Contaba el
Maestro en cierta ocasión la historia de una antigua vasija de cerámica, de
valor inestimable, por la que había pagado una fortuna en una subasta
pública.
La vasija había sido utilizada durante años por un mendigo que
acabó sus días en la miseria, totalmente ignorante del valor de aquel objeto con
el que había pedido limosna.
Cuando un discípulo preguntó al Maestro qué
representaba aquella vasija, el Maestro le dijo:
- A ti mismo.
El
discípulo le pidió que se explicara, y el Maestro prosiguió:
- Tú centras
toda tu atención en el insignificante conocimiento que adquieres de los libros y
de los maestros. Sería mejor que le prestaras más atención a la vasija en el que
lo guardas.
*Cuento tomado de "Nuestra Vida Emocional" Una mirada positiva, María Guadalupe Buttera y Dr. Ferderico Ré, páginas 61-62, San Pablo.
Un aguador de la India tenía sólo dos grandes vasijas que colgaba en los extremos de un palo, que llevaba sobre los hombros.
Una tenía varias grietas por las que se escapaba el agua, de modo que, al final del camino, sólo conservaba la mitad, mientras que la otra era perfecta y mantenía intacto su contenido. Esto sucedía diariamente.
La vasija sin grietas estaba muy orgullosa de sus logros, pués se sabía idónea para los fines para los cuales había sido creada.
En cambio, la pobre vasija agrietada estaba avergonzada de su propia imperfección y de no poder cumplir correctamente su cometido.
Así que, al cabo de dos años, le dijo al aguador:
-Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo, porque, debido a mis grietas, sólo obtienes la mitad del valor que deberías recibir por tu trabajo.
El aguador le contestó:
- Cuando regresemos a casa, quiero que notes la bellísimas flores que crecen a lo largo del camino.
Así lo hizo la tinaja y, en efecto, vio muchísimas flores hermosas a lo largo de la vereda; pero siguió sintiéndose apenada, porque al final, sólo guardaba dentro de sí la mitad del agua del principio.
El aguador le dijo entonces:
-¿Te diste cuenta de que las flores sólo crecen en tu lado del camino?
Quise sacar el lado positivo de tus grietas y sembré semillas de flores.
Todos los días las has regado, y durante dos años, yo he podido recogerlas. Si no fueras exactamente como eres, con tu capacidad y tus limitaciones, no habría sido posible crear esa belleza.
“Sólo si me siento valioso por
ser como soy, puedo aceptarme, puedo ser auténtico, puedo ser
verdadero."
Jorge Bucay
Al leer estos cuentos de vasijas, me siento vasija, me siento jarro. Me identifico con la imagen de un jarro lleno de agua de donde se puede tomar agua, y eso me colma, no me vacía. Tengo grietas, como todos, y por debajo de esas grietas que he ido asumiendo, aceptando, acariciando con el tiempo, se va formando un espejo de agua donde logro ver claramente a los míos, a mí misma y a toda el alma de mi familia, que me sostiene. Somos un océano con mareas, oleaje, fluctuaciones, remolinos, tsunamis, y abismos, pero somos UNO.
En ciertos momentos siento que mis grietas dejan caer esas gotitas que sostienen, riegan y alimentan. A veces son agua pura, otras, un poco salada o agria: soy un jarro imperfecto, pero lleno, y con agua para dar y derramar.El bello poema de Gabriela Mistral, "Creo en mi corazón", de la poetisa que, además de escribir poderosos poemas, le dió el nombre a la calle donde nací y viví mis primeros ocho años de vida con mis padres y abuelos maternos, me recordó una visión temprana: todo lo veía a través de unos ojos grandes y puros, no había defectos, todo era amor incondicional. Al hacerme jarro, me inunda esa misma mirada de niña amorosa, que todo lo perdona. Hoy mis ancestros se me hacen raíz. Y yo soy un jarrito con grietas que esparcen agua que riega ese sendero donde nacen las flores a la vera del camino, bajo el bello y portentoso árbol familiar, y como dice esta maravillosa escritora:
El cuadro del día para empezar el día Hoy: "Hay dias que lo mejor es dejar que el corazón descanse."
Obra de Felipe Gimenez
Felipe Gimenez, artista plástico. Nació en 1963, en la ciudad de Mar del Plata, Argentina. Reside y trabaja en Sierra de los Padres, Buenos Aires, Argentina.
Creo en mi
corazón, ramo de aromas que mi Señor como una fronda agita, perfumando de
amor toda la vida y haciéndola bendita.
Creo en mi corazón, el que no
pide nada porque es capaz del sumo ensueño y abraza en el ensueño lo
creado: ¡inmenso dueño!
Creo en mi corazón, que cuando canta hunde
en el Dios profundo el franco herido, para subir de la piscina viva recién
nacido.
Creo en mi corazón, el que tremola porque lo hizo el que turbó
los mares, y en el que da la Vida orquestaciones como de
pleamares.
Creo en mi corazón, el que yo exprimo para teñir el lienzo
de la vida de rojez o palor y que le ha hecho veste encendida.
Creo
en mi corazón, el que en la siembra por el surco sin fin fue
acrecentando. Creo en mi corazón, siempre vertido, pero nunca
vaciado.
Creo en mi corazón, en que el gusano no ha de morder, pues
mellará a la muerte; creo en mi corazón, el reclinado en el pecho de Dios
terrible y fuerte.
Gabriela Mistral : Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga, conocida por su seudónimo Gabriela Mistral (Vicuña, 7 de abril de1889 – Nueva York, 10 de enero de 1957), fue una destacada poetisa, diplomática, feminista, y pedagogachilena. Gabriela Mistral, una de las principales figuras de la literatura chilena y latinoamericana, fue la primera persona de América Latina en ganar el Premio Nobel de Literatura, el cual recibió en 1945. http://es.wikipedia.org/wiki/Gabriela_Mistral
Ser madre en la compleja realidad del siglo XXI es todo un desafío. Supongo que nunca ha sido tarea fácil. Cuando pienso en los referentes familiares que han ocupado este rol, comprendo que han tenido que atravesar experiencias agridulces. Y me siento consolada y contenida, porque a pesar de tanta literatura, reflexión, asistencia psicológica y avances, las luces y las sombras de la maternidad siguen siendo más o menos las mismas que nos confrontan hoy a quienes optamos por traer hijos al mundo, que por cierto parece que cada vez somos menos. Posiblemente se han agregado algunos condimentos más, gracias a que las mujeres hemos finalmente acepatado que nacemos para ser antes que para ser madres.
Cuando nos hacemos madres, no tenemos la más pálida idea de lo que esto implica. Somos pura inconsciencia, entusiasmo y deseo. Creemos infantilmente que es más o menos lo mismo que cuidar de nuestras muñecas, hermanitos y primos menores o alguna mascota querida. Pero el bebé que asoma un buen día en el que sentimos tocar el cielo con las manos, si todo sale bien, pronto nos enfrenta con nuestro propio ser en todo el espectro de sus riquezas y humanas limitaciones. Es el bebé quien despierta nuestra animalidad ancestral, y no nuestro instinto el que nos toca una campanita avisándonos que ha llegado la hora de ser prolíficos y multiplicarnos. Y al despertarse el instinto, que nos embriaga de dulzura y necesidad de prodigar cuidados, calor, nido y contacto, también se despierta una parte nuestra que no se había manifestado antes: la necesidad imperiosa de preservar nuestro "yo" tal como lo conocíamos antes de que el hijo llegara. Misión imposible, mujeres: al parir, nos partimos, y las partes nunca volverán a fusionarse en el mismo todo. Deberemos "parirnos a nosotras mismas", re-crearnos, bajo una nueva luz. Comienza allí una especie de tironeo doloroso, molesto y arduo en el que es menester anteponer las necesidades básicas del crío, que no pidió venir al mundo y que no puede valerse por sí mismo ni podrá por años, a las necesidades vitales y existenciales propias, que nunca antes habíamos desatendido tan estruendosamente. Cosas simples como dormir, alimentarnos, ir al baño, darnos una duchita, vestirnos tomándonos el tiempo femenino que eso implica, hacer el amor o salir a la calle para hacer lo que hace falta hacer en una vida normal, se complican. Y arremetemos con todo eso con el bebé a cuestas. Nos hacemos canguros. Se puede, se logra, pero no me pregunten cómo: no hay fórmulas, aunque abunde toda una literatura sobre el tema. Por suerte hay algunos buenos referentes, mujeres con ovarios y cerebro, como Laura Gutman, que ayudan mucho a digerir la capita azucarada con la que se pretende endulzar a la maternidad real, y de hecho esa línea de pensamiento reverbera en estas líneas...
Hay días de absoluta locura, de sentimientos encontrados, de replanteos oscuros y mortificantes, y días paradisíacos en los que agradecemos a la vida, a Dios y a todos los Santos por haber tenido a nuestros hijos. Digo días, aunque en verdad se pasa de un estado al otro, del cielo al infierno, en cuestión de horas o minutos. Nos hacemos bipolares. Esta es la verdadera maternidad de la que siento pocas mujeres se atreven a hablar con total honestidad y "a boca de jarro".
Georges Braque, Figura
Yo creo que no nos hacemos ningún bien si nos proponemos ocultar y ocultarnos a nosotras mismas que el arte de ser mamá se aprende minuto a minuto encarnándolo hasta la médula, con compromiso, entrega y toneladas de paciencia, para con nuestros hijos y para con nosotras mismas y toda la constelación familiar que se gesta y se reacomoda al devenir madres. Maternar es un arte que, como todo arte, conlleva prueba y error, éxitos y fracasos rotundos, momentos de absoluta plenitud y otros de agobio y desborde.
Recuerdo que una de mis mayores preocupaciones al quedar embarazada era el parto, en rigor, era mi temor de los dolores de parto que se nos anuncian bien dolorosos ya desde el Génesis Bíblico... Y recuerdo las palabras de mi propia madre, que habían sido repetidas infinidad de veces, y supongo que si hoy sus nietas le preguntan por el tema, que ya les empieza a despertar curiosidad y hasta cierta preocupación, la respuesta será la misma: "Duele un poquito... como si estuvieras haciendo una caquita dura. Pero enseguida se pasa." Sé positivamente que mi mamá lo decía por bien, y porque muy posiblemente es el cuento que le han contado a ella y que ella se creyó, para maldecir hasta a su propia madre en el momento de parir. Y ésto lo cuento porque es así, con ese grado de infantilización y ocultamiento de las verdades básicas de la maternidad, como la enorme mayoría de las mujeres, incluso mujeres urbanas, con título, carrera y honores bajo el brazo (tal vez las más penosamente desinformadas y desconectadas de la naturaleza en cuestiones de maternidad), como llegamos a ser madres.
Hay además, y en mi modesto entender, una mistificación del acto de parir y de las primeras épocas de absoluta fusión con el bebé en nuestro tiempo, que se ve plasmada en color rosa, o más bien, blanco, como las mamás y los bebés inmaculados de las propagandas, mamás frescas, esbeltas y tonificadas y bebés resplandecientes, que nada tienen que ver con la verdadera cara del maternaje en su arranque, y que además tan sólo comienza entonces. Si bien el parto puede ser un momento sublime, insisto, si todo resulta bien, y las primeras semanas, un idilio absoluto, al menos en nuestra memoria afectiva una vez que han quedado atrás, ser madre es una realidad que cuelga de nosotras como nuestras tetas luego de haber amamantado a la cria, por el resto de nuestros días. Nunca dejamos de serlo. Nuestros hijos son causa de nuestros mayores logros, de nuestras más profundas alegrías y orgullo, así como también de nuestras más desconcertantes preocupaciones y pesadillas. Y tal vez lo más difícil llega el día en el que traspasan el umbral de la puerta y se van, ya no de nuestra mano: el día en el que se van solitos, armados con una pequeña mochila y un celular, y les rogamos que nos avisen dónde y con quién están, para que ignoren u olviden nuestro ruego, hasta que finalmente los llamamos nosotros y los importunamos o avergonzamos. Es la paradoja esperable del hijo que crece, ese a quien le hemos dado la teta, la papa en la boca, le hemos limpiado el culo infinidad de veces, lo hemos llevado corriendo a la guardia de un hospital cuando se hizo aquel corte o al pediatra un centenar de veces para ver cómo iba creciendo, al que hemos tenido que despegar de nuestras piernas para que se dignara a entrar al jardín, haciéndonos sonrojar por sus alaridos salvajes, siendo ya mujeres grandes, como si le estuviésemos haciendo el peor de los males, y que ahora se avergüenza de nuestros besos o caricias en público, y se empecina en querer prescindir de los cuidados que es necesario seguir brindándole, porque sabemos que aunque se sienta un león, todavía no sabe rugir en esta selva a la que hay que dejarlo salir libre...
Ser madre es una arte. Y en el arte hay muchos estilos. El mismo objeto puede ser plasmado de mil maneras distintas de acuerdo a la mano del artista. Aquí va mi homenaje desde el arte a todas aquellas mujeres cercanas y remotas que han elegido, desde su inocencia y su altruismo, ser madres, y se esmeran por mejorar la técnica día a día para darle al mundo las obras de arte que le están haciendo falta.
Hay una costumbre ahora muy arraigada entre adolescentes y jóvenes porteños (no me animo a generalizar a nivel país en ésto, pero supongo que aplica...), por la cual antes de ir al boliche, a bailar, quiero decir, el viernes o el sábado por la noche, los chicos se reúnen en algún pub a beber para llenar las horas y precalentar antes de entrar al boliche, que con suerte abre sus puertas a las dos y media o tres de la mañana. Como asumo que la mayoría de quienes me leen son mayormente seres diurnos, les propongo divertirnos con una especie de pre-boliche del día de la madre sin alcohol. Bueno, si desean, acompañen la lectura de este texto que me hizo llegar una amiga por mail, con quien suelo compartir mi risa, con una copita de algo para entonarse. Sé que una entrañable compañera de colegio primario y secundario ha leído mi blog de madrugada acompañándose con una copita de un cointreau añejo que reserva para ciertas ocasiones, así que ¿por qué no? Con o sin la compañía etílica, la risa está asegurada.
Todo lo que siempre necesité saber, lo
aprendí de mi Madre: -Mi madre me enseñó a
APRECIAR UN TRABAJO BIEN HECHO: "Si se van a
matar, háganlo afuera. Acabo de terminar de limpiar!" -Mi madre me enseñó RELIGIÓN: "Rezá para que
esta mancha salga de la alfombra."
-Mi madre me enseñó RAZONAMIENTO: "Porque yo lo
digo, por eso... y punto!!!!" -Mi madre me enseñó PREVISIÓN: "Asegurate de
llevar ropa interior limpia, por si tenés un accidente." -Mi madre me enseñó IRONÍA: "Vos seguí
llorando, y vas a ver como te doy una razón para que llores de
verdad." -Mi madre me enseñó a ser AHORRATIVO: "Guardate las
lágrimas para cuando yo me muera!!!" -Mi madre me enseñó ÓSMOSIS: "Cerrá la boca
y comé!!!!!" -Mi madre me enseñó CONTORSIONISMO: "¡Mira la
suciedad que tenés en la nuca, date vuelta!" -Mi madre me enseñó FUERZA Y VOLUNTAD: "Te vas a
quedar sentado hasta que te comas todo." -Mi madre me enseño METEOROLOGÍA: "Parece que ha
pasado un huracán por tu cuarto." -Mi madre me enseñó VERACIDAD: "¡¡Te he dicho
un millón de veces que no seas exagerado!!" -Mi madre me enseñó MODIFICACIÓN DE
PATRONES DEL COMPORTAMIENTO: "Dejá de
actuar como tu padre!!!!!" -Mi madre me enseñó habilidades como
VENTRILOQUIA: "No me
rezongues, callate y contestame: ¿por qué lo hiciste?" -Mi madre me enseñó LENGUAJE ENCRIPTADO "No
me, no me.... que te, que
te..." -Mi madre me enseñó técnicas de
ODONTOLOGÍA: "Me volvés a
contestar y te estampo los dientes contra la pared!!!" -Mi madre me enseñó GEOGRAFÍA: "¡Como sigan
así los voy a mandar uno a Jujuy y al otro a La Antártida
!" -Mi madre me enseñó BIOLOGÍA: "¡Tenés menos
cerebro que un mosquito!" -Mi madre me enseñó LÓGICA: "Mamá, ¿qué
hay de comer?"" ¡COMIDA!" -Mi madre me enseñó RECTITUD: "Te voy a
enderezar de un tortazo!!!" ¡¡¡GRACIAS
MAMA!!!....
Intentaré plasmar mis impresiones sobre esto que me ha pasado, a pesar del sueño que tengo porque estoy despierta desde que sonaron las campanas que marcaron "Medianoche en París". No sé si lo soñé o estaba yo también ahí. Lo cierto es que para quien aprecia el arte, las letras, los locos años 20, la brillante y sufrida generación de los expatriados y la genial movida artística que generó esa ciudad que según el propio Papa Hemingway era una "fiesta móvil", París bajo la lluvia, "cuando la lluvia no era ácida", es una deliciosa e incomparable vista, contada por este genial hombre que da cátedra de sabiduría de vida más allá de toda su cultura y buen gusto.
A través del personaje pricipal, Gil Pender, es imposible no ver y oír en todo su esplendor y madurez al Woody Allen crítico de su tiempo, del pasado, de la filosofía, el arte, la cultura, la sociedad, la política y la humanidad. Un romántico empedernido que deambula por los bellos rincones de París y vibra al sentir que ese es el lugar donde Monet podía recrear un estanque con nenúfares a sólo treinta minutos de la torre Eiffel.
Claude Monet
El escritor Pender y su idea nostálgica del pasado produce un riquísimo contrapunto con su contrincante, Paul, un experto en todo, un pseudo-intelectual que teoriza acerca de absolutamente todo, pero carece de ilusión, de fantasía y de la humildad que se descubre en la vivencia del arte sin racionalizarlo. Alguien capaz de arruinar el placer estético que produce una obra de arte flotando en las superficies de "la critique", encajándole una etiqueta, perdiéndose en el detalle anecdótico del nombre de quien la inspiró o la circunstancia, un pobre tipo con humos y dinero que no logra simplemente estar presente en la inefable epifanía de exultación de los sentidos y resonancias místicas que el arte genera. Paul peca de sacrílego degustando el sagrado elixir del buen vino, perdiéndose otra vez la embriagadora fiesta penosamente, fiesta a la que se suma un radiante y enloquecido Pender cuando suenan las campanas que lo hacen una "Cenicienta del arte", con los característicos excesos de la nocturnidad que parecen nutrir al artista. Paul es el mal tipo que le hace el gran favor a Pender de desenmascarar a su ácida prometida, Inez, que sólo lo quiere para poder tener "lo que hay tener para ser": un matrimonio con alguien relativamente prominente que promete, una casa en Malibú, y viajes de compras financiados por papi en busca de mobiliario caro de la mano de mami, amén de un affair con alguien que da conferencias en la Sorbonne si se presenta la ocasión. Según el inescrupuloso y remilgado Paul, Pender sufre de "el complejo de la Edad de Oro", y acusa desde su pedestal enclenque:
"La nostalgia es negación. Negación del presente doloroso. (...) La idea errónea de que un período de tiempo distinto es mejor que el que vivimos. Es una falla de la imaginación romántica de esa gente a la que le cuesta enfrentarse al presente."
¿Y a quién no? La imaginación romántica puede hacer agua por todos los costados, pero es en definitiva la que sustenta a la madurez una vez que se arriba mansamente a ella. Esa imaginación romántica "a colores se despliega como un atlas", como diría Serrat, y ante la mirada azorada y un poco incrédula en principio de Pender y del espectador, que suspende su descreimiento al instante de comenzar la película, bajo el hechizo de las diversas e inspiradoras vistas de la ciudad Luz y la música que el genial director jamás falla en elegir para estremecer, hace que aparezcan uno tras otro artistas que cualquier romántico sueña con conocer: Cole Porter, Scott y Zelda Fitzgerald, Gertrude Stein, Pablo Picasso con una musa inspiradora volcánica, Adriana de Burdeos, quien además ha compartido su pasionalidad con Modiggliani y Braque, y quien despertará la pasión del propio Hemingway y de Pender, claro está. Luego vendrán otros lujos como Salvador Dalí y sus portentosas imágenes de rinocerontes y sus implicancias sexuales. Caricaturas de artistas que hablan como escriben, como pintan, como presentimos que sienten a través de sus obras, que es lo que sus admiradores conocemos y adoramos. Cuando Hemingway habla, hablan sus libros, no habla el personaje biográfico del que hemos leído y oído hasta el hartazgo, sin enriquececernos demasiado si en la mera anécdota biográfica nos hemos quedado. En ésto va otra crítica de Allen acerca de cómo se puede llegar a reducir la grandiosidad del artista al intentar ahondar en la intimidad del ser humano que fue: eso no importa, lo que ha pasado a la inmortalidad y hace nuestra vida mejor no es la vida del hombre, a quién se llevó a la cama, o si bebía vino o whisky, sino la genialidad del artista por siempre viva en su obra. Aquí habla el artista como desde un retrato, y se me viene inevitablemente James Joyce, quien también es nombrado con un toque de admiración cholula, como el que tiene todo buen fan:
"- Gil Pender.
- Hemingway
- ¿Hemingway?
- ¿Le gustó mi libro?
- ¿Gustarme? Me encantó. Todo su trabajo.
- Sí, fue un libro bueno porque fue honesto. Y eso es lo que la guerra hace al hombre. No hay nada bueno y noble en morir en el lodo, a no ser que mueras en paz. Y entonces no es solo noble sino valiente."
¿Y en qué queda la imaginación romántica? En un viaje que como todo viaje conduce al crecimiento personal, el rito de pasaje del joven al hombre adulto, al hallazgo de la médula identitaria que todos buscamos, al encuentro de esa misión para la que hemos nacido y que adivinamos, pero que en un determinado momento, se hace real y visible colándose en algún sueño. Gertrude Stein se lo dice a Pender con absoluta claridad desde su maduro rol de "matrona del arte" en París:
Gertrude Stein
"Todos tememos la muerte y nos cuestionamos nuestro lugar en el universo. El trabajo del artista no es sucumbir a la desesperación, sino encontrar un antídoto para el vacío de la existencia. Tienes una voz clara y viva, no seas tan depresivo."
Al llegar al final de su viaje real e imaginario, Pender comprende, y el presente se hace carne:
"...si te quedas aquí y esto se convierte en tu presente, pronto imaginarás que otro tiempo es realmente la Edad de Oro. Y eso no es el presente, es poco gratificante porque la vida así es insatisfactoria."
"No, el pasado no está muerto, de hecho no es pasado. ¿Sabes quién lo dijo? Faulkner, tenía razón. También lo conocí, lo vi en una cena."
Por un momento Pender me recordó a mi profesora de Literatura Inglesa Contemporánea, que era amante de James Joyce, y se llevaba al Ulysses a la cama en ciertas noches... Para los amantes del arte, de la vida, de las bellas ciudades y los bellos tiempos, para quienes, como los niños, son capaces de volar con su imaginación a los locos años 20 o la Bellle Epoque, tomarse un vino con Papa o deleitarse en una ronda de tragos con los más grandes artistas plásticos de todos los tiempos, y para todos nosotros, recomiendo el disfrute de esta bella película montada en el esquema o patrón del cuento de Cenicienta ("The Cindirella pattern"), idea que jamás defrauda cuando es bien empleada, y agradezco el haber soñado ser una Cenicienta en París gracias a la magia del buen cine y sin necesidad de un Valium...
Hoy se festeja el día del Respeto a la Diversidad de las Culturas en esta región del mundo bendecida por la naturaleza, por la belleza, por el don de la bonhomía, del alegre colorido, de paisajes soberbios, inigualables sabores, melodías alegres y cadenciosas, danzas festivas y sensuales, texturas increíbles, exóticos aromas, variadas formas ondulantes y calientes olores de sus gentes. Soy nieta de inmigrantes españoles, y siento orgullo por mis raíces hispanas, y también siento orgullo de ser una mujer Latina. Me parece que juzgar hechos históricos extemporáneamente no hace más que generar resentimientos y oscurecer en lugar de aclarar las cosas. Cuando era chica, en el acto escolar que se celebraba en mi colegio un día como hoy, eran infaltables personajes como la Reina Isabel la Católica, Cristóbal Colón, las tres carabelas y el huevo... Hoy, mi hija, mezcla de sangres, se vistió radiante de felicidad pura y danzó como representante de República Dominicana, y en esa danza estaban representadas todas las naciones de América Latina. Y no faltó mención a Cristóbal Colón en el festejo como tampoco faltaron los indios, en un festejo que algunos dicen que no deberíamos festejar. Creo en que para evolucionar como raza debemos sumar, no restar, debemos entender las circunstancias históricas dentro del contexto en el que se llevaron a cabo. Y pensar que es nuestro deber mirar hacia adelante tomando la historia para aprender de los errores cometidos, que siempre cometimos como raza y seguirán siendo cometidos. Quizá entender y aceptar este hecho sería celebrar el Día de la Raza, como lo llamábamos en mis tiempos de escolar. Para los de mi generación, el cuento era que el 12 de octubre de 1492 el marinero Rodrigo de Triana divisó Tierra y ésto cambió la concepción que se tenía del mundo provocando algo que ni siquiera Colón había imaginado: la unión de dos mundos. La historia humana es la suma de historias individuales. Y la imperfección es parte de nuestra condición y nuestra biografía: es un gran motor de crecimiento y fuente de integridad identitaria e integración colectiva.
Ayer leía un texto interesante acerca de lo que le estamos haciendo al planeta en términos de lisa y llana destrucción de esa tierra que divisó el marinero Rodrigo desde un barquito y lo llenó de entusiasmo: seremos juzgados duramente por nuestra barbarie, que algunos aún justifican en aras de lo que otros tantos consideran progreso. Y además pagamos y seguiremos pagando el precio de esta depredación, no sin altas cuotas de dolor e irremediables pérdidas. El texto me llevó mentalmente al 12 de octubre de 1492:
"Las cosas que hacen posible la vida son apenas visibles. Los experimentos de laboratorio basados en pequeños mundos artificiales siguen demostrando que la diversidad de la vida es la apuesta más fuerte. El reciclaje del aire y el agua y los nutrientes vegetales es el trabajo de diminutas criaturas que nunca jamás notamos. El alimento que ingerimos, los remedios que tomamos y las herramientas que empleamos han sido diseñados para nosotros por 500 millones de años de evolución. Sin embargo, sabemos practicamente nada sobre la mayoría de ellos. Toda la evidencia dice que la raza humana está haciendo que desaparezcan otras formas de vida en una escala de proporciones épicas."
Extracto de un texto en inglés titulado "Biodiversity: Tearing up the map of creation" tomado de New Proficiency Gold Coursebook, Pearson Longman, pág. 98, (mi traducción) y originalmente escrito por Tim Radford publicado en The Guardian, el 11 de agosto de 1998.
Seguimos cometiendo los mismos errores que juzgamos tan duramente en nuestros antepasados, aunque ahora el blanco es nuestro propio planeta y la naturaleza que nos sustenta. Seguimos intentando avanzar sin notar lo más pequeño pero altamente significativo en tanto esencial...
Paul Gauguin, ¿De dónde venimos?, ¿Quiénes somos?, ¿Adónde vamos?, 1897
Yo agregaría algunas cositas y quitaría otras: definitivamente quito la montaña rusa, perdón por ser aguafiestas... y me quedo con lo de quitarme los zapatos cuando llego a casa y dormir y dormir, ahora que se fue el insomnio... Y agrego el "¡Mamiiiii!", que me recibe cuando vuelvo a casa como si me hubiese ido a la China, por ejemplo. Me encantaría saber qué cosas hacen feliz a la gente. Se podría tomar como una especie de "trabajo de campo", para no quedarme sólo en la lectura acerca de la felicidad, que enriquece mucho y me hace feliz, por cierto: leer me hace feliz.
René Magritte, La traición de las imágenes (Esto no es una pipa)
1928/29. Los Angeles, County Museum.
Según Sergio Sinay, la felicidad..."sólo puede vislumbrarse luego de algunas travesías existenciales que no se transitan sobre un lecho de rosas." Sinay se nutre de los aportes para él fundamentales de pensadores como Victor Frankl, en primer lugar, como él mismo señala, Carl Jung, Erich Fromm, Martín Buber, los pensadores exitencialistas Emmanuel Kant, Sam Keen, Norberto Levy y lo que cosechó por su paso por la Gestalt de AGBA (Asociación Gestálticade Buenos Aires); además de otros aportes de sus compañeros de ruta a quienes nombra en su libro o elige dar por sentados. Iluminado en su lúcida reflexión acerca de la perenne búsqueda de este estado de gracia que tanto nos es esquivo a tantos, posiblemente por las fantasías que tenemos con respecto a lo que en realidad es, no titubea en denunciar la conspiración de la que somos víctimas en contra de la felicidad misma.
El libro, titulado "La felicidad como elección", La dicha posible más allá de las falsas ilusiones, Editorial Paidós, 2011, abre así:
"Hay una conspiración contra la felicidad y en este libro me propongo denunciarla. Es una maquinanción peligrosa, porque usa el nombre de la felicidad para vaciarla y desvirtuarla y lo hace con fines de lucro, de poder y de manipulación de conciencias. Las siguientes páginas nacen de la indignación que, en lo personal, me provoca esta perversa conjura. Una indignación que surge de advertir cómo los conspiradores ganan terreno y cómo, mientras lo hacen, crean condiciones para la verdadera infelicidad, la de una vida sin sentido. Esta conspiración no es inocente, y por eso ponerla en evidencia resulta, para mí, una cuestión de principios."
(...)
"El problema con estas lucrativas estafas es que no sólo afectan a los estafados. Vivimos en el mundo, somos parte de un todo y no tenemos razón de ser fuera de esa totalidad. Cuando es afectada, nos afecta. El pez que nada en aguas contaminadas no puede beberlas, no respirar su oxígeno, no enfermar y, acaso, no morir. De nada sirve proponerse ser feliz en un mundo en el que la felicidad es deshonrada cada día. Es inútil aislarse a recitar mantras, irse a meditar a la punta de una montaña, pretender que el humor de los otros no nos afecte o ser inmunes a la infelicidad reinante. Todo es energía, y las vibraciones de la desdicha nos llegan sí o sí. Con los estafadores de la felicidad tengo una cuestión personal, porque no sólo engañan a quienes pescan. Hacen que el mundo sea peor todos los días."
Aquí muchos lectores podrían dejar de leer un libro que resulta hiperrealista, pero en la línea siguiente aclara, aunque no engaña, afortunadamente:
"A pesar de ellos, la felicidad es posible, su registro es una experiencia humana suprema y trascendente, y ella es una realidad en la vida de muchas personas."
René Magritte, La condición humana.
Existe, según Sinay, "un dogma de la felicidad", una idea autoritaria por la cuál deberíamos pensar que fallamos nosotros si no logramos dar con ella una mañana de un día cualquiera, luego de haber "comprado" el método más indoloro y rápido para encontrarla. Pero en verdad, ser feliz es un trabajo que requiere confrontarse con el sentido de nuestra existencia y hacernos preguntas de difícil respuesta.
"La gente feliz aprecia lo que tiene, honra lo que logra por mérito propio, vive en estado de conciencia, explora respuestas a la pregunta por el sentido de su vida y se hace cargo de las consecuencias de cada respuesta, no evita los dolores que son parte del camino, convierte los tropiezos en lecciones, crea vínculos sólidos y los sostiene en la honestidad y el compromiso emocional, no busca culpables para sus decepciones o imposibilidades, invierte tiempo, atención y afecto en el otro, prioriza lo que es por sobre lo que hace o lo que tiene, comprende a través de la experiencia que como es adentro es afuera y no al revés."
No hay fórmulas mágicas: seguir haciéndose preguntas de difícil respuesta es la brújula que orienta las travesías existenciales con rumbo a la felicidad...
Del diario Clarín del domingo 2 de octubre, sección Sociedad, página 48, "Vanidades y convulsiones de una semana que da que pensar" (y me sigue haciendo pensar, porque el miedo, que no es tonto, se dispara y tiene la característica de perdurar ...), "Disparador", por Marcelo A. Moreno, escribe:
"Me bochás y la ligás" (...)
"Según ciertas etimilogías, la palabra "dignidad" comparte la raíz "dek", de la cual derivan tres verbos latinos: "decet" (apropiado, decente), "docere" (enseñar) y "disco" (discípulo y disciplina). Lástima grande que todo esto no funcione mucho por acá. Marco Aurelio también escribió: "Los hombres no han nacido los unos para los otros. Instrúyelos o sopórtalos." Por estos barrios, mejor pensarlo."
Ésta es la etimología de mi dignidad. Gracias, hermana, por subrayarlo en tu diario del domingo pasado y pasármelo anotadito con una flecha que dice "Fer". Me conmoviste, como tantas otras veces. Gracias por el apoyo, aunque tal vez ni siquiera me comprendas. Yo lo agradezco, y entiendo. Toda mi familia se preocupa por mí, me advierten de los peligros que se corren siendo a veces demasiado honesta, o políticamente incorrecta. Es tal vez esperar demasiada madurez de nuestra sociedad. Hace más de una semana que estoy limpiando mi computadora de ataques de virus diarios, y me sale una leyenda de "Programa espía" cada dos por tres: ¿pero quién soy yo para que me espíen, por favor? Si se animan, háganme la gauchada de contarme cómo se ve el jarro desde sus computadoras y sus navegadores: se los voy a agradecer, como todo, como siempre. Tal vez haya que vaciar este jarro uno de estos días. Me daría mucha pena tener que resignarme a no poder expresarme más "a boca de jarro", pero estoy un poco asustada, ¿saben?... Como bien dice este periodista: "Por estos barrios, mejor pensarlo."
La publicidad es muy linda, las intenciones, muy nobles: en cierto punto las comparto... Lástima que haya gente que malgaste su tiempo tratando de destrozar lo que uno intenta humildemente construir...
Este año es un año duro. Hubo despido, con el consiguiente duelo para quien lo vivencia y quienes lo rodeamos; hubo enfermedad con internaciones relativamente prolongadas de los dos abuelos, y el tema no ha terminado de resolverse aún; hay cansancio por el estrés que todas estas experiencias generan, y seguimos sin subsanar el tema de la subocupación en casa, mientras notamos con preocupación que los precios aumentan semana a semana y que al salir de compras, cien pesos se esfuman en unos pocos productos más o menos necesarios. Soy absolutamente consciente de que estas situaciones resultan cotidianas para muchísimas personas, y también sé perfectamente que lo que nos sucede no es nada comparado con la realidad de millones. Pero uno sufre sus propias experiencias: la experiencia es intransferible. De todos modos, creo que este año me sirve leer y escribir sobre personas cuyos problemas han resultado ser fuente de resiliencia, optimismo, ganas de seguir apostando por el trabajo, por el aprendizaje constante, por sus sueños, siempre confiados en el curso de la historia, tanto la personal como la del mundo, y de abordar la realidad que les toca vivir de manera creativa. Una de estas personas es Eduard Punset, un estudioso catalán que ha irrumpido en la cultura popular a través del buen uso de los medios. Ha sido galardonado con el premio Telva a las Artes y Ciencias.
En una entrevistaque hace poco le han hecho, el periodista de la revista Telva abre el artículo diciendo:
"Uno conversa con Eduard Punset y tiene cierta sensación de desorientación, de que quizá no ha planteado las preguntas adecuadas. Donde uno inquiere por la economía, él habla de emociones; donde se menciona la palabra crisis, afirma que no hay razones para el pesimismo, sino todo lo contrario; donde se habla de política, él responde sobre educación. Pero, no, no está en absoluto alejado de lo cotidiano. Al contrario. De lo que está lejos es de los lugares comunes del debate público."
Admiro y me identifico con las personas que eligen estar alejadas de los lugares comunes si sienten que ésto los empobrece. A mí también me pasa que me parecen más importantes las emociones que los números de la economía, aunque éstos pesen en mi cabeza y repercutan sobre mis emociones, ¿para qué negarlo? Y me pasa que ante la política, me disparo con la educación, porque ¿qué mejor política que la que empieza por educar al soberano? Sin embargo, debo admitir que no me resulta sencillo ser tan optimista como Punset: tal vez debería leer y aprender más, como él hace.
Al ser interrogado acerca de qué le aconsejaría a quien queda sin trabajo, Punset responde:
—Sé lo que no se le puede decir. Para empezar, que la manada está dividida entre derechas e izquierdas y que nopuede contar más que con la mitad: eso ya es una aberración. O que los fármacos son la única salida para combatirla soledad o la tristeza.
Pautas claras, sencillas y pacíficas para encarar al mundo y la vida propia de manera exitosa, de acuerdo a lo que muchos entendemos como "éxito", que poco tiene que ver con la idea del éxito material o puramente sensual que se trata de imponernos. El "diccionario Punset" de las emocionescontiene las siguientes definiciones:
● La inmortalidad: “Siempre he pensado que lo que te hace vivir las cosas intensamente es su caducidad, es que se van a disgregar”.
● La soledad: “No forma parte de la depresión, tiene vida propia y hay
que gestionarla específicamente”.
● La tristeza: “Estar un poco triste es bueno, porque te ayuda a estar alerta, a protegerte”.
● La ansiedad: “A los niños nadie se les enseña a distinguir entre ansiedad y miedo. La ansiedad te pone en estado de alerta delante de un examen, un viaje, un entierro. El miedo paraliza”.
Y ante la pregunta acerca de si es una persona feliz, Punset responde "a boca de jarro":
—Es muy difícil que pueda serlo más. No tiene sentido que una persona esté cuarenta años jubilada y a los treinta no tenga tiempo ni pararespirar.
Cuánta verdad se nos revela ante situaciones conflictivas como un despido, una enfermedad, como la ha transitado Punset, un duelo producido por algún cambio profundo del que tal vez no haya otro camino más que re-crear la propia existencia para seguir adelante... Punset mismo confiesa que si bien su vida trascurre de libro en libro a horas sentado frente a su ordenador en un ambiente que mira el mar en la playa de Pineda, Barcelona, desde donde escribe y aprende todos los días arrancando su día a las 6 de la mañana, su mayor aprendizaje proviene de la gente: — (…) quien más me enseñó (…) fue la manada. Ese gregarismo y esa solidaridad son impresionantes. —¿Sirve para algo el sufrimiento?
—Lo que de verdad enseñaes el contacto con los demás.
El título de este artículo, que pueden descargar y leer en su totalidadaquí,reza: "El sabio y el mar", y es inevitable evocar la bella y breve novela de Ernest Hemingway "The Old Man and the Sea" o "El viejo y el mar" con la que ganó el Premio Pulitzer, y recibió el Nobel de Literatura en 1953.Hemingway no esquiva la palabra "viejo", aunque temía la vejez y amaba su potencia física tanto como su juventud. Sin embargo, creó un personaje viejo y sabio por viejo, que si bien flaquea por sus debilidades, enfrenta en su última gran batalla en el mar, símbolo tan majestuoso como imponente y temible de la existencia humana, a un soberbio y enorme pez marlín, al que finalmente arrastra hasta la orilla, vencido ya por los abatares de la prolongada lucha contra los tiburones hambrientos, tan vencido como el mismo viejo, para el asombro de todos los sencillos habitantes de la isla cubana donde se desarrolla la inigualable historia. Una isla de pescadores donde el viejo vivía en absoluta soledad, acompañado tan sólo por recuerdos de un pasado ya ido y por un niño, Manolín, que comparte su pobreza pero "alimenta" y cuida del viejo desde la amorosidad y empatía de su niñez. Es entonces cuando el viejo demuestra que la mayor fortaleza está en el arte de conocerse a uno mismo, de conocer los propios límites de nuestra frágil humanidad, en la paciencia, "un árbol de raíces amargas pero de frutos muy dulces".
"Era un viejo que pescaba solo en un bote en la corriente del Golfo, y hacía ochenta y cuatro días que no cogía un pez. En los primeros cuarenta días había tenido consigo a un muchacho. Pero después de cuarenta días sin haber pescado los padres del muchacho le habían dicho que el viejo estaba definitiva y rematadamente salado, lo cual era la peor forma de la mala suerte, y por orden de sus padres el muchacho había salido en otro bote que sacó tres buenos peces la primera semana.
Entristecía al muchacho ver al viejo regresar todos los días con su bote vacío, y siempre bajaba a ayudarle a cargar los rollos de sedal o el bichero y el arpón y la vela arrollada al mástil. La vela estaba remendada con sacos de harina y, arrollada, parecía una bandera en permanente derrota.
El viejo era flaco y desgarbado, con arrugas profundas en la parte posterior del cuello. Las pardas manchas del benigno cáncer de piel que el sol produce con sus reflejos en el mar tropical estaban en sus mejillas. Esas pecas corrían por los lados de su cara hasta bastante abajo y sus manos tenían las hondas cicatrices que causa la manipulación de las cuerdas cuando sujetan los grandes peces.
Pero ninguna de estas cicatrices era reciente.Eran tan viejas como las erosiones de un árido desierto.
Todo en él era viejo, salvo sus ojos; y estos tenían el color mismo del mar, y eran alegres e invictos..."
Fragmento de "El viejo y el mar" de Ernest Hemingway.
Todos pasamos nuestros cuarenta días en el desierto Bíblico de tanto en tanto, como el viejo de la obra de Hemingway. Los críticos se han empeñado en debatir si se trata de un cuento o una novela, como si eso importara. Creo que el genial Hemingway nos ha querido legar la lección de que no importa cuán larga sea la extensión de nuestra obra: lo que importa es el habernos confrontado con las grandes erosiones de nuestros propios desiertos vitales, esas que dejan una cicatriz indeleble, que arrugan la piel, pero que en el caso de algunos, los sabios, no acaban con el fulgurante brillo de la mirada que mira al mundo y se mira a uno mismo. Son las erosiones que sufre todo ser que transita la vida en el capa de abajo del mero subsistir, las profundidades del ser, como Punset, un pensador vivo y valioso, como Hemingway, una amante sediento de la vida, la aventura y el idealismo, como Steve Jobs, que se fue hace unos días de esta vida, pero que también nos dejó algunas perlas aparte de las fabulosas creaciones que nos conectan y nos permiten aprender y desde allí arremeter con nuestro destino:
“Tienen que encontrar eso que aman. (…) Recordar que van a morir es la mejor manera que conozco para evitar la trampa de pensar que tienen algo que perder. Ya están desnudos. No hay ninguna razón para no seguir a su corazón. (…) la Muerte es muy probable que sea la mejor invención de la Vida. Es el agente de cambio de la Vida. Elimina lo viejo para dejar paso a lo nuevo. (…) Permanezcan hambrientos. Permanezcan descabellados. ”
La única brújula que nos ha orientado como familia toda este año fue el seguir aprendiendo en el mar de la vida, tomados de la mano entre nosotros y nutriéndonos de los sabios de los libros y los del mundo real, que no abundan, pero que los hay, los hay. A todos ellos, gracias por SER Y ESTAR.