Nombrada por inmigrantes judíos de origen ruso y eslovaco Flora Pizarnik Bromiquier llegó a este mundo allá por 1936 quien hoy se conoce como Alejandra Pizarnik. Con una infancia marcada por una baja autoestima debido a su fuerte tendencia al sobrepeso y lo considerado "feo" estéticamente ya por aquel entonces y con una percepción distorsionada de su propio cuerpo siempre comparado con el de su hermana mayor, Myriam, Alejandra cayó víctima de su adicción a las anfetaminas y los barbitúricos, desarrolló serios trastornos del habla contra los cuales luchó durante toda su breve vida y padeció prolongados períodos de insomnio y euforia. Todo ello la convirtió en una singular creadora nocturna y apasionada por sus castillos de palabras — que compilaba en listas preservadas en preciosos cuadernos que etiquetaba y decoraba con ahínco — , en ávida lectora de cuanta literatura llegaba a sus manos, prolífica y singular escritora y dueña de un sentido del humor singular y afilado. Cursó estudios de letras, periodismo y filosofía en la Universidad de Buenos Aires que finalmente abandonó para convertirse en una autodidacta que aprendería fundamentalmente de sus lecturas. A todo le entraba. Luego de publicar sus primeros trabajos en poesía La tierra más ajena (1955), La última inocencia (1956), y Las aventuras perdidas (1958), signados por cierto formalismo lingüístico que luego abandonaría, una inquietante imaginería y notoria sensibilidad, viajó a París en donde vivió entre 1960 y 1964, trabajó y estudió historia de la religión y literatura francesa en la Sorbona, además de entablar amistad con personajes literarios destacados tales como Julio Cortázar y Octavio Paz y continuar publicando poemas y críticas con un cariz ya más maduro y una impronta personal inconfundible caracterizada fundamentalmente por la fragmentación y el desvío. El universo de Pizarnik es pura fragmentación y desvío. En 1962 publica Árbol de Diana, ya su cuarto poemario, y dos años más tarde regresa a Buenos Aires donde publica sus obras cumbre: Los trabajos y las noches (1965), Extracción de la piedra de la locura (1968) y El infierno musical (1971). Recibió las becas Guggenheim y Fullbright. Incursionó en la prosa en 1971 con La condesa sangrienta y, dejó trunca su carrera literaria hacia la aprehensión de una nueva gramática envisionada desde su febril y enfermiza percepción de la realidad al quitarse la vida a los 36 años durante un fin de semana en el que había salido bajo autorización médica del hospital psiquiátrico de Buenos Aires, donde se hallaba internada como consecuencia de un profundo cuadro depresivo tras dos intentos fallidos de suicidio. Es posible que se haya quedado corta de tiempo para su gran proeza en las letras. No quedó registro de su bella voz ni de su trabajada dicción que sí permanece grabada a fuego en sus escritos, ya que Alejandra finalmente escribía tal como hablaba, la dueña de una voz que hasta hoy resuena. Y nos legó también su estampa en una fotografía con historia.
En algunas de sus notas íntimas se encontraron los siguientes apuntes:
"... para distenderse sólo es preciso darse, dejar de retenerse, claro que el horror a la caída, el miedo a la desposesión total... Dije miedo y ya está. Aprieta horriblemente. "
"Mi desgracia es que no vivo nunca en este mundo."
Aquí les presento un poema breve e intenso de su autoría y un extracto de otro en lo que conforma mi primera incursión al arte de la traducción de poesía al inglés.
MADRUGADA
Desnudo soñando una noche solar. He yacido días animales. El viento y la lluvia me borraron como a un fuego, como a un poema escrito en un muro.
DAWN
Naked and dreaming a sunlit night.
I have laid for animal days.
The wind and the rain have effaced myself
as they do with a fire, with a poem
written on a wall.
NOCHE correr no sé donde aquí o allá singulares recodos desnudos basta correr! (...) NIGHTFALL To run I don´t know where here and there singular skinless loops stop running! (...)
"Deus providebit sibi victimam holocausti fili mi"
("Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío")
Génesis XXII. 8
Entre activistas políticos camorreros a los que tuvo que atajar la Metropolitana en pleno parque, pibes potreando con la pelota en un rectángulo de tierra seca sobre Avenida Ángel Gallardo, paseantes de perros que hacen que sus mascotas adornen las veredas maltrechas y demasiados puestos malolientes de choripanes, van a morir, indignos, los libros usados y descuajados al cementerio de libros de Parque Centenario. No hay mayor tesoro en su enflaquecido haber que esos libros por los que su padre pagó un ojo de la cara para su formación, que fueron a la cama con ella en sus noches de estudiante, que llevaban sus anotaciones en lápiz, que la hicieron lo poco o lo mucho que es hoy. Ayer los vendió a regañadientes por su estado calamitoso en un regateo asqueroso a un tipo a quien no podía sostenerle la mirada, ave de rapiña, mugroso, por unos miserables cuatrocientos pesos que empezaron por ser doscientos. Eran ochenta y cinco libros vencidos en total. Y manejó todo el camino de vuelta a casa con el sobrante que, por alguna razón que sólo Dios conoce, al igual que su derrotero, el tipo al final no agarró. La miraban, perplejos, tirados sobre el asiento del acompañante, mientras ella se descocía en pucheros sin poder manotear el pañuelo pensando en que todo eso que le había costado tanto lo acababa de rifar al mejor postor en esa inmundicia de cementerio por unos heréticos cuatrocientos pesos nada más.
No sabía que la mandolina salía a la napolitana como la pizza de Tito, el Mariscal de la Pizza de mi barrio, quien cerró su local, ya descascarado y amarillento, después de que el diariero de enfrente, Alberto, que ya emigró hace unos meses dejando huérfana a una hija Down y sin hijo que la cuide a una madre postrada, lo encontró con la cabeza adentro del horno de barro de la pizzeria una madrugada de Domingo de Pascua luego de haber enviudado. Alberto le había ido a llevar el Clarín de todos los domingos y se encontró con la puerta entornada y sobre el mostrador, una copita de jerez medio vacía, tumbada junto a una botella medio llena. Cuando salió de ahí echó a correr la voz por medio Buenos Aires. Hoy lo vi a Tito a la salida del VEA de la Avenida San Martín del brazo de una mina diez años más joven que él y totalmente rejuvenecido: es otro tipo. Se las rebuscó bastante bien al final, y me alegro de que así sea. Hay que rebuscarse la vida como uno mejor pueda, y al horno ponemos la napolitana, pero nunca jamás la cabeza.
"Dicen que la historia fue referida por Eduardo, el menor de los Nilsen, en el velorio de Cristián, el mayor, que falleció de muerte natural (...). Lo cierto es que alguien la oyó de alguien, en el decurso de esa larga noche perdida, entre mate y mate, y la repitió a Santiago Dabove, por quien la supe. Años después, volvieron a contármela en Turdera, donde había acontecido."
Jorge Luis Borges, La Intrusa, "El informe de Brodie", 1970.
Fue Saramago el que escribió "El hombre duplicado", una novela que narra la historia de un profesor de historia que tropieza con su copia exacta en una mala película que le recomienda un compañero de trabajo y para quien, a partir de ese momento, encontrar a su doble se convierte en su obsesión y una búsqueda que no conlleva buenos presagios, tal como esta historia que no es ficción y que ahora paso a contarte. Saramago indaga en la necesidad de todo ser humano de tener una identidad única e irrepetible por más estéril y monótona que sea la vida que lleva. Él creó a Tertuliano Máximo Alfonso, pero a Eliana Maure yo no la invento: existe en el mundo real, no en el de los libros, y es la mujer sin identidad, te lo juro por las manos del General. "¿Dónde?", me preguntarás, no sin cierto grado de incredulidad muy justificada, desde luego. "¡Y dónde va a a ser!", te respondo yo, con indignada resignación: en este país de novela donde yo nací y donde vivo, que es kafkiano, porque Kafka se quedó corto cuando escribió "El proceso" si tomamos como parámetro a esta realidad en la cual más que vivo, sobrevivo a duras penas, y la comparamos con la intrincada trama de una novela póstuma e inacabada del autor cuyo protagonista, casualmente, pertenece a la familia K. "El proceso" bien podría concluir en Argentina si Kafka volviese a la vida y decidiese terminarla él, porque la pesadilla kafkiana acá se vive todos los días. Vas a ver por qué te lo digo.
Resulta que Eliana Maure es jubilada docente, con mucha tiza bajo las uñas de los dedos de las manos. Trabajó para el estado argentino toda su vida. Empezó muy jovencita de maestra y llegó a directora de escuela por la vía del trabajo, te aclaro, en zonas de villas miseria y barrios obreros de Lomas de Zamora, lo cual le proporcionaba algunos manguitos más por tratarse de zonas "periféricas". A punto tal eran "periféricas" las zonas en las que trabajaba Eliana que cuando llovía mucho chapoteaba en un arroyo lleno de renacuajos que se formaba en el patio de su escuela, pero con lo que ganaba paraba la olla para seis y podía darse el lujo de mandar a sus tres hijos a buenos colegios privados de la zona sur del Gran Buenos Aires. Ahí vive hasta hoy, en Turdera y, como a tantos septuagenarios, con la jubilación que tienen ella y su esposo, Ricardo, mucho que digamos no le alcanza para llegar a fin de mes. Eliana se jubiló hace unos años ya, y entonces decidió que su vida sería un jubileo a pesar de la estrechez de bolsillo. Como es pata de perro, se las empezó a rebuscar para conseguir los mejores precios: el Mercado Central, las ofertas que nadie que trabaja puede aprovechar los días de semana bien tempranito en los hipermercados, un filo como narradora en la asociación vecinal del barrio y otros menesteres varios que la mantienen ocupada y lo más contenta. Y como su hija menor vive en Bariloche, a Eliana se le ocurrió que, para incrementar el magro monto que recibe como jubilación luego de una vida de aportes y trabajo digno, podía dar cambio de domicilio a la Patogonia, con lo cual se obtiene un porcentaje interesante extra por vivir, precisamente, en zona "desfavorable".
Se fue una mañana al centro hasta el Registro Civil modernizado a sacar documento nuevo para realizar el debido trámite. Ahora resulta que te toman las huellas dactilares con un lector óptico, ya no tenés que mancharte los dedos en el pianito de antaño. Pagás la módica suma de $30 y esperás hasta que te envíen el documento nuevo a tu domicilio. Eliana esperó, el documento de Ricardo llegó, pero el suyo, nunca lo vio. Se fueron igual para Bariloche en coche, misión para lo cual se tomaron unos dos días y medio ya que se cansan de tanto andar por rutas desiertas y pernoctan en el camino donde mejor cuadra. Y cuando finalmente, con más de mil kilómetros sobre el lomo, se presentó en la oficina correspondiente con el comprobante de documento en trámite, el pálido y ojeroso empleado público patagónico que la recepcionó le dijo que no se lo podía efectuar porque Eliana Maure es la mujer sin identidad, creer o reventar. Perpleja, preguntó dos veces: "¿Cómo?" Comiendo, Eliana, comiendo. Hay que comerse todos los garrones luego de trabajar decentemente una vida entera si querés hacer una pequeña trampita lícita a un estado que es el ladrón más grande de todos en esta tierra. Se le explicó entonces que hay personas a quienes les sucede esto tan extraño de no tener huellas dactilares por haber trabajado mucho con las manos, que se les borran, bah... Atónita, Eliana atinó a indagar acerca de quiénes eran los afectados por este terrible mal que borra la identidad impresa en las crestas papilares de la epidermis de los dedos de la mano. A los albañiles que han trabajado con cal y cemento todo una vida y a quienes sufren quemaduras graves, fue la alarmante respuesta: "A Usted se las debe haber borrado la tiza, Señora." La tiza hizo de Eliana la mujer sin identidad: ¡vos mirá lo que son las cosas!
Como no podía ser de otro modo en este país nuestro, se le solicitó más tramiterío para dejar constancia del mal que la aqueja. Ha de obtener certificado médico en un hospital público que avale su rareza y escanear sus antiguos documentos para demostrar que alguna vez Eliana Maure existió con huellas digitales y todo en este loco rincón del mundo.
Como es pata de perro, curiosa e inquieta, a Eliana Maure, la mujer sin identidad, docente jubilada de Turdera, y a mucha honra, a quien se le borraron las huellas digitales por trabajar con tiza toda la vida, se le acaba de ocurrir otra genial idea para hacer unos cuantos mangos extra. Y como no deja huellas dactilares en ninguna parte, se va a poner en contacto con ladrones de guante blanco, va a cooperar como mano de obra cara en el robo de un banco, va a extraer de donde sea todo lo que le ha sido robado por el estado y nunca va ir presa porque Eliana Maure es la mujer sin identidad y sin huellas dactilares de Turdera. Cuando toda esta historia salga en la tapa de los diarios locales — una historia muy kafkiana, saramaguiana, borgiana y hasta dantesca —, te juro por Dios que te cuento más acerca de la mujer sin identidad que la hizo bien por una vez, ¿dale?
Entré como por un tubo y salté hasta el techo cuando el cubano me contactó para que le tradujera un guión de cine a través de LinkedOut. De cine el guión no tiene nada, pero yo me hice toda la película: trabajar para un cubano que tiene más humos que un habano barato y está radicado en Miami, tal vez viajar alguna vez por cuestiones de trabajo, ¿vio?, ganar unos buenos verdes, darme el gusto de ver mi nombre en alguna publicación, aunque más no sea como traductora, que no soy, pero convengamos que es un buen filón a estas alturas del partido. Toda esta trama a la cubana crea una visión muy potente, mejor aún que el mejor cine, aunque me da cosa, ya que todavía me quedan escrúpulos y todos sabemos que yo traductora no soy. No obstante — me sopla mi conciencia negra mientras la blanca asiente y se relame — , silas traductoras ejercen de profesoras de inglés, ¿por qué no voy a poder hacer lo mismo que hacen mis distinguidas colegas bilingües?
El tipo dice llamarse Arnaldo Talbot y así figura en las redes. Te digo porque el trabajo de rastreo que me mandé es detectivesco al mejor estilo de un Sherlock Holmes digitalizado. Después de mucho averiguar, he llegado a la conclusión de que se trata de un seudónimo, algo así como un nombre artístico —eso si fuese artista, claro. Igualmente, no deja de extrañarme que un cubano tenga un apellido tan sofisticado. Lo que escribe es pura bazofia, por algo lo tituló "Pure Poison", peor que Corín Tellado, que ya es decir bastante, con perdón de todas sus fans. Con decirte que para describir a un personaje en las anotaciones interminables que hace y que parece que nunca le dan pie al diálogo y la acción a pesar de que el tipo pretende crear un thriller, describe a un personaje de la siguiente manera:
Se ve a TITO, 35 años. Totalmente calvo y sin
bigotes.
Nunca había leído semejante descripción que alude a los atributos faltantes de un personaje en lugar de aquellos que sí tiene. "Sin bigotes"... Cosa rara, ¿no? Como si se tratara de que le falta un dedo, un ojo o la oreja de Van Gogh... En fin, con todos los verdes que me propone no me voy a poner en exquisita. La bazofia se vende mucho mejor que la buena literatura, es un hecho indiscutible, ¿no me digas? Y acá la cuestión es juntar unos mangos para hacer flote este año hasta tanto la cosa pinte un poco mejor. ¿Pintará? Nunca se sabe. La esperanza es lo último que se pierde, dice la voz del pueblo, que hoy come bosta y la paga por buena lo más contento, así que entremos en el juego, dale que va. Como dice mi cuñado, si no sos rico a los cuarenta, despedite: vas a tener una jubilación de mierda. Yo ya pasé la raya hace seis, van para siete, así que mejor me apuro.
Ahora, vos fijate lo que me hace el muy turro del cubano cineasta. Logra que pique con la oferta, me dora la píldora sin siquiera conocerme, le traduzco su curriculum, que será todo lo que será pero luce espantoso en inglés, le entro al guión, me quedo en casa hasta el domingo de Pascua trabajando con todos los polvorientos y amarillentos diccionarios que tengo abiertos, chorreando sobre mi escritorio, y dos computadoras funcionando al unísono para lograr descifrar de qué va la obra y pasarla decentemente del argot centroamericano al inglés norteamericano, y cuando le envió el trabajo que me tuvo levantada varios días seguidos hasta la madrugada, me envía el siguiente mensaje por mail:
Gracias, María Fernanda:
1.- FORMATO.- Te has fijado bastante bien en el formato que hube de enviarte. No obstante, debes tener en cuenta algunas reglas que son inviolables y que debes aplicar en futuras traducciones.
Para el nombre de la persona que habla: por ejemplo: TITO, se deben dar seis golpes del tabulador.
Para las acotaciones sencillas: (sonríe) etc., son cinco golpes del tabulador. Estas van debajo del nombre del personaje.
Para el diálogo son cuatro golpes del tabulador.
Siempre que aparece un personaje o personajes por primera vez hay que poner el nombre o la identificación en mayúscula. Ejemplo: VICTOR se baja del auto. TRES POLICIAS aparecieron por la puerta trasera. Ya después van en minúscula.
Los movimientos o las acciones de los personajes (que no sean acotaciones sencillas) van descriptas siempre comenzando en el margen izquierdo de la página. Por ejemplo:
Juan avanza (SIEMPRE SE ESCRIBE EN PRESENTE) hasta la rastra y toma una caja de botellas.
NUNCA:
Juan avanza hasta la rastra…etc.
(¿¿¿Eh???)
LOS ÚNICOS QUE PUEDEN EMPLEAR EL VERBO EN PASADO O EN FUTURO SON LOS PERSONAJES.
(Las mayúsculas en un mensaje son equivalentes a gritos, Míster. ¿Eso no te lo enseñaron, tanto que sabés de guiones cine?)
El texto del diálogo no debe llegar hasta el margen derecho de la página.
Estas son cuestiones que se pueden arreglar luego, pero que si se cumplen desde el principio no hay necesidad de perder tiempo.
(Eso es justamente lo que vengo haciendo yo, perder el tiempo...)
Te recomiendo, en el caso de que lleguemos a un acuerdo, que te fijes bien en el formato que te envío. Debes copiar exactamente tal y como te lo hago llegar, con sus espacios, etc.
(Ok. ¿Y de guita cuándo hablamos?)
Por eso es que estoy pasando el texto original al FORMATO ACTUAL, para que no tengas problemas a la hora de traducir. Eso me lleva tiempo, pero es más rápido que si yo te escaneara página por página para enviarte el texto completo, y además te facilita el trabajo pues el texto original está en otro formato que tendrías que adaptar según los parámetros que te he venido explicando.
El texto original consta de cuatro capítulos, pues lo escribí pensando en un serial. Tengo que unir los cuatro capítulos para que sea un filme. Cada capítulo tiene algo más de veinte páginas.
TRADUCCION. No hay problemas, se ve que eres una profesional y una persona cuidadosa.
EN CUANTO AL CONTRATO Y EL PAGO.
(¡Por fin, hermano!)
El asunto es el siguiente. La Empresa productora de películas a las que envío los scripts (AMAZONICA STUDIOS) los acepta tanto en inglés como en español. Yo prefiero enviarlos en inglés. Precisamente en una semana recibo el script de una novela, ya traducida al inglés, la cual voy a enviar de inmediato. El 10 de marzo envié un script en español titulado ¡SOÑAR DORMIDO!, del que estoy esperando respuesta. Te digo esto porque esta empresa, que es la más rápida en los Estados Unidos dando contestación a los envíos, trabaja de la siguiente manera:
1.- A partir de la fecha en que se envía el script ellos emplean 45 días para valorarlo. Si lo aprueban, te pagan $ 200 mil dólares de inmediato.
(A voste los pagarán, soñando dormido, rufián. Y tendrían que estar del tomate para pagarte esa cifra por esta porquería... )
Si no han terminado de valorarlo entonces te dan diez mil dólares por un año de tiempo para valorarlo de nuevo.
(¿¿¿Diez mil verdes sólo por valorarlo??? ¡Cuánto me equivoqué en esta vida...!)
Ellos te ofrecen otras opciones de pago, pero la más importante, aparte del pago de los doscientos mil dólares es que si la película llega a vender 60 millones, te dan 400 mil dólares más otros bonos.
(¿Qué? ¿Cómo? ¿Dónde? ¡Que hijo de... ! ¿Y a mí me escatimás el adelanto?)
Para que compruebes lo que te digo te estoy adjuntando un resumen del contrato último firmado con ellos, o sea, el de la comedia ¡SOÑAR DORMIDO! El script se envía con exclusividad para Amazónica, pero si ellos no lo aprueban entonces se hace público para que otras productoras a nivel mundial tengan acceso al mismo y te lo compren si les interesa.
¿Cómo sería nuestro contrato entonces? En primer lugar te pido confíes en mi obra y asumas el riesgo conmigo.
(¿Asumir riesgos por un perfecto desconocido y gratarola? Mirá, yo seré ilusa, pero tan boluda no nací.)
1.- Yo te pagaría el 20%, o sea, 500 dólares en cuanto concluyas el primer capítulo de la obra.
(No, querido, quedamos en que se pagaba por adelantado, son normas internacionales. Consulté con el Colegio de Traductores, tan gilastruna no soy...)
2.- Los otros capítulos (3 en total) tú los traducirías sin cobrar nada, (...)
(EL SUBRAYADO, LAS NEGRITAS Y LAS MAYÚSCULAS
AHORA SON MÍAS PORQUE YA ESTOY RE-CALIENTE...)
(...) pero en el caso de que la obra fuese aceptada por Amazónica y se me hiciera el pago, yo te pagaría, en vez de los dos mil dólares restantes, cuatro mil, o sea, el doble.
En el caso de que Amazónica me pague diez mil dólares para ampliar el plazo de revisión de la obra, yo te pagaría de ese dinero no cuatro mil sino los dos mil dólares restantes por tu trabajo.
En el caso de que la obra se haga pública y alguna otra Empresa la comprara, yo te pagaría, no los cuatro mil, sino tus dos mil dólares restantes. ("En el caso de...", "en el caso de.."... ¡Vos sí que sos un caso, caradura!)
Supongamos que ni Amazónica ni ninguna otra Empresa (al hacerse pública la obra) compraran el script, entonces yo lo enviaría directamente a productoras de cine tales como Warner Bross, Universal, etc.
(¿Qué habanete te fumaste, tío? ¿Te tomaste todo el pisco y no dejaste ni el gusano? ¡Ojo que ya estás delirando! )
En cualesquiera de estos casos que me compraran el script en inglés, yo te pagaría dos mil dólares. O sea, sólo te pagaría cuatro mil dólares por tu trabajo si Amazónica aprueba el script.
( O sea u osea... He ahí el quid de la cuestión. ¿Qué tul? ¡Sos un troesma! Pará: ¿hay más todavía?)
Otra cosa: tengo la comedia en estado de valoración. Si me la aprueban y pagan, yo te haría efectivo tus dos mil dólares. Lo mismos ocurriría si el script que estoy esperando para enviar me lo aprueban, entonces te pagaría tus dos mil dólares.
Como ves, mi estimada Fernanda, hay muchas opciones, pero todo depende de que quieras correr el riesgo conmigo. De no hacerlo entonces tendré que esperar a que algunos de los scripts presentados se vendan y mandar entonces a hacer la traducción a otra traductora o traductor.
(¡Dale! A ver si enganchás a algún gil matriculado para hacerte este laburito, Arnaldo... Y mejor no te digo con qué rima tu nombre porque soy una lady.)
Dime si entendiste mi explicación.
(Entendí que sos un ladri y un chantapufi marca cañón.)
Un abrazo.
ARNALDO TALBOT
Después de enfriarme un rato bajo la ducha y comer algo para digerir el mal trago, me siento en la compu, abro el mail y escribo lo siguiente, con toda la altura que Dios me ha negado en estatura:
Estimado Arnoldo:
Te agradezco tu respuesta y tus apreciaciones. La tarea de traducir una obra me resulta un desafío para el que me siento preparada aunque a veces me resulta dificultoso seguir la idea detrás del guión. Hay demasiada marcación y poco diálogo con mucho argot centroamericano.
En cuanto al contrato, debo decirte que, si bien los números son muy tentadores, al tratarse del comienzo de, espero, una fructífera relación profesional, no responde a los parámetros que se estilan para traducciones de este porte. Verás que con la edición de tu CV y las primeras hojas de tu obra te he dado sobrada evidencia de mi confianza en tu palabra y mi valía profesional. Para continuar con la tarea, debemos ajustarnos a las reglas del caso con los plazos para los pagos, para las entregas, para tu valoración y para las correcciones pertinentes. Como te he dicho, siendo nuestra primera experiencia, creo que debemos ceñirnos a las convenciones de este trabajo para construir la confianza que es fundamental en cualquier equipo que se precie de tal. Debemos ante todo conocernos para valorarnos y luego pensar en asumir riesgos. Así, tal como te lo he mencionado, para seguir avanzando deberás hacer efectivo el pago del 20% de la cotización que te he enviado con anterioridad.
Estimo que acordarás con mi visión de este particular.
Te envío un cordial saludo y aguardo tu respuesta.
No hace falta que te diga que el gusano cubano con humos de habano barato de cineasta de cuarta no me va a escribir nunca más.
Siempre me pasa lo mismo cuando viajo en bondi. Saco la cabeza del libro en el cual estoy sumergida y no tengo ni la más pálida idea de dónde diablos estoy. Encima, en estos colectivos que trajeron de afuera viajo al revés y me desoriento aún más. Nunca fue mi fuerte el sentido de la orientación geográfica, ni en mi barrio, ni en mi ciudad : debe ser falla de fábrica. Alzo la vista del libro que me tiene subyugada y observo que una señora cincuentona y rechoncha con collar de cuentas de madera está leyendo alguna novelucha de Danielle Steel, a quien aborrezco. El pibe sentado a mi lado tiene las uñas pintadas de verde y está enchufado a un celular enorme y blanco a través de unos enormes auriculares color verde fluo que ocultan su rostro sin rastro alguno de pelos masculinos y de cejas perfectamente depiladas. Me flanquea una morocha veinteañera que calza mini-shorts tajeados en los lugares claves por la cual se le cae la baba a todo macho caliente en el compartimento hirviente. Miro mi falda tubo color caqui, que me llega hasta los tobillos, y me siento definitivamente una vieja invisible a las miradas lascivas de estos machos que, de todos modos, no me calientan en lo más mínimo. El pibe al que me animo a preguntarle dónde estamos es el único que no está alienado y que tampoco me mueve un pelo. Viste una remera Tommy Hilfiger de color azul marino, ¿trucha?, sin mangas, y al levantar el brazo derecho para señalar la dirección en la cual tengo que caminar para ir a la boca del subte cuando descienda de esta catramina recalentada y recalcitrante, noto que tiene la axila más limpia de vello que la mía...
Sobre la marquesina de un supermercado por el cual pasamos en un soplo ruidoso y polvoriento hay colgado un cartel de Cinzano antiguo y medio descolorido que indefectiblemente me retrotrae a mi infancia y a la amena lectura que me hace soportable este viaje con este calor pastoso de principios de otoño porteño en este colectivo sucio y maloliente que no sé ni qué número tiene. Como el Cinzano, los cuentos y relatos del escritor argentino que tuve la fortuna de conocer el sábado pasado en el legendario bar "Los 36 Billares", en plena y bella Avenida de Mayo, Mario Marazzi, se titulan precisamente "Refrescan la boca y apagan la sed". Un escritor a quien no conocía, premiado merecidamente, que logra producir ese efecto en mí, el del Cinzano, tanto a través de sus escritos como del encuentro cara a cara con su persona y el roce con su alma de escritor de ley, alguien que está de vuelta de muchas cosas aunque le brillan los ojos de deseos y esperanzas por alcanzar.
En la vidriera de la librería que está a unas cuadras nomás de ese bar donde se sentó en la vereda un porteño con chambergo a tomarse un cafecito a la hora del ocaso en pleno siglo XXI, casi frente al Teatro Avenida —que ofrece un ciclo de óperas que no me pienso perder — , figuraban los abominables ejemplares de Florencia Bonelli, John Green, las memorias de André Agassi, que me juego que él no escribió, un libro de historia argentina cuya autoría es la del periodista Ronaldo Hanglin, los ejemplares de los gurúes de los negocios enseñándonos "El toque de Midas", Donald Trump y Kiyosaki, el infaltable y estúpido horóscopo chino 2015 de Ludovica Squirru y las recetas muy poco aplicables a la realidad de las cocinas domésticas argentinas de Narda Lepes: ¡he dicho! Y no tienen ni el precio en exhibición, ni quieras saberlo. Los únicos clásicos eran dos hermosos libracos del maestro Quino, de tapa dura, "Todo Mafalda" y "¡Cuánta bondad!"— incomprables para la mayoría de nosotros por su costo — , "Todos los cuentos de los hermanos Grimm" y "Las mil y una noches", que la gente ahora adquiere por el éxito de una telenovela homónima que emiten en algún canal, no tengo idea de cuál, y que nada tiene que ver con el clásico de la literatura de autor desconocido. Debe quedar el libro sin leer de adorno en todos esos hogares donde el televisor es el amo de casa.
En el primer cuento del libro de Mario, que refresca y apaga la sed tal como el Cinzano que tomaba mi abuelo asturiano aporteñado al cerrar su día de almacén y que se bebía en mi casa paterna tanto como ahora se disfruta los días de calor en la mía, figura primero un delicioso y burbujeante relato premiado con Mención de Honor en el Concurso del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires en el año 2002, año catastrófico en nuestra historia si los hay. Allí Mario narra magistralmente una historia de ligue entre una divorciada y un gordo exaltado en pleno cacerolazo en protesta por el maldito corralito que nos amargó la vida y nos peló los bolsillos a tantos. Subrayo apenas, para no arruinar una edición de autor autografiada y dedicada, el siguiente párrafo de "Sandokán a la cacerola" :
"En el cruce de la más ancha del mundo, por un momento quedaron aislados, y fue entonces cuando ella le preguntó:
— " A vos te parece que se la van a devolver?", deseando que este desconocido que ya estaba descartado por seco pero que le caía simpatiquísimo le respondiese lo que ella deseaba confirmar.
—"La esperanza, jamás... la guita puede ser" (...)
Lo cierto es que no nos devolvieron ninguna de las dos, y nos quedamos con el perro Sandokán, que no es precisamente "El tigre de la Malasia". Hoy por hoy, se hacen negocios turbios con otros países, o al menos eso dicen las malas lenguas que abundan por estos lares.
Paso al segundo cuento, "Coro con robo", y me encuentro con la siguiente cita:
"No hay caso, la autoridad será todo lo que quieras, pero saben ..."
Es cierto: acá la yuta siempre te bate la justa.
Y en "El Papa es el gladiolo", que leo justo antes de bajar para tomar el subte e ir a cobrar una guita que necesitamos para llegar a fin de mes porque marzo te perfora el bolsillo cuando tenés hijos en edad escolar, me encuentro con lo que más me gusta: consejos caseros para abonar plantas. Ya mi viejo me estuvo hablando del tema cuando lo visité la última vez. Ambos nacimos con dedos verdes y adoramos las plantas. La cita aplica:
—"¿Sabe qué me pasa con estas flores...? No sé, es como una fijación de la infancia (...) Sucede que en la casa de mi abuelo, que vive en Florida, allí cerquita de Vicente López, las regaban con Cinzano. Nunca vi azucenas como las de la casa de mi abuelo, créame. Y no es por despreciarle la merca, pero como las de Florida, jamás."
Y a las rosas rojas, el abuelo de este entrañable personaje, que le toma el pelo a un florista callejero, les sacudía con salsa bolognesa. Dá la casualidad no casual que el mismo día en el que conocí a Mario Marazzi en "Los 36 Billares"—fundado en 1894 e impecablemente preservado, a diferencia de la pobre confitería "El Molino", que da pena — , mi viejo, que nació en 1937, me dijo que no había mejor fertilizante para los rosales que la salsa de tomate. No hay caso, cada día me convenzo más de que nada en este suspiro delirante y apasionante que es la vida, nada, pero nada, sucede por pura casualidad.
La única pobre foto que logré sacar con mi celular para registrar el momento. ¡¡¡Gracias, Mario Marazzi!!!