viernes, 11 de noviembre de 2011

Una razón más para ser optimista



 Hace poco escribí un artículo acerca de la realidad laboral que se percibe desde la lectura de los avisos clasificados para el blog chileno al que contribuía, Be Bloggera. Fue en verdad mi última contribución a ese blog, y la encaré con un poco de investigación en los periódicos locales. Aquí va el link para quien esté interesado, aunque resumiré y ampliaré lo allí expuesto:


 Analicé entonces la realidad que se ha establecido para quedarse del trabajo temporal, modalidad muy arraigada en el presente en nuestro país. El trabajo temporario, o "eventual", se ha convertido en una realidad permanente entre nosotros, sobre todo entre los jóvenes. Las cifras de desempleo entre los que pertencen a las nuevas generaciones son desalentadoras de acuerdo a un informe del mes de septiembre del diario argentino Clarín: en la franja etárea que va desde los 18 a los 25 años,  el desempleo duplica la tasa promedio, posicionándose por encima del 15%, y el 45% los trabajadores jóvenes que se encuentran con un empleo son temporales.



 El mundo del trabajo se ha complejizado, no solamente por su inestabilidad e impresibilidad a corto, mediano y largo plazo, sino además por el hecho de que, en el mismo lugar de trabajo, conviven tres generaciones bien diferentes: la generación que ingresó al mundo laboral en los ochenta, denominada "X", a la cual pertenezco, generación catalogada como "perdida", como a veces me siento, la de los 90, llamada "Y", y los más jóvenes, que se iniciaron en los dosmiles, y siguen sumándose, denominados "los milenarios".




 De acuerdo a otro informe, esta generación de milenarios “piensa y procesa la información en forma diferente a sus predecesoras” (Prensky) y “son la generación más inteligente de todos los tiempos” (Tapscott). Entender a esta generación, que está entrando al mercado laboral y a la universidad, es por lo tanto clave para muchas instituciones, incluyendo a las empresas y el sistema educativo. Pero sobre todo, son la nueva generación de consumidores. “Las empresas están ansiosas por comprenderlos por qué ellos ganan y gastan grandes cantidades de dinero”, dice Tapscott (pag. 188).

Fuente: Diario Clarín, 6  de octubre del 2011, tomado de Don Tapscott, "Grown up Digital", traducido como "La era digital" (McGraw Hill). El subtítulo es “Cómo la generación net está transformando al mundo”.



  Tres generaciones que coinciden y compiten en un mismo ámbito laboral, y que por cierto son muy disímiles en cuanto a sus aspiraciones laborales en términos de sentido de pertenencia, satisfacción personal, realización profesional,  remuneración pretendida, dominio de las ya no tan nuevas tecnologías, e inclusive, respecto de lo que cada una entiende por buena presencia en el lugar de trabajo en el que cohabitan:


















 También analicé lo contradictorio y utópico de muchas de las búsquedas que reflejan los avisos clasificados, tal como la demanda que se le hace al joven que busca trabajo, y que tal vez sea un estudiante avanzado de una carrera universitaria, de contar con un número abrumador e impensable de requisitos, desde experiencia relevante y comprobable, hasta capacidad de liderazgo y dedicación exclusiva o full time. Ésto en Literatura sería considerado un oxímoron.



  A quienes han pasado ya la barrera de los 45, también se les hace complicado el panorama. Siendo profesionales mayores, y padres de familia generalmente, se les pide ya no sólo experiencia comprobable en empresas de primer nivel, empresas que entiendo no abandonarían por motus propio si hubiesen logrado conquistar un puesto estable en ellas, sino además, y a menudo, movilidad propia, disponibilidad para viajar al interior y/o exterior, capacidad proactiva y negociadora, organización, ganas de crecer y capacitarse, varios idiomas  y amplio dominio de herramientas informáticas.

 Ésto es lo que se espera de un padre o una madre de familia tipo, quienes deben asistir a su familia en el hogar en presencia, y que seguramente cuentan con escaso tiempo y energías para seguir capacitándose más allá de su bien ganado título universitario, a menos que se les ofrezca capacitación in situ. Es este el perfil  de los "inmigrantes digitales", que no se sienten del todo confiados en sus habilidades y recursos tecnológicos. Y que además, paradójicamente, se ven forzados a mantener a hijos que son "nativos digitales" cada vez por más largo tiempo, ya que la generación de los milenarios, considerada como "la más inteligente", es la generación de esos hijos que no quieren o no pueden volar del nido paterno, ya sea por comodidad, o por la escasez de oportunidades de trabajo estable y bien remunerado que les impide independizarse. A estos jóvenes, que a veces ni estudian, ni trabajan, desmotivados un poco por lo que perciben del mundo adulto, y otro poco por la comodidad de encontrarse con la heladera llena, se los conoce como la generación ni-ni (ni trabaja, ni estudia).



 Por otra parte, apunté que prácticamente no había avisos en la sección de clasificados del periódico que solicitaran profesionales más allá del límite de los 45 años de edad.

  Escribí un artículo extenso, e hice hincapié en lo complejo del mundo laboral actual: adultos con una expectativa de vida mayor compitiendo con jóvenes a los que muchas veces  mantienen en sus propios hogares, ya que son sus propios hijos grandes ya, quienes, por los  diversos motivos expuestos, siguen dependiendo de ellos económicamente. Y búsquedas irrealistas, absurdamente ambiciosas, o lastimosamente limitadas por el tope de edad.

  Sin embargo, uno de los expertos consultados para el informe de Clarín sentenciaba:


"Una persona de 50 años que acredite 25 años de vida laboral tiene un bagaje de experiencia fenomenal para volcar en cualquier empresa que lo contrate."



 Estoy total y absolutamente de acuerdo con este señor, aunque eso no es lo que reflejan las búsquedas. Esta semana, sin embargo, repasando el diario del domingo, me encontré con un aviso en el que, por fin, a menos en mi rubro, se hace caso omiso a lo que esta autoridad en materia laboral afirma, aunque no condice con lo que abunda en la sección de clasificados mayormente.
Mi pobre fotografía tomada del diario La Nación del domingo 6 de noviembre, Economía y Negocios, pág. 16.

 ¡Se buscan profesoras de inglés de más de cincuenta años! Otra razón para sentirme más optimista, como propone Punset. Aunque a esa edad, seguramente, ya estaré más deseosa de jubilarme que de salir a dar clases de ingles de 9 a 17 horas todos los días, para luego llegar a casa y ponerme a planificar y corregir para el día siguiente, amén de los quehaceres domésticos. En fin, siempe hay un pero, o una pera, en tanto de trabajar se trate... 


A boca de jarro

miércoles, 9 de noviembre de 2011

El manifiesto del optimismo según Eduard Punset

         
El pesimista sabe rebelarse contra el mal. 
Sólo el optimista sabe extrañarse del mal.
                       Gilbert Keith Chesterton
Eduard Punset.

  Ya he dedicado varias entradas a este pensador y divulgador científico catalán a quien descubrí y seguí este año hasta donde puedo: leo su blog, algunos artículos que allí comparte, he visto algunas entrevistas que le han hecho o que él mismo ha conducido con destacadas personalidades del ámbito del pensamiento y la ciencia de vanguardia, como la charla que ha tenido con Ken Robinson, y hasta ahí llego. Lamentablemente, no me es posible ver su programa "Redes para la Ciencia" que se emite todos los domingos por la noche por TV Española 2, porque no recibo esa señal a través de mi proveedor de canales de cable. Y su revista se consigue mediante suscripción en euros...

 Siempre pienso que sería fantástico tener en televisión abierta en la Argentina a más gente como Punset y no a tantas señoritas semidesnudas bailando danzas exóticas, quienes por cierto gozan de mucho rating y una excelente figura. Pero no creo que Punset pudiera alcanzar el alto grado de seguimiento y la cantidad de programas satélite de transmisión diurna que se alimentan de los dimes y diretes del concurso nocturno de baile más popular de nuestra televisión, por una simple razón: este catalán no hace más que recordarnos que "Somos primates". Semejante afirmación expondría crudamente la naturaleza del show más popular de nuestra televisión, y le quitaría todo su glamoroso charm.

 Cada vez que acudo al salón depilatorio a pagar y sufrir para deshacerme del natural vello que me hace semejante a mis ancestros primates, pero que está mal visto no extraer por mis congéneres argentinas y argentinos, pienso cuánta razón tiene este hombre, y trato de convencerme a mí misma de que, la próxima vez que asome, haré como la monísima Julia Roberts, y asumiré mis orígenes para ya dejar de sufrir. Después de todo, a ella no le va tan mal...


  Dejando la humorada de lado, Eduard Punset asegura, y nos mejora el humor al hacerlo, que "nos sobran razones para pensar en un futuro mejor". Y comparte un manifiesto interesante, a propósito del Día del Optimismo al que nos convoca a celebrar el próximo 22 de noviembre, que me gustaría difundir y comentar:

Manifiesto del #optimismo:
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            No es cierto que exista una crisis económica planetaria, lo que existe es una crisis específica de países específicos.

           La esperanza de vida aumenta 2,5 años cada década. Por primera vez aprendemos que hay vida antes de la muerte y que cualquier tiempo pasado fue peor.

           La educación y la medicina avanzan hacia la personalización, y nos obligan a engendrar un nuevo modelo social. La prevención será más importante que la curación.
Un gran descubrimiento: el aprendizaje social y emocional. Por primera vez en la historia de la evolución empezamos a conocer y gestionar las emociones. Y sabemos que es tan importante aprender como desaprender.
Las redes sociales son lo que nos hace distintos del resto de animales. El origen de la interconexión actual está en las rutas de la Seda y del Incienso. Gracias a la revolución digital ahora la comunicación puede ser instantánea y universal.
Tras los avances de las ciencias de la mente, hoy conocemos la importancia del inconsciente con relación al pensamiento racional. Por primera vez constatamos que podemos confiar en la intuición.

           Nunca habíamos sabido tanto sobre la naturaleza de la felicidad. Eso es lo esencial: la felicidad se encuentra en la sala de espera de la felicidad.
Otro de nuestros quebraderos de cabeza seculares: la belleza. Sabemos que la belleza es ausencia de dolor, o sea, la que refleja un rostro con un nivel de fluctuaciones asimétricas inferior al normal.

           Evolutivamente, en tiempo de crisis, la manada se vuelve hacia los jóvenes para que ejerzan su liderazgo. Es pues, la hora de los jóvenes. No pueden defraudar.
Hace unos años estábamos convencidos de que la visión del universo correspondía a la realidad. Luego descubrimos que esa visión dependía del marco y de las emociones. Ahora sabemos que es el resultado de un modelo matemático: la incertidumbre envuelve a nuestro universo.

http://www.eduardpunset.es/14815/general/nos-sobran-razones-para-pensar-en-un-futuro-mejor

  En un mundo globalizado, la crisis de unos cuantos países inevitablemente afecta al concierto desafinado de naciones. A esto debe sumarse la crisis planetaria ya no económica, sino ecológica, que es bien seria. Decir ésto no es pecar de pesimista, sino ser realista. De todos modos, sería posible que las crisis activen nuestra inteligencia para poder encontrar soluciones nuevas a viejos problemas crónicos, aunque parece que siempre estamos demasiado ocupados para notarlos, hasta que llegan a tocar la puerta o el bolsillo propios.

Mafalda, por Quino
  Hay muchos economistas destacados que insisten en que estamos transitando una época bisagra. La indignación, y las protestas a las que ha alimentado últimamente, este germen altamente contagioso que se ha esparcido por medio planeta, me ha hecho sentir más optimista. Es la expresión de un sentir desde una actitud más crítica y menos pasiva frente a lo que causa estragos en nuestras vidas. Queda aún por verse a qué conducen estas movidas, y cómo hacemos para ser escuchados más que oídos.


  Me quedo con una cita de Albert Einstein que sintetiza el efecto deseable de las crisis personales y globales en el derrotero de nuestra historia:


"No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar ‘superado’. Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones. La verdadera crisis es la crisis de la incompetencia. El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora que es la tragedia de no querer luchar por superarla." 
                                                     ALBERT EINSTEIN

  Muy posiblemente, viviremos vidas más largas, gracias a los avances de la medicina y a las medidas preventivas sobre las cuales se nos concientiza y a las que nos sometemos periódicamente. Y acuerdo con Punset en que el hecho de vivir más tiempo tal vez nos permita atisbar el cambio que los jóvenes necesariamente deberán generar. Yo creo de corazón que los jóvenes, a pesar de todo, no defraudarán, necesito creerlo, porque soy madre. Eso me hace un ser sumamente intuitivo. Confiando, pues, en mi intuición de madre, creo fervorosamente en el porvenir de mis hijos. Ésto es más una cuestión de esperanza que de optimismo, donde podría establecerse una sutil diferencia. 

  El optimista se me hace un ser que lleva puestas unas gafas rosadas desde donde ve la realidad de ese color. El esperanzado, en cambio, se me hace más realista y responsable que el optimista, en tanto no se calza esas gafas, sino que mira la realidad tal cual se presenta, y se compromete activamente desde el lugar que elije para protagonizarla y mejorarla a través de acciones concretas.
                                       
  Creo que estamos llegando a un punto en cuestiones educativas en el que se va a hacer ineludible introducir cambios, incluir nuevas dimensiones y replantear para reformar el sistema arcaico en el que estamos penando. Son los mismos niños y jóvenes de la era digital quienes se están rebelando contra la educación vacua, mecanicista, la que no contempla sus potenciales individuales, su creatividad y emocionalidad. Pero como formo parte del mundo de la educación por partida doble, por ser docente y madre de hijos en plena edad escolar, debo admitir que me cuesta ver cómo se podrá lograr traer el cambio. Necesitaría quizás tomar mayor distancia para envisionarlo. Encuentro que hay aún mucha resistencia en ciertos sectores y mucho anquilosamiento. Voces de gente como Punset, Robinson, o localmente, Julio César Labaké, sin embargo, me infunden esperanza.

  Deberemos aplicar todos los hallazgos sobre emociones y afectividad, el inconsciente y la conducta humana para resolver el tema de la violencia y la criminalidad, para ponerle coto a la inseguridad y a la guerra, que ahora también ha tomado nuevas máscaras, pero que sigue siendo una realidad preocupante, para finalmente engendrar un nuevo modelo social que no alimente tantos males. Me resulta un poco más complicado ser optimista en estas cuestiones, simplemente tal vez por lo que veo en los noticieros locales y leo en los diarios, además de lo que se vive en las calles de mi ciudad.

                                 
  El ideal de belleza anorexígena, un tanto andrógena y "siempre joven" que se ha impuesto ya hace tiempo, y los estragos que causa sobre nuestra mente y nuestro bienestar, así como también la imposición hueca de ser felices, entendiendo la felicidad como un estado absolutamente indoloro, hedonista, exitista, un bien adquirible en las góndolas de un supermercado o en el shopping, o siguiendo las prescripciones zen del gurú de moda, se me hacen huesos más duros de roer. Tendremos que confiar en que la crisis nos conducirá a la salida del consumismo exacerbado por fuerza mayor, y que el cambio de paradigma educativo añorado llegará para domar a estos dos duras imposiciones culturales. Hay mucho que desaprender en estos terrenos.
Maitena
                                    
  Me resulta más sencillo ser optimista en cuanto a las redes sociales. Creo que estamos en una etapa de euforia, y que vamos a ir aprendiendo a regular su uso, para que "la mente humana pueda dominar lo que la mente humana ha creado", como apuntó Paul Valéry, autor desconocido para mí, pero citado por Zygmunt Bauman en "Modernidad Líquida" en la apertura de su prólogo, libro por el que ando navegando y seguiré por días.

                             
  Pero por sobre todas las cosas, hoy necesito de este manifiesto. Hoy necesito ser optimista y esperanzada. Esta reflexión está en verdad más motivada por una necesidad emocional  profunda del alma propia y familiar que por ganas de argumentar o analizar racionalmente. Tal vez de eso se trate el optimismo después de todo. Es posible que a estas alturas de mi vida adulta padezca de una buena dosis de cinismo y escepticismo, productos de tantos golpes y caídas, que me sienta ya un tanto desgastada, aunque no vencida, por los avatares de una vida bien vivida, con sus luces y sus sombras. Hoy necesitaba tomarme una buena dosis de optimismo: ¡Salud!



  A boca de jarro

lunes, 7 de noviembre de 2011

La metáfora del ser líquido


  Las metáforas nos ayudan a pensar y comprender nuestro paso por el mundo. Cuando un alumno en clase de literatura es interrogado acerca de este recurso literario, el profesor generalmente se encuentra con perplejidad ante el desconocimiento. Sin embargo, vivimos de metáforas sin ser escritores ni poetas. Echamos mano a varias metáforas para sobrellevar las crisis personales que no son ajenas a la crisis que atraviesa el mundo en que nos toca vivir. Y el intento desneurotizante de escribir no es más que una metáfora de un hondo sentimiento de desorientación angustiante e incertidumbre ante las perspectivas de un futuro que se presenta imprevisible, y que se presagia oscuro, así como de una genuina necesidad de pensar en voz alta intentando encontrar respuestas y caminos, de ligar con almas afines que flotan en tiempos líquidos y bucean un océano inasible en un intento por hacer pie.


  El artista fusiona dos elementos diferentes para crear una unidad que ilumina la realidad según la percibe: eso es una metáfora. Consiste, pues, en la identificación de un término real con un término imaginario. Establece una relación de identidad total entre dos distintas, de tal forma que para referirse a uno de los elementos de la metáfora se aplica el nombre de otro. Significa comparar dos elementos sin apelar a nexos.

  
 Es empleada como recurso literario, en lingüística, donde es una de las principales causas de cambio semántico, así como también en psicología,  para referirse al poder profundo de las historias metafóricas y su acción en el cambio interno, la visión o el paso a un nivel de conciencia más profundo. Podríamos profundizar en sus variantes como poderosa figura retórica, pero no viene al caso.
  
 Es utilizada por escritores y poetas debido a potentes razones: establece relaciones inéditas entre las palabras y permite el hallazgo de atributos insospechados en ellas. Nos conduce a hallazgos sorprendentes sobre nuestra esencia, a verdades que se nos develan y nos colman de sorpresa.

   
  Así pues, la gran fuerza sugestiva de la metáfora reside en su capacidad de multiplicar de forma ilimitada el significado "normal" de las palabras, de modo que puedan llegar a describir lo desconocido y lo abstracto que, en definitiva, constituye la gran aspiración del arte, y estimo, del ser. Y al lograr ver la conexión inédita que el artista crea entre dos entes disímiles,  se habilita y convalida nuestro propio sentir, ahora explicitado y plasmado en el papel, en una melodía o sobre un lienzo.  Quedan plasmadas nuestras  propias emociones, y se nos ayuda a verlas, como algo ya separado de nosotros mismos, más claramente. La metáfora nos alivia.

  Finalmente, la podríamos definir como "algo expresado en términos de otra cosa". Creo que lo más didáctico a esta altura de mi argumentación sería detenernos por dos minutos y medio a compartir este fragmento de la película "Il postino", para dejar más claro que el agua lo que se entiende por metáfora:

                                         "Il Postino" (Mario Ruoppolo descubre la metáfora)

                                   
  Zygmunt Bauman, profesor emérito de la Universidad de Leeds, ciudad inglesa en donde vive desde 1971, luego de haber deambulado por varias ciudades del mundo en tiempos difíciles, y después de tener que abandonar su Polonia natal junto a su humilde familia judía en 1939, escapando al horror nazi, contempla su vida con una buena dosis de gratitud más que amargura, a pesar de todo, o tal vez, gracias a tanto. Wikipedia brinda los siguientes datos biográficos:


"Nació en Poznan (Polonia), en una humilde familia judía. Huyendo de los nazis se trasladó a la Unión Soviética para regresar posteriormente a Polonia, donde militó en el Partido Comunista y fue profesor de filosofía y sociología en la Universidad de Varsovia antes de verse obligado a irse de Polonia en 1968 a causa de la política antisemita desarrollada por el gobierno comunista después de los sucesos de marzo de 1968. Posteriormente a su purga de la universidad de Varsovia, ha enseñado sociología en países como Israel, Estados Unidos y Canadá."


Es autor de varios libros, pero el que hoy me interesa es Modernidad líquida y su metáfora de la vida en tiempos líquidos.

                                    

 Es indudable que los tiempos en los que vivimos han cobrado ya la altura de categoría sociológica. La metáfora de la liquidez que da título y solidez al análisis de Bauman de la posmodernidad explora la precariedad de los vínculos humanos en una sociedad altamente individualista y consumista, marcada por la transitoriedad, la volatibilidad, el flotar sin asumir las responsabilidades que vincularse con un otro conlleva, y una buena dosis de anonimato que ofrece la Web como medio de relacionarnos entre personas. Habla también de la imposición del deber ser libre, con todos los miedos y la angustia existencial que el ejercicio de esta libertad sin el respaldo del Estado de Bienestar y los valores hoy relativizados que hacían del mundo un lugar más sólido ofrecían. Caemos en la absoluta impredecibilidad acerca de nuestro futuro, nos movemos en ámbitos laborales flexibles y temporales, y carecemos de certezas ante la falta de tradiciones o ante la adopción de otras en el mundo globalizado, que tomamos de las culturas dominantes y con las que culturalmente nos es difícil identificarnos.


  Sin embargo, Bauman, el hombre, no es un pesimista ni un nostálgico. Es un trabajador realista del pensamiento humanístico. Ha atravesado hondas crisis vitales, ha descripto magistralmente la que nos toca protagonizar hoy, y ha emergido, como tantos otros hombres y mujeres anónimos o conocidos, fortalecido y lleno de sabiduría que comparte para que tomemos como brújula en momentos de profunda y desconcertante desorientación. Sabe que "la única cosa que nos queda frente a esa ineludible derrota que se llama vida es intentar comprenderla". La voz de Bauman es una voz más que se alza en el desierto, clara, no altisonante ni prescriptiva, y nos permite ver que no estamos tan solos en nuestro sentir. Su voz es también metáfora de nuestra propia realidad como seres pensantes.


Palabras de Zygmunt Bauman, Premio Príncipe de Asturias de Comunicación Humanidades 2010, durante la ceremonia de entrega.

"Cervantes envió a Don Quijote a hacer pedazos ese telón, un telón hecho con los remiendos de mitos, máscaras, estereotipos, interpretaciones, prejuicios, un telón que oculta al mundo que habitamos y que intentamos comprender. Estamos destinados a luchar en vano mientras ese telón no se alce o se rasgue...
Don Quijote no fue un conquistador, fue conquistado, no fue alguien victorioso, sino que fue derrotado. Sin embargo, en su derrota, tal como nos enseñó Cervantes, demostró que la única cosa que nos queda frente a esa ineludible derrota que se llama vida es intentar comprenderla." 

                                                     Discurso de Zygmunt Bauman  
                                          

A boca de jarro.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Neurociencias y pedagogía


  El otro día mis alumnos descubrieron que sus clases de inglés también pueden ser poco participativas, mecánicas y aburridas. Fue un castigo: para ellos y para mí, ya que no me gusta dar una clase sin interacción.  En definitiva, si uno aprende un idioma, su objetivo principal es aprender a interactuar, a comunicarse en él. Además, la clase de inglés, gracias a la riqueza de los textos que se usan actualmente, y todos los aportes multimedia que se adicionan, puede convertirse en un ámbito propicio para adquirir conocimientos de cultura general y estimular  la formulación de opinión informada.

                                                                        
  Pero estos adolescentes parecen no tener opinión, todo es relativo: "Mm, maybe, it depends..." Y si se trata de un tema que les concierne y los involucra, del que saben por experiencia de primera mano, sus opiniones serán tajantes y desafiantes, se armará un toletole en clase en el que finalmente nadie escucha a nadie, y terminarán por desubicarse lastimosamente. Esto ha venido pasando en los últimos encuentros, debido a múltiples factores. Está el tema de la indolencia y la apatía permanentes, e incluso bien vistas como algo "cool", "no nerd" entre pares, potenciada ahora por el cansancio del largo y mal diagramado año lectivo; comienza a hacer calor, y no se siente nadie a gusto en una aula pequeña hiperpoblada y mal ventilada. Están con muchas materias bajas que tienen que levantar en el colegio, por lo cual venir a la clase de inglés extra, a la que muchos asisten porque se los obliga por lo que se estima es su propio bien, se torna una carga y se vive como una pérdida de tiempo aún mayor de lo que les resulta habitualmente. La luminosidad y temperaturas primaverales de estos días invita al dolce farniente al aire libre.
                                                                      
  No sé si se los debe culpar por su falta de civilidad en el aula. Hay varias razones que nos pueden ayudar a comprender que esta generación de adolescentes no sepa discutir una idea apropiadamente y para enriqueciniento de todos, aunque haya puntos de vista divergentes. Las principales, en mi modesto entender, son culturales. Una es la falta de buenos ejemplos en los adultos que los rodean, que podemos llegar a terminar a los gritos, dando puñetazos en la mesa para demostrar que tenemos  razón. Los modelos de aquellos que deberían debatir ideas en los medios masivos de comunicación y los ámbitos de toma de decisiones para modificar nuestra realidad para mejor son pobrísimos, una muestra de intolerancia, absoluta falta de empatía y enfrascamiento mental alarmantes. Y la tercera razón por la cual sucede esto en mi clase me la explicó ayer el Dr. Roberto Rossler, a quien tuve el gusto de ver y escuchar en vivo en una charla sobre "La adolescencia, la agresividad y la toma de conductas de riesgo" que fue planteada como un taller dentro del marco del 2° Congreso Nacional sobre Violencia, Abuso y Seguridad organizado por el Municipio de San Isidro, de entrada libre y gratuita.

Dr Roberto Rossler

  Ya le dediqué una entrada a este gran hallazgo "made in Argentina". Las innovaciones de Rossler en el campo de la neurocirugía le valieron varias distinciones, como las otorgadas por la Sociedad Argentina de Neurociencias, la Asociación Argentina de Neurocirugía o la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva. Es egresado de la Facultad de Medicina de la UBA con honores, donde en la actualidad se desempeña como Docente, y está a cargo de la maestría de Neuropsicología del Hospital Italiano. Su interés por la neurobiología afectiva ha quedado evidenciado en varios de sus trabajos. "Un viaje neurobiológico al interior del lenguaje" y "Bases neurobiológicas del psicoanálisis" son dos de ellos.

                              
  Para Rossler, estamos diseñados emocionalmente para tiempos prehistóricos, y nuestro sistema nervioso no ha evolucionado para adaptarse a los tiempos modernos. Con el buen sentido del humor que caracteriza sus disertaciones, afirma que el hombre fue quien se autodenominó "homo sapiens sapiens" ("hombre que sabe que sabe"), cuando en verdad la denominación más acertada que el hombre pensante debería haber elegido para autodefinirse debería ser "homo emocionalis", en Latín antiguo, como él graciosamente acota. Basta ver nuestras reacciones ante el fútbol, o dar un paseo haciendo zapping por los canales de TV, para darse cuenta de que a lo que más se apela es a aquello que no implica pensar demasiado. 

  Según Rossler, "estamos biológicamente preparados para ser agresivos". El neocórtex es lo único que nos diferencia de los mamíferos más agresivos, y somos los únicos animales que matamos a otro adulto de nuestra propia especie cuando el conflicto ya ha desaparecido o, peor aún, cuando jamás ha existido, es decir, por sed de venganza , o por odio, con fría calculación, premeditación y alevosía.

Ejemplo de un animal que mata por odio irracional 
  En la adolescencia, la corteza prefontral, "el superyó religioso y pavimento cultural", no está todavía desarrollado, es decir, el cerebro humano por eminencia, se encuentra  aún verde. Lo que sí está maduro es el cerebro reptil, el de los bajos instintos, los de supervivencia, así como el cerebro mamífero, el de esas emociones que nos dominan.  El lóbulo frontal no termina su proceso de maduración hasta alrededor de los 22 años, aunque a veces siento que, en los tiempos que corren, parece que hay cierto interés y anuencia por que nunca llegue a su plenitud...

                   
  Por lo tanto, el adolescente será pura emocionalidad e instinto, pura agresividad y desenfreno, exacerbado además por el hervidero de sus hormonas sexuales. "La adolescencia es sinónimo de conductas de riesgo", dice Rossler, y se caracteriza principalmente por desorden emocional, desproporción afectiva y distorción de los hechos. Admite también que la noción que manejamos de adolescencia  no es más que un "constructo social creado por el colegio secundario", y que cada vez se extiende más en el tiempo por cuestiones socio-culturales que deja sin explorar demasiado, ya que no entran dentro de su campo de estudio.


                                    
  El docente, el padre y la madre, cualquier adulto que enfrente al adolescente, y ni hablar de una manada de ellos, se encontrará con la necesidad del ser inmaduro de afirmarse, de afilar las garras, ya que está luchando por construir su propia identidad. Rossler lo ilustra muy gráficamente al decir que los adultos seremos invariablemente usados como sparring o punching ball, y por ende, esto no debe ser tomado como algo personal, ya que simplemente se trata de un mecanismo de defensa del joven que se siente cuestionado y avasallado en su esencia identitaria filosa e incipiente. El adolescente hará las veces de torero con nosotros, mostrándonos la flameante capa roja, y será difícil no embestir como un toro ante su incitación.

                                                                
  Y yo caí en la cuenta de que en mi clase del otro día actué como un toro. Embestí haciendo uso de todo mi cerebro contra el grupo de banderilleros que me vienen provocando para que reaccione como un toro hace semanas. Y debo admitir que a pesar de tantos argumentos racionales para explicar y entender este comportamiento adolescente, no siento culpa: después de todo, yo también soy "homo emocionalis", o quizás "femme emocionalis", y además mis hormonas femeninas no ayudan en el uso del neocórtex en ciertos momentos del mes. Pero al Dr Rossler le falta desarrollar sus estudios sobre el efecto que la conducta adolescente ejerce sobre el sexo femenino. Tiene una interasante teoría que describe las fases de inflamación testicular que esta conducta tiene sobre el varón, y se disculpa por la falta de datos sobre la mujer, ya que los ovarios no son tan fácilmente observables en sus cambios de color y tamaño debido a los distintos grados de irrigación sanguínea regulada, en este caso también, por la emocionalidad.



  Creo que más allá de toda broma, el aporte de las neurociencias a la educación así planteado resulta  valioso y relevante, pero me parece algo insuficiente, tanto para la realidad áulica como para los adolescentes que tenemos en casa, o de parranda por ahí. Seguimos necesitando de aportes múltiples: la pedagogía debe incorporar estos hallazgos para iluminar la práctica docente, que es una realidad compleja y multifacética. Deberíamos seguir planteándonos como sociedad toda el tema de qué perspectivas les ofrecemos a nuestros jóvenes que les permitan encontrar un buen motivo para estudiar entusiasmados con miras a oportunidades más certeras y concretas de realización de esa identidad que tan doloroso resulta construir, y educarlos para la vida, en y con valores y límites, sobre todo, quienes ejercemos de padres sin ningún título, estudio universitario, por pura vocación. Es hora de que le demos una mano a nuestra biología mostrando los dientes de tanto en tanto, cuando nuestro lóbulo frontal nos dé un guiño, como hacen los mamíferos superiores para demarcar territorio, y que revisemos qué proyecto de vida tenemos nosotros mismos y como sociedad toda. Es ambicioso, lo sé, pero creo que de empezar a andar ese camino se trata. Soy consciente de que la mera mención de la palabra "límites" exacerba mucha memoria afectiva de un pasado autoritario, donde la figura de la sanción y el castigo académico fue usada de modo represivo: yo misma he sido víctima de ese mal. Pero tal vez ha llegado el tiempo de plantearnos que nos hemos posicionado en un lugar muy blando, laxo, en el lassez faire, en aras de una libertad que los chicos todavía no pueden ejercer responsablemente, debido justamente a su biología. Es allí donde la figura maternante y paternante, y la figura docente, deberían intervenir e invertir, accionando positiva y firmemente por el propio bien de esta adolescencia nuestra siglo XXI.


A boca de jarro.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Los desafinados también tenemos corazón

 
Si dices que desafino, amor mío
Que sepas que eso en mí provoca un dolor inmenso
Sólo los privilegiados tienen un oído igual al tuyo
Yo poseo apenas el que Dios me dio

Si insistes en clasificar
Mi comportamiento de anti-musical
Yo mismo, mintiendo, debo argumentar
Que esto es bossa nova, esto es muy natural...


  Es más que natural desafinar a esta altura del año. Esto es la bossa nova de la vida en la urbe hirviente...

  El síndrome de fin de año llega inexorablemente todos los años a esta altura, y nos encuentra cansados, ojerosos, somnolientos, pasados de rosca, ávidos de unas vacaciones, que se fantasean en los colectivos calientes, humeantes y rechinantes que aceleran sobre el asfalto brillante. Todo para luego entrar en las desaceleración de dos meses de parate estival en los que se vacía la ciudad.

 Desafinamos...

  Los grandes entramos irremediablemente en el frenesí de la carrera contra reloj, de las entregas pendientes, las liquidaciones, las reuniones de fin de año, porque aunque no te hayas visto en todo el año:

Che, antes de fin de año nos tenemos que juntar a comer, ¿no?

  Vienen los excesos, las trasnochadas, la agenda que explota de cosas por hacer antes del 31 de diciembre, esas que prolijamente escribimos en una lista el 1ero de enero y que hay que cancelar. Pero el mundo, para bien y para mal, siempre continúa el 1ero de enero.

  Los jóvenes están con sus fiestas de egresados en días de semana, celebrando un hecho que aún no se ha consumado, haciendo maratones de horas sin dormir, yendo a las fiestas para salir de allí y asistir a sus últimas clases, rendir sus exámenes finales... 

  ¡No hay cuerpo, joven ni no tan joven, que aguante!  

   Y desafinamos.

  Desafinamos en el trato con los demás, en la polución sonora que causamos con las reuniones en la calle a horas en las que quienes viven frente al simpático local gastronómico que pone mesas en el frescor de la vereda nocturna tienen que dormir para no desafinar al día siguiente.  

  Desafinamos en los estruendosos fuegos artificiales que ya se han comenzado a explotar por las callles, los bocinazos enloquecidos de quienes comenzamos a correr para intentar estar en todas partes, las comilonas, el alcohol, los regalos, el estrés.  

  Desafinamos.

  El día sigue teniendo 24 horas. Y amanece más temprano en el hemisferio sur: olvidamos que no por mucho madrugar...
  Escuchá esta canción: hay que desafinar afinadamente para cantarla bien. Así es la vida, "meu amor". 

  Desafinamos para percibir  la armonía del remanso añorado. Por estos días, se me da por escuchar música de Brasil. Y fantaseo que estoy en una "praia", "na beira do mar", caminando bajo el sol, y que me tiendo en la arena y me basta con un "milho cozido"... Tal vez una "caipirinha" a la caída del sol. Unas buenas vacaciones. Aunque seríamos insolventes en el exterior: hay restricciones para comprar los dólares que hacen falta para viajar. Y ni hablar de los pesos que hay que ahorrar para irse con toda la familia a una playa de Brasil. 

  Definitivamente debería ir sola.



  ¿La costa argentina?: ¡carísima! Aprovechando que la Patagonia está enterrada bajo un espeso manto de ceniza y piedra volcánica, los precios se van a ir a las nubes en la costa Atlántica. Mejor seguir soñando despierta al ritmo de esta canción...



  Tendremos que aprender a desafinar estoicamente, como los bellos griegos, como los portentosos personajes de la tragedia Shakesperiana. Y a emerger hidalgos del entripado, sin huir como cobardes para agudizar la falta en un letal intento por redimirla.

  Me gusta esta voz, esta presencia de una MUJER en escena, me gusta Gal Costa.

  La bossa nova,  la cadencia que susurra que ningún error es tan grave, que no hay por qué dramatizar, que está llegando el fin de año, el verano, y así y todo, el mundo seguirá desafinando el 1ero de enero en nuestra voz.

¡Permítaseme desafinar en paz!

Joao Gilberto – Desafinado

Se você disser que eu desafino, amor
Saiba que isso em mim provoca imensa dor
Só privilegiados tem ouvido igual ao seu
Eu possuo apenas o que Deus me deu

Se você insiste em classificar
Meu comportamento de antimusical
Eu, mesmo mentindo devo argumentar
Que isso é bossa nova, que isso é muito natural
O que você não sabe, nem sequer pressente

É que os desafinados também tem coração
Fotografei você na minha Rolleiflex Revelou-se a sua enorme ingratidão
Só não poderá falar assim do meu amor

Este é o maior que você pode encontrar, viu!
Você com a sua música esqueceu o principal
Que no peito dos desafinados,
No fundo do peito, bate calado...
No peito dos desafinados 
¡Também bate um coração!

Es que los desafinados también tienen un corazón.
Tú con tu música olvidaste lo principal
Que en el pecho de los desafinados
En lo hondo del pecho, late callado...
Que en el pecho de los desafinados
¡También late un corazón!

Desafinado - Gal Costa :http://youtu.be/JMbCeM0Ro1A


 A boca de jarro

martes, 1 de noviembre de 2011

El Dios que no nos prohibe soñar


  El domingo por la mañana  me desperté con el timbre que anunciaba la llegada de los diarios del domingo, los únicos que leo en la semana, por falta de tiempo y para ahorrar en amargura. Con la perspectiva de un domingo sin tener la obligación de ir a votar ya sabiendo de antemano el resultado, me apoltroné cómodamente a ver cuáles eran las noticias acerca de la profundización del modelo. Y me encontré, como tantos otros millones de argentinos, con la noticia de las trabas previstas en el inicio del control de la venta de dólares a los ciudadanos argentinos. De eso es de lo que se ha hablado desde el anuncio dominical hasta la fecha en todas partes por aquí. No es realmente una noticia novedosa: esta película ya la hemos visto y no trae ningún viento de cambio. 

  Decidí saltearme entonces la sección política y económica del diario Clarín, y me fui directo a la sección de Opinión, a la que aportan columnistas invitados o se incluyen artículos que le abren la ventana al mundo, un mundo bastante convulsionado por la crisis económica. La economía nos importa cuando nos toca el bolsillo. Y los bolsillos han sido agujereados escandalosamente por los banqueros del mundo. Esto tampoco es novedad, y no hay Cristo que lo arregle, me temo.



  Y con el Jesús en la boca, me topé con un artículo del escritor y ex-sacerdote español Juan Arias, a quien nunca antes había leído, tomado del periódico El País, titulado:


                      "¿Se vive mejor sin creer en Dios? Depende, señores.

  El autor nos interpela:"¿Se es más feliz sin Dios?" Y contesta de inmediato: "Depende, señores.", obviando incluirme en la respuesta como buen ex-sacerdote, y relativizando, para luego argumentar:

"Difícil sentirse libres y realizados con el Dios al que aman y adoran los dictadores (...) ; difícil con el Dios absolutista incompatible con la democracia o con el Dios que recela la sexualidad. Es difícil que las personas, jóvenes o adultas, no lleven dentro de sí la sombra del Dios castrador, aquel que en el colegio de religiosas la madre superiora había escrito en los retretes de las alumnas: "Dios está mirando".

  Aquí sí me siento aludida. Las monjas a las que mis padres encomendaron mi instrucción de buena fe me deseducaron en materia religiosa lastimosamente, llenándome de miedo de un Dios a quien debíamos temer, y de culpa por estar hechas de barro, por ser la descendencia de Eva, mujer malvada que dio a probar la manzana a un Adán un tanto bonachón y tibio. Esas monjas se encargaron de machacar sobre la idea de que el demonio estaba al acecho, y de que terminaríamos en el infierno si continuábamos concurriendo a la discoteca ubicada a dos cuadras del colegio, que nos tentaba y nos podía todos los fines de semana a varias, entre quienes me cuento como tal vez la más asidua concurrente.

  Y lo más triste es que siguen en los mismo, y mis hijos vienen a casa con los mismos cuentos, para ser educados por una madre que tuvo que desaprender tantas cosas, y leer a George Orwell para ver claramente que no había mucha diferencia entre la ficción distópica de 1984, donde nada escapa a los ojos de Gran Hermano, y esa versión ficticia que se empeñan en transmitir acerca de la divinidad en pleno siglo XXI, en un mundo en el que el Papa anuncia que hay un eclipse de Dios y entramos en pánico por las predicciones mayas que anuncian el final de los tiempos para el 2012



  Juan Arias me dice lo que he tenido que develar de adulta, ya alejada de las monjas y de la discoteca:

"El Dios del miedo es el Dios que no merece existir (...), no tiene nada de divino. (...) Jesús nunca impuso miedos a los que lo seguían. Se los quitaba. Él los tuvo también. Tuvo miedo de morir, sudó sangre ante la inminencia de su muerte, pidió explicaciones a Dios de por qué dejaba que lo mataran si era inocente. Y de él tuvieron miedo los hipócritas y los poderosos, nunca los arrinconados o indignados.
Aquel profeta tenía sólo un pecado: no creía en el sufrimiento ni en el dolor ni en la muerte como armas de redención. No soportaba ver sufrir a nadie. No le gustaban los muertos y los resucitaba. (...)
Y no fue un profeta fácil: exigió, con naturalidad, algo que nos parece locura: devolver bien por mal."


                                       
  Ésta es la divinidad en la que creo, a quien le agradezco por los tesoros que me ha dado la libertad de poseer, que no cotizan el la bolsa, a quien encomiendo mis miserias, mis tribulaciones, mis hijos, nuestro porvenir y el del mundo.Tuve que crecer y enfrentarme al monstruo del miedo para finalmente lograr desandar el camino de inverosímiles creencias con las que habían intentado espantarme, para razonar y sentir, más allá de donde llega a asistirnos la razón, que el infierno no existe, que la divinidad es gozo, alegría, felicidad, y no pena, dolor y sufrimiento, y mucho menos miedo. El miedo es el monstruo que se devora todo atisbo de amor, y al que es necesario enfrentar desde la luz para incinerar las tinieblas de un infierno inventado. Es un Dios que nos da plena libertad de elegir: elegir entre ser crueles, vengativos, belicosos y explotadores, o generosos, agradecidos, altruistas y pacíficos. En la elección se juega el vivir en el cielo o en el infierno en este mundo, y esa es una elección personal, que se hace minuto a minuto, lejos de los templos, con o sin un crucifijo colgando del cuello, habiendo leído los libros sagrados o con absoluta ignorancia de ellos.


  La divinidad se sienta a la mesa de los pobres, de los oprimidos, de los indignados, de las putas, de los puros de corazón, de los torcidos y los descarriados que han errado el camino para su propio mal, para vivir inmersos en la infelicidad y hacer del mundo un lugar poco vivible. Y se conmisera de todos. La divinidad se tiende en el lecho de los enfermos y de los moribundos, acaricia la cabeza de los afligidos, los discriminados y los pobres de espíritu, da de comer al hambriento y de beber a quien tiene sed de justicia.

   Y este señor que iluminó mi domingo con su lucidez concluye:

"Pero ese ¿no será más bien el Dios de nuestros sueños? Se viviría mejor con el Dios que no nos prohibiese soñar. ¿Existe?"

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