miércoles, 3 de octubre de 2012

Cocinando palabras con Blanca Cotta




Blanca Cotta es una señora que cocina por tele y da recetas en medios gráficos hace años. Aunque es mucho más que eso. Es también maestra y profesora de Letras, humorista gráfica, periodista y libretista de televisión. Yo ya leía su sección gastronómica infantil en la revista Anteojito cuando aprendí a leer y empecé a escribir. Es lo que yo llamaría una cocinera, más que un chef de estos que te preparan un plato cuya foto muestra más bandeja y ornamentación que sustento donde hincar el diente. Tiene además la gracia de llegar con sus instrucciones y de arrancar invariablemente una sonrisa con sus guiños al lector. Y tiene el don de hacernos pensar en cosas que van mucho más profundo que la batidora. Siempre leo sus recetas porque son lo que cualquiera puede aplicar en la cocina de batalla, como llamo a la mía, que a veces se me hace para un batallón, aunque somos sólo cuatro. Con lo que tengo a mano, en la heladera, sin condimentos exóticos ni tener que ir al barrio chino a comprar adminículos especiales, sus recetas por lo general no defraudan. Simplemente, cocina lo que cocinaba mi abuela o mi mamá y nunca puse la debida atención para aprenderlo de ellas.

Sobre todo la admiro porque demuestra que se puede también escribir desde la cocina. Es una elección de vida por la que yo también opté. Sí: ¡cocina palabras! Se me hace una mujer que, como yo, piensa y amasa la vida mientras cocina. Y me gustan las mujeres capaces de plasmar y hacer reverberar ese cálido aroma, que a pura olla y horno ellas logran hacer flotar en sus hogares, en simples y profundas palabras desde la cocina de la vida. El pasado domingo 30 de septiembre, junto a su receta de Arrollado de atún, ("Nivel de dificultad: Fácil, si todavía se siente fiaca, compre el pionono hecho y listo."), me regaló un texto del que quiero compartir un fragmento por su simpleza y por sus implicancias para mí. Se titula "Las palabras y la vida", y lo pueden leer completo, con receta incluida, en la Revista Viva de Clarín, páginas recortables y coleccionables 75 y 76, en la sección "De aquí, de allá y de mi abuela también, Los secretos de Blanca". Dice así:

"Reconozco que soy informal.
 Informalísima.
 A veces demasiado.
 La mayoría de los maridos sueñan con tener esposas serias y, si es posible, un poco acartonadas.
¿Qué culpa tengo si yo soy de papel?
 Pero muchas veces me encuentro como "sapo de otro pozo".
 Y entonces me sucede que el ser informal hace que me miren como si fuese un bicho raro, que no   acata las normas al pie de la letra.

Tal vez por eso más de una vez, las palabras (aún de quien quiero) al aterrizar me duelen, me   lastiman, arrugan cruelmente mi ingenua alegría y me obligan a esconderme en el fondo de un caparazón de piedra, sin llamador. 

(...)
Decidí entonces, para mis adentros, darle... ¡guerra a las palabras!
Especialmente a aquellas que hieren, ofenden, mortifican.
Penetran en el corazón.
Esas rebotarán contra mi caparazón."

Me pareció una honesta, bella y simple receta de vida que sentí ganas de compartir. Creo que la mejor forma en la que una cocinera de batalla le puede dar guerra a las palabras hirientes es cocinándolas para transformarlas en un platillo nutricio y sabroso para sí misma y para todos los que comparten su corazón en la mesa de cada día.

A boca de jarro

viernes, 14 de septiembre de 2012

¿Bloguear o no bloguear ... ?



Como el dilema shakesperiano, este es doble: se trata de ser o no ser y de estar o no estar. 

Sobre el primero no tengo dudas, aunque siempre hay momentos de cuestionamiento acerca del sentido de ser en determinados ámbitos y hasta en la vida misma, sin llegar uno a convertirse en un suicida en potencia. El adulto que no atraviesa por crisis de sentido, por momentos en los que todo se le hace cuesta arriba, fútil, rutinario, carente de relevancia en cuanto a su trascendencia, no se ha hecho grande, no ha devenido adulto. De hecho, muchos jamás lo hacen, digo, ni cuestionarse ni hacerse adultos. Y tal vez sea más conveniente en la era del placer. Aunque se paga un precio. Vivir sin cuestionamientos no es vivir, es vegetar. Como adulta, tengo esos momentos de inflexión en los que, como grafica esta autora con quien sigo aprendiendo y creciendo, Elisabeth Lukas, se me hace puro desierto y de pronto se presiente la posibilidad de una "reforestación". Por eso tengo como imagen inspiradora en el blog esta leyenda que algunos han malinterpretado pensando que se trataba de delirios de grandeza...



Trascender para mí es encontrarle un sentido a la vida que vaya más allá de mí misma: eso es ser grande y pasa cuando uno se hace grande porque crece interiormente. Para vincularlo con el dilema de Hamlet que hace cuajar este post, diríamos: "That is the question". La cuestión es que no me resulta fácil desprenderme de mí misma para crecer y trascender y sospecho que esa es la clave para encontrarle pleno sentido a mi existencia. Tengo que ir aprendiéndolo, distanciándome de mi ombligo poco a poco, haciendo ciertas renuncias en pos del bienestar de proyectos en los que soy y estoy y que además me trascienden. Hay que trabajar duro para generar un apego a una confianza que intento fortalecer en algo que va más allá de mí misma y mi efímero paso por el mundo. Y aún queda mucho camino por andar.

Últimamente me pasa que me planteo mucho más "estar o no estar" y dónde "estar o no estar”. Y uno de los lugares bajo la lupa es el blog. El dilema entonces pasa por estar o no estar más viendo la vida desde esta ventana en lugar de salir allá afuera y vivirla sin tanta reflexión. Vivir sin buscar un eco en este mundillo a veces complejo y otras inmensamente gratificante y atractivo, aunque peligrosamente adictivo. Un mundo que parece no tener límites ni fronteras, y que sin embargo no es más que una red que termina por atraparnos. Es como si se hubiese encendido una alarma de aviso: "Para no fallar en lo que es necesario en nuestras vidas debemos tener una conciencia despierta, despierta en el sentido de que lo importante no quede sumergido en nuestro comportamiento rutinario y regulado ..." Se despertó una conciencia que antes estaba subyugada por las posibilidades que envisionaba desde un jarro que se me hacía de porcelana. Ahora siento que el estar aquí implica no estar en lugares concretos y reales junto a seres para los que parece que nunca hay suficiente tiempo, aunque siempre hay tiempo para estar acá.

Varias veces escribí sobre los motivos por los que llevo un blog. Hoy mismo, al ponerme al día con algunas entradas de blogs que acompañan, mi día se colmó de sentido. Y cuando pasa como ahora, que mis dedos se deslizan por el teclado tan fluidamente y sale toda esta corriente que me inunda y se libera al quedar así plasmada en las aguas de este jarro de barro quebradizo, siento que vale la pena, me siento plena y vaciada al mismo tiempo. Es un enorme placer, difícil de describir, casi una necesidad vital que buscaría hacer de otra manera, ya que siempre he tenido diarios íntimos, cuadernos de notas, libros anotados, papelitos escritos y algunos sueños que se han aquietado. Por eso entiendo que escribir en mi caso personal es trascender, porque me hace crecer y me acompañó siempre en mi crecimiento.

No buscaría ser o estar en ningún otro lugar virtual que no fuese el blog. En Facebook no quiero estar: probé y abandoné con gozo y alivio, no sentí  que fuese ser sino más bien aparecer. En Pinterest no me veo siendo: siempre he tenido un friso y está colgando en alguna pared donde pincho mis cositas. En Twitter no llegaría ni a ser ni a estar, por la restricción en el número de caracteres... Y en Google+ estoy y no soy: ¡no lo termino de entender! La cuestión pasa por bloguear o no bloguear.  Bloguear es concretar el sueño de compartir lo que uno escribe con pasión y sin oficio, pero nos abstrae bastante de aquello para lo que hace falta una conciencia despierta.

No sé si serán los aires de primavera y los cielos límpidos y soleados, pero parece que últimamente bloguear ha perdido la adrenalina de los primeros tiempos. Se va descubriendo lo que un bloguero más experimentado me había avisado hace un tiempo, cuando esto era un jarro rebosante de ilusión y entusiasmo: 

-Muchos de los que te siguen hoy, dejarán de hacerlo y vendrán otros que finalmente también se irán.

Y así pasa. Inclusive se fue él mismo, que me lo advirtió. Aunque no del todo: eligió con qué blogs quedarse. Es que hay blogs y blogs...

Y sucede que siento que no encajo bien en ningún lado: lo mío no es artesanías ni deco, no es crianza, no es educación, no es literatura, cocina, filosofía, psicología, espiritualidad, arte, cine o música... es una mezcla ecléctica e indefinida condimentada con reflexión y opinión. Quizás esa falta de afiliación o el no encajar en una categoría más la abundancia de ideas y la diversidad que al principio me inspiraban ahora me estén fallando. Además, llega la primavera. ¿Quién quiere pensar tanto en estos tiempos? ¿Para qué? ¿No será mejor saltar por la ventana y zambullirme en esas aguas que contemplo y ya simplemente nadar con la corriente?

A boca de jarro

sábado, 8 de septiembre de 2012

La corriente de aire

Ravi Shankar en 2006, cuando fue recibido por el entonces jefe de Gobierno porteño, Jorge Telerman, y otras autoridades políticas nacionales.


Este es un cuento de Anthony de Mello que incluye Elisabeth Lukas en su libro Psicología espiritual. Dice así:

  El salón estaba repleto, en su mayor parte de señoras no muy jóvenes. Asistían a una conferencia sobre una especie de religión o secta nueva. Se puso de pie el conferenciante, vestido únicamente con un turbante y un taparrabo. Con efusión habló del poder del espíritu sobre la materia, de la psique sobre el cuerpo.

  Todos pendían de sus labios. Finalmente, el orador regresó a su asiento. Su vecino se dirigió a él y le preguntó: "¿Realmente cree usted lo que acaba de decir: que el cuerpo no siente nada, que todo ocurre en el espíritu y que la voluntad puede influir conscientemente en él?". "¡Por supuesto!" respondió el charlatán con piadosa convicción, a lo que el vecino retrucó: "¿Entonces me haría usted el favor de cambiar su lugar por el mío? Estoy sentado en medio de la corriente de aire".

Este relato viene a cuento del paso de este hindú por la Argentina, gurú fundador de la ONG El arte de vivir, que brinda cursos pagos sobre respiración (pranaiama) con importante difusión en  muchos países del mundo. Según se informa, su principal objetivo en sus viajes es aliviar tanto el estrés de los individuos como los problemas de la sociedad y la violencia.

De acuerdo a las noticias más recientes, el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, cuyos aires han dejado de ser buenos hace tiempo, habría solicitado sus servicios en esta oportunidad, aunque fue desmentido por el actual Jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri. No obstante, se informa que ya habían sido contratados por el Gobierno nacional en el 2006: "...se firmó un convenio con el Ministerio de Justicia de la Nación para dictar cursos de relajación y respiración en cárceles del Servicio Penitenciario Federal". (...) Seis años después, el Estado decidió ahora investigar a la Fundación. La Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) realizó (...) una denuncia ante la Justicia Penal Tributaria para que se investigue el origen de unos $20 millones que El Arte de Vivir manejó en el país durante 2011, según informaron fuentes oficiales a la agencia DyN. Asimismo, el organismo giró un Reporte de Operación Sospechosa (ROS) a la Unidad de Información Financiera (UIF), lo que derivará en investigaciones por presunta evasión o actividades de lavado de dinero."

Más allá de todo este chanchullo que implica chicanas políticas y enormes cantidades de dinero que de ningún modo se condicen con los nobles objetivos de la espiritualidad que nos enseñaría el arte de vivir y nos ayudaría a crecer y mejorar como personas y como sociedad, creo que el cuento de la corriente de aire es una magnífica ilustración del meollo del asunto por el que sigo cuestionando desde el sentido común el cuento de la espiritualidad masificada e hípercomercializada en Buenos Aires. La verdadera promoción de los valores humanos universales y la mejora del equilibrio físico, mental y espiritual de las personas, tanto en sus casas como en las calles y en las cárceles, sólo se lograría si nos pusiéramos en medio de la corriente de aire en lugar de enseñar técnicas para inhalar y exhalar un aire que intoxica por los altos niveles de miseria y corrupción que contiene. Son precisamente los malos aires de Buenos Aires los que llenan nuestro espíritu y nuestra mente de miedos fundados e impotencia contenida ante la bochornosa miseria que vemos en aquellos que se alimentan de nuestros residuos, duermen debajo de los árboles y frente a nuestras viviendas y roban y matan con saña por lo que sea. ¿Y nuestras autoridades creen que la solución a estos gravísimos problemas se obtiene auspiciando a un charlatán que nos enseñe a relajarnos para que pongamos nuestra mente en blanco, para que el estrés, la agresividad, insatisfacción y violencia letal a la que le vemos la cara a diario decrezcan por inducción mental, mientras nuestros dineros van a parar a los bolsillos de este producto bien formateado que han comprado tantos? No habría mejor pago para los servicios de este maestro que ponerlo a él y a quienes lo han traído en medio de la corriente de aire que vuela a tantos cotidianamente en Buenos Aires.

Como reflexiona la autora que incluye este relato como ejemplo del poder curativo de los cuentos, "El idealismo es bueno, pero es mejor si no se desliga de un realismo sensato." Me gustaría creer que sólo se trata de idealismo. Y remata: "Todo elemento falso y discordante, como la cháchara del orador del turbante, finalmente se lleva a sí mismo al absurdo." Tengo mis serias dudas de que esta pureza de pensamiento sea respirable en la realidad en la que me ha tocado vivir.

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