar palabras semánticamente. Entonces pregunto: ¿quién apura a quién?

   Como concluye mi carta de lectores, que no se si veré publicada, me gustaría encontrar publicadas reflexiones más profundas sobre las turbulentas aguas de la crianza real.



   Y AVISO A LOS QUE CREAN EN LO QUE DICE LA CONCLUSIÓN DE ESTE ARTÍCULO:
¡NO SEAN ILUSOS! NO HAY CASA CON MUEBLES PERFECTOS NI ROPA IMPECABLE CUANDO UNO HA ELEGIDO TRAER HIJOS AL MUNDO, PORQUE ESO NO SERÍA UN HOGAR. AÚN SIN HIJOS: UNA CASA PERFECTA NO ES UN HOGAR DESEABLE NI HABITABLE. Y LO DICE UNA NEURÓTICA PERFECCIONISTA...


Y te lo digo así, con mi mayor respeto en el  acuerdo y el desacuerdo, a boca de jarro.

lunes, 30 de mayo de 2011

Cumplir cuarenta y tres años...


                                                                       
   Hoy mi esposo cumple 43 años. ¡Qué hermosa edad! ¡Qué buena década son los cuarenta! 
Mejor me voy autoconvenciendo, porque yo los cumplo en exactamente un mes...

   Hay ciertas cosas que yo noto desde mi óptica femenina que un hombre descubre cuando pisa y pasa el umbral de los 40, y cuando uno los cumple con profundo acuso de reviso, a saber:

*Todo el cuerpo te empieza a avisar a través de dolores y otras yerbas que tenés que andar más despacio, y, como mi admirado Rolando Hanglin dice (a quien mi marido también escucha, y lo hace reír y pensar  mucho con "El gato y el zorro" mientras los sintoniza a él y al genial Mario Mactas de regreso del trabajo por la Panamericana), "Yo nunca estoy apurado, y por eso el zapallo me camina muy bien". Se intenta vivir menos apurado, y no emputecerse tanto por, por ejemplo, el tránsito...

*Aunque intentas vivir más despacio, el afuera se impone vertiginoso, y tenés menos tiempo para las cosas que más querés hacer. Igualmente, cuando finalmente te hacés tiempo para hacerlas, te das cuenta de que cinco o quince minutos bastaban, a lo sumo, media hora, entre pitos y flautas...

*Por lo tanto, seguís intentando vivir menos apurado, porque ya sabés de memoria que al millón de dólares había que llegar antes de los cuarenta, y vos, a estas alturas, te conformarías con poder ahorrar un puchito para cuando te jubiles...

*Descubrís que se te cae el  pelo de la parte del cuerpo que más te interesa salvaguardar, "el zapallo", y que te empiezan a salir pelos en relación directamente proporcional a los de los lugares de donde se te caen, lugares totalmente indeseables, por ejemplo, de las orejas, de la nariz, por sobre la línea delgada que solían ser tus cejas. Y la perseguís a tu mujer, que se está quedando benditamente chicata, para que te los saque, pinza de depilar en mano...

*Como ves lo horrible que queda tu mujer con la tintura puesta cuando se le ocurre la espantosa locura de hacérsela en casa, te resignás a llevar tus canas con total y absoluta dignidad...

*Ya no te hacés tanta mala sangre cuando tu equipo de fútbol pierde, porque ya te diste cuenta de que el fútbol es un negocio que enriquece a algunos afortunados, más que una pasión de multitudes que alegra a millones... pero seguís mirando todos los partidos como el mejor.

*No sólo eso. Además, hacés cuentas para ver, más o menos, cuántos mundiales más de fútbol vas a poder ver, desde este planeta, claro...

*Perdés el laburo, conseguís otro, y todo siempre es un volver a empezar, y seguir buscando, porque ya sabés que en la vida no te podés terminar de acomodar nunca, que todo es cambio y fluir permanente. Mejor ir con la corriente, dejarse sorprender hasta por lo que puede parecer el fin del mundo, porque como mi esposo dice, "la guita siempre aparece de algún lado"... (¡Él lo dice muy groseramente para ser citado!)

*Tenés hijos más grandes, y descubrís que los problemas también son más grandes, porque también vos sos más grande, y tus viejos, si tenés la enorme dicha de tenerlos, son más grandes: pero ya estás grande, y tu resiliencia es tan grande que puede con lo que venga... Y la de él (como ya les conté el Día del Trabajo), es enorme...

*Te das cuenta de que a los 20 eras lindo, a los 30, eras interesante, y ahora sos como un buen vino añejado, y no hay con qué darle al buen vino añejo...

*Ya te resignaste a los vaivenes emocionales de tu mujer, tu mamá, tu suegra y tus cuñadas, y a los chisporroteos entre ellas, donde siempre terminás ligándola vos, sin comerla ni beberla, y todavía te quedan los de tus hijas y tus sobrinas...

*Ya no te interesa lavar el auto todos los domingos, porque sabés que es "la ley de Murphy": cuando lavás el auto el domingo, el lunes llueve...

*Como dicen por ahí, "la vida empieza a los cuarenta", porque ya empezás a pensar en que un día se va a acabar. Entonces, no te perdés ninguna oportunidad de reírte, de comer lo que te gusta a pesar del colesterol (ya que los kilos de más no son un problema para este tipo, que en lugar de UNA tiene DOS tiroides, muy a mi pesar...), de cantar aunque tengas un toscano en la oreja, de bailar aunque tengas menos onda que un renglón (frase de él), y escuchar la música que a VOS te gusta, no la música que los que dicen entender de música opinan que hay que escuchar...

*Lo mismo te pasa con los libros: se te da por volver a leer libros que pensaste que no ibas a volver a leer, y por dejar otros que compraste todo entusiasmado, pero que, simplemente, no te gustan, por más recomendación con la que hayan llegado a tus manos...

*Lo mismo te pasa con las pinturas y con el arte en general: un dibujo de tu hijo o de tu hija te gusta mucho más para enmarcar que una obra de arte moderno. Así y todo, morís por volver a los museos que tuviste la fortuna de visitar en los 90, y de ir a los que te quedaron en el tintero, para pasarte días enteros viendo las pinturas que ahora sí sabes que te gustan, y sin un guía que te las explique...

*Lo mismo te pasa con las películas. Te importa un bledo lo que digan los críticos: pones la película en tu DVD, o te sentás a verla en el cine, las pocas veces que te das el lujo de ir, y si a los cinco o diez minutos intercambiás miradas con tu mujer, te levantás y te vas a dormir contento.

*Hablando de dormir, entendés por fin que la noche se hizo para dormir, porque hasta esas cosas lindas que hacías de noche te salen mejor de día, y trasnochar sólo te aporta acidez e insomnio.Te haces un bicho diurno.

 *Y el insomnio ya es un viejo conocido, porque vivís en una ciudad llena de ruidos, de inseguridad, de stress e insatisfacción; y tus hijos aún no tan grandes tienen pesadillas que te desvelan igual que tus propias pesadillas diurnas; y los hijos que ya están un poco más grandes empiezan a salir de noche, y hasta que no los traés a su camita calentita en casita, no te podés dormir en paz.

*Estás repodrido de hacer de maestro de apoyo escolar de tus hijos aún pagando la cuota de un privado religiosamente todos los meses, de ir a actos escolares y reuniones, y de matarte con otros padres babosos para sacar tantas fotos que sabés positivamente que nunca tendrás tiempo ni ganas de mirar, por el exceso, y porque el tiempo y el crecimiento de tus hijos y el propio, afortunadamente, no se congela en fotos: ¡ya lo sabés! Más vale mirar más con tus ojos, y no a través de la lente de una cámara digital  que llevás al cole de los chicos para ver quién la tiene más larga, y tratar de guardar todo en el ojo de tu mente y en el latido de tu corazón...

*Hablando de "gadgets", por fin entendés que el celular lo querés nada más que para hacer llamadas y mayormente mandar mensajes. Entonces, cuando tu hijo adolescente te dice que lo que tenés es una porquería, le contestás siempre lo mismo:"Yo no lo quiero para que también me haga café". Y seguís usando el mismo noble dinosaurio...

*Como dicen en la última y muy buena película  de Woody Allen, "Si la cosa funciona" ("Whatever Works"), los clichés sirven para explicar muchas cosas, pero ya perdiste el interés por explicarlas, y te interesa más vivirlas plenamente...

*Te dás cuenta de que, cada vez que hablás con Dios, es para agradecerle mucho más que para pedirle, aunque sigas siendo un pedigüeño incurable...

*Y con esta voy a quedar mal con la familia, pero cuando cumplís más de cuarenta, la mejor forma de celebrar sería la más silenciosa y solitaria posible, aunque sea por una horas, en un lugar al aire libre, bajo los árboles, cerca del río, "apretando el botón de pausa" como el personaje de Depardieu en "Mis tardes con Margueritte", para pensar sobre los muchos motivos que tenés para celebrar; y uno entiende igual que todos te quieren venir a saludar porque te aman, y que ellos son el principal motivo que tenés para celebrar...

*Y sobre todo, para concluir, ya sabés que la vida es bella por los años que la viviste, por todo lo que te dieron y te negaron los que te aman y el resto, y por todo lo que aprendiste para llegar a descubrirlo por vos mismo.

   Esta lista está definitivamente inconclusa: quien quiera seguir aportando razones por las cuáles es hermoso cumplir 43 pirulos, es más que bienvenido, porque también se descubre a esta edad que ...
Lo mejor de la vida está en el compartir.

¡Feliz Cumpleaños, Amor!


Te desea: A boca de jarro ...
 ("¡Cállenla, cállenla, cállenla!")

domingo, 29 de mayo de 2011

Hoy comenté entre dos grandes y estoy en las nubes!!!

                                                   
       Ayer y hoy comenté en el sitio de Sergio Sinay:   
             http://www.sergiosinay.com/


...bajo la entrada que difundí "Bienvenida seas, indignación", entre dos de mis más respetados y admirados autores : Segio Sinay y Jorge Bucay, y ESTOY EN LAS NUBES:


Fer dijo... Por Dios: ¡qué lujo para mí estar virtualmente comentando entre dos grandes admirados y leídos por mí! Segio S. y Jorge B. Desde ya, no hace falta ni que me contesten para sentirme en las nubes. ¡Qué fenómeno fenomenal es esto de los blogs y los buenos sitios de Internet! Yo: "Resisto y creo. Creo y resisto", Jorge Bucay, en las dos acepciones de la palabra "creo" ! LOS SALUDO CON TODA MI ADMIRACIÓN Y DEVOCIÓN, SEÑORES MÍOS! Fernanda.
5/29/2011 10:11:36 AM

 Fer dijo... Señor Sinay: me gustó mucho esta reflexión que reivindica la "no negación" de sentimientos que, por lo general, guardamos en las sombras, por comodidad, pereza, aburguesamiento, indiferencia o cobardía. Me tomé la libertad de difundirlo en mi humilde espacio de reflexión propio (redundante, burra!), mi blog "A boca de jarro", porque tener un blog me permitió, entre muchas otras cosas, salir de la apatía, comunicar mis sentimientos y opiniones a veces conectadas con la indignación que me generan distintos aspectos de la realidad que me toca protagonizar, y fundamenalmente, asumir mis raíces, vincularme con las historias de vida de mis abuelos españoles, y sentir sus voces en la mía. Escribir es un fenómenno maravilloso que genera fenómenos fenomenales. Y me siento hermanada en la indignación "a boca de jarro" que mis hermanos españoles expresan pacífica y dignamente. Lo felicito por este aporte, y agrego que deseo una España digna y justa, tanto como deseo una Argentina digna y justa. Lo saluda cordialmente,
Fernanda.
5/28/2011 8:30:55 PM

Sergio dijo...
De veras, Jorge, qué alegría. Parece que la red de los indignados es más extensa y más profunda de lo que se ve. Buena noticia.
5/25/2011 4:10:59 PM

Jorge B dijo... (Jorge Bucay!!!)
Sergio: estuve a punto de sugerirte ese "librito" cuando leí tu texto sobre lo ocurrido en Egipto. Qué sincronía, che, qué alegría. Permitime entonces que copie el llamado final, inolvidable: "¿Cómo terminar esta llamada a indignarse? Recordando que, con ocasión del sexagésimo aniversario del Programa del Consejo nacional de la Resistencia, dijimos, el 8 de marzo de 2004, nosotros, los veteranos de los movimientos de Resistencia y de las fuerzas combativas de la Francia libre (1940-1945), que, desde luego, “el nazismo ha sido vencido gracias al sacrificio de nuestros hermanos y hermanas de la Resistencia y de las Naciones Unidas contra la barbarie fascista. Pero esta amenaza no ha desaparecido por completo, y nuestra cólera contra la injusticia permanece intacta”. No, esta amenaza no ha desaparecido por completo. Por eso, hagamos siempre un llamamiento a “una verdadera insurrección pacífica contra los medios de comunicación de masas que no proponen como horizonte para nuestra juventud más que el consumismo de masas, el desprecio de los más débiles y de la cultura, la amnesia generalizada y la competición a ultranza de todos contra todos”. A los hombres y mujeres que harán el siglo XXI, les decimos con nuestro afecto: “CREAR ES RESISTIR, RESISTIR ES CREAR”.
5/24/2011 9:56:59 PM

  Con errores de tipeo  y de estilo ante la emoción y con toda mi humana imperfección, sin editor, yo digo:
¡Qué fenómeno fenomenal es esto de los blogs y los buenos sitios de Internet! Yo: "Resisto y creo. Creo y resisto", Jorge Bucay, en las dos acepciones de la palabra "creo" ! 


¡Siento que voy a causar un fenómeno fenomenal desde aquí y hacia dónde me lleven mis alas, si tan sólo se me permite desplegarlas!


Yo en positivo :) !!! 


¿Viste, María? Te hago caso con lo del poder de las palabras...



¡A boca de jarro!           

El amor y la lógica

  
                                                       
                                         
  Cuánto lamento no haber dado con una versión subtitulada al español de esta buena adaptación del cuento corto a un cortometraje del original del escritor y humorista estadounidense Max Shulman, que leímos con mis alumnos avanzados de Proficiency, y que tienen que ver como tarea para el martes. Se titula  "Love is a fallacy" ("El amor es una falacia")  , y demuestra que la lógica, "el arte del pensamiento", no puede ni debe ser aplacada a cuestiones amorosas. Buenas actuaciones de actores jóvenes, e interesante adaptación de la historia que se desarrolla originalmente en los años 50, la época del swing, pero que, traída a nuestros días, probablemente les guste más a mis alumnos. Para los que puedan verla y disfrutarla sin subtítulos y para mis alumnos, aquí va:



                                            


  Para seguir pensando, les dí un par de obras para leer, que analizaremos el martes: este poema de Percy  Bysshe Shelley ...


Love´s Philosophy

I


The fountains mingle with the river,
And the rivers with the ocean;
The winds of heaven mix forever,
With a sweet emotion;
Nothing in the world is single;
All things by a law divine
In one another's being mingle;--
Why not I with thine?    



II   
                                                                        
See! the mountains kiss high heaven,
And the waves clasp one another;
No sister flower would be forgiven,
If it disdained it's brother;
And the sunlight clasps the earth,
And the moonbeams kiss the sea;--
What are all these kissings worth,
If thou kiss not me?


Filosofía del amor

I


Las fuentes se unen con el río
y los ríos con el Océano.
Los vientos celestes se mezclan
por siempre con calma emoción.
Nada es singular en el mundo:
todo por una ley divina
se encuentra y funde en un espíritu.

¿Por qué no el mío con el tuyo?


II


Las montañas besan el Cielo,
las olas se engarzan una a otra.
¿Qué flor sería perdonada
si menospreciase a su hermano?
La luz del sol ciñe a la tierra
y la luna besa a los mares:
¿para qué esta dulce tarea
si luego tú ya no me besas?

Versión  en español de Juan Abeleira



 


   Y el maravilloso y "tramposo" soneto de William Shakespeare Número 116.
       
William Shakespeare, Sonnet 116.

Let me not to the marriage of true minds
Admit impediments: love is not love
Which alters when it alteration finds,
Or bends with the remover to remove.
Oh no! it is an ever-fixèd mark
That looks on tempests and is never shaken;
It is the star to every wandering bark,
Whose worth's unknown although his height be taken.
Love's not Time's fool, though rosy lips and cheeks
Within his bending sickle's compass come;
Love alters not with his brief hours and weeks,
But bears it out even to the edge of doom.
     If this be error and upon me proved,
    I never writ, nor no man ever loved.

Déjame que el enlace de dos almas fieles
No admita impedimentos. No es amor el amor 
Que cambia cuando un cambio encuentra, 
O que se adapta con el distanciamiento a distanciarse.
¡Oh, no!, es un faro eternamente fijo que desafía a las tempestades sin nunca estremecerse;
Es la estrella para todo barco sin rumbo,
Cuya valía se desconoce, aun tomando su altura. 
No es amor bufón del Tiempo, aunque los rosados labios y  mejillas corva guadaña sigan:
El amor no varía con sus breves horas y semanas,
Sino que se afianza incluso hasta en el borde del abismo
         Si esto es erróneo y se me puede proba
        Yo nunca nada escribí, ni nadie nunca amó. 

   Traducción tomada del blog: Mis circunstancias y yo misma
miscircunstanciasyyomisma.blogspot.com/.../william-shakespeare-soneto-116 .html 

¡Gracias a quienes ayudaron sin saberlo! Otra vez me nutro de la interacción blogger.
A boca de jarro                              
 


sábado, 28 de mayo de 2011

La promesa del alba... "Mis tardes con Margueritte"

                                                                                      
  Ayer vi "Mis tardes con Margueritte" ("La tête en friche", Francia, 2010, hablada en francés con subtítulos en español), una de esas películas que son poesía pura, que no se olvidan, tanto por su simpleza argumentativa como por sus soberbias actuaciones, y aún más, por la hondura con la que calan en el alma, porque nos encuentran justo en el momento en que necesitábamos verlas. Es una película francesa de Jean Becker, protagonizada y absolutamente "devorada" por la inmensa labor actoral de este robusto y maduro actor que siempre me sorprende: Gerard Depardieu.

  Ante todo, valoro este tipo de cine, ya que, como el inglés, es cine real, con arrugas, panzas, lunares carnosos, e imperfecciones que hacen a los actores mucho más actores, digo, creíbles y convincentes en su impecable desempeño. Y además, por sus múltiples y valiosas enseñanzas. En tres pinceladas se construye ante los ojos del espectador a un personaje que parece tirar por la borda todo lo que uno lee y teme de los libros de psicología: que aún la persona que ha sido menos deseada y amada como hijo y alumno de pequeño, que ha sido físicamente maltratada y burlada por los adultos paternantes, y quien no ha sido tenido en cuenta ni tomado en serio en sus legítimas aspiraciones vitales, puede ser sabio, pleno y amoroso al devenir adulto. Este es el caso del personaje principal, encarnado por Depardieu, Germain, quien vive de changas en un pueblo francés, ocupando una casa rodante  que perteneciera a uno de los amantes de su madre, ubicada en los terrenos que él ha transformado en una huerta cercana a la "casa-no-hogar" habitada por su madre.  
  
  Germain, producto de un amor de "cinco minutos" y ahora adulto, tiene la misma relación con su madre ya vieja y alcohólica que con su madre joven, que le decía abiertamente que no servía para nada y le pegaba, queriendo borrarlo de su confusa y vacía existencia, desprovista e incapaz de amor real por su hijo o por un hombre, debido a esa misma carencia en ella misma. Una mujer aparentemente hueca, capaz de herir con una horquilla a este amante itinerante que les pega a su hijo y luego a ella, y echarlo para siempre de sus vidas. 

  Germain es un tipo que se junta con sus pintorescos amigotes en un restaurante donde las historias de soledad y carencia afectiva se entrelazan, y que se hace tiempo, "apretando el botón de pausa", para ir a comer su baguette de mediodía a una plaza, y disfrutar de observar a las palomas que revolotean y se posan a su alrededor, a quienes bautiza y reconoce, es decir, "paterna". En uno de esos mediodías al sol, conoce a Margueritte , una refinada, menuda y bella anciana, quien se sienta a su lado y entabla una relación maternante con él, admitiendo su sorpresa ante la presencia de un hombre que se haga tiempo para hacer lo mismo que ella hace en su vacía y despreciada ancianidad, vivida en el asilo donde la depositó su familia por resultar un estorbo, es decir, ligar con las palomas. La anciana no trae baguette para nutrirse en el parque, sino libros que atesora. Y comienza a hacer lo que siempre hace, a riesgo de que la tomen por una vieja chiflada: leer en voz alta. Y ahora, con Germain a su lado, lee "La Peste", de Albert Camus, para él. 

  Aquí comenzamos a descubrir, a través de "flashbacks" o "flashes al pasado", las escenas de la vida escolar de Germain que lo convirtieron en un disléxico funcional, y que erróneamente lo hacen creer que él y los libros no se dan, aunque Margueritte reconoce en él al brillante lector "auditivo" que en verdad es, como los niños, que adoran que se les lea en voz alta y así se vinculan con la lectura desde la más tierna infancia, más allá de la dificultosa tarea de hilar palabras que Germain y todo niño padece confrontado a la lectura en un principio, aunque algunos "maestros" lo ignoren o los ridiculicen por esto, como se ve en este caso.

Margueritte dice que "Cuando se guardan libros, siempre se acaba hojeando un par al azar." Y le lee en voz alta, como a ella le gusta, un maravilloso pasaje de "La Peste", que Germain inmediatamente visualiza en el ojo de su mente:

"Puede imaginarse (...) una ciudad sin palomas, sin árboles, ni jardines, donde no se oiga un batir de alas, el crujido de la hojas, un lugar neutro, en otras palabras. El cambio de las estaciones sólo se ve en el cielo, la llegada de la primavera se sabe por la calidad del aire o por los cestos de flores traídos por los jóvenes vendedores de los extrarradios. Una primavera vendida en el mercado."

 Al proseguir con La Peste, Germain parece estar dormido, con los ojos cerrados. Margueritte le pregunta: "¿Duerme?". "No, imagino", responde él. Y comienza a visualizar, asqueado, las infectas ratas que salen de las alcantarillas por millares, y que van a morir hediondas e hinchadas a los cestos de basura de la ciudad apestada del universo simbólico de Camus.

  La lectura prosigue a lo largo de diez días de encuentros en el parque, hasta que, por fin,  concluye:

"Al oír los gritos de alegría que surgían de la ciudad, Rieux recordaba que esta alegría seguía amenazada, pues sabía lo que la mayoría de la muchedumbre ignoraba, y que puede leerse en los libros. Quizás llegue el día, para desgracia y educación de los hombres, en que la peste despierte a sus ratas y las mande a morir en una ciudad feliz."

 Germain describe el efecto de la experiencia literaria comparándolo con el de las drogas, aunque admite nunca haber sido adicto a ninguna de las dos sustancias. Y Margueritte, a pesar de la inicial negativa de un Germain que no se lleva con los libros, le obsequia su libro anotado y subrayado. Los encuentros continúan con la lectura de La promesa del alba, un libro de memorias en el que Romain Gary relata sus años de infancia y juventud a modo de homenaje a su madre, Nina Kacew, a quien, igual que Germain, a pesar de todo el desamor que recibe de ella,  Romain adoraba,  y junto a la que huyó de Moscú en busca de un mundo mejor. Además Margueritte  le obsequia ahora su diccionario, al que describe como "un viaje extraordinario de palabra en palabra", en el que Germain intentará descubrir el significado de las palabras simples y relevantes para él: su propio nombre, por ejemplo, que significa "germano, sajón, vándalo", o Margueritte,"nombre de una flor silvestre": ¡vaya novedades! Descubre que el saber duele, que se está mejor sin él. El saber que los libros le dan lo distancia y enfrenta con la chatura de la vidas de sus amigos, a quienes sigue viendo igualmente, pero ya no hablan el mismo idioma. Germain se convierte en una persona diferente, mejor, y todo su mundo cambia a partir de los libros. Su primera reacción es devolver el diccionario a su dueña, pero finalmente descubre que el significado de las palabras no se aprende de ningún libro (como dice Lucio Mansilla muchas veces en Una excursión a los indios ranqueles), sino de la vida, aunque los libros la potencian y embellecen, por reflejarla y hacer de ella una experiencia universal. Germain es en verdad un artista, que deseaba ser vidriero por el asombro que la causan los vitrales de las iglesias; esculpe, crea vida en su huerta, paterna a su madre y ama a una joven que finalmente desea que la haga madre, aunque él no se siente capaz de  ser padre por haber sido rotulado un fracaso por todas las personas influyentes de su entorno:"¿Qué podría darle yo como padre a un hijo, si apenas terminé la primaria?", se cuestiona. Pero ahora están estas mujeres que lo maternan, que le enseñan que la vida cobra valor y sentido sólo a través del amor, y desde allí es capaz de enfrentar la muerte en parte autopropiciada de su madre, regocijarse con la noticia de su próxima paternidad, y "adoptar" a  Margueritte como la madre que la vida le regaló.

   Hace poco escribí una extensa entrada sobre los "sin-hijos" por elección propia, y lo bueno de elegir no ser padre o madre si uno siente que no es apto para esto o sólo por el "deber ser". Esta película me interpela en mis opiniones, ya que me demuestra que toda vida, más allá de haber sido deseada, cuidada y amparada como merece o no, toda vida es finalmente un "parirse a uno mismo" desde el amor que siempre se encuentra si uno tan sólo se aviene a recoger las margaritas silvestres que ella nos regala.

“Con el amor materno, la vida te hace al alba una promesa que jamás cumple. Después nos vemos obligados a chupar frío hasta el final de nuestros días. Después de él, cada vez que una mujer te abraza y te estrecha contra su corazón, ya no son sino pésames. Siempre volvemos a aullar sobre la tumba de la madre, como un perro abandonado. Nunca más, nunca más, nunca más. Brazos encantadores se juntan alrededor de tu cuello y tiernos labios te hablan de amor, pero tú ya sabes de qué va. Fuiste muy temprano a la fuente y te lo bebiste todo. Cuando vuelves a tener sed, por más que busques por doquier, ya no quedan pozos, sólo hay espejismos. Desde el primer resplandor del alba, has hecho un estudio muy riguroso del amor, y dispones de documentación. Vayas donde vayas, llevas contigo el veneno de las comparaciones, y pasas el tiempo esperando lo que ya recibiste... "

                      Romain Gary (1914-1980)

                                                              

Y te lo dejo para que la veas: a boca de jarro.

P.D.: Esta va para vos, Vale, que como buena alumna me llevaste a redescubrir el valor de tener un diccionario sobre la mesa de luz como un excelente compañero de ruta, y me iluminaste con el significado de la palabra "procrastinación", que en absoluto te define. Y para vos , Ger, la primera persona que me habló de Camus y La peste: ¡gracias a los dos!

viernes, 27 de mayo de 2011

Los Indignados: Aporte tomado de "Bienvenida seas, indignación" por Segio Sinay.

                                                                       

  Me gustaría difundir este valioso aporte de Sergio Sinay que copié desde su sitio http://www.sergiosinay.com, porque yo comparto este sentimiento, y lo siento con respecto a muchos aspectos similares a los que indignan con justa razón a los españoles, en cuanto a mi realidad en la Argentina de hoy.
Estoy con esos españoles con el corazón, porque de España vinieron también indignados y hastiados mis ancestros, quienes  la añoraron por siempre. 


Quiero una España justa y digna, y quiero una Argentina justa y digna. 
¡Comparto y me hermano en la indignación!



     Por la memoria de mis abuelos españoles.



Bienvenida seas, indignación por Sergio Sinay



Confieso que me encanta el nombre conque se bautizaron. Indignados. En tiempos en que predominan otras actitudes, como la indiferencia, la comodidad, el egoísmo, el ventajismo, el utilitarismo, la irresponsabilidad, la hipocresía, la impiedad, qué buena, qué oportuna, qué saludable y qué necesaria es esta resurrección de la indignación encarnada, para empezar, por los españoles. En apenas 35 páginas de un libro pequeño, potente y estimulante, Stéphane Hessel escribe: “miren a su alrededor, encontrarán los hechos que justifiquen su indignación. Encontrarán las situaciones concretas que los llevarán a emprender una acción ciudadana fuerte. ¡Busquen y encontrarán!”. El libro se titula ¡Indignate! y su autor tiene 93 años. Escribe con vigor, con sólidas razones, con una sangre caliente que contrasta con la fría horchata del conformismo que gotea en las venas de tanta gente más joven. Pero ahí están los indignados, de pie, como si hubieran oído a Hessel. Cada tanto en la historia es necesario y urgente desempolvar la indignación. Sobran los motivos. El hambre, la corrupción, los crímenes en nombre de la libertad, el salvataje de los poderosos, los Obama, los Bush, los Blair, los Strauss Kahan, nuestros propios especímenes de ese mismo tipo, los que escriben cartas abiertas desde la genuflexa cercanía del poder inescrupuloso, las manipulaciones mediáticas, el desprecio por la ley, el olvido de deberes elementales, la codicia, la voracidad consumista. Ante todo eso y más, qué buena noticia los indignados. Cada tanto, en la historia, la indignación truena, y no en vano. Nunca es en vano, aunque los ansiosos puedan creer que sí.
La indignación no es mera protesta, no es simple enojo, no es un pasajero malestar. Es más profunda, más sólida. Truena. Es el anuncio de un límite, de que algo se ha colmado. Surge ante lo injusto, ante lo inmoral, ante lo aberrante. Es una fuerza divina (con ella hablaban los dioses del Olimpo). Y produce cambios, devuelve memoria, restaura equilibrios. La sintió Moisés cuando vio a su pueblo adorando el vellocino de oro. Y tronó. Anuncia siempre el final de algo. Bienvenida indignación. Era hora.



¡A boca de jarro!       

jueves, 26 de mayo de 2011

Las palabras pueden ser mágicas... Otro regalo de María Guadalupe Buttera

  María Guadalupe Buttera me regaló esto ... que me dice que debo compartirlo. 


Aquí va...




¡Otro regalo más, y ya van... cientos! 


¡GRACIAS, AMIGA DEL ALMA!

A boca de jarro                                        

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