domingo, 29 de mayo de 2011

El amor y la lógica

  
                                                       
                                         
  Cuánto lamento no haber dado con una versión subtitulada al español de esta buena adaptación del cuento corto a un cortometraje del original del escritor y humorista estadounidense Max Shulman, que leímos con mis alumnos avanzados de Proficiency, y que tienen que ver como tarea para el martes. Se titula  "Love is a fallacy" ("El amor es una falacia")  , y demuestra que la lógica, "el arte del pensamiento", no puede ni debe ser aplacada a cuestiones amorosas. Buenas actuaciones de actores jóvenes, e interesante adaptación de la historia que se desarrolla originalmente en los años 50, la época del swing, pero que, traída a nuestros días, probablemente les guste más a mis alumnos. Para los que puedan verla y disfrutarla sin subtítulos y para mis alumnos, aquí va:



                                            


  Para seguir pensando, les dí un par de obras para leer, que analizaremos el martes: este poema de Percy  Bysshe Shelley ...


Love´s Philosophy

I


The fountains mingle with the river,
And the rivers with the ocean;
The winds of heaven mix forever,
With a sweet emotion;
Nothing in the world is single;
All things by a law divine
In one another's being mingle;--
Why not I with thine?    



II   
                                                                        
See! the mountains kiss high heaven,
And the waves clasp one another;
No sister flower would be forgiven,
If it disdained it's brother;
And the sunlight clasps the earth,
And the moonbeams kiss the sea;--
What are all these kissings worth,
If thou kiss not me?


Filosofía del amor

I


Las fuentes se unen con el río
y los ríos con el Océano.
Los vientos celestes se mezclan
por siempre con calma emoción.
Nada es singular en el mundo:
todo por una ley divina
se encuentra y funde en un espíritu.

¿Por qué no el mío con el tuyo?


II


Las montañas besan el Cielo,
las olas se engarzan una a otra.
¿Qué flor sería perdonada
si menospreciase a su hermano?
La luz del sol ciñe a la tierra
y la luna besa a los mares:
¿para qué esta dulce tarea
si luego tú ya no me besas?

Versión  en español de Juan Abeleira



 


   Y el maravilloso y "tramposo" soneto de William Shakespeare Número 116.
       
William Shakespeare, Sonnet 116.

Let me not to the marriage of true minds
Admit impediments: love is not love
Which alters when it alteration finds,
Or bends with the remover to remove.
Oh no! it is an ever-fixèd mark
That looks on tempests and is never shaken;
It is the star to every wandering bark,
Whose worth's unknown although his height be taken.
Love's not Time's fool, though rosy lips and cheeks
Within his bending sickle's compass come;
Love alters not with his brief hours and weeks,
But bears it out even to the edge of doom.
     If this be error and upon me proved,
    I never writ, nor no man ever loved.

Déjame que el enlace de dos almas fieles
No admita impedimentos. No es amor el amor 
Que cambia cuando un cambio encuentra, 
O que se adapta con el distanciamiento a distanciarse.
¡Oh, no!, es un faro eternamente fijo que desafía a las tempestades sin nunca estremecerse;
Es la estrella para todo barco sin rumbo,
Cuya valía se desconoce, aun tomando su altura. 
No es amor bufón del Tiempo, aunque los rosados labios y  mejillas corva guadaña sigan:
El amor no varía con sus breves horas y semanas,
Sino que se afianza incluso hasta en el borde del abismo
         Si esto es erróneo y se me puede proba
        Yo nunca nada escribí, ni nadie nunca amó. 

   Traducción tomada del blog: Mis circunstancias y yo misma
miscircunstanciasyyomisma.blogspot.com/.../william-shakespeare-soneto-116 .html 

¡Gracias a quienes ayudaron sin saberlo! Otra vez me nutro de la interacción blogger.
A boca de jarro                              
 


sábado, 28 de mayo de 2011

La promesa del alba... "Mis tardes con Margueritte"

                                                                                      
  Ayer vi "Mis tardes con Margueritte" ("La tête en friche", Francia, 2010, hablada en francés con subtítulos en español), una de esas películas que son poesía pura, que no se olvidan, tanto por su simpleza argumentativa como por sus soberbias actuaciones, y aún más, por la hondura con la que calan en el alma, porque nos encuentran justo en el momento en que necesitábamos verlas. Es una película francesa de Jean Becker, protagonizada y absolutamente "devorada" por la inmensa labor actoral de este robusto y maduro actor que siempre me sorprende: Gerard Depardieu.

  Ante todo, valoro este tipo de cine, ya que, como el inglés, es cine real, con arrugas, panzas, lunares carnosos, e imperfecciones que hacen a los actores mucho más actores, digo, creíbles y convincentes en su impecable desempeño. Y además, por sus múltiples y valiosas enseñanzas. En tres pinceladas se construye ante los ojos del espectador a un personaje que parece tirar por la borda todo lo que uno lee y teme de los libros de psicología: que aún la persona que ha sido menos deseada y amada como hijo y alumno de pequeño, que ha sido físicamente maltratada y burlada por los adultos paternantes, y quien no ha sido tenido en cuenta ni tomado en serio en sus legítimas aspiraciones vitales, puede ser sabio, pleno y amoroso al devenir adulto. Este es el caso del personaje principal, encarnado por Depardieu, Germain, quien vive de changas en un pueblo francés, ocupando una casa rodante  que perteneciera a uno de los amantes de su madre, ubicada en los terrenos que él ha transformado en una huerta cercana a la "casa-no-hogar" habitada por su madre.  
  
  Germain, producto de un amor de "cinco minutos" y ahora adulto, tiene la misma relación con su madre ya vieja y alcohólica que con su madre joven, que le decía abiertamente que no servía para nada y le pegaba, queriendo borrarlo de su confusa y vacía existencia, desprovista e incapaz de amor real por su hijo o por un hombre, debido a esa misma carencia en ella misma. Una mujer aparentemente hueca, capaz de herir con una horquilla a este amante itinerante que les pega a su hijo y luego a ella, y echarlo para siempre de sus vidas. 

  Germain es un tipo que se junta con sus pintorescos amigotes en un restaurante donde las historias de soledad y carencia afectiva se entrelazan, y que se hace tiempo, "apretando el botón de pausa", para ir a comer su baguette de mediodía a una plaza, y disfrutar de observar a las palomas que revolotean y se posan a su alrededor, a quienes bautiza y reconoce, es decir, "paterna". En uno de esos mediodías al sol, conoce a Margueritte , una refinada, menuda y bella anciana, quien se sienta a su lado y entabla una relación maternante con él, admitiendo su sorpresa ante la presencia de un hombre que se haga tiempo para hacer lo mismo que ella hace en su vacía y despreciada ancianidad, vivida en el asilo donde la depositó su familia por resultar un estorbo, es decir, ligar con las palomas. La anciana no trae baguette para nutrirse en el parque, sino libros que atesora. Y comienza a hacer lo que siempre hace, a riesgo de que la tomen por una vieja chiflada: leer en voz alta. Y ahora, con Germain a su lado, lee "La Peste", de Albert Camus, para él. 

  Aquí comenzamos a descubrir, a través de "flashbacks" o "flashes al pasado", las escenas de la vida escolar de Germain que lo convirtieron en un disléxico funcional, y que erróneamente lo hacen creer que él y los libros no se dan, aunque Margueritte reconoce en él al brillante lector "auditivo" que en verdad es, como los niños, que adoran que se les lea en voz alta y así se vinculan con la lectura desde la más tierna infancia, más allá de la dificultosa tarea de hilar palabras que Germain y todo niño padece confrontado a la lectura en un principio, aunque algunos "maestros" lo ignoren o los ridiculicen por esto, como se ve en este caso.

Margueritte dice que "Cuando se guardan libros, siempre se acaba hojeando un par al azar." Y le lee en voz alta, como a ella le gusta, un maravilloso pasaje de "La Peste", que Germain inmediatamente visualiza en el ojo de su mente:

"Puede imaginarse (...) una ciudad sin palomas, sin árboles, ni jardines, donde no se oiga un batir de alas, el crujido de la hojas, un lugar neutro, en otras palabras. El cambio de las estaciones sólo se ve en el cielo, la llegada de la primavera se sabe por la calidad del aire o por los cestos de flores traídos por los jóvenes vendedores de los extrarradios. Una primavera vendida en el mercado."

 Al proseguir con La Peste, Germain parece estar dormido, con los ojos cerrados. Margueritte le pregunta: "¿Duerme?". "No, imagino", responde él. Y comienza a visualizar, asqueado, las infectas ratas que salen de las alcantarillas por millares, y que van a morir hediondas e hinchadas a los cestos de basura de la ciudad apestada del universo simbólico de Camus.

  La lectura prosigue a lo largo de diez días de encuentros en el parque, hasta que, por fin,  concluye:

"Al oír los gritos de alegría que surgían de la ciudad, Rieux recordaba que esta alegría seguía amenazada, pues sabía lo que la mayoría de la muchedumbre ignoraba, y que puede leerse en los libros. Quizás llegue el día, para desgracia y educación de los hombres, en que la peste despierte a sus ratas y las mande a morir en una ciudad feliz."

 Germain describe el efecto de la experiencia literaria comparándolo con el de las drogas, aunque admite nunca haber sido adicto a ninguna de las dos sustancias. Y Margueritte, a pesar de la inicial negativa de un Germain que no se lleva con los libros, le obsequia su libro anotado y subrayado. Los encuentros continúan con la lectura de La promesa del alba, un libro de memorias en el que Romain Gary relata sus años de infancia y juventud a modo de homenaje a su madre, Nina Kacew, a quien, igual que Germain, a pesar de todo el desamor que recibe de ella,  Romain adoraba,  y junto a la que huyó de Moscú en busca de un mundo mejor. Además Margueritte  le obsequia ahora su diccionario, al que describe como "un viaje extraordinario de palabra en palabra", en el que Germain intentará descubrir el significado de las palabras simples y relevantes para él: su propio nombre, por ejemplo, que significa "germano, sajón, vándalo", o Margueritte,"nombre de una flor silvestre": ¡vaya novedades! Descubre que el saber duele, que se está mejor sin él. El saber que los libros le dan lo distancia y enfrenta con la chatura de la vidas de sus amigos, a quienes sigue viendo igualmente, pero ya no hablan el mismo idioma. Germain se convierte en una persona diferente, mejor, y todo su mundo cambia a partir de los libros. Su primera reacción es devolver el diccionario a su dueña, pero finalmente descubre que el significado de las palabras no se aprende de ningún libro (como dice Lucio Mansilla muchas veces en Una excursión a los indios ranqueles), sino de la vida, aunque los libros la potencian y embellecen, por reflejarla y hacer de ella una experiencia universal. Germain es en verdad un artista, que deseaba ser vidriero por el asombro que la causan los vitrales de las iglesias; esculpe, crea vida en su huerta, paterna a su madre y ama a una joven que finalmente desea que la haga madre, aunque él no se siente capaz de  ser padre por haber sido rotulado un fracaso por todas las personas influyentes de su entorno:"¿Qué podría darle yo como padre a un hijo, si apenas terminé la primaria?", se cuestiona. Pero ahora están estas mujeres que lo maternan, que le enseñan que la vida cobra valor y sentido sólo a través del amor, y desde allí es capaz de enfrentar la muerte en parte autopropiciada de su madre, regocijarse con la noticia de su próxima paternidad, y "adoptar" a  Margueritte como la madre que la vida le regaló.

   Hace poco escribí una extensa entrada sobre los "sin-hijos" por elección propia, y lo bueno de elegir no ser padre o madre si uno siente que no es apto para esto o sólo por el "deber ser". Esta película me interpela en mis opiniones, ya que me demuestra que toda vida, más allá de haber sido deseada, cuidada y amparada como merece o no, toda vida es finalmente un "parirse a uno mismo" desde el amor que siempre se encuentra si uno tan sólo se aviene a recoger las margaritas silvestres que ella nos regala.

“Con el amor materno, la vida te hace al alba una promesa que jamás cumple. Después nos vemos obligados a chupar frío hasta el final de nuestros días. Después de él, cada vez que una mujer te abraza y te estrecha contra su corazón, ya no son sino pésames. Siempre volvemos a aullar sobre la tumba de la madre, como un perro abandonado. Nunca más, nunca más, nunca más. Brazos encantadores se juntan alrededor de tu cuello y tiernos labios te hablan de amor, pero tú ya sabes de qué va. Fuiste muy temprano a la fuente y te lo bebiste todo. Cuando vuelves a tener sed, por más que busques por doquier, ya no quedan pozos, sólo hay espejismos. Desde el primer resplandor del alba, has hecho un estudio muy riguroso del amor, y dispones de documentación. Vayas donde vayas, llevas contigo el veneno de las comparaciones, y pasas el tiempo esperando lo que ya recibiste... "

                      Romain Gary (1914-1980)

                                                              

Y te lo dejo para que la veas: a boca de jarro.

P.D.: Esta va para vos, Vale, que como buena alumna me llevaste a redescubrir el valor de tener un diccionario sobre la mesa de luz como un excelente compañero de ruta, y me iluminaste con el significado de la palabra "procrastinación", que en absoluto te define. Y para vos , Ger, la primera persona que me habló de Camus y La peste: ¡gracias a los dos!

viernes, 27 de mayo de 2011

Los Indignados: Aporte tomado de "Bienvenida seas, indignación" por Segio Sinay.

                                                                       

  Me gustaría difundir este valioso aporte de Sergio Sinay que copié desde su sitio http://www.sergiosinay.com, porque yo comparto este sentimiento, y lo siento con respecto a muchos aspectos similares a los que indignan con justa razón a los españoles, en cuanto a mi realidad en la Argentina de hoy.
Estoy con esos españoles con el corazón, porque de España vinieron también indignados y hastiados mis ancestros, quienes  la añoraron por siempre. 


Quiero una España justa y digna, y quiero una Argentina justa y digna. 
¡Comparto y me hermano en la indignación!



     Por la memoria de mis abuelos españoles.



Bienvenida seas, indignación por Sergio Sinay



Confieso que me encanta el nombre conque se bautizaron. Indignados. En tiempos en que predominan otras actitudes, como la indiferencia, la comodidad, el egoísmo, el ventajismo, el utilitarismo, la irresponsabilidad, la hipocresía, la impiedad, qué buena, qué oportuna, qué saludable y qué necesaria es esta resurrección de la indignación encarnada, para empezar, por los españoles. En apenas 35 páginas de un libro pequeño, potente y estimulante, Stéphane Hessel escribe: “miren a su alrededor, encontrarán los hechos que justifiquen su indignación. Encontrarán las situaciones concretas que los llevarán a emprender una acción ciudadana fuerte. ¡Busquen y encontrarán!”. El libro se titula ¡Indignate! y su autor tiene 93 años. Escribe con vigor, con sólidas razones, con una sangre caliente que contrasta con la fría horchata del conformismo que gotea en las venas de tanta gente más joven. Pero ahí están los indignados, de pie, como si hubieran oído a Hessel. Cada tanto en la historia es necesario y urgente desempolvar la indignación. Sobran los motivos. El hambre, la corrupción, los crímenes en nombre de la libertad, el salvataje de los poderosos, los Obama, los Bush, los Blair, los Strauss Kahan, nuestros propios especímenes de ese mismo tipo, los que escriben cartas abiertas desde la genuflexa cercanía del poder inescrupuloso, las manipulaciones mediáticas, el desprecio por la ley, el olvido de deberes elementales, la codicia, la voracidad consumista. Ante todo eso y más, qué buena noticia los indignados. Cada tanto, en la historia, la indignación truena, y no en vano. Nunca es en vano, aunque los ansiosos puedan creer que sí.
La indignación no es mera protesta, no es simple enojo, no es un pasajero malestar. Es más profunda, más sólida. Truena. Es el anuncio de un límite, de que algo se ha colmado. Surge ante lo injusto, ante lo inmoral, ante lo aberrante. Es una fuerza divina (con ella hablaban los dioses del Olimpo). Y produce cambios, devuelve memoria, restaura equilibrios. La sintió Moisés cuando vio a su pueblo adorando el vellocino de oro. Y tronó. Anuncia siempre el final de algo. Bienvenida indignación. Era hora.



¡A boca de jarro!       

jueves, 26 de mayo de 2011

Las palabras pueden ser mágicas... Otro regalo de María Guadalupe Buttera

  María Guadalupe Buttera me regaló esto ... que me dice que debo compartirlo. 


Aquí va...




¡Otro regalo más, y ya van... cientos! 


¡GRACIAS, AMIGA DEL ALMA!

A boca de jarro                                        

miércoles, 25 de mayo de 2011

"CHILD-LESS": EL NO TENER HIJOS...Más enlaces

                                                  


  Nuevamente, gracias a la riqueza interactiva de los blogs, se armó una especie de debate en el popular blog que sigo de Alejandro Rozitchner, http://www.100volando.net/,  a raíz de un artículo que publicó el  lunes 23 de mayo en la sección Opinión de La Nación Digital  titulado "Para qué sirven los hijos". Estoy leyendo a Rozitchner, como ya comenté, lo estoy siguiendo, e hice un taller de escritura con él hace poquito. Me parece un tipo piola que, a través de su inteligencia, es capaz de olfatear el escenario y decir lo que de antemano intuye va a causar sensaciones ambivalentes y generar polémica. Se define como filósofo, y tal vez esto sea acertado, en tanto la tarea del filósofo es de alguna manera generar una fuerte reacción a través de una cosmovisión provocativa que se retroalimenta de la de otros pensadores y de su propia lectura de su realidad y su circunstancia. Y él se lleva todas las palmas en este sentido.
  Rozitchner cita muy a menudo a Nietzsche , un filósofo que deconstruyó las actitudes vitales y morales del individuo, clasificándolas en actitudes positivas o negativas, un pensador que sentenció que "Dios ha muerto", con un sutil estilo y una cosmovisión que, en su momento, emergía como repuesta al desencanto que emanaba de la circunstancia histórica de sus tiempos. Fue quien le dio el puntapié inicial a la llegada del pensamiento existencialista y postmoderno , según el cual, cada uno es libre de optar y responsable por sus elecciones de vida y por la lectura de la vida a la que finalmente accede. Esta posturas filosóficas nos plantean el "para qué" y el "por qué" del ser y el existir, y eso es justamente lo que hace Rozitchner, cuando titula a su artículo "Para qué sirven los hijos", y cuando lo explica en términos más o menos "utilitarios", argumentando que los hijos son para hacernos la ilusión de "retener el tiempo", por eso nos obsesionamos con sacarles millones de fotos; son para que podamos a aprender a amar más y mejor; sirven para asomarnos al misterio de la muerte y asegurarnos una continuación de nuestra existencia  a través de la de ellos; sirven para "revitalizarse" y limar nuestra egolatría o narcisismo; sirven para entender a nuestros propios padres y para descubrir el sentido de la vida . Y, según él, nada de todo esto implica el sacrificio propio o la autopostergación: yo, desde mi humilde realidad de madre de dos hijos, me pregunto cómo lo hace, cómo hace para no autopostergarse y autosacrificarse para así lograr asegurar el bienestar de sus hijos, no sólo en términos materiales, sino en presencia, escucha y acompañamiento que, sin dudas, implican renuncias a cosas que nos gustaría hacer por y para nosotros; cosas tan aparentemente banales como prepararles la leche, que, desde ya, nos quitan tiempo para pensar en el sentido de nuestra propia existencia y mirarnos la pelusa en nuestro ombligo por unos cuantos años. Y él mismo afirma que esto es así, al sentenciar que los hijos "suavizan nuestro narcisismo" antes de concluir diciendo que los hijos no significan una autorenuncia : ¿cómo se suaviza el narcisismo si no es a través de la autorenuncia, de "poner tu vida entre paréntesis"? Y en esto lo cito y me "autocito" en mi entrada: "¡Bienvenido al mundo Simón!" del 10 de mayo, donde incluyo algo que escribí sobre lo que criar significa para mí:
   
                      Criar es: 
                                       "poner tu propia vida 
                entre paréntesis para ser tutor del árbol de la vida de tus hijos
mientras te necesiten: es decir, por mucho tiempo…"


Tener hijos implica inevitablemente ponerlos en el centro del universo para correrte vos de allí, darse a ellos renunciando al propio ego. Para Osho, otro pensador que Rozitchner cita a menudo, y que yo también leo y leí, la clave de la felicidad y la realización vitales está en la desintegración del ego, y en el vivir solamente el presente. Pero no sé si Osho tuvo hijos... y si los tuvo, cuánto los paternó entre tanta meditación y práctica espiritual que se comercializa y vende que da gusto.
Todo blog se alimenta de comentarios, y hubo varios comentarios como reacción a este artículo en el blog de Alejandro. Hubo uno que incitó mi respuesta: el de Ramiro. Ramiro retruca que los hijos en verdad sirven para cumplir con un mandato social y para asegurarnos los cuidados que necesitaremos de viejos. También Ramiro piensa en los hijos desde una "postura utilitaria", pero expresa su pesar ante lo que seguramente vive como en estigma social que es muy real aún hoy, en pleno siglo XXI:  el estigma que carga quien decide no tener hijos. Es innegable que en buena parte del mundo occidental, los roles sexuales están aún bastante estereotipados, a pesar de la revolución feminista, y todo lo que no responda al estereotipo se verá como "disfuncional", término que usan y abusan los psicólogos.
A Ramiro le contesta, si no me equivoco, Ricardo, la primera persona en comentarme en mi blog y en alentarme a seguir escribiendo, a quien le estaré siempre agradecida, bajo su seudónimo blogger de "Delivery Post-Crucifixion" quien también se autodefine como filósofo, y quien hace una defensa y alabanza de las ideas vertidas por Rozitchner, aunque se ve obligado a escribir otro comentario para aclararle a Ramiro que tener hijos es "una elección existencial", y que él respeta a quien decide no tenerlos.
Yo, por mi parte, no quiero ni hacer apología ni denostar ninguna postura o circunstancia vital con respecto al tener o al no tener hijos: y no es que me lavo las manos. Acuerdo con Rozitchner cuando dice que tener hijos es algo maravilloso, pero no por todas las razones que él enumera, sino porque los hijos son Vida, los hijos son el Dios en el que yo sí creo, y, como dice el genial Khalil Gibran en un fragmento de "El Profeta":
       
Tus hijos no son tus hijos,
son los hijos de la vida, deseosa de sí misma.

Vienen a través de ti, pero no vienen
de ti.
Y aunque están contigo                         
no te pertenecen.

Puedes darles tu amor,
pero no tus pensamientos.
Porque ellos tienen
sus propios pensamientos.

Puedes albergar y cuidar sus cuerpos, 
pero no sus almas.

Porque sus almas habitan
en la casa del mañana,
que tu no puedes visitar
ni siquiera en sueños.

Puedes esforzarte en ser como ellos,
pero no busques hacerlos iguales a ti.
Porque la vida no retrocede
ni se entretiene con el ayer.

Ustedes son el arco
en el que vuestros hijos,
como flechas vivientes,
son impulsados hacia adelante.

Dejad, alegremente,
que la mano del Arquero
sea para la alegría.

A propósito de la alegría que me suscitó el cumpleaños de mi hijo mayor, reflexioné yo también acerca de lo maravilloso de tener hijos, y también escribí una vez, y esto se puede leer en los textos que incluyo en el sector de la derecha del blog, "el sector ilustrativo", una reflexión propia sobre los hijos. Hace poco también, el 24 de abril, día del cumpleaños de mi hija menor, el genial y erudito Sergio Sinay contesta la carta de una lectora en La Nación Revista acerca del desencantamiento que ella expresa por no haberse "realizado" como se esperaba socialmente de ella: como madre. Sinay cita en ese riquísimo aporte, titulado "Todos somos fecundos", a un brillante y valiente ensayo escrito en inglés por Laurie Lisle:"Without Child: Challenging the Stigma of Childnessness" ("Sin hijo : Desafiando el estigma de no tener hijos"), Ballentine Books, 1996. La verdad es que les debía un aporte sobre este ensayo a un par de mujeres que comentaron mi entrada sobre mi celebración y recuerdo del tener a mi hijo mayor, ya que ellas dicen entenderme y me felicitan por lo que transmito, y no tienen hijos. En el caso de una de las dos, a quien conozco en profundidad, el tema pasa y pasó por una decisión personal inteligente, meditada y totalmente altruista. Se puede, y creo que se debe, elegir no tener hijos, si uno siente que no va a ser apto para criarlos. No somos animales. Y el tema del instinto maternal y paternal ya está bajo la lupa de los estudiosos hace rato, tanto como el instinto de conservación de la especie, que a esta altura de la civilización, nos juega en contra más que a favor, por la superpoblación que nos aqueja; y si no, miren lo que sucede en Europa o en Japón, donde se elige o se coarta la posibilidad de los hijos, desde un punto de vista hedonista, en el caso de Europa, donde las "DINKY couples" (Double Income No Kids: Doble Ingreso Sin Hijos), prefieren disfrutar del consumo y autorrealizarse en lo laboral o lo intelectual en lugar de cargarse con la crianza; o, como en el caso oriental, donde no hay más lugar para nadie, entonces han llegado hasta el extremo de regular que cada familia (léase pareja con un hijo como mucho, y si no te multan), sólo puede tener un perro, por ejemplo. Interesante...
Lisle es una mujer inteligente y valiente, como mi amiga, pero sufriente, por eso necesita confrontar lo que siente que se espera de ella del afuera, igual que mi amiga. Habla con total honestidad intelectual y emocional del sentimiento que nos embarga de "ambivalencia a "madres" y "no-madres" por igual" acerca de nuestros roles. Se alza como portavoz de una minoría malentendida y mal vista, como las solteronas de antaño, que siente que es percibida como "egoísta", y desde ese sentir hace un brillante aporte autobiográfico, sociológico, psicológico y literario a la humanidad, aunque tal vez no figure en la lista de bestsellers, en tanto intenta, y estimo, consigue, saltar la brecha entre los "con-hijos" y los "sin-hijos". Es un libro que es un placer leer, y que entrelaza la narrativa personal con variados ejemplos de lo que ella denomina "chidlessness"( y aquí tendría que acuñar un sustantivo en español, pero la mejor transferencia sería "la condición de no tener hijos"), y las reacciones del entorno social a esa condición, ya sea por elección o por defecto, digo, por la incapacidad de engendrar hijos que muchos padecen aún deseándolos.
  Lo que yo puedo aportar sin ser filósofa, ni Lisle, ni Sinay, sino mujer y madre pensante y sensible, a un hombre que expresa ese misma sensación de estigmatización social y que cuestiona el "por qué" del "deber ser", es que procrear puede adoptar múltiples formas que no necesariamente incluyen hijos. Por empezar, parimos nuestra propia vida, y encarnamos su misterio desde el momento en que somos hijos. Desde ese rol, tenemos que, tarde o temprano, paternar o maternar a nuestros padres, o a otros seres humanos que elegimos "como hijos", desde lo psicológico y filosófico hasta lo material y espiritual, en honra del respeto que les debemos, y en esos cuidados a los que alude Ramiro, que son un sabio mandato Bíblico. Paternamos y maternamos vida en la forma de trabajo, creación, vínculos, mascotas, plantas... la lista es infinita, creo. Los ejemplos de vidas fecundas sin hijos abundan: Jesucristo (¡y no me vengan con que los tuvo!), María Teresa de Calcuta, Juan Pablo II, Anselm Grün, Jorge Luis Borges, María Elena Walsh, etc, etc, etc. Vidas maternantes y paternantes hiperfecundas y sin hijos biológicos.  Y, como bien dice Sinay, es válido encontrar la autorealización en todo o en algo de todo eso, si no se elige o no se puede tener hijos. 
   Pero es cierto lo que Ramiro expresa acerca de la presión social que está puesta allí, y en muchos otros lados: cuando sos soltero/a, te preguntan:"¿No tenés novio/a, vos?". Cuando tenés novio/a, te preguntan: "¿No te casás, vos?".  Cuando te casás, la pregunta es: "¿Para cuándo el bebé, che?". Y cuando por fin tenés un bebé, la pregunta es "¿Para cuándo la parejita, eh?". Y entre las celebrediades de Hollywwod, la pregunta será: "¿Cuando adoptás a un Camboyano?"...
Hay presión social. Yo la sentí. Por eso entiendo a Ramiro y empatizo con su postura, aunque tengo hijos, y sé que es maravilloso. Como diría Rozitchner, en su último libro, "Ganas de vivir", de Sudamericana, 2011, la diferencia nos hace iguales, en tanto es un rasgo en común, pero no debe ser acallada
   Y para concluir, quisiera blanquear  otra sensación, no tan maravillosa, que me inunda cuando leo reflexiones de padres y madres de hoy en sus disquisiciones sobre la maternidad y la paternidad. Siento, lisa y llanamente, que no tienen la valentía de blanquear la ambivalencia que expresa Lisle, y otras autoras que ya leí por sentirme un tanto solitaria en mi sentir, como María José Eyras en "La maternidad sin máscaras: Un testimonio sincero sobre la encrucijada de criar hijos", publicado por Temas de Hoy, o Clara Coria, Anna Freixas y Susana Covas, en "Los cambios en la vida de las mujeres:  Temores, mitos y estrategias" de Editorial Paidós;  mujeres que, en definitiva, expresan lo que también sentimos los "con-hijos", aparte de la maravilla: el sentir muchas veces que son "un grillete más que un barrilete que nos permite volar" (aquí cito a un varón, Ramiro : cito a mi obstetra Mario Sebastiani en su libro, que me recomendó comprar mientras fui su paciente, "Embarazo dulce espera?" de Paidós,  y que  obviamente no te recomiendo). Es el sentir que los hijos nos limitan en nuestra total autorrealización como así también nos plenifican, que nos acotan en muchos sentidos, y nos enriquecen, y nos potencian en otros tantos. Los padres que no se permiten ese sinceramiento, el del lado oscuro, el que mis admirados Carl Jung, Anselm Grün y mi maestra de crianza Jungiana, Laura Gutman, explicarían en términos de las luces y las sombras que todos encarnamos y que a todos nos habitan, también está mal visto,  y conlleva cierto estigma. Gutman en realidad echa tanta claridad sobre esto que dice que es gracias a los hijos que logramos enfrentarnos con nuestra propia sombra y acceder a la posibilidad de ACEPTARLA. 
  Yo siento que nos hemos ido a un extremo en el tema de lo maravilloso de traer hijos al mundo, sin permitirnos, como hace Joan Manuel Serrat en su famosa canción, decir sin culpa que nos joden bastante muchas más veces de las que quisiéramos, en tanto nos descolocan e incomodan también, y no nos damos permiso para decirlo en voz alta por sentir que es feo. Pero es cierto: hay fealdad dentro nuestro, por más hijos que traigamos al mundo, y por mucho que los amemos, como de hecho yo los amo.  Y blanquearlo nos hace mejores padres, en tanto nos hace mejores personas, honestos con nosotros mismos. Como también nos hace mejores personas decidir a conciencia no tenerlos, si para nosotros tenerlos es meramente cumplir con otro mandato social más, y pensamos que traer hijos al mundo no es nuestra aspiración vital más profunda. Cuando hombres y mujeres tienen hijos por que "hay que tener hijos", se dañan, y les hacen un daño a sus hijos que suele dejar huellas indelebles.



                                        Todos somos esto:


                                                    

                                  
   Y con esto concluyo, Ramiro, Alejandra y Lorena. Alejandro dice que no tiene tiempo de leer mi blog, así que a él no le aviso que voy terminando, porque no va a leer esto, como tampoco mayormente responde a los comentarios de sus seguidores en su blog: deja que se geste una especie de foro. Está bien, todo vale, si es la elección consciente que cada uno hace con el regalo más preciado que se nos da: LA VIDA.
    
  
Y te lo digo así, como siempre, a boca de jarro.   

domingo, 22 de mayo de 2011

Más Sting para mi insomnio...

       "Noche Estrellada", Vincent Van Gogh.


  Ya sé que hoy es domingo, es un día para descansar y no para trabajar... Pero cuando el sostén económico de tu familia, sobre todo, de tus hijos, fue despedido, como ya comenté oportunamente celebrando el Día del Trabajo por el despido y la pronta posibilidad de encontrar un nuevo empleo part-time de mi esposo, y por la repercusión que el hecho tuvo y tiene sobre nosotros como familia, se hace difícil hacerle entender a nuestro cerebro que descanse. Por eso estoy con insomnio: me despierto temprano, me desvelo, y entonces me pongo a escribir. También soy reiterativa cuando digo que mi blog me desvela, que esto es terapéutico, en tanto me permite trabajar, elaborar el duelo que este despido conlleva y que hacemos mucho por superar, y seguir en la búsqueda de caminos.
  Dormir también es un tema del que ya escribí, y en realidad creo que merece un libro entero... Mi hija padeció insomnio el pasado año, y yo, naturalmente, ya padecí insomnio en otras circunstancias puntuales de mi vida, y se que ésta es una más, y que pasará, y que vendrán otras. Me amigué con el insomnio, lo trato amable y pacientemente, lo llevo lo más creativa y silenciosamente posible (digo esto en voz bajita, porque intento no despertar a nadie de los tres que duermen mientras yo escribo...), y dejarlo que esté hasta que un día se vaya, como ya pasó otras veces, sabiendo que  inevitablemente volverá. Procuro tratarlo con siestas, arte y vida. Trato de pensar en todos los laburantes que se despiertan a estas horas de la madrugrada, como mis vecinos, el panadero, el diariero, el colectivero que pasa por la esquina, y me siento una laburante del alba más, que ya está despuntando en mi ventana.
  Además del insomnio, el despido hizo que yo reabriera un blog que consistía de una sóla entrada, y que produjo muchas más, y que crece fecundo y se agiganta ante mi asombro: es claro que no estoy sola en mis desvelos. Por una razón u otra, la vida adulta nos genera variados motivos para perder el sueño bastante seguido, y hay que tomarlo con calma: es el mundo en que nos toca vivir, y así siempre fue el mundo. 
  Me gustaría poder charlar hoy con familiares ya idos, pero vivos en mí, sobre este tema; preguntarle a mi abuela paterna, mi abuela Maruja, que emigró de su Galicia natal recién casada y dejando a gran parte de su familia directa allí, que perdió a su primer hijo bebé después del viaje en barco, y años más tarde, a su esposo, ya siendo madre de tres hombres en pleno desarrollo de sus carreras y vidas jóvenes, cómo hizo para seguir durmiendo después de todo eso y más que la vida le trajo, y qué tan bien dormía. Me resulta paradójico ver lo que está pasando hoy en España, la tierra de mis ancestros: ¡cuántos desvelos habrá por allí ahora, muchos de los cuales, en aquel entonces, decidieron emigrar a mi tierra! 
  De chica me asustaba un poco la casa de esa abuela, colmada de imágenes religiosas; y ahora, sin embargo, mi casa se parece bastante a aquella, en la abundancia de esas imágenes que acompañan y encienden la luz de la esperanza, así como también en la cantidad de plantas y el cuidado que les dispenso, igual que ella hacía, seguramente como terapia. Mi abuela cocinaba muy bien, sobre todo ricos postres y tortas: lo mío es escribir y "cocinar clases" para mis alumnos, como si fuesen ricas y nutricias tortas. Mi abuela era también muy musical, y cantaba muy bien, y yo hago lo mismo cada vez más, aunque en tiempos en los que sentí una sensación de mayor estabilidad laboral y bonanza económica, dejé de hacerlo: paradojas de lo que creemos "felicidad", y otra de las tantas bendiciones con las que nos colmó este despido que seguro, erróneamente, asociamos con "infelicidad". 
  El pensar en las vicisitudes de las vidas de mis abuelos y en sus formas de encararlas también me ayuda a minimizar las mías: no hay vidas sin problemas, no hay vidas sin desvelos...
  Pero, como  hoy es domingo, e insisto en la creatividad de mi insomnio, y en traer VIDA Y ESPERANZA al hogar en forma de plantas, buenos libros, buenas películas, este fin de semana va dedicado a la  música, a la que le llegó el turno a través de la mínima inversión en un minicomponente que no tuvimos por años. El último había muerto a causa de los dedos toquetones de mi hijo mayor que terminaron con su vida útil, y finalmente decidimos reemplazarlo por uno nuevo, haciendo buen uso del dinero,y dándoselo como regalo de cumple 13 al "destructor de aparatos domésticos" que amamos. Entonces, voy a llenar estas horas de oscuridad con el destello del brillo de esta canción que nombré ayer de Sting: "Fields of Gold". Una vez más, otro grande se me viene a la mente: Carl Jung, y su fabulosa definición de la sombra que nos habita, y que debemos ACEPTAR Y BLANQUEAR para vivir en la luz
  Y con respecto a esta canción, como siempre pasa con los grandes escritos, siento que me habla a mí, ahora, en mi circunstancia. Me gusta el video porque deja ver con absoluta claridad que Sting, el grande, se nutre de los artistas que elige para que lo acompañen, y les da el lugar que merecen: NO LOS DEJA A MERCED DE SU SOMBRA.





                                     

P.D. ESTA BELLA CANCIÓN VA DEDICADA A MI EX-ALUMNA LUCÍA, HIJA DE MI ENTRAÑABLE COMPAÑERA GRACIELA, QUE AYER FUE MAMÁ DE UN "LEÓN", QUE VA A RUGIR FUERTE... ¡MUCHAS FELICIDADES, GENTE QUERIDA!

¡Me la regalo, y se las regalo! 

A boca de jarro 

miércoles, 18 de mayo de 2011

Hoy estoy de cumple de hijo!!!


Hoy, mi hijo mayor, mi primogénito, cumple 13 años, y yo cumplo 13 años como mamá: todo un rito de pasaje, para él y para todos los que lo amamos desde el momento en que asomó al mundo. Fue el primer bebé y niño de la familia después de mi generación, y eso lo hizo especialmente intenso, trascendente e inolvidable. Pesaba 2,100 Kg. Como dijeron sus abuelos, "Un peceto". Yo no sabía lo que era un recién nacido: me parecía totalmente normal, pero las enfermeras y el neonatólogo me decían que era muy chiquito, de bajo peso, que había que cuidarlo mucho, tenerlo en habitaciones con mucho calor, y amamantarlo Y darle complemento: nació hambreado por una placenta envejecida que ya no lo nutría debido a la preclampsia que padecí.

En el momento de la cesárea, cuando por fin, después de velar la noche entera para esperar que se diera el parto natural, o esperar al obstetra que acomodara sus horarios, o las dos cosas, no sé y ya ni me importa, me lo acercaron, me miró fijamente a los ojos, unos ojos llenos de olas color turquesa, los ojos del alma que me re-conocieron, porque ya nos habíamos visto y conocido antes, estoy convencida, aunque no creo en eso de las vidas pasadas. Creo en que nos conocimos en la fuente de la que la Vida emana y  a la que la Vida vuelve después de la muerte del cuerpo: en eso creo. Y a eso lo llamo Dios.


Mi hijo de las entrañas, de mi único gran amor, del deseo... mi primer hijo, primogénito varón... Le susurré que ya tenía un nido calentito esperándolo en casa, al que llegamos eufóricos, convertidos en padres y en familia, mi esposo y yo 5 días después. ¡Qué maravilla es tener un hijo!


El nacimiento de mi primer hijo es la huella más profunda y el momento más feliz y pleno que yo recuerdo en mi existencia. Espero que mi hija menor no se cele si algún día lee esto: supongo que al devenir madre, lo entenderá, y sabrá, porque sabe y no paro de decírselo y demostrárselo en cada detalle, que la amo tanto como a su hermano: no hay diferentes medidas para el amor por los hijos y, agregaría, para el Amor.


   
Era un día de otoño como hoy: soleado y fresco, y el suelo estaba cubierto de hojas doradas y crujientes bajo un lento y gozoso caminar. Y me inundaron sentimientos tiernamente salvajes que me conectaron con la naturaleza, con la verdadera femineidad de la absoluta fusión "hembra-y-cría", sin maquillaje ni depilación ni peluquería y con todo mi cuerpo hecho un flan (como es la maternidad real y no la de las propagandas de televisión), sensaciones que brotaron de mis mamas, de mi mamá presente y acompañando y evocada en un rincón de mi memoria más primaria y remota, y una conección inefable y honda con Dios: ¡Dios estaba ahí!

  
No podía dejar de cantarle entonando melodías que creía olvidadas, y nunca canté tan lindo ni tan afinado, tan en sintonía... No podía dejar de oler ese perfume único, soberbio, de Vida recién nacida, que habría que poder guardar en un frasquito. No podía dejar de mirar y admirar el milagro, de acariciarlo, de colmarlo de besos, de sostenerlo... Muy, muy fuerte y vívido el recuerdo.
    
Esto dá para el libro que sueño con escribir: el libro de mi vida, el que escribimos todos día a día... Esto y todo lo que vino después, y lo que sigue viniendo.
   
Un hijo que se está haciendo hombre, a quien le están asomando pelos, que está mutando, que se siente inseguro y se mira al espejo para encontrarse y des-cubrirse, y que me sigue abrazando fuerte, llenándome de "Te quiero, má", y con quien adoro compartir nuevas aventuras en esta maravillosa travesía por las aguas profundas de la maternidad.

"¡Bendita la luz de tu mirada desde el alma!  
¡Bendita sea tu presencia!"

¡Te amamos y  te deseamos feliz cumpleaños, VARÓN! 

http://youtu.be/CISiowcWb6o


"Bendita la luz" por Maná y Juan Luis Guerra.

     
 ¡¡¡ A boca de jarro!!!                      

martes, 17 de mayo de 2011

Espejos: "Vuela esta canción para tí, Lucía..."

  
      Algunos sabrán que esta es la línea que abre una bella canción de Joan Manuel Serrat, que le cantaba a "la más bella historia de amor que tuve y tendré". Bueno, la única asociación aquí pasa por el nombre, "Lucía". Ayer me enteré que una ex-alumna llamada Lucía, querida alumna e hija de una queridísima colega, está por ser mamá. Y además tengo en el presente el privilegio de guiar a un lujo de alumna especialmente dotada para las lenguas en su aprendizaje de inglés muy avanzado, llamada Lucía Arambasic, que estudia Letras. Para mí, en este momento de mi vida tan especial por tantas cosas, mis alumnas y alumnos adolescentes y jóvenes son una presencia corpórea y etérea con un aura que me remite al espejo de la adolescente y joven adulta que fui. Me hace bien, me llena de ternura, de empatía y de cierta nostalgia evocar esa imagen. Un espejo que me retrotrae a Serrat y a mi intento por tocarlo en la guitarra, a mis vivencias agridulces de adolescente aniñada entre pares desarrolladas ya  y hechas hembras codiciadas, y a mi refugio en la literatura que empecé a descubrir recién entonces, y con la cual tengo una profunda historia de amor, como Serrat con su Lucía. Bueno... resultó haber más de una asociación.
    Ésta Lucía, estudia Letras, y naturalmente asumí que escribía y muy bien. Le propuse enriquecer mi blog con algo de su propia producción literaria, ya que otros de sus compañeros me sugieren esos hermosos cortos que posteo y que tanto me enseñan. Estuvo encantada de aportar. Es más, gracias a esta propuesta, se animó a revelar su aspiración de estudiar inglés a este alto y arduo nivel para poder llegar a leer clásicos de la literatura anglosajona sin diccionario, literatura en la que se quiere especializar. Yo le dije que en verdad ya podía hacerlo con las herramientas lingüísticas bilingües de las que dispone, y que no hacía falta que entendiera todas las palabras ni que usara el diccionario cada cinco minutos: se puede leer en inglés, directo de autor, sin diccionario y disfrutando mucho a este nivel en el que ella está. 
Y hay escritores como Hemingway, Salinger, Steinbeck, y hasta Stevenson, Mary Shelley, Orwell , Huxley o aún tal vez Wilde y el mismísimo Poe (sobre quien ella escribe analizando su impacto sobre Horacio Quiroga), que no taladran con la necesidad del diccionario. Ya le voy a demostrar que esto es así.
     Me remitió también a mi eterno amor por Shakespeare,a quien, como bien me enseñaron, hay que ver en teatro más que leer, y para quien, si lo lees, sin dudas necesitás un buen maestro que sepa llevarte línea por línea como quien me guió a mí a través de tanta genialidad, y la bella poesía de ese pasaje de "As You Like It" o "Como Gustéis" conocido como "The Seven Ages of  Man" ("Las siete edades del hombre"). De acuerdo al bardo, en esa clasificación y maravillosa descripción de las siete edades del hombre en las que "All the world's a stage" ("Todo el mundo es un escenario") y todos, hombres y mujeres, somos "merely players" ("meramente actores"), Lucía estaría ahora encarnando el papel del joven amante, suspirante y lleno de baladas románticas escritas a su amor, o el del soldado altisonante y pronto a darle batalla a la vida. Mientras que su profesora ya asume el rol del juez, con panza abultada y cierto aire de seriedad, lleno de consejos y ejemplos para dar, aunque ninguna de las dos encajamos perfectamente en esta descripción a tono de comedia Shakesperiana, por suerte para nosotras, porque somos personas, no estereotipos ni personajes : somos mujeres de carne y hueso.
     Señoras y señores, "without futher ado" ("sin más rodeos"), les presento a Lucía Arambasic y su comparación entre Quiroga y Poe: una joya a boca de jarro

¡A disfrutarla!
         
                Quiroga y el horror de lo real

Dicen que le tememos a lo que no conocemos. Desde sus comienzos, la humanidad  no ha dudado en acudir a la invención de extraños espíritus, que rondan misteriosamente en la noche,  para dar escalofríos y hacer helar la sangre. Sin embrago, existen excepciones en las que, paradójicamente, la literatura nos muestra que la realidad supera a la ficción en materia de terror. Aquello de lo que deberíamos cuidarnos no se encuentra oculto en un bosque tenebroso, y más que acechar pasea tranquilamente a la luz del día, sin que nadie atine a sospechar su verdadera naturaleza horrorífera.
 Horacio Quiroga jamás se molestó en ocultar el profundo efecto que Edgar Allan Poe había causado sobre sus escritos. Su Decálogo del perfecto cuentista coloca al autor estadounidense en un lugar más que central, al equipararlo en el precepto inicial a un modelo incuestionable de perfección:

        “Cree en un maestro -Poe, Maupassant, Kipling, Chejov- como en Dios mismo.”


Sin duda alguna, la incontenible fantasía creadora de Poe había atrapado la imaginación del uruguayo. Con sus escenarios grotescos y llenos de melancolía, Poe le traía un mundo en el que la psicosis y el mundo de ultratumba corroían  el límite de la realidad, la cual se veía repentinamente poblada de amenazas inquietantes.                                               
    Adepto especialmente a los misterios de la muerte y el más allá, son numerosos los relatos del autor que se dedican a explorar casos límite, en los que el orden natural del universo pareciera revertirse. Recordamos al señor Valdemar, quien por efecto hipnótico queda atrapado por varios días en un limbo entre la conciencia y la inconciencia hasta  llegarle la hora de la muerte, o a Ligeia, cuyo espectro vuelve repetidas veces a su cuerpo, antes de decidirse a abandonar el mundo por última vez. Son éstos estados de ambigüedad entre la vida y la muerte los que resultan más inquietantes para el lector, ya que en ellos los causes de la normalidad prueban ser débiles e inestables, al desbordarse permanentemente hacia lo irreal y lo sobrenatural.                                                                                                    
    Pero, ¿cómo pagar tributo a éste maestro del horror, en una era que reniega de la fantasía para abrazar la precisión de lo real? Las extravagantes invenciones de Poe encajaban a la perfección en el espíritu gótico-romántico del  S XIX, pero estaban completamente fuera de lugar en la avidez de realismo tan típica del S XX. Sin embargo, la maestría literaria de Quiroga nos muestra que no siempre es necesario elevarse por encima de lo real para inquietar al lector, sino que, si se lo examina bajo la luz adecuada,  el más acá  puede resultar tan oscuro y espeluznante como el más allá.                         
    No existe nada tan incuestionablemente real en el mundo como la ley de la naturaleza. En sus escritos, Quiroga retoma a Poe al hacer exactamente lo contrario a su maestro: no es lo sobrenatural, sino la naturaleza misma, la presencia que oscurece y pone en peligro la vida de los hombres, que deben andar siempre con cuidado. El parásito que chupa la vida de Alicia en El almohadón de plumas, la serpiente que muerde al hombre en  A la deriva; no pueden atribuirse estas amenazas a un defasaje en el orden de lo normal, si no que son el resultado de una serie de eventos desafortunados combinados al azar. Es por pura y llana mala suerte que se descansa sobre un almohadón donde se esconde un parásito mortal,  o que se recibe una picadura de yaracacusú al pasear por la selva.                           
     Quiroga no necesita salirse por fuera de lo real para asustarnos, porque lo terrorífico es lo real mismo. La muerte y la destrucción acechan donde menos se lo espera, y se apropian de uno al menor descuido. Una niña sale a pasear y al minuto siguiente es degollada por un grupo de idiotas. Y esto no por maldad, sino porque es su naturaleza misma la que los impulsa a hacerlo. Y lo harían nuevamente, si no tenemos la precaución de no pasear junto a su cerca.   
    Es evidente que Poe y Quiroga compartieron una misma concepción de la condición humana, siempre indefensa y desvalida ante los elementos destructivos que la acechan. Pero, en una época creciente racional, en la que los fantasmas pasan de moda, los relatos de Quiroga más que los de Poe nos dejan con un escalofrío en la nuca y presas del pavor. Porque siempre es posible cerrar le libro, y dejar atrás los extraños espíritus que circulan por sus páginas. Pero es imposible escapar de la realidad.       



Por Lucía Arambasic
 lucia_arambasic@hotmail.com

A mí me enseñaron que el buen maestro es el que pasa la tiza...
"The good teacher hands over the chalk", y no lo hace por probar que es buen maestro, 
lo hace por lo bueno que se obtiene a hacerlo!!!
Gracias Lucía!!!


                                                                                                  


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