viernes, 6 de noviembre de 2015

Premio literario

    



     A través de este espacio que tanto adoro y que creé sin jamás pensar que me iba a permitir crecer en el arte de escribir como para llegar a esta instancia, deseo agradecer públicamente a la Biblioteca Popular de Bomberos José Manuel Estrada de Lanús por la calidez con la cual me recibió su Presidenta, Myriam Peradotto, y toda su gente el domingo 1 de noviembre pasado para premiar mi relato "El día que conocí a Borges" con el tercer premio de narrativa que participó del Certamen Aniversario de los 70 años de dicha entidad cultural. Destaco el activo compromiso con la cultura y el arte por parte de todos los miembros de la Biblioteca, alojada en una bella casona sobre el cuartel de Bomberos Voluntarios de Lanús. Ha sido para mí un verdadero honor ser distinguida con esta premiación y haber tenido el privilegio de que mi trabajo fuera valorado por escritoras locales de la talla de Silvia Miguens - prestigiosa escritora argentina a quien admiro, finalista del Premio Emecé en 1995, y conocida por su trayectoria en el género de la novela histórica -, Mabel Pagano - prolífica y premiada novelista y cuentista de Lanús - y Raquel Álvarez Frea. Hago extensivo mi agradecimiento a todos Ustedes, quienes con su atenta lectura y comentarios hacen que mis letras cobren un sentido tan profundo que ya se han convertido en una actividad fundamental y hasta indispensable en mi vida.    



A boca de jarro                                                                                                                                                                                       

miércoles, 4 de noviembre de 2015

De libros, trastornos y disfrute




"Nunca sentí que la literatura fuera algo que debía estudiarse, 
sino más bien algo que debe disfrutarse."


                                     Aldous Huxley



     Siempre tuve la manía obsesivo-compulsiva de tener mis libros organizados temáticamente, y hasta hubo una época en la que los tenía agrupados por editorial, respondiendo al diseño de los lomos: todos los de Penguin, según su color, en un sector alto, las colecciones de cuero, coronando, en el centro de la biblioteca, y los diccionarios - monolingües por un lado y bilingües por otro- , abajo, por lo pesados y porque deben estar siempre a mano. Estaban ordenados, además, por lengua y por autor, y los autores de una misma lengua dormían siempre juntos sobre los mismos estantes, para no ser condenados al exilio o desterrados de algún modo entre otros, como a varios les sucedió en vida y fuera de sus libros. 

Así, los ingleses como Jane Austen, Emily Brontë, Graham Greene, E.M. Forster, Thomas Hardy, Henry James, D.H. Lawrence y Mary Shelley se encontrarían todos juntos a la hora del té en el sector de literatura inglesa en inglés. Hay autores, sin embargo que, a pesar de ser de lengua inglesa, no encajan en esos compartimentos estancos, debido a su singularidad o a su significación para mí. Es el caso de Charles Dickens, cuyos trabajos dormitan antepuestos a todos los de los demás, como paternando al resto, y sus colecciones preciosas de novelas en ediciones especiales - que adquirí en tiempos de importación abierta y accesible - están alojados junto a los libros de ediciones de lujo, como la de Facundo, El Quijote, El Decamerón, Selected Tales de Poe, Sherlock Holmes, The Complete and Illustrated Short Stories, las obras de Unamuno, en cuero rojo y detalles dorados, y Maquiavelo, en marrón y oro. Lo mismo sucede con las obras de William Shakespeare, que además están forradas en plástico transparente en su edición Signet Classic y llenas de notitas y papelitos amarillos ad hoc, fetiches de la estudiante que supe ser. Las obras completas de Shakespeare son un lujo de libracos preciosos, y soy afortunada de tenerlas tanto en inglés como en español, aunque la verdad es que prefiero consultarlas sueltas, ya que resulta odioso y tremendamente incómodo hacerlo de semejantes armatostes decorativos. Conste que digo "consultarlas" porque es eso precisamente lo que hago: buscar alguna que otra cita que se me viene de Liar o de Hamlet, o de algún soneto del cual he olvidado el número. Hace años ya que no me permito leer teatro, salvo que vaya a ver la obra y desee refrescarla de antemano. Así lo hice antes de ver puestas de Miller o Beckett, pero el teatro, en mi vida adulta y fuera de los claustros de estudio, es para ser disfrutado en el teatro. Y los libros son para ser disfrutados y no disectados como objeto de estudio.



Otros autores que parecen escapar compañía en mi biblioteca son Chaucer, Joyce, Marlowe, Dahl y Wilde, que nunca sé muy bien dónde poner, así como Huxley, Golding y Orwell, a quienes acopio juntos. Con los norteamericanos sucede más o menos lo mismo. El Gatsby se hospeda próximo a la obra de Salinger, que he releído varias veces, pero Hemingway, en su despojada y robusta simpleza, y Steinbeck, en el esplendor de sus novelas largas así como las más breves, se ganaron el podio de los favoritos y arrasan con números de ejemplares. Paul Auster llegó más tarde a las trincheras americanas de mis desvencijados estantes y comparte campamento con Harper Lee y Capote. Hubo que hacer lugar del lado British para la Rowling y sus ocho maravillosas entregas, pero los libros se las arreglaron para caber todos.  Los poetas viven en su mundo aparte, como corresponde, y sólo los Románticos ingleses conviven.





Este año llegaron varios Borges, Bioy, Cortázar, Octavio Paz, Pizarnik y antologías de cuentos nuevas, además de un par de preciosuras ilustradas que son libros arte, entonces los más senior y adustos tuvieron que hacerles espacio. Ahora mi TOC se ha desplazado alegremente y sin culpa alguna de la biblioteca a mi mesa de luz y al escritorio en el que escribo, y hace que sienta el impulso de rodearme de libros bellos para encontrar inspiración a la hora del inmenso disfrute de escribir. Allá por abril, cuando empezó a pintar el frío, tuve una remisión de mi trastorno de hoarding literario. Fue entonces cuando incurrí en el sacrilegio de desprenderme de unos ochenta ejemplares de literatura española y argentina de mis años de secundaria en sus versiones Kapeluz, que estaban totalmente desguazadas y pasadas de amarillo. Todavía no me perdono por haber desalojado de mi biblioteca a aquellos libros ancianos en su agonía. Aunque debo admitir que de semejante pecado mortal brotó una vena laissez faire inusitada y más que bienvenida que trajo aires frescos a mis trastornos y a mi vida: se acabó la era del orden en mis estantes. Los libros son ahora quienes deciden el lugar que ocupan y se acomodan solitos, susurrándome al oído, en noches como esta, cuál será el próximo que se vendrá a la cama conmigo junto a una buena taza de té cortadita apenas con leche dulce y whisky para mi propio disfrute.



A boca de jarro

miércoles, 28 de octubre de 2015

Un cuento

Con Marita Rodríguez-Cazaux y Ricardo Tejerina en Editorial Dunken


"La verdad se vive, no se enseña."

                                  Hermann Hesse

Me habían venido ya con el cuento de esta convocatoria a autores ignotos - que les llaman "inéditos" - por parte de esta editorial dedicada fundamentalmente a aquellos que se embarcan en la auto-publicación, es decir, a pagar de su bolsillo para alcanzar el sueño de tener el libro propio. Llegó la publicidad de su clínica literaria para aprender técnicas para escribir cuentos a mi correo y, dejando mi escepticismo de lado, me inscribí, pagué y fui, aunque en ningún momento dejé de pensar que nadie, jamás, podrá enseñarme a escribir. ¡Ese sí que es un buen cuento! Tal como imaginaba, me encontré con un salón abarrotado de personas diversas, cada una impulsada por su propio cuento, y muchos cuyos egos no cabían en la silla y que sacaban a relucir sus insignias de consagrados - habiendo sido premiados, mencionados, publicados y muchos ados des-hadados que terminaron en un tole tole vía mail que ni te cuento, criticándose unos a otros por haber escrito tal o cual cuento, arremetiendo contra los coordinadores, o protestando porque nos cambiaban la fecha del segundo encuentro o porque faltó mate o café en el primero, buscándole el pelo al huevo, como solemos hacer los adultos cuando nos proponemos llamar la atención de alguna forma que no sea la que legitima nuestro propio cuento. 

Los coordinadores cumplieron con su parte, haciendo valiosas aportaciones en términos de ejemplos literarios a tomar en cuenta a la hora de escribir un buen cuento: Silvina Ocampo, Leopoldo Lugones, Eduardo Holmberg, Horacio Quiroga, Saki. Solo que se fueron de cuento al incluir sus propios cuentos como ejemplo. Es que la autorreferencia resulta desafortunada en la docencia, ya que suele suscitar una buena dosis de ironía por parte de los infaltables desubicados que buscan desesperadamente que sus cuentos se destaquen, no a cuenta de sus propios méritos, sino por la sensación que causan a través del viejo cuento de la agresión. La editorial es astuta comercialmente, ya que te tienta con el cuento de que cada participante va a escribir un cuento aplicando las técnicas aprendidas en el curso, y entonces ese cuento será publicado en una antología colectiva de cuentos como producto de los encuentros. No hay cuento mejor para quien adora escribir que el prospecto de ver sus letras por fin en un libro de cuentos y su nombre publicado, sea de quien viene con experiencia, o sea de una bloguera - como quien escribe este cuento - o de un arquitecto que escribe cuentos verdes en sus ratos libres, y juro que esos somos muchos, tal vez demasiados.

Es así como tantos pican - y en este cuento no me incluyo - y se creen el cuento chino de que habrá peces gordos supervisando los trabajos y buscando entre los cuentistas al nuevo Borges. Con ese cuento en mente son capaces de matar hasta a su madre si les parece que alguien les puede venir a hacer las sombras del tristemente célebre Grey sobre su propio cuento. Fue una tristeza, aunque no una gran sorpresa, descubrir en este mundillo de los cuentos también tanta vanidad en la hoguera, tanta competitividad al pedo, tanto recelo, tanto morbo, tantas ganas de descalificar el cuento de los demás, en lugar de observar y observarse en el propio, intentando simplemente aprender y mejorar, o, por qué no, gozar - ese verbo del cuento de la vida que tenemos tan olvidado cuando de escribir nuestro cuento se trata, y que tanto sabor le da a todo lo que hacemos en este "cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia", que es tan ruidoso y tan furioso como nosotros lo escribimos. Porque, a fin de cuentas y de cuento, el mundo es el cuento que nosotros escribimos con la pluma de nuestra actitud frente a aquello que somos y que hacemos, seamos escritores, médicos, profesores o vendedores de pan.

Si hay algo que ya he aprendido a cuento de todo esto es a no juzgar los cuentos de los sueños propios ni ajenos. Ya lo decía Calderón, que siempre viene a cuento: "los sueños, sueños son", y si alcanzan para hacer latir a un corazón, valen. Vale soñar con el cuento de ser escritor, pero preparate para el baile que se te viene a cuento. Acá hay una bazofia televisiva que se llama "Bailando por un sueño", y cuando una se embarca en estos cuentos se siente un poco inmersa en eso, pero convengamos que hay bailarines y bailaores, hay formas y formas de bailar y de contar el cuento...

Emergí del salón de la editorial donde estábamos todos ya medio apretados - siendo que los escritores somos bichos más bien solitarios y poco gregarios - respiré hondo y me fui a deambular un rato por calle Corrientes con un ejemplar del libro de cuentos "La Deuda" bajo mi brazo, donde ver mi nombre y mi cuento impresos me sacudió. Mi relato - que no es cuento, según me aclararon los señores coordinadores - se encuentra en la página 89, cosa que a mí no me cuenta nada, pero muchos colegas le habían asignado cierta significación a ese cuento de los números, y se encuentra publicado justo entre un cuento titulado "Cruce de caminos..." y otro bajo el lema "La visión correcta (Machu Picchu)". Y te cuento que es ahí donde me doy cuenta de dónde vengo a estar situada en el camino del cuento de la vida: entre un cruce de caminos y el Machu Picchu, kilómetros de cuento más o menos. Enfilé derechito para una librería donde siempre me paro a mirar la vidriera y a oler ese aroma que despierta tantos cuentos fantásticos en mí, y no pude evitar pelar lápiz y papel para reunir los siguientes ingredientes para este cuento que te estoy contando y que de cuento no tiene nada: 




Arriba de todo

* "Los 15 escalones del liderazgo, Mis valores en el fútbol y en la vida", Javier Mascherano y (chiquitito) Nicolás Miguelez ($199)

* "Cerati, La biografía", Juan Morris ($299)

* "878 Cócteles, Recetas e historias del bar de Buenos Aires", Flor Capella y Julián Díaz ($244)



En los estantes centrales

* Florencia Bonelli, "La tierra sin mal" ($379!!!) 


(La Bonelli merece post aparte...)

* E.L. James, "50 sombras de Grey contada por Christian" ($329!!!)


(Contada por Christian???!!!)



 Abajo y en lo oscuro...

* "Los diarios de Kafka" ($185)
* Roberto Arlt, "Cuentos Completos" ($140)
* Harper Lee, "Matar un ruiseñor" ($79)



Y este cuento termina acá, como era de esperar, sin ningún gran remate ni vuelta de tuerca. Me volví a casa, rascándome la cabeza, con el cuento de los cuentos bajo el brazo y con muchas ganas de leer a todos los libros del oscuro y devaluado estante de abajo, con quienes, seguro, estoy en deuda.








A boca de jarro

martes, 27 de octubre de 2015

Ahínco



ahínco.

(De ahincar).

1. m. Eficacia, empeño o diligencia grande con que se hace o solicita algo.


Real Academia Española





Yo escribo.

Yo, escribo.

  Yo, escribo...

Yo escribo:

¡Yo escribo!

Yo, ¡escribo!

¡Yo! Escribo...

¿Yo escribo?

Yo, ¿escribo?

¿Yo? Escribo...

Escribo con ahínco.

Escribo con ahínco...

¿Escribo con ahínco?

¡Escribo con ahínco!

Escribo... ¿con ahínco?

Escribo... ¡con ahínco!

Escribo: con ahínco.

Escribo con: ahínco.



Esta humorada con las palabras me la permito para celebrar el humor del escritor Pedro Fabelo, quien ha tenido a bien otorgarme el reconocimiento  Ahínco que además llega justo en el momento en que el jarro ha sobrepasado los 300 seguidores. Esperemos que después de esto no se me piante ninguno y aprovechemos para celebrar el acontecimiento numerológico del año. Había prometido que cuando sucediera, tiraría el jarro por la ventana, pero la verdad es que, llegado el momento de cumplir esas promesas que se hacen a bocajarro, y con toda esta gente linda que se ha sido sumando, me daría mucha pena hacer algo así. Si de algo sirven estos mimos es para dar más ganas de seguir adelante llenando el jarro. Y ahora paso a cumplimentar las condiciones del premio, que nada es gratis en este mundo, ni el agua para llenar jarros...


Al recibir el reconocimiento Ahínco se deberá:

-Agradecer públicamente a la persona que te ha nominado. 
- Nominar a cinco blogueros que reúnan las condiciones citadas en la descripción del premio, es decir, que se dedican con ardor al trabajo de creación literaria.
-Notificar a tus nominados.
-Situar el logo en tu blog.
-Explicar por qué deseas compartir tus escritos.

Para esta última consigna, voy a tomarme la licencia de citar al mismísimo Pedro Fabelo:



- ¿Por qué escribo? Porque me gusta escribir (...) Me gusta escribir porque es lo mejor que sé hacer. (...) Me gusta escribir para transmitir emociones. Me gusta sentir el afecto de la gente que me lee y que le gusta lo que escribo y cómo lo escribo. Me gusta escarbar en las profundidades del océano de mi mente y extraer de allí esos pequeños tesoros que llevan tiempo aguardando en silencio que los rescaten y los saque a la superficie. Me gusta escribir porque me hace sentir vivo. Me gusta escribir porque me pone contento. Y también triste. Y también eufórico. Y también melancólico. Me gusta escribir porque siento, deseo, necesito hacerlo. (...) Me gusta escribir porque en el proceso creativo encuentro por fin la paz que no hallo en el mundo real. Me gusta escribir porque al fin descubrí para qué vine al mundo."


Pedro Fabelo, Absurdamente, Antología del absurdo, "¿Por qué escribo?".



 ¡Muchas gracias, Pedro!




Mis cinco nominaciones go to:



- Flora Rodriguez, Entre Altibajos

- Juantobe, Edupsique.

- Eva Mercader, La ciudad esmeralda

- Maríjose  Luque Fernández, Sonrisas de Camaleón

- María Antonia Mafar, Mi mnemosine mafar







A boca de jarro



jueves, 22 de octubre de 2015

Soltate el pelo

Gustav Klimt, Danaë

Y como esta tarde se prepara para la lluvia,
tu cuerpo creció, floreciendo ante mis ojos,
y se preparó para este día.
Sangre bendita, hija mía, 
que anuncia tus frutos,
días futuros en los que encarnarás 
tu ser mujer.
Bendito sea este día.



                                           


Dos pajaritos se posaron en mi ventana
Me dijeron que no te preocuparas
Tu verano llegó con perfume a canela, tan dulce,
 las nenas saltan a la cuerda en la vereda

Tal vez a veces
Nos equivocamos, no pasa nada
Cuanto más cambian las cosas
Más se empeñan en ser las mismas
No lo dudes


Poné tus discos
Contame cuál es tu favorito
Dale, soltate el pelo
Calzate tus jeans desgastados
Te ayudo a alcanzar tus sueños
Vas a encontrarte a vos misma
en algún lugar, de alguna manera


(Traducción y adaptación de un fragmento de 
"Put your records on", por Corinne Bailey Rae)


Corinne Bailey Rae - Put Your Records On


A boca de jarro

lunes, 19 de octubre de 2015

Días de alto vuelo



Hay días en los que arde magia,
en los que llueve alegría,
en los que la vida emana
su claridad meridiana
y se me florece su mejor profecía.

Hay días en los que atisbo
la luz en mi propio abismo,
en los que todo es promesa,
en los que siento certeza,
días que libran la piedra.

Hay días en los que tus manos
crean un teclado
 y tocan para mí
aquella melodía
que sabía mía.

Días en los que camino a ritmo.
Días que se me hacen cluecos
pero de los huevos
de empollar los versos
dentro de mi pecho.

Días en los que me río
del revés del reino,
en los que no freno
si me pega el viento,
días de alto vuelo.




A boca de jarro

viernes, 16 de octubre de 2015

Los eskejos

Not to be Reproduced (La reproduction interdite, 1937) , René Magritte


En esta tierra mía donde justo se vinieron a bajar del barco mis abuelos, hace rato que hemos dejado de tener espejos para pasar a tener eskejos. Los eskejos son en apariencia iguales a los espejos que solían tener colgando de las paredes, en el baño y adentro de sus roperos mis abuelos, sólo que en los eskejos que tenemos en casa ahora se produce un fenómeno notable que paso a explicarles. Resulta que en estos eskejos de fabricación cien por ciento argentina se ve distinto. Se cae un botón del sacón, y en este eskejo es como que te vas acostumbrando a verte el sacón sin botón, a punto tal que en poco tiempo te parece que el sacón sin un botón está bueno, que tiene onda. Al tiempo, se te hace una agujero en la manga del mismo sacón al que se le había caído el botón, y se empieza a roer la tela alrededor del orificio, asoman todos los hilitos por ahí, te mirás al eskejo y te parece que igual el sacón queda lindo, que vas a la moda. Pasa un poco más de tiempo, y resulta que el paño del sacón se empieza a brotar en gorollitos que no los sacás ni con el jabón de lavar que te venden por televisión en la tierra de los eskejos para tales mágicos efectos. Te mirás en el eskejo con tu sacón lleno de gorollitos, agujereado, con hilitos y sin botón, y te parece de lo más kitsch. Pasan unos meses más, llega el tiempo de guardar el sacón porque ya llegó el calor, mirás al sacón sin un botón, agujereado, con hilitos y gorollos, lo ponés a contraluz, y notás que el color gris que tenía cuando lo compraste y lo pagaste un ojo de la cara se ha convertido en color ratón. Lo llevás a la tintorería para hacerlo aguantar una temporada más, y aunque la señora tintorera no te promete ningún milagro, te sale un discurso raro, como si estuvieras hablando por kadena nacional, ahí parada, levantando el índice y la voz, toda aireada, muy aseñorada frente al mostrador de la tintorería argentina, un diskurso que dice más o menos kosas como que para qué vas a komprarte un sakón nuevo de likidación si lo ke venden ahora es todo peor que tu sakón, ke te lo cobran kualkier kosa, kada uno lo ke se le kanta la reverenda gana, ke ya la kalidad de antes no se konsigue más y todas esas kosas ke te suelen embargar en una kaskada mental frente a todos tus eskejos. Entonces, ya medio en kaliente komo buena argentina ke sos, dejás al sakón sin un botón, kon un agujero en la manga, lleno de hilitos y gorollitos y kon su nueva tonalidad kolor ratón, pensando que lo vas a pasar a buskar en una semana, vas a pagar otro ojo de la kara por la limpieza en seko y va a terminar kedando igual de choto ke komo lo habías llevado. Te vas de la tintorería kaliente pero tratando de konvencerte de que la señora tintorera debe usar algún produkto mejor ke el jabón de sakar gorollos ke nos venden tan koloridamente aká por televisión, en la tierra de los eskejos, y ke es por eso ke kobra tan karo por la limpieza del sakón. Tal vez el año ke viene, kon un poko de suerte y viento a favor, pensás en kaliente, komo buena argentina kabrona ke sos, te podrás por fin komprar un sakón nuevo. Y si no, serán más eskejos, ké lo karió.



Publicidad : Skip, Kita las pelotitas 




A boca de jarro

jueves, 15 de octubre de 2015

Una buena idea de ... Proust




(Traducción y adaptación de un artículo original de Alain de Botton, en The Independent, Cultura, domingo 23 de octubre de 2011.)

    En el París de los años 20, había un periódico llamado L'Intransigeant que ostentaba cierta reputación de publicar noticias de investigación, chismes urbanos, clasificados variados y editoriales incisivas. También tenía por costumbre lucubrar grandes preguntas y pedirle a las celebridades francesas que enviaran sus respuestas. "¿Cuál piensa que sería la mejor educación para su hija?" fue una. "¿Tiene alguna sugerencia para mejorar la congestión del tránsito parisino?" fue otra.
En el verano de 1922, el periódico formuló una pregunta particularmente elaborada para sus contribuyentes. "Un científico anuncia que llega el fin del mundo. ¿Cómo cree Usted que la gente se comportará desde el momento en que recibe la noticia y el del apocalipsis? ¿Y qué haría Usted en sus últimas horas?"
Las celebridades que respondieron incluían una quiromántica, una actriz, un político, y un solitario y bigotudo novelista que había pasado los últimos catorce años tirado sobre una cama angosta bajo una pila de frazadas escribiendo una novela inusitadamente larga. A partir de la publicación de su primer volumen en 1913, En busca del tiempo perdido había sido exaltada como una obra maestra. La crítica había comparado a Marcel Proust con Shakespeare y Stendhal, y una princesa austriaca le había ofrecido su mano en matrimonio. Entusiasmado por contribuir al periódico, y en el mejor caso un hombre solidario, Proust envió la siguiente respuesta, que bien puede ayudarnos a nosotros a lidiar con nuestras ansiedades apocalípticas: 



"Yo pienso que la vida de pronto nos parecería maravillosa si sintiésemos la amenaza de que vamos a morir mañana, como algunos dicen que sucederá. Piense en cuántos proyectos, viajes, romances, estudios, ella - nuestra vida - nos esconde, ocultos debido a nuestra propia haraganería que, segura de su futuro, los pospone incesantemente.



Pero haga Usted de esta amenaza un imposible y verá qué bella ella se pone nuevamente ¡Ay! Si tan solo el cataclismo pasara de largo esta vez, seguro no nos perderíamos la oportunidad de visitar las nuevas galerías del Louvre, ni de caer a los pies de aquel amor de nuestros sueños, ni de hacer ese viaje a la India.


El cataclismo no sucede y entonces nosotros no hacemos nada de todo eso porque nos encontramos de nuevo en la zona de confort de nuestra vida cotidiana, donde la negligencia adormece el deseo. Aun así, no habríamos necesitado del cataclismo para amar la vida tal como es hoy. Habría bastado con pensar que somos humanos y que la muerte puede llegar esta misma noche."


Marcel Proust


Aquí, una bella lectura de esa respuesta de Proust 
por el actor británico Alan Rickman:




martes, 13 de octubre de 2015

Truman: Somos Vida y Muerte











Todos somos eso: Vida y Muerte. 



 Vida y Muerte nos habitan. 

Son un misterio que nos excede. 




A ciertas alturas del cauce de una 
es preciso ir irrigando la otra,
ir abriendo camino para que las aguas confluyan
en armonía, 
regando la vida que continuará 
fluyendo hacia el mar de la existencia.





Solo aquellos que tienen la certeza de estar cerca de su propia muerte saben cuáles son aquellas pequeñas cosas por las que vale la pena vivir la propia vida.




Un verdadero aprendiz de su propia muerte sabe dar 
valiosas lecciones acerca de cómo vivir la propia vida.


Es posible que sea más fácil aprender a morir 
que aprender a vivir. 



Sería buenísimo que la muerte nos sorprendiera tan gratamente como me ha sorprendido el libro, el tono, el ritmo y el final de esta buenísima película que es "Truman", del director catalán Cesc Gay. Sería buenísimo que todos pudiéramos ser tan sensatos cuando nos llegue la hora del último viaje como es Julián, el personaje que interpreta, de manera soberbia, Ricardo Darín. Sería buenísimo que tuviésemos la lucidez de decidir cómo queremos vivir nuestros últimos días sin joderle la vida a nadie y que arreglásemos nosotros mismos lo que deseamos se haga con nuestros restos mortales, aun siendo incapaces de concebir esa última transformación. Sería buenísimo que todos intentáramos acompañar a nuestros amigos y seres queridos en el abordaje de la partida como lo hace el sobrio y medido Tomás, interpretado por un brillante Javier Cámara, un ser que irradia todos sus sentimientos a través de la mirada y que, desde el amor y la admiración, respeta y ennoblece la inobjetable lucha de su amigo por morir con dignidad. Sería buenísimo que en nuestra propia película vital pudiésemos hablar a bocajarro de nuestra propia muerte como propone adultamente Gay, sin dramatismo, con una pizca de humor, con honestidad y sin pasar facturas impagas a nadie, mucho menos a nosotros mismos. "Truman" es una película buenísima, una de esas rarezas cinematográficas de inusitada belleza donde lo mejor es que el perro es protagonista sin comerse la película.




Reflexiones suscitadas por la película "Truman".




“…Pudieras, renaciendo en la vejez,
ver cálida tu sangre que se enfría.”

William Shakespeare

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