Hoy, mi hijo mayor, mi primogénito, cumple 13 años, y yo cumplo 13 años como mamá: todo un rito de pasaje, para él y para todos los que lo amamos desde el momento en que asomó al mundo. Fue el primer bebé y niño de la familia después de mi generación, y eso lo hizo especialmente intenso, trascendente e inolvidable. Pesaba 2,100 Kg . Como dijeron sus abuelos, "Un peceto". Yo no sabía lo que era un recién nacido: me parecía totalmente normal, pero las enfermeras y el neonatólogo me decían que era muy chiquito, de bajo peso, que había que cuidarlo mucho, tenerlo en habitaciones con mucho calor, y amamantarlo Y darle complemento: nació hambreado por una placenta envejecida que ya no lo nutría debido a la preclampsia que padecí.
En el momento de la cesárea, cuando por fin, después de velar la noche entera para esperar que se diera el parto natural, o esperar al obstetra que acomodara sus horarios, o las dos cosas, no sé y ya ni me importa, me lo acercaron, me miró fijamente a los ojos, unos ojos llenos de olas color turquesa, los ojos del alma que me re-conocieron, porque ya nos habíamos visto y conocido antes, estoy convencida, aunque no creo en eso de las vidas pasadas. Creo en que nos conocimos en la fuente de la que la Vida emana y a la que la Vida vuelve después de la muerte del cuerpo: en eso creo. Y a eso lo llamo Dios.
Mi hijo de las entrañas, de mi único gran amor, del deseo... mi primer hijo, primogénito varón... Le susurré que ya tenía un nido calentito esperándolo en casa, al que llegamos eufóricos, convertidos en padres y en familia, mi esposo y yo 5 días después. ¡Qué maravilla es tener un hijo!
El nacimiento de mi primer hijo es la huella más profunda y el momento más feliz y pleno que yo recuerdo en mi existencia. Espero que mi hija menor no se cele si algún día lee esto: supongo que al devenir madre, lo entenderá, y sabrá, porque sabe y no paro de decírselo y demostrárselo en cada detalle, que la amo tanto como a su hermano: no hay diferentes medidas para el amor por los hijos y, agregaría, para el Amor.
El nacimiento de mi primer hijo es la huella más profunda y el momento más feliz y pleno que yo recuerdo en mi existencia. Espero que mi hija menor no se cele si algún día lee esto: supongo que al devenir madre, lo entenderá, y sabrá, porque sabe y no paro de decírselo y demostrárselo en cada detalle, que la amo tanto como a su hermano: no hay diferentes medidas para el amor por los hijos y, agregaría, para el Amor.
Era un día de otoño como hoy: soleado y fresco, y el suelo estaba cubierto de hojas doradas y crujientes bajo un lento y gozoso caminar. Y me inundaron sentimientos tiernamente salvajes que me conectaron con la naturaleza, con la verdadera femineidad de la absoluta fusión "hembra-y-cría", sin maquillaje ni depilación ni peluquería y con todo mi cuerpo hecho un flan (como es la maternidad real y no la de las propagandas de televisión), sensaciones que brotaron de mis mamas, de mi mamá presente y acompañando y evocada en un rincón de mi memoria más primaria y remota, y una conección inefable y honda con Dios: ¡Dios estaba ahí!
No podía dejar de cantarle entonando melodías que creía olvidadas, y nunca canté tan lindo ni tan afinado, tan en sintonía... No podía dejar de oler ese perfume único, soberbio, de Vida recién nacida, que habría que poder guardar en un frasquito. No podía dejar de mirar y admirar el milagro, de acariciarlo, de colmarlo de besos, de sostenerlo... Muy, muy fuerte y vívido el recuerdo.
Esto dá para el libro que sueño con escribir: el libro de mi vida, el que escribimos todos día a día... Esto y todo lo que vino después, y lo que sigue viniendo.
Un hijo que se está haciendo hombre, a quien le están asomando pelos, que está mutando, que se siente inseguro y se mira al espejo para encontrarse y des-cubrirse, y que me sigue abrazando fuerte, llenándome de "Te quiero, má", y con quien adoro compartir nuevas aventuras en esta maravillosa travesía por las aguas profundas de la maternidad.
"¡Bendita la luz de tu mirada desde el alma!
¡Bendita sea tu presencia!"
¡Te amamos y te deseamos feliz cumpleaños, VARÓN!
¡¡¡ A boca de jarro!!!
Qué hermoso, Fernanda! Feliz aniversario de mamá =)
ResponderBorrarQué precioso todo lo que escribiste!!
ResponderBorrarNo soy madre, pero sentí reconocer aquello de lo que hablabas, y pude ver y sentir las distintas escenas a partir de tu relato.
MUCHAS FELICIDADES!!! y te felicito por saber disfrutar y atesorar la vida de esta manera.
Besos!!
María Fernanda Paz dijo...
ResponderBorrar¡GRACIAS, MUJERES! Y gracias especialmente porque no tienen hijos, y de todas formas empatizan y re-conocen esto que sin dudas es algo universal:aunque no seamos madres, por esas cosas de la vida o por elección propia, todos, hombres y mujeres, conocemos los misterios de la Vida de algún modo u otro... Ante todo, por encarnar el misterio, y también por engendrarlo, "pariendo" nuestras propias vidas, o maternando seres vivos de todas las especies, o gestando nuestros propios logros, que no necesariamente pasan por traer hijos al mundo. Les recomiendo a las dos que lean a Sergio Sinay en La Nación Revista del domingo 24 de abril, día del cumpleaños de mi hija menor...
Verán que riqueza les proporciona su respuesta a una lectora que no logra su realización a través de ser madre. Se titula "Todos somos fecundos". Y Ale, a vos te pasé el dato de un ensayo que cita Sinay allí, que vale la pena leer en Internet,titulado "Without Child" de Laurie Lisle, si se arreglan con el inglés. Si te interesa, Lore, me animo a comentarlo y traducir algo para vos con todo gusto. Dá mucho que pensar.
Les mando un beso enorme y gracias por compartir mi festejo y el de mi varón primogénito preadolescente.
Fer.
Gracias Fer!! interesante todo lo que decís y lo que nos recomendas.
ResponderBorrarLo voy a buscar y leer. Besos!!
buenos su espacio online es muy bueno,es la tercera vez que vi tu pagina, buen espacio!
ResponderBorrarhasta
¡Muchísimas gracias!
ResponderBorrarSaludos,
Fernanda.