Salvador Dalí, "Mi mujer desnuda contemplando su propio cuerpo convirtiéndose en escalera, tres vértebras de una columna, cielo y arquitectura", 1945.
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Los días en los que no se me ocurre nada para escribir, leo. Estoy revisando papeles viejos, hojas amarillas arrancadas de vaya a saber una dónde, en las que hay textos inspiradores que me hubiese gustado crear a mí. Este es uno que aplica para este día en el que me toca otra entrevista laboral más. Desconozco su autoría.
Soy una mujer
Soy una mujer que en ocasiones se pierde
en preguntas sin respuesta
aceptando su propia realidad
y se resiste
a la desesperación
de la incomprensión del mundo.
Sólo soy así, una mujer,
cuya pasión incontrolada me lleva
a lugares invisibles para las mentes comunes,
que, segura de su alma,
se lanza al vacío de una vida
que le atrapa con la intensidad
de sus contadas horas.
Sólo soy así,
una mujer creadora de sueños,
pues imagino mundos diferentes
en los que soy y en los que no soy.
Sé que soy una mujer imperfecta,
cuya fe es su fuerza
para entender el mundo ausente,
aquella que conociéndose a sí misma,
comprende su esencia.
Sólo soy así, una mujer que ama con entrega,
con fuerza incontrolable,
sin la reserva de la duda
y con el alma desnuda;
aquella que siente la magia de los deseos,
la que se alimenta del sueño de Dios,
que halla inspiración en todo momento
y que cuando siente dolor,
indiferente, se cierra en su caparazón.
Soy así,
una mujer que cae,
que se levanta con coraje,
que no teme al mundo,
que desconoce, que ansía, que sufre,
que se apasiona, que se avergüenza,
que reconoce, que huye, que se aleja,
que no tiene nada,
que sólo se tiene a sí misma.
Tan sólo soy una mujer...
A boca de jarro