Minerva McConagall en los zapatos de Maggie Smith. |
Así dice, justo en el momento en que la batalla entre Harry Potter y Lord Voldemort está por comenzar para terminar, la entrañable y leal profesora Minerva McConagall. Sí, ya sé que la vi con un poco de delay, pero por fin la vi, saldé mi deuda de placer estético postergado por esas cosas de la vida familiar que a menudo se complica, justo antes de que la bajen de cartelera. McConagall, personificada por la brillante actriz inglesa Maggie Smith, lo dice con lágrimas en los ojos llenos de expectante y triunfal alegría, y me pone la piel de gallina, por las fantásticas reverberaciones de esa línea. Siento que todos los grandes actores y los antes ignotos niños ahora devenidos famosos, multimillonarios, actores adultos que protagonizan los siete episodios de la saga de Harry Potter, de la cual vi la última película recién ayer, "Harry Potter y las reliquias de la muerte Parte II", ("Hp7"), le hacen honor a esa línea del guión, se percibe que lo viven y lo sienten así, y nos hacen sentir algo de envidia a los espectadores que también quisiéramos vivir para algún día decir "¡Siempre quise usar ese hechizo!", y ver que ha llegado el momento, y disfrutarlo como ellos lo deben haber disfrutado.
McConnagall, una animaga, es decir, una maga capaz de transformarse en animal, se agiganta como personaje en esta última entrega de la historia de Potter, tomando el mando ante la ausencia de las figuras masculinas de Dumbledore y Snape, y hace proteger al castillo de Hoggwarts, último bastión de la magia blanca, echando mano a este hechizo que siempre ha querido usar, y que se hace necesario ante la inminencia de la batalla final entre las mermadas y maltrechas huestes del Bien y las horripilantes y abrumadoramente numerosas huestes del Mal que rodean la casa de estudios y secretos. Wikipedia le dedica una página a este intenso personaje femenino brillantemente resuelto por Maggie Smith, y dice:
"Al saber de la amenaza contra Hogwarts, Minerva organiza las fuerzas defensoras y por medio del encantamiento Patronus informa a los demás jefes de las casas que la pelea es inminente. Acto segido se enfrenta a Severus Snape en un duelo en el que demuestra tener una habilidad excepcional para el combate, esto se reafirmaría en la Batalla de Hogwarts, ocasionando que Snape huya y abandone su puesto como director. Al saber que el profesor Slughorn duda de que sea prudente evitar que Lord Voldemort entre en Hogwarts le dice que si intenta sabotear la resistencia lo retará a muerte..."Es hora que la casa de Slytherin decida a quien va a ser leal"... Posteriormente se encarga de levantar los encantamientos protectores sobre el castillo. Minerva demanda que los estudiantes de menor edad sean evacuados del colegio por medio de la Sala de los Menesteres y organiza a la Orden del Fénix, al Ejército de Dumbledore y a los estudiantes de mayor edad para la defensa de Hogwarts. Se menciona en el libro que ella hechiza a muebles y armaduras de Hogwarts y los lanza contra los mortífagos. En el segundo acto de la batalla, cuando Voldemort y los mortífagos atacan de nuevo al colegio creyendo que Harry está muerto, Minerva McGonagall combate contra él con asistencia de Kingsley y Horace Slughorn. Los tres son derrotados por un enfurecido Voldemort al percatarse de la muerte de Bellatrix Lestrange a manos de Molly Weasley, más ella no sufre daño algúno tras este combate. Tras la derrota de Voldemort, ella recupera el cargo de Directora."
Sin dudas, todos los grandes actores que llevan a William Shakespeare en la sangre que corre por sus venas han vivido para decir esta línea, siempre han querido usar sus hechizos y encantamientos para darles vida a personajes tan bien delineados en una historia compleja y llena de simbolismos cristianos y paganos fusionados como en la cultura de la cual emergen, gigantes ante la audiencia mundial, y en una trama y temática que representa lo más puro de la tradición y herencia literaria y escénica anglosajona, que parece haber sido escrita para ellos.
Otro que da cátedra de actuación y declamación es Alan Rickman, en la piel de Severus Snape, ante el hall lleno de alumnos enmudecidos por la eminencia del gran final de proporciones épicas, con un discurso en el que no escatima ningún recurso verbal, actoral o escénico del baluarte visceralmente teatral que Rickman en verdad es. Y lo mismo puede decirse de los maravillosos Ralph Fiennes, Lord Voldemort en persona, Helena Bonham Carter, personificando a Bellatrix Lestrange, y Julie Walters como Mrs Weasley, otra gran figura maternal en la historia, como la autora misma, J.K. Rowling, que brilla, respira y palpita a través del libro en cada escena: ¡qué lujo de dotados! También tiene su rutilante momento para comerse la pantalla un anciano y dignísimo, brillante como siempre, John Hurt, y pasan como en un flash Emma Thompson y Gary Oldman. Si yo pudiera elegir un elenco para darle vida a alguna de mis obras de teatro favoritas de la galería Shakesperiana, ninguno de ellos quedaría afuera.
En "Hp7", el bien y el mal ya no son dos entidades separadas: son partes fusionadas de un todo que habita al héroe, Potter, y que de este modo cobra las dimensiones de los grandes héroes de la tragedia Shakesperiana, ya que Harry, como Otello, Rey Lear o Hamlet, también está manchado por la culpa del mal sin culpa: una falla en su personalidad que le ha sido transmitida por "el Mal", encarnado por Lord Voldemort, "You-Know-Who", el innombrable, aunque es McConnagall quien lo nombra e incita a los jóvenes a llamarlo por su nombre, porque es así como se vence al mal; y el mal "manchando" al bien del ser en Harry, sin culpa, es como se entiende que funciona el pecado original Bíblico en los seres humanos. Y Potter, cual mesías, redimirá su lado oscuro enfrentándose y venciendo a la muerte, a diferencia del héroe trágico de Shakespeare, que se entrega a la muerte tomada por mano propia y redime su flaqueza en ella ya vencido por su debilidad, incitando toda nuestra compasión y nuestro más profundo sentido del asombro ante el misterio del hombre trágico. Potter elige el bien, y dice no a la omnipotencia que todo lo arruinaría una vez más en esta gran batalla final de proporciones místicas aunque profundamente humana. Se amiga con sus muertos, y por fin comprende que ellos permanecerán con él y en él por siempre dentro de su corazón, que se hace adulto. Verbaliza por fin su miedo a la muerte al preguntarle a sus seres queridos ya idos si duele. Y elige seguir viviendo y renunciar a la invencibilidad que le otorgaría la varita mágica de sauco que finalmente gana para partirla en pedazos y deshacerse de ella. Pasan diecinueve años, y Harry se encuentra nuevamente con sus entrañables amigos, ahora también adultos padres, en el lugar donde todo comenzó, en la estación de tren 9 3/4, donde los niños brujos abordan el tren a Hogwarts, y se cierra la historia en la circularidad misma de la vida: ¡maravillosa alegoría ya antes advertida!
Al salir del cine, recordé que mi mamá solía amedrentarme de chica, cuando se le volaban los patos con justa razón, ahora lo entiendo, con la falsa amenaza de que nos iba a "meter a mi hermana y a mí de pupilas" en algún colegio lejano. La idea no me habría asustado tanto si Hogwarts hubiese sido el destino en mi imaginario infantil...
A boca de jarro
Otro que da cátedra de actuación y declamación es Alan Rickman, en la piel de Severus Snape, ante el hall lleno de alumnos enmudecidos por la eminencia del gran final de proporciones épicas, con un discurso en el que no escatima ningún recurso verbal, actoral o escénico del baluarte visceralmente teatral que Rickman en verdad es. Y lo mismo puede decirse de los maravillosos Ralph Fiennes, Lord Voldemort en persona, Helena Bonham Carter, personificando a Bellatrix Lestrange, y Julie Walters como Mrs Weasley, otra gran figura maternal en la historia, como la autora misma, J.K. Rowling, que brilla, respira y palpita a través del libro en cada escena: ¡qué lujo de dotados! También tiene su rutilante momento para comerse la pantalla un anciano y dignísimo, brillante como siempre, John Hurt, y pasan como en un flash Emma Thompson y Gary Oldman. Si yo pudiera elegir un elenco para darle vida a alguna de mis obras de teatro favoritas de la galería Shakesperiana, ninguno de ellos quedaría afuera.
Severus Snape es Alan Rickman. |
En "Hp7", el bien y el mal ya no son dos entidades separadas: son partes fusionadas de un todo que habita al héroe, Potter, y que de este modo cobra las dimensiones de los grandes héroes de la tragedia Shakesperiana, ya que Harry, como Otello, Rey Lear o Hamlet, también está manchado por la culpa del mal sin culpa: una falla en su personalidad que le ha sido transmitida por "el Mal", encarnado por Lord Voldemort, "You-Know-Who", el innombrable, aunque es McConnagall quien lo nombra e incita a los jóvenes a llamarlo por su nombre, porque es así como se vence al mal; y el mal "manchando" al bien del ser en Harry, sin culpa, es como se entiende que funciona el pecado original Bíblico en los seres humanos. Y Potter, cual mesías, redimirá su lado oscuro enfrentándose y venciendo a la muerte, a diferencia del héroe trágico de Shakespeare, que se entrega a la muerte tomada por mano propia y redime su flaqueza en ella ya vencido por su debilidad, incitando toda nuestra compasión y nuestro más profundo sentido del asombro ante el misterio del hombre trágico. Potter elige el bien, y dice no a la omnipotencia que todo lo arruinaría una vez más en esta gran batalla final de proporciones místicas aunque profundamente humana. Se amiga con sus muertos, y por fin comprende que ellos permanecerán con él y en él por siempre dentro de su corazón, que se hace adulto. Verbaliza por fin su miedo a la muerte al preguntarle a sus seres queridos ya idos si duele. Y elige seguir viviendo y renunciar a la invencibilidad que le otorgaría la varita mágica de sauco que finalmente gana para partirla en pedazos y deshacerse de ella. Pasan diecinueve años, y Harry se encuentra nuevamente con sus entrañables amigos, ahora también adultos padres, en el lugar donde todo comenzó, en la estación de tren 9 3/4, donde los niños brujos abordan el tren a Hogwarts, y se cierra la historia en la circularidad misma de la vida: ¡maravillosa alegoría ya antes advertida!
"I open at the close..."
("Me abro en el cierre...")
Al salir del cine, recordé que mi mamá solía amedrentarme de chica, cuando se le volaban los patos con justa razón, ahora lo entiendo, con la falsa amenaza de que nos iba a "meter a mi hermana y a mí de pupilas" en algún colegio lejano. La idea no me habría asustado tanto si Hogwarts hubiese sido el destino en mi imaginario infantil...
A boca de jarro