sino más bien algo que debe disfrutarse."
Aldous Huxley
Otros autores que parecen escapar compañía en mi biblioteca son Chaucer, Joyce, Marlowe, Dahl y Wilde, que nunca sé muy bien dónde poner, así como Huxley, Golding y Orwell, a quienes acopio juntos. Con los norteamericanos sucede más o menos lo mismo. El Gatsby se hospeda próximo a la obra de Salinger, que he releído varias veces, pero Hemingway, en su despojada y robusta simpleza, y Steinbeck, en el esplendor de sus novelas largas así como las más breves, se ganaron el podio de los favoritos y arrasan con números de ejemplares. Paul Auster llegó más tarde a las trincheras americanas de mis desvencijados estantes y comparte campamento con Harper Lee y Capote. Hubo que hacer lugar del lado British para la Rowling y sus ocho maravillosas entregas, pero los libros se las arreglaron para caber todos. Los poetas viven en su mundo aparte, como corresponde, y sólo los Románticos ingleses conviven.
Este año llegaron varios Borges, Bioy, Cortázar, Octavio Paz, Pizarnik y antologías de cuentos nuevas, además de un par de preciosuras ilustradas que son libros arte, entonces los más senior y adustos tuvieron que hacerles espacio. Ahora mi TOC se ha desplazado alegremente y sin culpa alguna de la biblioteca a mi mesa de luz y al escritorio en el que escribo, y hace que sienta el impulso de rodearme de libros bellos para encontrar inspiración a la hora del inmenso disfrute de escribir. Allá por abril, cuando empezó a pintar el frío, tuve una remisión de mi trastorno de hoarding literario. Fue entonces cuando incurrí en el sacrilegio de desprenderme de unos ochenta ejemplares de literatura española y argentina de mis años de secundaria en sus versiones Kapeluz, que estaban totalmente desguazadas y pasadas de amarillo. Todavía no me perdono por haber desalojado de mi biblioteca a aquellos libros ancianos en su agonía. Aunque debo admitir que de semejante pecado mortal brotó una vena laissez faire inusitada y más que bienvenida que trajo aires frescos a mis trastornos y a mi vida: se acabó la era del orden en mis estantes. Los libros son ahora quienes deciden el lugar que ocupan y se acomodan solitos, susurrándome al oído, en noches como esta, cuál será el próximo que se vendrá a la cama conmigo junto a una buena taza de té cortadita apenas con leche dulce y whisky para mi propio disfrute.
A boca de jarro
Siempre tuve la manía obsesivo-compulsiva de tener mis libros organizados temáticamente, y hasta hubo una época en la que los tenía agrupados por editorial, respondiendo al diseño de los lomos: todos los de Penguin, según su color, en un sector alto, las colecciones de cuero, coronando, en el centro de la biblioteca, y los diccionarios - monolingües por un lado y bilingües por otro- , abajo, por lo pesados y porque deben estar siempre a mano. Estaban ordenados, además, por lengua y por autor, y los autores de una misma lengua dormían siempre juntos sobre los mismos estantes, para no ser condenados al exilio o desterrados de algún modo entre otros, como a varios les sucedió en vida y fuera de sus libros.
Así, los ingleses como Jane Austen, Emily Brontë, Graham Greene, E.M. Forster, Thomas Hardy, Henry James, D.H. Lawrence y Mary Shelley se encontrarían todos juntos a la hora del té en el sector de literatura inglesa en inglés. Hay autores, sin embargo que, a pesar de ser de lengua inglesa, no encajan en esos compartimentos estancos, debido a su singularidad o a su significación para mí. Es el caso de Charles Dickens, cuyos trabajos dormitan antepuestos a todos los de los demás, como paternando al resto, y sus colecciones preciosas de novelas en ediciones especiales - que adquirí en tiempos de importación abierta y accesible - están alojados junto a los libros de ediciones de lujo, como la de Facundo, El Quijote, El Decamerón, Selected Tales de Poe, Sherlock Holmes, The Complete and Illustrated Short Stories, las obras de Unamuno, en cuero rojo y detalles dorados, y Maquiavelo, en marrón y oro. Lo mismo sucede con las obras de William Shakespeare, que además están forradas en plástico transparente en su edición Signet Classic y llenas de notitas y papelitos amarillos ad hoc, fetiches de la estudiante que supe ser. Las obras completas de Shakespeare son un lujo de libracos preciosos, y soy afortunada de tenerlas tanto en inglés como en español, aunque la verdad es que prefiero consultarlas sueltas, ya que resulta odioso y tremendamente incómodo hacerlo de semejantes armatostes decorativos. Conste que digo "consultarlas" porque es eso precisamente lo que hago: buscar alguna que otra cita que se me viene de Liar o de Hamlet, o de algún soneto del cual he olvidado el número. Hace años ya que no me permito leer teatro, salvo que vaya a ver la obra y desee refrescarla de antemano. Así lo hice antes de ver puestas de Miller o Beckett, pero el teatro, en mi vida adulta y fuera de los claustros de estudio, es para ser disfrutado en el teatro. Y los libros son para ser disfrutados y no disectados como objeto de estudio.
Otros autores que parecen escapar compañía en mi biblioteca son Chaucer, Joyce, Marlowe, Dahl y Wilde, que nunca sé muy bien dónde poner, así como Huxley, Golding y Orwell, a quienes acopio juntos. Con los norteamericanos sucede más o menos lo mismo. El Gatsby se hospeda próximo a la obra de Salinger, que he releído varias veces, pero Hemingway, en su despojada y robusta simpleza, y Steinbeck, en el esplendor de sus novelas largas así como las más breves, se ganaron el podio de los favoritos y arrasan con números de ejemplares. Paul Auster llegó más tarde a las trincheras americanas de mis desvencijados estantes y comparte campamento con Harper Lee y Capote. Hubo que hacer lugar del lado British para la Rowling y sus ocho maravillosas entregas, pero los libros se las arreglaron para caber todos. Los poetas viven en su mundo aparte, como corresponde, y sólo los Románticos ingleses conviven.
Este año llegaron varios Borges, Bioy, Cortázar, Octavio Paz, Pizarnik y antologías de cuentos nuevas, además de un par de preciosuras ilustradas que son libros arte, entonces los más senior y adustos tuvieron que hacerles espacio. Ahora mi TOC se ha desplazado alegremente y sin culpa alguna de la biblioteca a mi mesa de luz y al escritorio en el que escribo, y hace que sienta el impulso de rodearme de libros bellos para encontrar inspiración a la hora del inmenso disfrute de escribir. Allá por abril, cuando empezó a pintar el frío, tuve una remisión de mi trastorno de hoarding literario. Fue entonces cuando incurrí en el sacrilegio de desprenderme de unos ochenta ejemplares de literatura española y argentina de mis años de secundaria en sus versiones Kapeluz, que estaban totalmente desguazadas y pasadas de amarillo. Todavía no me perdono por haber desalojado de mi biblioteca a aquellos libros ancianos en su agonía. Aunque debo admitir que de semejante pecado mortal brotó una vena laissez faire inusitada y más que bienvenida que trajo aires frescos a mis trastornos y a mi vida: se acabó la era del orden en mis estantes. Los libros son ahora quienes deciden el lugar que ocupan y se acomodan solitos, susurrándome al oído, en noches como esta, cuál será el próximo que se vendrá a la cama conmigo junto a una buena taza de té cortadita apenas con leche dulce y whisky para mi propio disfrute.
A boca de jarro
Me recordaste a mi, yo la llamo la habitación de los libros, ha ido creciendo a lo largo de los años, cuatro paredes llenas de amigos, aunque más de media de una de ellas es también películas!! Empezó poco a poco y ha ido aumentando, cuando me cambie de casa tuve que dar algunos, reconozco que los fueron de los que menos me costaba desprenderme, a unos amigos que estaban haciendo una biblioteca en un pueblo de Granada, asi que seguirán con vida,
ResponderBorrarMe gustó mucho como lo cuentas, estás más que de libros hablando de amigos!
Besosss Fer!!
He tenido muy pocos amigos tan buenos como mis libros, María Antonia. Me alegro que te haya gustado y te hayas visto de alguna manera reflejada. Muchas gracias.
BorrarBesos!
Fer
Los libros, como nosotros, también tienen fecha de vencimiento. Ellos también transitan por la cinta del tiempo.
ResponderBorrarTe pesqué justo en el día de esta publicación. Te cuento que compartimos bastante los autores. Chau!!!!
¡Qué bueno que me hayas pescado y qué bueno compartir autores! Muchas gracias por tu visita, Egle.
BorrarChau!!!
Fer
Creo que si ves mi biblioteca te da algo. Además, dos niños pequeños cuya afición es sacar todo de las estanterías no contribuye precisamente al orden. Me ha llamado la atención la escasa representación de literatura de habla hispana, supongo que tan solo nos has contando una parte. Por cierto, ¿está bueno el té con whisky? Así escrito no suena muy apetecible.
ResponderBorrarUn saludo!!
Ante todo, decirte que el desorden causado por niños lo conozco y lo he padecido. Ahora ya son dos adolescentes, y el desorden continúa, aunque ya es de otro tipo. Siguen sacando cosas de los estantes, pero mayormente no buscan libros. La escasa representación de literatura hispana se debe a que soy profesora de inglés, y tuve que estudiar varias literaturas inglesas, pasando por Shakespeare como materia, y literatura norteamericana para poder recibirme. Así que esos libros ganan por afano. De todas formas, estoy gradualmente volviendo a las fuentes, siendo que me encuentro alejada de las aulas, y este año he leído bastante literatura argentina. Y sobre el té con whisky, ¿qué puedo decirte? Es otra rareza mía, y en casa tampoco la aprueban...
BorrarMuchas gracias y un cordial saludo.
Fer
Mi biblioteca es caótica, creo que no la cuido con ningún esmero. Es como si me hubiera saturado de ella y anhelara deshacerme de ella: esa cantidad milliar de libros acumulados durante décadas y hacia lo que ya no tengo ningún vínculo. Muchos están desvencijados, otros vete a saber dónde están. No soy capaz de dedicarles un tiempo a su organización. No me interesa. Eso no quiere decir que no siga leyendo. Lo hago, pero ahora es en versión digital mayoritariamente. Ahí tengo otra biblioteca comprada en mi iPad. Me desentiendo de los valores que han conformado mi cosmovisión. Los tengo dentro de mí -lo que han aprovechado: más o menos- y ya no necesito sus ejemplares. Es verdadero desinterés el que siento por ellos. Y sé que mis hijas no tienen ni idea de lo que hay en casa. El otro día mi hija Clara cogió de mi habitación La vuelta al día en ochenta mundos de Cortázar. No sé si lo leerá. Tiene un carácter como el mío. Por eso nunca la he presionado para que lea. Sé que lo hará si sale de ella y que será inútil cualquier consejo o asechanza mía. Ignoro adónde irán mis libros. No lo sé. Me da igual. De momento aquí están, desordenados, caóticos, perdidos en docenas de estantes. No sé si anuncian la crisis de la cultura o mi propia crisis cultural. En cuanto tenga tiempo quiero leer La divina comedia. A estas alturas no la he leído. Tengo que comprar algún día una edición interesante. Luego la dejaré en la calle para el que quiera leerla. No sé si es broma lo que acabo de escribir, pero me seduce la idea. ¿Para qué tener libros? No sé la respuesta. La inmensísima mayoría jamás volverán a pasar por mis manos. No tengo tiempo. Quiero leer otras cosas. Hubo autores que llenaron la mitad de mi vida, pero un día hice borrón y cuenta nueva e inicié otra vida. En la que se ven con suma distancia. Ahora necesito otras cosas. Que he de encontrarlas. Y sigo buscando. Quizás sea esa la razón de mi desidia por lo que he leído. Está ahí, pero ya me molesta incluso. Esta es otra época, otro tiempo distinto. Vade retro.
ResponderBorrarUn beso.
Joselu
Estoy en una tesitura similar a la tuya, Joselu. Fue eso lo que me llevó a desprenderme de muchos libros en verdad, el querer desprenderme de un "yo" mío que ya me había hastiado, que no había llegado a ninguno de los lugares a los que había soñado llegar. Fue aquello de llevarme libros y de reorganizarlos, bajando unos y subiendo otros, un empezar de nuevo, sin sueños, sin la esperanza de llegar a ninguna parte, sólo contentarme con andar. Y fíjate que lo he logrado, porque estoy más ligera, más contenta, más encendida y conectada con la vida, pero con una vida nueva, en la cual la única certeza es que nada de todo esto durará, que yo soy más que la suma de mis roles, y que es entonces necesario "disfrutar". Nada, una hedonista a pleno. Ahora no leo lo que hay que leer o releer, leo aquello que me hace disfrutar. Y hago lo que disfruto, aunque no me dé un mango. Ya he padecido bastante haciendo lo que se suponía debía hacer...
BorrarNo es mala idea la de dejar tus libros en lugares públicos para que alguien que desee leerlos los coja.Una alumna mía era parte de un movimiento que alentaba a hacer eso con aquellas obras en las cuales ya no se tiene interés, y se forma una cadena fructífera. Esos libros llevan un adhesivo identificativo de que han sido pasados de mano en mano.
Un beso grande y gracias por pasar!
Fer
Es una pasión, la lectura, que engancha de por vida...y lo ocupa todo !
ResponderBorrarSaludos
Muy cierto, Mark. Muchas gracias por la visita.
BorrarUn abrazo!
Fer
Yo adoro los libros de papel, tengo muchos "colocados" y otros tantos ya guardados por no tener sitio suficiente. No todo el mundo tiene la suerte de tener un amplia biblioteca; yo, al menos no.
ResponderBorrarEl caso es que he entrecomillado lo de colocados, por su significado de mareo, ya que los tengo bastante alborotados, excepto los de poesía que los tengo bien juntitos para que no pasen frío y los tochos que siempre viven abajo, los demás van y vienen de mis manos y duermen en alojamientos distintos, no muy alejado del anterior, claro está, pero difícilmente en el mismo, jajajaja
Los días de limpieza hago acopio de cordura y los ordeno por temática, pero es que...me parecen soldados en espera de batalla...así que duran poco porque sé que disfrutamos ellos y yo de ese desorden debido al viajar de mí en mí a cada poco.
;)
Besos.
Muchas veces pienso qué pasará el día que se me achique la vivienda, Maribel, es una realidad. Una guarda porque hay espacio, pero ya me van entrando ganas de achicar el espacio, vamos, para tener menos que limpiar y acomodar y así poder dedicarme un poco más al dolce farniente. Veremos. Como dice mi benemérito marido, cruzaremos ese puente cuando lleguemos a él.
BorrarMuchos besos y mil gracias ;)!
Fer
Me he sentido muy identificada con tu narración; supongo que el modo en que organizas tu biblioteca dice mucho de ti. Para mi, adquirir libros, aparte de una satisfacción personal, es una forma de decirles a los escritores que no están olvidados y que recurro a ellos cuando los necesito. No concibo mi vida sin libros.
ResponderBorrarGracias por compartir tus pequeños secretos, me ha gustado mucho esta entrada.
Besos.
Dime cómo organizas tu biblioteca y te diré quién eres, así es, Marybel. Tampoco yo concibo la vida sin libros y sin mi TOC ;)! Me alegran tus palabras.
BorrarMuchos besos y muchas gracias!
Fer
Todo un lujo leer esta entrada, Fer. Tiene la magia del amor por los libros y la literatura y la prosaica necesidad de un poco de realidad y criterio para clasificar. Una mezcla que resultó maravillosa!!
ResponderBorrarTe dejo a solas con tus amados libros y tu taza. Un beso enorme :)
Me alegra que te guste esta mezcla. Un día de estos te invito a un té con leche y whisky, a ver si te animas, Julia;)!
BorrarTe agradezco mucho la atenta lectura y la amable visita.
Un beso enorme para ti también ;)!
Fer
Un placer leer tu literatura, María Paz, tu biblioteca, mi felicitación por tu buen hacer.
ResponderBorrarSiempre he pensado que la mejor compañía es un libro, nunca te deja sola, nunca te desatiende, y si algo no entiendes te lo explica mil veces.
Un placer pasar por tu letras.
Un abrazo, María Paz.
Para mí también es un placer leerte, Carmen. Es un honor contar con tu valiosa compañía. Te agradezco mucho.
BorrarUn fuerte abrazo!
Fer
Me ha encantado esta entrada, primero porque desborda prosa poética, y segundo porque me recuerda a mí. A mi me falta poco para ser obsesivo-compulsiva con esto de los libros, por desgracia tuve que desprenderme de muchísimos cuando me cambié de casa (mi apartamento es diminuto) pero conservo mis favoritos que conviven en doce lejas, ordenaditos por idioma, género y autor. Y los de poesía, en leja aparte. He disfrutado mucho leyéndote. Un beso y feliz sábado
ResponderBorrarPues eso de mudarse a un sitio más pequeño ha de ser un tremendo problema para un TOC con patas como soy yo, y sé que me va a suceder si vivo lo suficiente, Chari. así es que tendré en cuenta la magnífica idea que me das de las lejas. Me alegra que hayas disfrutado de nuestro encuentro a través de las palabras acerca de los libros que tanto amamos. Aún tengo en mi lista de pendientes leer tu texto sobre Wilde, pero a eso voy sin más, Chari ;)!
BorrarUn beso y feliz sábado para ti también!
Fer