Alfonsina Borges
Llego a Borges,
le entro,
derrito el miedo:
alegremente me
pierdo
en ese laberinto del espejo,
me embriago de Arquetipos y Esplendores,
me lleno los pulmones de eucaliptos,
arribo al otro lado del ocaso,
me encuentro con un sueño sepultado:
detrás
de los reflejos, presiento que ese Borges me ha nombrado.
Me fugo al mar, la invoco a mi Alfonsina,
acaricia la espuma mis talones,
evoco a quien mi nombre me ha legado
y grito, en el romper de un nuevo oleaje, en el despunte del otoño de mis días,
“Madre, Vos, con mi nombre, te has equivocado.”
Desde hoy, si él llama, diganle que yo a mi nombre lo he cambiado,
que no pienso irme a dormir, no todavía,
que, a pesar de todas las heridas, aún tengo sed y hambre de
vida,
que este es apenas mi bautismo de sal en la Poesía,
y que, desde hoy, en Libertad, de pie, a viva voz, decreto Yo que mi nombre es Alfonsina Borges.
Alfonsina y el Mar, Ariel Ramirez
A boca de jarro
“chillonerías de comadrita que suele inferirnos La Storni” -dijo despectivamente Borges de Alfonsia Storni-. Pero en este caso lo de Alfonsina Borges me desconcierta. El poema es hermoso pero no sé muy bien cómo situarlo. Un cordial saludo.
ResponderBorrarHola, Joselu!
ResponderBorrarTanto tiempo!!!
Es natural que no sepas cómo situarlo: tampoco sé yo cómo situarme...
Muchas cosas han pasado en mi vida. Soy algo así como una renacida.
Me sirve y me complace enormemente que a ti, nada menos que a ti, te parezca hermoso.
Te mando un fuerte abrazo y te agradezco el comentario y la visita: extraño el intercambio entre blogueros mucho, mucho!!!
Fe r