lunes, 1 de agosto de 2016

Sueño de café

   


   Debe ser que, por defecto, yo no nací con el gen de la territorialidad que hace tan fuerte el ser porteño para, pongamosle, un tachero porteño, porque acá en Rosario me siento tan en casa como allá. Rosario se me hace igualita a Buenos Aires en los detalles que gratis se me abren en esta noche fría de invierno: en el viejo con su bastón, enojado con la vida por tener que apoyarse en el bastón, que va abriéndose camino por la vereda sucia pegándole bastonazos a las botellas vacías de Coca Cola sembradas a su paso por la barra de pibes de la esquina, que fuman porro y usan gorrita; en el señor a quien pasea su perro - porque es el perro quien pasea a su amo en este caso - que lo hace mear a medio metro de donde estoy sentada lo más tranquila, como delimitando territorio, y si no te gusta el perro, agua y ajo, porque en la urbe ante todo están los perros, y su mierda es el patrón de la vereda; y en las palomas, dueñas de los techos, y a estas alturas también de las veredas. 

A mí se me hace que Rosario y Buenos Aires empatan en la ausencia de Dios, en el cielo y más allá de las palomas, y en su carestía crónica de policías. Es posible que Dios se haya cansado de que acá no se le diera pelota, y entonces rajó para otros puertos a patear penales, como Messi.

Rosario se me hace igualita a Buenos Aires también en la hijoputez de sus colectiveros: pasa uno a toda máquina por calle Sarmiento y levanta una nube blanca y tóxica que saca a la vereda a los curiosos, como si una niebla londinense hubiese decidido cruzar el océano y cubrir la calle. Sale el metre del Savoy, se encoge de hombros, se rasca la cabeza de pocos pelos y me pregunta extrañado por la niebla. Ni bien le explico que fue un colectivero, se sonríe de costado, y entonces todo queda más que claro.

Despacito me voy en pos de un sueño, un sueño chiquitito y sencillito, como todo sueño de café. Suena el carillón del Palacio Fuentes, y siento que ya es hora de cumplirlo. Camino hasta Santa Fé y Sarmiento y, allí, lo veo, el mítico portón que da entrada valerosa al punto de reunión de intelectuales, locos, cuerdos, filósofos, políticos, quinieleros y estudiantes trasnochados de psicología. El Bar El Cairo. Tengo una cita a las ocho con el Negro, y me siento en su mesa de galanes a esperarlo. Ordeno mi cortado en jarrito, y el Negro me saluda tras el vidrio. Temblor de piernas, taquicardia y cholulismo... ¿Ahora qué hago, qué le digo, después de tanto tiempo soñando este momento...? Lo miro fijo, lo encaro y le largo : "Me cagué de risa con tus cuentos." Y Fontanarrosa, como es más un buen tipo que otra cosa, se da por bien pagado.






Un poco de historia....

Bar El Cairo


 "Inaugurado en 1943 en la planta baja de una casona, famoso por sus reuniones de artistas e intelectuales locales, nacionales e internacionales. Inmortalizado por el escritor rosarino Roberto Fontanarrosa en su libro "La mesa de los galanes" abrió su esquina en Sarmiento y Santa Fe, luego de que un voraz incendio hiciera peligrar el proyecto de reconstrucción allá por Mayo del 2004. Leyenda urbana por donde se lo mire, comenzó como un típico café, con mesas de billar, donde los hombres de la ciudad se juntaban para hablar de fútbol, política y mujeres. En la década del 70, tras ser remodelado, se convierte en un lugar donde un público de jóvenes intelectuales hacían del bar un punto de encuentro fundamental.


Fontanarrosa lo recordaba como "...un club, donde uno iba encontrarse con gente amiga. Muchos de los motivos de mis cuentos y muchos de los personajes ficticios que aparecen en mis libros están inspirados en las charlas que se daban con los muchachos en la mesa del bar". Una de las visitas más recordadas del lugar fue la de Joan Manuel Serrat, quien fuera acompañado una tarde por el negro Fontanarrosa."






El Negro Fontanarrosa



"De mí se dirá posiblemente que soy un escritor cómico, a lo sumo. Y será cierto. No me interesa demasiado la definición que se haga de mí. No aspiro al Nobel de Literatura. Yo me doy por muy bien pagado cuando alguien se me acerca y me dice: «Me cagué de risa con tu libro»"


Roberto Fontanarrosa




A boca de jarro

viernes, 29 de julio de 2016

Tres días, tres citas (III)

  


   Este poema brilla con luz propia, interpolado como fuera por el mismo Benedetti en su novela Gracias por el fuego, y da debida cuenta de uno de los grandes fuegos de este autor emblemático de las letras rioplatenses: el amor.



Les comparto lo que a mí modo de ver es la mejor forma de disfrutar de la poesía, la versión cantada, ya que, en palabras de Borges, "... el verso exige la pronunciación. El verso siempre recuerda que fue un arte oral antes de ser un arte escrito, recuerda que fue un canto". Así doy por concluida mi participación en este reto agradeciendo vuestra compañía en la lectura.






A boca de jarro

miércoles, 27 de julio de 2016

Tres días, tres citas (II)

  

   Tomo esta segunda cita, que participa en este reto literario del que gustosa formo parte junto a otros blogs, de una novela ciertamente ardiente y luminosa. Como agua para chocolatede la mexicana Laura Esquivel, es un libro tan suculento como el chocolate, y como suele suceder cuando comemos una barra del buen chocolate, da pena llegar a terminarlo. Se trata, en mi entender, de uno de los mejores exponentes del realismo mágico de las letras hispanas y latinoamericanas. A través de una entretenida y bien tejida trama, se le echa una mirada profunda y muy real a los dramas de la mujer que se debate entre su propio y legítimo deseo de arder con luz propia y el sagrado fuego que recibe por parte de la tradición familiar y cultural, un fuego que hasta el día de hoy la recluye irremediablemente a la cocina.

Ambientada en la primera mitad del siglo XX y en plena ebullición de la Revolución Mexicana, esta novela - cuyo hilo conductor es jalonado por una serie mensual de sabrosas recetas de cocina en un rancho represor y matriarcal - apela al fuego como símbolo de la pasión que les está vedada a sus mujeres para encumbrarlo como fuerza de vida, tal como queda demostrado por esta candorosa cita. El poder de sus llamas ilumina el recorrido del lector hasta el mismo desenlace de la historia en la hoguera del amor de sus protagonistas, el cual a su vez marca el fulgurante ocaso de sus vidas.

Con una sensibilidad y sensualidad chispeantes, Esquivel logra hacer arder las llamas de la pasión en los fogones de una vieja cocina mexicana y resplandecen los detalles costumbristas así como los ancestrales secretos culinarios que hacen a la cocina de la vida misma, narrados con un dejo de ingenuidad que los convierte en leyenda de fuego literario.


Esta vez le paso la posta de este reto de citas a la compañera Ana María Pedraza, quien lo ha pedido especialmente.




A boca de jarro

jueves, 30 de junio de 2016

Sutilezas de la lengua


                           

    Se citaron en un café del centro después del trabajo. Él le dijo que lo de él eran los números. Ella, rotunda, retrucó:

- Lo mío es la lengua.

Restándole importancia a esa oración simple con verbo copulativo y predicativo obligatorio, él agregó que, matemáticamente hablando, ella era la suma de todos sus deseos. Ella se fue por la tangente mirando intensamente su boca en espera de otro número. 

Por una de esas innumerables sutilezas de la lengua, él no la calculó del todo bien: fue una de esas ecuaciones mal planteadas que no tienen solución.

  
  
A boca de jarro

jueves, 23 de junio de 2016

El buen amor



El buen amor


❤ La noche previa, poner en remojo, en vino generoso, unos recuerdos elegidos de los primeros tiempos del amor con unas ramitas de nostalgia fresca perfectamente picaditas. Echar a volar a la imaginación.


❤ Revisar bien la cocina en busca de las sobras de los guisados del amor de los últimos tiempos. Siempre se encuentran en la heladera o en el horno trozos de carne ya cocida y restos de revoltijos o de verduras a punto de ser desechados. Inclusive, se podría descongelar algún remanente de un cocido que ha quedado congelado y hasta casi olvidado en el freezer del amor. Al contrario de la creencia popular, las sobras siempre resultan fuente de enorme placer y sabor. 




❤ Deshebrar bien la carne y echar todo en un bol, aunque venga con algún grumo de recientes peloteras. Incorporarlos a la mezcla sin dudarlo y revolver enérgicamente. Aquí conviene añadir unas hojitas de hierbabuena.

❤ Deberá tomarse en cuenta que, aunque parezca un plato de sencilla elaboración, deshebrar la carne puede llevar su tiempo y la cocción deberá hacerse a fuego lento para no chamuscar los ingredientes. Se aconseja crear un clima relajado y evitar la constante tentación al picoteo. Para ello,  puede Usted acompañarse con el  trago de su agrado.




❤ Calentar una sartén de la abuela aceitada en oliva y rehogar el preparado con unos dientes de ajo previamente triturados en el mortero de la suegra. De esta manera, quedará sellado todo aquello que había sido deshebrado, se le dará color a lo que parecía nada más que ropa vieja y se le agregará una nota de sabor a lo insípido de la rutina.

❤ En caso de obtener una consistencia demasiado espesa, rectificar con un chorro de caldo o salsa de su preferencia. No olvide revolver constantemente para evitar que la cocción se pegue: nada peor para el buen amor que el pegoteo.





❤ Cerrar puertas y ventanas para permitir que el aroma se adueñe del ambiente y los sentidos. Es conveniente en este punto desconectar los teléfonos, apagar ordenadores y televisores encendidos, minimizar las fuentes lumínicas y ubicar a niños y mascotas a distancia prudencial o en casa de la abuela que ha facilitado la sartén. Cualquier fuente de distracción puede arruinarlo todo.

❤ Escoger música propicia, aflojarse bien la ropa y quitarse los zapatos. Este puede ser el momento del autoboicot: ¡atención! No se deje apabullar si le parece que ha olvidado algún ingrediente, que le falta algo de picante o que le sobran unos años, unos kilos o unos pelos. Apilar esas dudas recurrentes sobre la tabla de picar y filetear en lonjas delgadas para luego incorporar a la sartén.







❤ Agregue condimentos a discreción pero con intención: pimentón, nuez moscada, sal marina o especiada y pimienta negra. Vierta los recuerdos que reservaba en remojo de la noche anterior y ligue con lo más reciente del amor ya calentito sobre el fuego. Perfume con unas gotitas de la imaginación que había echado a volar. 

❤  Esto ya debería estar a punto: pruébelo con un dedo y dé a probar a su acompañante del mismo modo. 

❤  Sirva el buen amor sobre el pan nuestro de cada día.








A boca de jarro

lunes, 20 de junio de 2016

Lo que debía ser




O que tinha de ser - Vinícius de Moraes - Antônio Carlos Jobim



Porque foste na vida
A última esperança
Encontrar-te me fez criança
Porque já eras minha
Sem eu saber sequer
Porque eu sou o teu homem
E tu minha mulher

Porque tu me chegaste
Sem me dizer que vinhas
E tuas mãos foram minhas 
com calma
Porque foste em minh'alma
Como um amanhecer
Porque foste o que tinha de ser






Lo que debía ser - Vinícius de Moraes - Antônio Carlos Jobim

Porque fuiste en mi vida 
la última esperanza
Encontrarte se me hizo infancia
Porque ya eras mío
Sin que yo lo supiese
Porque vos sos mi hombre 
Y yo soy tu mujer

Porque vos me llegaste
Sin decir que venías
Tus manos fueron mías
Con calma
Porque fuiste en mi alma
Como un amanecer
Porque fuiste lo que debía ser





jueves, 9 de junio de 2016

El Olimpo de las Letras

Jean-Léon Gérôme, "La pelea de gallos".
   


     Cuenta el mito que el joven Escritor se enamoró de Poesía a muy temprana edad. Ya desde su pubertad, ella lo tomaba de la mano y lo llevaba a dar largos paseos por los jardines del Olimpo de las Letras donde el joven solía perder toda noción del tiempo al intentar atrapar la belleza de su chica en versos. Al ver que cada día volvía ya entrada la noche y que dejaba inconclusas sus tareas escolares y hogareñas, sus padres comenzaron a preocuparse y se propusieron hacer que Practicidad - una doncella huérfana y aplicada - ocupara un lugar en su corazón y en su casa, próximo a la habitación del joven, con vistas a un futuro matrimonio. Pero el joven Escritor no tenía ojos para otra que no fuera Poesía: ella le hablaba en un lenguaje lleno de emoción que lo embargaba de ansias de trascendencia. 

Las amistades del joven veían en aquella unión tan singular encanto que comenzaron a animarlo para que mostrara al mundo lo que él era capaz de hacer cuando estaba junto a Poesía, y de ese modo persuadir a sus mundanos padres de la necesidad de abandonar la resistencia que albergaban contra ella. El joven Escritor sintió que la de sus amigos no era una mala idea, entonces, sin que mediara autorización paterna, pasó noches enteras en compañía de su amor haciendo versos. El fruto de estas noches de laboriosa pasión fue un ardiente poemario. Espantados y furiosos ante tamaña osadía, sus padres optaron por convocar al Tribunal de Críticos del Olimpo para que determinara la legitimidad de los recién nacidos versos. 

La semana siguiente al nacimiento llegaron al jardín del Olimpo unos señores muy bien vestidos, armados con gafas y con pesados tomos de crítica literaria de la más pura sepa. Se instituyó un Tribunal de Validación Poética en medio del jardín, y se citó a declamar al joven Escritor en compañía de sus consternados padres. La omisión de citar a declarar a Poesía fue hecha ex profeso.

Apabullado por la formalidad y la frialdad de su audiencia, el joven Escritor tímidamente exhibió sus neonatos. Enorme fue su conmoción y más grande aún su desazón cuando el tribunal se expidió tan duramente acerca de la legitimidad del fruto de su amor por Poesía.

Al concluir, los miembros del renombrado tribuno se tomaron un par de días de descanso en el Olimpo de las Letras aprovechando el cálido clima imperante. Se hospedaron en lujosos hoteles, se fueron de shopping y aprovecharon para exprimir a sus contactos literarios y decidir quién sería su próxima víctima en el estrado. Abatido, el joven Escritor rehuyó todo contacto con su amada. Durante esos días se propuso comenzar a escribir un libro de autoayuda inspirado por la presencia de Practicidad en su hogar, resignarse a vivir una vida antipoética junto a ella y así complacer a sus contrariados padres. 

Poesía no paraba de llorar ni de día ni de noche. Sus lágrimas llegaron a inundar toda la superficie del Olimpo de las Letras, y todos sus habitantes debieron ser rápidamente evacuados. La tormenta que el llanto de Poesía desató fue tal que los rayos de Justicia Poética que cayeron desde las alturas partieron a todos los miembros del apestoso tribunal y a los inflexibles padres del joven, y luego arrastraron a sus sobrevivientes - Escritor y Poesía- a la tierra de Contigo Pan y Cebolla, donde vivieron felices, aunque pobres, haciendo hermosos versos por el resto de los tiempos. Practicidad también fue prácticamente transportada por las aguas para quedar varada por siempre en el Archipiélago de los Finales Abiertos.








Logical Song - Roger Hodgson - Voice of Supertramp


A boca de jarro


miércoles, 1 de junio de 2016

Una vida de libro

Mike Stilkey

"Recuérdese la pobreza de los Infiernos que han elaborado los teólogos 
y que los poetas han repetido; léase después este cuento."

Jorge Luis Borges “Por qué eligió este cuento Jorge Luis Borges”, 
El Hogar, 26 de julio de 1935.



   Villa Pueyrredón tiene su biblioteca. Y sin lugar a dudas el mejor libro de la Biblioteca Vecinal Buena Lectura de Villa Pueyrredón es el que nunca se escribió en torno de la vida de su legendaria bibliotecaria. Muchas son las historias que sobre ella se cuentan en el barrio, y al posar mis ojos sobre ella aquella tarde nublada en la que decidí dejar de pagar una exorbitancia por best sellers de librería y volver a mis hábitos de tiempos de estudiante para pedir buenos libros prestados, me di cuenta de que todas ellas merecen ser contadas aunque es posible que ninguna sea cierta. 

Se cuenta en el barrio para quien quiera oírlo que en sus años mozos y estando embarazada de ocho meses, esta mujer descubrió que su marido la engañaba mientras se preparaba para asarle un pollo que acababa de sacar del freezer, y - tal como sucede con un cordero en una historia de Roald Dahl - de tanta indignación ante semejante noticia en su estado, cuando volvió su marido a casa del trabajo, se lo estroló a medio descongelar por la cabeza. La policía nunca logró dar con el arma homicida porque se la cenó al horno y con papas en casa del occiso y de su viuda como si tal cosa y sin la más pálida sospecha de tan tranquila que ella estaba. 

Cuentan también las malas lenguas de Villa Pueyrredón que después de eso la bibliotecaria ya de hombres no quiso saber nada. Entonces, cual una Sor Juana posmoderna y madre soltera, hizo votos de castidad y de abstinencia y puso toda su líbido en la fervorosa lectura de los libros de la biblioteca que como monja guardiana custodiaba. Fue en verdad por su memoria que la bibliotecaria se convirtió en una leyenda, y los cuentos sobre el tema han adquirido la estatura de hipérbole con patas. Al decir de los habitués más leídos de la biblioteca, en sus horas solitarias se dedicaba a memorizar las primeras líneas de sus poemas favoritos, y cuando alguien preguntaba por un poeta, ella se los recitaba. La gente también empezó a comentar que la bibliotecaria se había vuelto loca cuando se hizo público y notorio que se llevaba enormes pilas de libros a su casa al concluir cada jornada. Decían que de tanta soledad se había enamorado de los libros que vivía para enumerar, clasificar y ordenar, que los metía a la cama con ella y que cuando hasta su propio hijo se cansó de sus rarezas y se fue de casa, se inventaba mil excusas y ya ni siquiera los prestaba. 

Lo cierto es que yo aquella tarde nublada y fría me encontré frente a frente con los ojos gastados de una pobre mujer enajenada por tanto libro y tanto encierro, una mujer dolida y descartada, grismente desencantada, una mujer que quizás alguna vez soñó - igual que yo, igual que tantas - que su vida sería una vida de libro y que la historia de su vida se podría haber condensado en una gran frase literaria. Sin embargo, ya ves lo que son las cosas: su vida resulta ser - como la mía y la de tantas - un plagio al fin, una pieza de sainete de la más pura intertextualidad exagerada. 


A boca de jarro

jueves, 19 de mayo de 2016

Desenfadada estoy



Desenfadada estoy, 
¡qué bien lo has dicho!
Una mujer madura
logra por fin des-enfadarse 
con Dios y con el Diablo:
los dos me habitan 
y vienen de visita
los jueves por la tarde.

Agendalos.

El buen Dios
con su potente mano
enciende mi deseo
y lo transforma en risa,
y a pura carcajada 
una mujer madura 
causa estragos...




El viejo Diablo
al oído me susurra: 
"¡Desnudalo!"
Yo lo miro y le digo:
"Señor Diablo,
sin quitarle la ropa
mis ojos lo han desnudado."




Entonces Dios, el Diablo
y esta mujer madura
se van los tres a la cocina
a hacer de este convite
un desenfado:
quemamos las recetas del amor
y simplemente improvisamos.

Estás invitado.




A boca de jarro

martes, 17 de mayo de 2016

La Isla de la Depresión





   A mitad de camino entre el Golfo del Infierno y la Cordillera de la Locura, rodeada por las oscuras y heladas aguas del Mar Seco, se encuentra la Isla de la Depresión. Nadie que haya pasado un tiempo en este enclave vital - del cual jamás se sale ileso - sabe a ciencia cierta por qué se llega allí, ni tampoco conoce el camino de ida o el de vuelta. Presenta un relieve sumamente accidentado cubierto por una espesa capa de niebla que hace que hasta el andar se haga más lento. Hay nubes negras que cuelgan de su cielo y que se meten dentro de la cabeza de sus visitantes. Este curioso fenómeno climático hace arduo el pensar, cansino el hablar, tibio el sentir, lerdo el reaccionar, selectivo el recordar y, sobre todo, imposible el vibrar. Todo sobre la isla se ve gris, no hay promontorios desde donde atisbar el horizonte, y el único sonido que se logra distinguir más allá de sus profundos Ríos de Silencio es un tono monocorde que retumba en los oídos propios. Flora y fauna subsisten a duras penas ya que se encuentran a merced de los fuertes vientos de Miedo y de Ira que suelen azotar sobre toda la superficie de la isla, vientos bravíos que sacuden la espesa sequedad de sus aguas, aunque la mayor parte del tiempo la característica principal de su atmósfera es la falta de aire. Los vendavales que suelen suscitarse hacen notoriamente más visible su inhóspita oscuridad: una oscuridad en la cual se logra ver con absoluta claridad el fondo vacío de uno mismo. Contrariamente a todo el resto de los viajeros, los visitantes de la isla sólo experimentan alegría al lograr salir de ella a través de intrincados laberintos y pasajes subterráneos cuyo punto de salida no todos logran encontrar. A pesar de ser el destino menos atractivo del planeta, la Isla de la Depresión se ha convertido en uno de los sitios turísticos más concurridos. Ha sido visitada por grandes personalidades del mundo de las Artes y las Ciencias, hecho que generalmente coincide con el regreso de las exóticas y tropicales Playas del Éxito.


A boca de jarro


jueves, 5 de mayo de 2016

Esas manos son mías



Después de mil y una noches
de reinventarte en mis sueños
hoy encontré tu recuerdo
perfumado del sabor
de caricias y de besos
en esa cajita vieja
donde yo intento despierta
atesorar los momentos
que arrebolaron mis cielos.

Tu recuerdo estaba envuelto
en la seda de un pañuelo,
y allí se mantiene eterno.
Al abrirlo hoy en mis manos,
vos me extendiste la tuya
como la noche primera
en que tus manos ciñeron
los cuencos de mi cintura
para hacerme sólo tuya. 

Manos tersas y perfectas
que estrenaron mi deseo
al entrelazar mis dedos;
sólo tus manos bastaron
para instruir a las mías
en navegar por tus aguas,
manos que anclaron caderas,
desamarraron mis pechos
y así fundaron mi sexo.

Voy a invitar al recuerdo
de tus manos en mi cuerpo
a cenar junto a las mías
en esta noche tan fría.
Vestí tus manos de fiesta,
decile al tiempo que vuelva,
 con tus manos no ha podido,
que vivís en mis pupilas
y que esas manos son mías.






A boca de jarro

domingo, 1 de mayo de 2016

El monje



   Yo leía sus libros con devoción, creyendo en el poder sanador de sus palabras en los tiempos en los que no me sentía sana sino en falta. Acepté el amable convite a sus charlas sin darle demasiadas vueltas al asunto, por esa reverencia con la que lo nombraba y lo citaba en ese pasado que le cedió el paso al cotidiano y pedestre transcurrir de este presente sin demasiadas preguntas ni respuestas.

El enorme salón estaba muy bien dispuesto y se había montado una cabina de interpretación simultánea. Ya a la entrada del recinto, de techos altos y detalles neoclásicos, se exhibían sobre stands de venta muchos de sus libros traducidos. No me sorprendió el estricto control que se realizaba sobre los talones de entradas pagas. Silencié mis eternas objeciones al comercio y me dispuse simplemente a escucharlo, a reparar en el color de su voz, que aún no conocía, para ver qué me decía. Sólo encontré ubicación en una fila de butacas alejada del escenario. Todos los otros sitios estaban tomados o reservados. Reverberaron los flashes de cámaras y teléfonos celulares cuando al fin hizo su entrada, anunciada por un cerrado aplauso. 

Su estampa de gurú espiritual sigue intacta a pesar de sus largos años: casi dos metros de altura, una larga melena realzada en su blancura por una tupida barba y una sonrisa luminosa que contrasta con la negrura de su túnica. En persona impactan también sus pequeños y vivaces ojos negros, de inusitada picardía en la mirada. Su mirada y su voz transmiten la alegría de quien vive en el presente. 

La primer parte de la charla, de hora y media, se basó en un repaso de los miedos y las angustias más comunes de nuestro tiempo. No volaba ni una mosca, y las cabezas iban tenísticamente de la cara del monje recién desembarcado en Buenos Aires al perfil de la intérprete, enfundada en el halo de luz que le daba el led dentro de su sombrío bunker. Se nos propuso una pausa para seguir comprando libros y se dejó abierta la posibilidad de hacerle llegar nuestras preguntas en forma escrita. Hubo un revuelo de inquietud y entusiasmo entre las mujeres que copaban las primeras filas, y mucho de los asistentes se pusieron a trabajar para lucirse. Yo elegí conscientemente irme a dar una vuelta para despejarme de tanta mojigata con fondo de pantalla místico y para pasear al cinismo con el que había venido. Es increíble lo que se puede llegar a dilucidar en tan sólo una vuelta manzana a puro silencio con uno mismo.

Regresé a los quince minutos, sin esperar mayor sorpresa en lo que quedaba de conferencia. Esta vez me había propuesto no apuntar ni una sola palabra. La primer pregunta fue grandilocuente:

- ¿Cuál es el sentido de la vida?

El monje miró hacia abajo, tomó aire y dijo:

- El sentido de la vida es vivirla. No hay demasiado misterio ni grandiosidad al respecto. 

En pocas palabras, el monje había llegado a ese lugar al que yo he llegado luego de años enteros de búsqueda frenética: a ese lugar sagrado de la vida donde habita la simpleza, donde ya no hay palabras que expliquen las certezas. Me puse de pie, junté las manos en signo de reverencia, me abrí paso entre el rebaño y me fui sin miedo por mi nuevo camino a seguir viviendo.


A boca de jarro

lunes, 18 de abril de 2016

La pastilla de Superman

  

   Seis de la mañana de un sábado lluvioso en Costa Salguero. Sobre la pista - convertida a esa hora en un cementerio de botellas vacías - se eleva una nube de vapor espeso que se desprende de los cuerpos amontonados, meneándose en espasmos robóticos bajo la luz negra. Las pastillas pasan del bolsillo de ella, que mandibulea con pupilas dilatadas, a la boca reseca de él, que se bajó varias a puro vodka y que ahora va por otra más de subida. Los espasmos se convierten en patadas en el piso y sordos alaridos bajo la arenga del dios D.J., que alienta desde las alturas :

- " A ver cómo subimos."

Diego cae duro. Los acordes estridentes del rave parecen estallar en su cabeza y en su pecho. Sus ojos quedan en blanco y su cuerpo, azulado, convulsiona. Su chica lo patea brutalmente, intentando despertarlo, ignorando que esta imagen ruidosa y desprolija de su muerte la acompañará - despierta y dormida - por el resto de su vida. En la ruleta rusa de la promiscua repartija de pastillas, a Diego le tocó la que en la entrada del baño ella le acababa de comprar como la pastilla de Superman.




     
A boca de jarro

miércoles, 13 de abril de 2016

Las manos de mi abuelo



 
    Don José María Terenti era un tipo de pocas palabras y manos grandes. Tan grande como el tamaño de sus manos era su sentido de la decencia, y creo no equivocarme al pensar que esa fue precisamente la causa de su muerte. Recuerdo con mucha fuerza la fuerza de su puño cerrado pegando sobre la mesa del comedor de su casa el día en que mi papá le explicó que de todos los pesos que había ahorrado a lo largo de sus días a fuerza de trabajo en un plazo fijo en el banco de la avenida, no quedaba ninguno, y que en realidad ahora había una deuda de intereses que saldar con la entidad, a la cual ni siquiera podía hacerle frente. Ya estaba viejo mi abuelo entonces, y aquel puñetazo fue un golpe de impotencia y absoluta incomprensión ante ese robo - que le quitó mucho más que su escaso dinero. Con igual fuerza recuerdo la única vez que mi abuelo me tomó de la mano para llevarme a algún lado. Mi abuelo no había sido niño y creo que por eso nunca me trató como a una niña a quien se debe mimar y llevar a jugar. La vida para él nunca fue niñez ni juego. Abandonó su Asturias natal a los cinco años y, desde que llegó a la Argentina, trabajó con sus manos sin parar. Aquella mañana en que me tomó fuertemente de la mano - mi mano chiquitita prendida de la enormidad y fortaleza segura de la suya - fuimos hasta la oficina de correo, donde me compró una libretita de ahorro para que yo aprendiera lo que nunca he aprendido porque sencillamente no aplica en mi país. El otro día, cuando me encontré un rollo de billetes que no recordaba haber guardado en un jarrón, me puse contenta como aquella nena que fui, pegando estampillas en mi libreta de ahorro, y me acordé fuertemente de mi abuelo.

  Después de que le robaron todos sus ahorros, Don José se enfermó del alma, que es la forma más fuerte de enfermar. Habían matado a su decencia. Pasaba las horas de sus días vaciados sentado en su sillón cerca de la ventana que daba a la vereda, leyendo La Prensa. Usaba sus manos para soltar la hoja derecha del enorme periódico, chuparse la punta de su fornido índice y dar vuelta la página para seguir leyendo, sin perder el control del mamotreto. En los últimos tiempos ya casi ni leía. Por más que leyera, nadie podía hacerle entender que se había muerto esa decencia tan fuerte que era suya en este rincón del mundo al que había llegado en un barco. Entonces se condenó a penar sus horas contadas como una víctima fatal de la la indecencia en su sillón, y cuando oscurecía ya no encendía la luz. La última vez que lo vi, sus enormes manos estaban atadas a la cama de un lúgubre hospital público. Hacía fuerza para soltarse, como queriendo emerger de su estado de demencia febril, y repetía tozudamente con la poca voz que le quedaba que se tenía que levantar para ir al banco a saldar su deuda. 

  Estas manos que cuentan billetes no sólo roban: también matan. Mi abuelo fue prueba de este atroz delito que se sigue cometiendo en esta tierra en la que yo vivo, cada vez con mayor impunidad, cada vez con mayor desparpajo. Hoy mi abuelo moriría de nuevo ante semejante escándalo de indecencia.




Las pruebas de la "ruta del dinero K": así contaban la plata TELENOCHE


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