miércoles, 16 de diciembre de 2020

Los poderes curativos de la pizza


   Hacía tiempo que no nos veíamos y sentí que una pizza ayudaría a derretir el hielo. A mal puerto... Esta chica está muy cambiada; habla y habla todo el tiempo del poder de los alimentos:

Es increíble lo que se adelgaza cuando eliminás las harinas de tu dieta. También tomo mucha agua: casi dos litros por día, y así elimino las toxinas. La piel también me lo agradece cada mañana. Frutas frescas al desayuno y las secas, antes de ir a la cama... Mucho ajo, apio y mariscos súper frescos garantizan los orgasmos duraderos. Si le agregás semillas a la ensalada, es increíble, pero, te juro, te convertís en multiorgásmica. Con los años, he remplazado carne de cerdo, vaca y pollo por pescado a la plancha, aunque solamente dos veces a la semana, porque está caro. Te aseguro que mis electros de esfuerzo - los que me piden para mis sesiones levanta-glúteos en spinning - son la envidia de mi médico, que, dicho sea de paso, es un bombón de chocolate. A ese sí que me lo como sin preocuparme por nada...

Se fue al baño un momento. Dejó pedida un agua mineral sin gas con rodajas de limón fresco y mucho hielo. Reinaba el silencio. Yo miré por la ventana, como queriendo escaparme a otros tiempos: aquellos días en los que salíamos de cacería por las calles de mi barrio buscando una pizza. Eran días en los que no existía el delivery y en los que nadie se asustaba si dos chicas iban comiéndose una porción de pizza grasosa por la vereda, camino a casa y de la caja...




Pese a todo lo que se diga de la harina, yo aún creo en los poderes curativos de la pizza que practicábamos ella y yo en aquellos bellos días en los que éramos bellas sin esfuerzo. Desde chica, la pizza forma parte del mecanismo de la ley de compensación de mi propio universo. Les explico: dice mi amiga  que además de obsesiva de la comida sana, bah, es posmoderna — que la vida es una ecuación matemática exacta: recibís de manera precisa lo que das, ni más, ni menos. Es por eso  yo asumo, con una pizza de por medio  , que ella cree que si ingiere solo cosas saludables, el universo le dará la salud que ella espera. A este principio pseudo científico al que mucha gente adscribe se lo conoce como la ley de compensación, y es para mí una gran patraña aplicado a la vida. Y esto lo digo con conocimiento de causa: han sido tantas las veces en mi vida en las que di todo lo que tenía para dar   tanto dí que hasta parecía más de lo que tenía  , y a cambio no recibí nada, que ahora sólo creo en los poderes de la pizza...

 La pizza es la piedra filosofal de aquello que yo practico y entiendo como mi ley de compensación: lo que la vida me da o me quita, lo celebro o lo compenso con una pizza... 

Aquí les paso mi receta compensatoria y, a continuación, les comparto un curativo texto de Martha Medeiros que traduje del portugués cuando volví de comer pizza con mi ex-amiga.


Moscato, pizza y fainá: la mejor argentinada.
Para ahuyentar el mal de amores: pizza de jamón y morrones.
Para sacarte toda la bronca: pizza casera, bien amasada.
Para superar peleas: con verdeo y panceta.
El mejor afrodisíaco: pizza en pelotas, con los dedos...
Como entrada: pan de pizza a la canasta.
Para un día aburrido: pizza verde gratinada.
Para visitas inesperadas: pizza comprada.
Para comerla viendo a Sherlock: fugazzeta y doble queso.
Para detener el llanto: pizza con tomate y ajo.
Para celebrar la vida: pizza con lonjas de longaniza.
Para el invierno: pizza de cancha.
Para el verano: pizza fría en el desayuno.
Para los chicos: pizza con varios huevos fritos.
Para un domingo de soledad: una pizza individual.






Creo en una gracia mayor, de Martha Medeiros




"Cada semana, una novedad. La última fue que la pizza previene el cáncer de esófago. Creo en una gracia mayor. 

El tomate previene eso, la cebolla previene aquello, el chocolate hace bien, el chocolate hace mal, una copa de vino al día no hace nada, cualquier trago alcohólico es nocivo, tome agua en abundancia, pero no exagere...

Ante tal profusión de descubrimientos, encuentro más seguro no cambiar de hábitos. Seré directa con respecto a lo que le hace bien y lo que le hace mal a mi salud.




El placer hace mucho bien. Dormir me hace sentir 0 km. Leer un buen libro me renueva. Viajar me pone tensa antes de embarcar, pero después rejuvenezco unos cinco años. Los viajes aéreos no me hinchan las piernas: me hinchan el cerebro, y vuelvo llena de ideas.

Pelear me provoca arritmia cardíaca. Ver personas con accesos de estupidez me revuelve el estómago. Ser testigo de personas tirando latas de cerveza por la ventanilla del auto hace que pierda mi fe en el ser humano. Y los noticieros... Deberían prohibirlos los médicos  ¡cómo duelen!

Caminar me hace bien, bailar me hace bien, permanecer en silencio cuando una discusión está que arde hace mucho bien. Se ejercita el auto-control y se levanta una al día siguiente sin arrepentirse de nada. ¡Despertar arrepentida de lo que dije o lo que hice anoche es perjudicial para la salud! Y pasar el resto del día sin coraje para pedir disculpas, peor todavía. No pedir perdón por nuestras macanas causa cáncer, no hay tomate ni mozzarella que lo prevenga.




Ir al cine, conseguir un lugar central en las filas del fondo, no tener a nadie obstaculizando su visión, ningún celular sonando y que la película sea espectacular, ¡guau! El cine es mejor para la salud que el pochoclo. Una conversación es mejor que una cargada. El ejercicio es mejor que la cirugía. El humor es mejor que el rencor. Los amigos son mejores que la gente influyente. El ahorro es mejor que la deuda. La pregunta es mejor que la duda."


jueves, 10 de diciembre de 2020

Subjuntivo





Debería quitarme el Subjuntivo,
ese modo sutil y complicado
de querer el calor cuando hago frío,
de preferir tu seco a mi mojado
y de añorar aquello que no ha sido
desperdiciando así mi Indicativo.


Debería quitarme de los labios
la expresión cotidiana del deseo
que a una magia falluta subordino,
todo eso que cuelgo del destino
para cuando de cambio sople el viento 
haciendo impersonal a mi albedrío. 


Debería empezar esta mañana 
abonando la tierra de esto tengo,
desmalezar a mi jardín del ojalá,
con mis muertos enterrar a mi pasado, 
asumir que mis miedos son mis riesgos 
y desterrar como hereje a la esperanza 


de ser otra en el tiempo, de otra horma, 
una mujer sin nido pero alada,
una que vuela más alto y ve más lejos...


Yo debería, vida, mas no puedo:
el deseo es el as bajo mi manga...
Es que llevo al Subjuntivo en el alma.


A boca de jarro

Ilusiones en frasquito





Deberé acatarlo mansamente: 
mi tiempo de creer se ha terminado, 
ya se ha ido, con Dios lo han enterrado.
Hoy es noche de brujas y de muertos,
pero es que yo descreo de los vivos,
los que en domingo tocan a mi puerta
vestidos de palabras y vacíos.

Ya no creo en el milagro que prometen
quienes venden ilusiones en frasquito,
quienes, con Dios en el bolsillo, nos ofrecen
las recetas que aseguran que se puede
hacerle frente a las fuerzas del destino,

los que intentan traficar con la esperanza
de que por el mero hecho de soñarlo
la fortaleza que anhelamos se construye,
los que insisten, en modo imperativo,
en que obtengamos la dicha por pedido.

Una legión de descreídos en pena
saldremos a las calles en protesta
alguna noche que otra como esta,
los refugiados huyendo de la tierra
de la mentira de un Dios a domicilio,

de la estafa de decir que con pensarlo
la salud se hace luz en nuestras casas,
el trabajo que buscamos nos encuentra,
el amor que se nos fue se nos regresa
y la vida que soñamos nos recibe.



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