ADVERTENCIA AL LECTOR DEL AUTOR Y EDITOR:
EL SIGUIENTE TEXTO ES TAN LARGO COMO SUELEN SER LOS DUELOS...
En mi caso, duelar,- y me doy el permiso, entre otros tantos permisos que me voy concediendo en mi duelo, de decir y de escribir "duelar", aún sin el permiso de la RAE, porque me suena como un proceso más activo que el decir simplemente "estar de duelo", que suena como algo más pasivo aunque tal vez más aceptado socialmente y convencional- , digo, duelar es transformar el dolor en autosanación.
Para mí, duelar viene siendo una montaña rusa de sensaciones y de emociones fuertemente displacenteras: enojo, miedo, tristeza, angustia - que incluso percibo físicamente en un angostamiento en la garganta y un espantoso vacío en la panza que me avanza a través de la ansiedad - que perturba mi apetito y mi sueño -, algo de euforia, soledad, culpa e, inclusive, no sin vergüenza, confieso, repulsión. El ponerle nombre y conectar con todo este ramillete de emociones es otro permiso más que me doy como herramienta de sanación en mi duelar.
Pero - y, muy posiblemente, a raíz de este duelo - , noto que voy descubriendo con el paso de los días que también este estado de profundo desasosiego en el alma, plagado de emociones poderosas, me brinda herramientas para mi propia sanación: la compasión es, sin dudas, la más valiosa de todas las que van apareciendo en este tiempo en el que aún no hace un mes de la muerte que duelo: y conste que no cuantifico el duelo en días o meses, porque entiendo que el duelo y el duelar tienen un tiempo espiritual propio que escapa al tiempo que marca el calendario y al del reloj, y que por eso asustan y perturban aún más, ya que irrumpen en todo aquello que llamamos "rutina" y que nos brinda sosiego.
Compasión, piedad y misericordia están hermanadas con el amor; me permito decir que nacen del amor que jamás muere, el amor que vence a la muerte, un amor que es capaz de conceder el perdón liberador: perdón a los demás por sus fallas y, aún más importante, el perdón que necesitamos darnos a nosotros mismos por las propias, esas fallas que los duelos nos develan...
A propósito de la misericordia dice Anselm Grün, en Las obras de misericordia , un libro que voy leyendo de a poquito en este tiempo de duelo en el que me trato con paciencia y respeto por mis propios tiempos - tiempos los del duelo que no van con los del mundo que me rodea y que suele rodearme - , que es "una certera descripción de lo que Jesús hizo", y yo me permito agregar que la misericordia es lo que todos los grandes líderes espirituales de todos los tiempos nos han enseñado con su ejemplo de vida. Es, sin lugar a dudas, el más importante atributo que le adjudicamos a la divinidad, como sea que la concibamos. Grün dice, y me permito adscribir:
"Dios es misericordia y amor, es amor misericordioso."
Duelar es descubrir la misericordia por quienes se han ido, por los que quedan y quedamos y por mí misma. Y en ese hallazgo se habilita para mí una fuente enorme de gratitud a la vida: por cada pequeña y gran muerte de cada día, por sus pérdidas y por sus duelos, grandes y chicos, por sus sabias enseñanzas, por las fallas de mis muertos, de los vivos y por las mías, porque gracias a esas fallas humanas que nos atraviesan a todos descubro que puedo seguir creciendo día a día y transformarme en un ser nuevo, naciendo así a una nueva vida para mí, para los míos, vivos y muertos.
El duelo hace que me permita mil cosas que antes me negaba. En lugar de otro vestido negro me fui a comprar uno violeta: el color que según dicen simboliza sabiduría, creatividad y espiritualidad, misterio y empoderamiento, todos frutos del proceso de duelar. Y me voy a permitir estrenarlo esta Navidad sin mi mamá pero con un pañuelo amarillo, que es un color que no uso habitualmente, y que en su tonalidad dorada concede alegría, optimismo y energía que me hacen falta para llegar a cerrar el duelo y continuar mi camino fortalecida. El duelar se me ha pintado en sueños vívidos de estos colores...
Sin dudas el 2020 ha sido un año de duelos para muchos: aquí me permito decir que lo ha sido para todos en mi tierra. Los abrazo de corazón en sus duelos y les deseo encuentren consuelo: el consuelo es otra herramienta para el alma que algunos seres maravillosos que me acompañan en mi duelo me han regalado y a quienes hoy elijo como familia por la parte de familia que perdí en este duelo, a quienes trabajo en mi interior activamente para perdonar desde la misericordia.
También, y por último, les regalo el don del consuelo a quienes lean este escrito, sobre todo, a quienes lean en estos tiempos de fiestas que muchas veces no parecen coincidir con los tiempos del alma, a quienes queden bebiendo de mi jarrito luego de un largo tiempo de sequía y de haber dado por muerto a este blog y a este permiso que me vuelvo a conceder de jugar con las palabras, que no son otra cosa que llaves que abren puertas en el alma y que son fuente de sanación espiritual, un blog al que me permití resucitar en este duelo a pesar de que muchos insisten con que los blogs han muerto y aunque casi así lo crea yo misma: resucitar al blog para reapropiarme del legado en vida de mi palabra escrita, aunque ya muy pocos queden para leerla y aún menos que crean que me conduce a algún lugar que valga la pena el trabajo y el tiempo que le dedico con tanto amor al arte de reescribir mi alma. Me permito descreer de todos sus juicios negativos para ser yo en mi esencia sin importar lo que diga o piense el mundo como parte de mi duelar. Me permito escribir para no ser más que yo en mi propia soledad y en mis desvelos de tiempos de duelo y de duelar quien se lea. Y si alguien lee también le regalo toda mi gratitud por el consuelo y la compañía que en esto busco y que así me brindan.
A boca de jarro ©A boca de jarro
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