martes, 12 de abril de 2011

La magia del mago

                                                    
                                                     
Finalmente logré ver la última película de Harry Potter junto a mi hijo adolescente. Realmente, el fenómeno Potter es notable entre los jóvenes y los no tanto. Y más allá de que la saga se ha hecho larga y se ha constituido en un fenómeno comercial sin precedentes en la producción cinematográfica  y literaria inglesa, cada libro deja un mensaje positivo para la vida, y vibra en creatividad tanto en el imaginario mundo de Hogwarts como en los vericuetos de su trama y la interacción entre sus memorables personajes, que han sido brillantemente encarnados por actores ingleses de raza teatral  y estirpe Shakesperiana que es un lujo tener juntos en la pantalla.

Desde ya, soy una enamorada del inglés, y la dicción de esta gente es música para mis oídos. Pero además, y como si todo esto fuera poco, J.K. Rowling, esta madre devenida en autora de best sellers de calidad que se inspiró inicialmente a partir de las historias que les contaba a sus propios hijos a la hora de dormir, maneja un estilo impecable que hace que brille y reverbere lo mejor de la tradición literaria inglesa en sus páginas. Al recrear esta escuela para magos, no solamente apela a elementos del imaginario colectivo inglés conectados con los duendes y la magia del druidismo y el legado celta, el mago Merlín y la leyenda del buen Rey Arturo y su espada, sino también a lo mejor de la herencia literaria sajona: los neologismos del genial George Orwell, la oscuridad tenebrosa de los edificios góticos de “Frankenstein” de Mary Shelley, los pasadizos y callejones neblinosos de la Londres de” El extraño caso del Dr. Jekyll y Mister Hyde” de Stevenson, y las intrigas y antagonismos con ribetes trágicos al mejor estilo de la tragedia Shakesperiana, como asi también los momentos y personajes desopilantes de las comedias del Bardo.

Especialmente en esta última vista, “Harry Potter y las reliquias de la muerte”, se detectan elementos presentes en “Mil nueve ochenta y cuatro”, donde Orwell magistralmente presenta los excesos de los regímenes autoritarios fascistas y nazis que detestaba, y alerta sobre sus nefastas consecuencias. Vemos aquí el tenebroso accionar del Ministerio de la Magia, con Voldemort a la cabeza, el señor de la muerte, el innombrable, el mal que acecha al bien encarnado por Harry Potter, a quien ya le ha arrebatado a  sus padres en la primera infancia, convirtiéndolo en un huérfano, al mejor estilo Dickens,  y dejándolo a la merced de una familia impiadosa y “muggle”, es decir, “no maga”. En este funesto edificio, los magos que practican la magia negra y trabajan para encontrar y aniquilar a Potter visten trajes de cuero negro con brazaletes rojos que los identifican fieles al estilo Hitleriano.
Más allá de toda esta riqueza y reafirmación de los tesoros literarios de la cultura británica que Rowling integra amena y sabiamente como tributo a sus antepasados y legado para las nuevas generaciones, siempre me moviliza algún pasaje de cada libro en el que un adulto sabio le transmite un simple pero valioso mensaje de vida a Potter y sus amigos, ya adultos jóvenes.

En la primera novela, por ejemplo, tengo subrayado un intercambio entre Dumbledore, el rector de Hogwarts y mago poderoso y sabio de la orden de Merlín, con Harry aún niño, en el cual lo incentiva a llamar al temido Voldemort por su nombre, ya que si llamamos a cada cosa por su nombre perdemos el miedo a la cosa. “El miedo a nombrar algo hace que el miedo que sentimos por ese algo aumente”, dice el viejo mago.

Cerca ya del final de “Harry Potter y la piedra filosofal”, Dumbledore reflexiona con el niño huérfano que lo admira y ama acerca de cómo su madre lo ha salvado al morir. Si hay algo que el mal no puede entender es el amor, le explica. Al matar a su madre, el mal encarnado por Voldemort hizo que un amor tan poderoso como el de la madre dejara una marca indeleble en su hijo. Y no se refiere a la cicatriz sobre su frente, sino a algo invisible: haber sido amado tan profundamente hace que, aunque aquellos que nos amaron ya no estén entre nosotros, quedemos protegidos por ellos para siempre, porque llevamos su amor en la piel, como una marca a la cual el mal no se atreve a  tocar.

Y en la última novela, el mensaje que más rescato está en el legado del viejo Dumbledore, ya muerto, a sus tres alumnos favoritos: a Harry Potter le obsequia la bola de su primer partido de Quidditch, para que recuerde el valor de la perseverancia y el talento; a Hermione, la bruja de las pociones y acertijos, un libro para niños que con su simple genialidad la llevará a desenmarañar importantes misterios, y al pelirrojo Ron le obsequia un “Deluminator”, una especie de lámpara que hace que se haga la luz en medio de las tinieblas en su lucha contra la adversidad y el mal. ¡Qué regalos!

Ojalá todos recibiéramos regalos así de nuestros sabios y viejos magos: la fuerza del Amor que nos hace capaces de valorar nuestros propios méritos y así creer y luchar por quienes somos en esencia, la sabiduría de nuestros ancestros para develar misterios que parecemos no comprender, y la luz del Bien para iluminar la oscuridad de los males de este mundo.


A boca de jarro



5 comentarios:

  1. Super entrada Fer, fantásticas comparaciones. Es ver toda la historia con una nuea perspectiva.
    No me canso de leerte!! y por si fuera poco aprendí una nueva palabra, desopilante [situación] Que causa risa o carcajadas. Mis felicitaciones amiga.

    Un abrazo ;))

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    1. Muchas gracias por esa lectura, María Antonia, por tu tiempo, por tus atentas observaciones y por tu compañía.

      Besos!!!

      Fer

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    2. De nada, gracias a ti Fer, por todo lo que escribes, voy mirando y leyendo, despacio pero seguro.!!

      Besossss

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  2. Yo también soy una enamorada de la lengua inglesa y de su literatura. Los libros de Rowling, aunque "supuestamente" son para niños, tienen unas interpretaciones amplísimas, que tu recoges en esta entrada. He leído los siete libros tanto en castellano como en inglés y me fascinan. Están magistralmente escritos y tienen un don: llegan a todo tipo de públicos, independientemente de su edad. Y las películas están muy bien hechas, con adaptaciones fabulosas a las que no puedo poner pegas.
    Un beso, Fer, me ha encantado leer esta entrada.

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    1. Del todo de acuerdo contigo, Chari. Es más, la Rowling tiene el inmenso mérito de haber escrito una saga larga y compleja sin haber dejado cabos sueltos, una galería entretenida y jugosa de personajes entrañables y desdeñables muy bien escrita, por cierto.

      Gracias a ti por tu lectura y tus palabras!

      Un beso y buena semana.

      Fer

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