lunes, 2 de abril de 2012

La leyenda del pehuén errante


 A mi hijo mayor, que está cursando el segundo año de su bachillerato, le han dado a leer La leyenda del pehuén errante. A su edad, yo comencé a leer libros clásicos de literatura española y argentina regularmente en mis clases de Lengua y Literatura, pero ahora, a mi hijo se le ha solicitado un texto escolar en esta materia que sólo contiene extractos de libros y textos cortos como este. Los adolescentes de la generación de mi hijo en general piensan que leer es un plomo. Y ahora, que ha corrido la versión de que los libros que superan una cierta cantidad de plomo en tinta resultan ser tóxicos y por eso se habría restringido su importación, supongo que la idea quedará reforzada. 

 Hace treinta años hoy, cuando tenía también la edad de mi hijo, me levanté para ir a la escuela y me informaron que estábamos en guerra. Me llenó de perplejidad y angustia. No entendía. Sigo sin entender las guerras, y me llenan de pena las jóvenes vidas que allí se truncaron y perdieron.

 He leído esta leyenda con detenimiento. Estoy conectada con los cambios por los que está atravesando mi hijo adolescente, con el confuso rumbo de los destinos de mi tierra y con los árboles como metáfora de vida, desde lo estacional y lo vivencial. Es una narración simple, llena de poesía, que ofrece varios niveles de lectura. Intentaré transmitirla brevemente. 

 Cuentan los indios de la soberbia Patagonia argentina, que cierta vez una ñuke (madre india) al ver que llegaba el invierno y que su esposo Kalfü-Kir, el gran guerrero, no retornaba al calor de su hogar o ruca (choza araucana), rogó a su hijo que saliera a buscarlo por todo el valle y más allá de las montañas. El koná o joven, provisto  de alimentos y abrigos por su madre, inició la marcha a pesar de las nevadas que se avecinaban. En su camino por el frondoso bosque se encontró con un pehuén, una araucaria patagónica considerada sagrada, y como no podía seguir de largo sin hacerle una ofrenda colgó sus zapatos de unas de sus ramas. 




 Al proseguir su marcha dio con una tribu desconocida que después de recibirlo cordialmente, le robó todo lo que tenía y lo ató de pies y manos para que no pudiese moverse, dejándolo expuesto a la furia de las fieras salvajes. Su madre, que presintió la desgracia, salió a buscarlo, y en el camino encontró los restos de su esposo Kalfü-Kir, y como signo de duelo se cortó los cabellos que cubrían su frente. Luego prosiguió con la búsqueda del muchacho. El koná estaba a punto de expirar cuando de pronto vio en la lejanía a un pehuén y clamó en su angustia, " ¡Oh, si tú fueras mi madre, tú, noble árbol! ¡Ñuke, ven!"




 Fue entonces cuando el pehuén desgarró sus raíces de la tierra y se acercó al joven indio. Lo cubrió con sus ramas, lo defendió de las fieras con sus espinas, lo alimentó con sus frutos y aisló la nieve que caía sobre su cuerpo. Entre tanto, llegó la abnegada mujer y le desató las ligaduras haciéndolo revivir con sus caricias maternales. Agradeció ella al árbol su bondadoso gesto ofrendándole también sus zapatos. Entonces emprendieron el viaje de regreso, acompañados por el pino sagrado hasta dónde fue necesaria su protección. Cuando finalmente llegaron a su ruca, el árbol se detuvo allí con ellos y hundió sus raíces lentamente en el suelo donde se quedaría para siempre brindando su sombra y protección a ese hogar y dando como fruto nuevos brotes. Los ancianos de la tribu dieron al lugar el nombre de Ñuke, porque el hijo así había llamado al árbol en su agonía, y según se cuenta, este nombre fue cambiado al nombre de Neuquén. De las semillas desprendidas, los sabrosos piñones, crecieron árboles que como eran descendientes del árbol sagrado, se multiplicaron tan rápidamente que originaron densos bosques, todos nacidos del árbol madre, que recorrió todo el mundo o Mapu en busca del otro árbol: el pehuén macho con el que se sentía emparentado.





 Recordé al terminar de leer la leyenda junto a mi koná adolescente que en el jardín de mi casa paterna había una bella araucaria que plantamos luego de haber descubierto su esplendor en nuestro primer viaje a la Patagonia argentina. El árbol creció demasiado para nuestro jardín, y sus raíces resquebrajaban la pared medianera, por lo que se tomó la decisión de removerlo. Lloré el día en que sucedió como lloré el día en el que me informaron que estábamos en guerra. Tenía la edad que hoy tiene mi hijo, que por estos tiempos está comenzando a transitar un bosque que, si bien ha cambiado su paisaje, es el bosque que la humanidad ha tenido que atravesar siempre para crecer, exponiéndose a las inclemencias climáticas, a las fieras salvajes, a los maleantes al asecho y los reveses del destino errante. Dicen que los destinos guían a quienes los aceptan, pero arrastran a quien se les resiste. Habrá que aprender de esta madre india a confiar en el sagrado y sabio poder de la naturaleza hasta que por fin llegue el tiempo en el que dé sus frutos.





A boca de jarro

jueves, 29 de marzo de 2012

La poesía del árbol y sus raíces

Imagen de un pehuén, árbol "madre" y sagrado para los mapuches según La Leyenda del pehuén errante.


 Sergio Sinay, a quien reiteradamente he citado y tengo como referente en cuestiones de reflexión sensata y profunda de mi sociedad y de la vida misma, me ha regalado, en su nota en LNR del domingo 25 de marzo, el recuerdo de este poema que leí de adolescente en mi paso por la escuela secundaria sin entenderlo ni apreciarlo como lo hago ahora, desde el lugar de adulta en el que estoy plantada hoy:

SONETO
 
Si para recobrar lo recobrado
debí perder primero lo perdido,
si para conseguir lo conseguido
tuve que soportar lo soportado.
Si para estar ahora enamorado
fue menester haber estado herido,
tengo por bien sufrido lo sufrido,
tengo por bien llorado lo llorado.
Porque después de todo he comprobado
que no se goza bien de lo gozado
sino después de haberlo padecido.
 Porque después de todo he comprendido
que lo que el árbol tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado
 
  Francisco Luis Bernárdez

 Por estos días, ha desmejorado la salud de un miembro de la familia que lleva años postrado, y, sin embargo, ha expresado que se sentía agradecido a la vida por haber permanecido vivo como raíz para disfrutar de lo que el árbol familiar le ha dado de florido. El precio ha sido soportar lo soportado, padecer lo padecido.

 Por estos días también, murió una mascota familiar. Yo jamás he tenido un perro en casa, así que sé muy poco sobre cómo viven y aún menos, sobre cómo mueren. Pregunté y me contaron: empezó a quedarse más quieta, a esconderse, a dejar de alimentarse, hasta que murió. Me impactó la sabia conducta del animal ante el fin de la vida: entregarse mansamente a volver a la tierra.

 Por estos días, además, han comenzado a caer las hojas de los árboles. Hay muchas hojas secas para recoger. Curiosamente, es una tarea doméstica diaria del otoño que no me pesa. Me conecta con el ciclo de la naturaleza que arremete con su curso, que renueva, que prepara, que apacigua y reconforta.

 La repentina llegada del fresco y el sol templado de otoño vigoriza, enraíza una rutina que hace a un fluir que se traduce en un sentir liviano a pesar de los vientos. 

 El momento en que me encuentro enraizada en la vida se me hace como el comienzo del otoño: un tiempo de sol tibio y cálido, una necesidad de estar y de ser protección y alimento para los míos, como una raíz.

 El poema y los hechos así hilvanados me muestran, una vez más, que se debe confiar en la perenne sabiduría de los ciclos de la vida y de la naturaleza. Me embarga la sensación de que somos parte de un entramado y estamos a buen recaudo, bajo un árbol enraizado que nos nutre y nos regala su sombra y su cobijo. Y que todo lo que hacemos, gozamos y padecemos, es nutriente para los brotes tiernos que se alimentan de nosotros, troncos y raíces subterráneas.


A boca de jarro

domingo, 25 de marzo de 2012

El miedo de quien escribe



"A menudo, escribir bien significa prescindir del miedo y la afectación. De hecho, la propia afectación (empezando por calificar de "buenas" determinadas formas de escribir, otras de "malas") tiene mucho que ver con el miedo." 
Stephen King,  Mientras escribo.



Rememoré a raíz de la película "Tan fuerte, tan cerca", ("Extremely loud and incredibly close"), un episodio de mi niñez del que sólo recuerdo el marco, mientras que el relleno lo han provisto mis padres, quienes me lo han relatado muchas veces en el curso de mi vida. Me veo pequeñita sentada en la camilla del consultorio de un médico de cabello entrecano que se me hacía mucho mayor que mi padre, que también es médico, y que me llevó a otro, derrotado en su conocimiento o entendimiento del mal que me aquejaba. Tengo una vaga impresión de haber reparado en ciertos detalles: la bata blanca y larga, una lúgubre sala con un ventanal entreabierto, cierto olor repelente, una estufa encendida, mi madre y mi padre hablando por mí. Eso es todo lo que queda del hecho en mi memoria, lo cual no es poco si tomamos en cuenta que tendría apenas  tres años.

Me cuentan que me había largado a hablar hacía un tiempo, que era locuaz y fluida, y que se admiraban de mi capacidad de expresión: claro, lo cuentan mis padres... Y de golpe, un buen día, amanecí muda. Me interorrogaban y no respondía. Permanecía silente. Y así pasaron algunos días, hasta que mi padre contactó al mejor pediatra de su conocimiento y me llevaron a la consulta, en la cual también me rehusé a contestar verbalmente. Sólo miradas y algún tímido gesto.

El pediatra los tranquilizó, les dijo que no es poco frecuente que ante una situación traumática, que puede ir desde una verdadera tragedia, que no había sufrido como aparentemente sí lo ha hecho el personaje enmudecido que interpreta Max von Sydow en el film, hasta una simple burla por algo que pudiese haber dicho, muchos niños e incluso adultos dejan de hablar. No es algo que sucede a voluntad, sino una respuesta psicológica a algún acontecimiento que nos lastima de un modo u otro cuando la herida sobrepasa el umbral de lo que se considera traumático por cada quien.

Nadie sabe a ciencia cierta, mucho menos yo, qué hizo que enmudeciera. Lo cierto es que a los pocos días comencé a hablar normalmente y nunca más paré, para terminar escribiendo a boca de jarro. Alguna vez, entre tanta psicología que leí de adulta tratando de entender mis emociones, descubrí que episodios de esa naturaleza resultan sentar precedente para otros por los que también he transitado, siempre tratando de comprenderlos y comprenderme, siempre procurando vencer al gigante negro del alma que los origina: el miedo. Leyendo llegué a la sabiduría de Krishnamurti, que dice que: "... sólo es posible no tener miedo si hay conocimiento de uno mismo. El conocimiento de uno mismo es el comienzo de la sabiduría, y ésta es el fin del miedo." Pero por más que lea, de eso estoy muy lejos, precisamente porque es el proceso mismo de pensar, conceptualizar, racionalizar, explicar, indagar, nombrar y verbalizar el miedo lo que más lo alimenta.

Últimamente me sucede que siento cierto miedo también al escribir, o a quedarme sin ideas para hacerlo como alguna vez me quedé muda. Temo que se convierta en algo forzado, temo encontrarme empantanada en terreno seco e infértil y ya no encontrar nada interesante para contar. Nadie más que yo lamentaría tanto la pérdida de esa capacidad que es un desahogo, un acto de creación que me recrea y me alivia, que me conecta con un gozo que me abstrae de realidades de las que necesito desconectarme a menudo para lograr soportarlas.


Los consejos que brinda Stephen King en sus memorias autobiográficas del arte de escribir, que venían recomendados de un taller de escritura, no me han resultado de mayor utilidad,  ya que lo mío no es ficción y jamás será escribir en el sentido que lo es para King y para otros afortunados dotados. Pero su mención del miedo y la afectación, así como el juicio de lo "bueno" y lo "malo", han hecho vibrar una cuerda de empatía que sospecho compartida por todo aquel que intenta comunicarse a través del peso de la palabra escrita. Porque según lo entiende King y lo entiendo yo misma, las palabras tienen peso propio. El miedo es la raíz de la mala escritura, y escribir bien se logra si se deja ir al miedo. El tema es no quedar aplastada por el peso de las palabras.

Sin embargo, para este escritor parece simple: "Las palabras crean frases, las frases párrafos, y a veces los párrafos se aceleran y cobran respiración propia.". Lo importante parece ser seducir a través de la acertada elección de las palabras, de la magia que genera la ilación en el propio oído de quien escribe ante todo, la honestidad y la veracidad de lo que se cuenta ("nadie puede escribir sobre lo que desconoce"), y la capacidad de encontrarse con el germen de una historia  y narrarla transmitiendo sentido y ligando con quien lee.

Así pautado, parece tan sencillo como columpiarse, y sin embargo cuando brota el miedo, puede resultar un tanto más complicado. Conectarse con el disparador que genera el acto de escribir implica estar en sintonía y abierto, escoger las palabras sin afectación, construir las frases y los párrafos que liguen, libre del temor de no llegar a fluir en el juego, es todo un desafío. Quien intente escribir deberá haber leído y leer copiosamente, de acuerdo a los axiomas del autor de Carrie, El Resplandor y Misery, entre otras tantas historias populares y exitosas que han dejado huella en sus lectores, y deberá escribir mucho, aunque esto no asegura que algún día llegará a ser bueno en el arte. Tal vez el miedo a nunca llegar a ser bueno sea lo que hay que dejar ir para encontrarse con el placer de escribir más allá de todo juicio, inclusive y muy especialmente, el propio.

A boca de jarro

miércoles, 21 de marzo de 2012

¡Quién pudiera encontrar el norte para llegar a Islandia!

Vista satelital de Islandia

Llegan noticias del norte sobre Islandia, tierra de hielo. Nos cuentan que va tomando temperatura luego de una crisis financiera en el 2008 que, según informa el periódico, fue causada por la ambición desmedida de sus banqueros y la ilusión de alcanzar una riqueza repentina. Esa película ya le he visto. El país nórdico casi choca contra el iceberg de la bancarrota total, de la que ahora resurge. Según la visión del periodista del diario El País John Carlin, este choque fue evitado gracias a un nuevo liderazgo dominado por las mujeres en casi todos los órdenes y guiado por un concepto clave: la sustentabilidad.

Ya hemos escuchado sobre esta idea hasta el cansancio, aunque los ejemplos de países que la ponen en práctica no abundan. Mientras tanto aquí, en el polo opuesto del mundo, los analistas políticos nos aseguran que hemos perdido el norte. Y, naturalmente, dan ganas de encaramarse al norte y encontrarlo. Según explica el autor del artículo que me ha dejado pensando el cambio ha llegado de la mano de las mujeres:

"Lo que ha ocurrido es que las mujeres se han hecho cargo del país y lo han arreglado. (...)
... esa mujer simboliza una tendencia en Islandia, o, más que una tendencia, una revolución, un golpe de Estado. Desde que se produjo la crisis, y como reacción directa y deliberada ante ella, las mujeres se han adueñado de las palancas del poder, y lo han hecho en los ámbitos que más importan, en los que más influencia se ejerce sobre el destino nacional: el gobierno, la banca y, en creciente medida, las empresas."

Una pequeña isla de apenas unos 320.000 habitantes que ocupaba el primer puesto en el Indice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas enfrentó la bancarrota poniendo al timón a una Primer Ministro mujer, lesbiana declarada, casada y con dos hijos: la primera mujer en la historia de Islandia en ocupar el cargo, Jóhanna Sigurdardóttir. También se resolvió la dimisión del Gobierno establecido, la nacionalización de la banca, la convocatoria de un referéndum que permitió a la población intervenir en las decisiones económicas más trascendentes, la encarcelación de los responsables de la crisis, la modificación de la constitución (llevada a cabo por los propios ciudadanos), y la Iniciativa Islandesa Moderna para Medios, destinada a proteger la libertad de expresión y de información.


Según da cuenta el artículo, marcadamente sexista en favor del poder femenino de planificar a largo plazo, enraizar medidas tendientes al bienestar y velar por el porvenir de los ciudadanos, lo que los islandeses han aprendido desde el 2008 es que, si desean construir, deben ser capaces de vislumbrar el futuro no inmediato, es decir,  los próximos 10 o 20 años, lo cual no parece un gran sacrificio: las mujeres y los hombres al poder hoy podrán disfrutarlo y de hecho ya lo están haciendo.


El ejemplo más visible de dónde ponen el acento a la hora de valorar su patrimonio es la culminación de la construcción de la nueva sala de conciertos de Reykjavik, símbolo de la nueva Islandia. Se trata del primer auditorio nacional de conciertos en la historia de un país con una tradición musical admirable, donde la compañía nacional de ópera representa por estos días La Bohème, de Puccini. La ministra de Ciencia y Cultura, Katrin Jakobsdottir, de apenas 36 años, acaba de reincorporarse de su licencia por maternidad de su tercer hijo, y fue  quien tomó la decisión de seguir adelante con este espléndido edificio de cristales refractarios cuando, al momento de irrumpir la crisis, sólo contaba con los cimientos. Y decidió solventar la obra con fondos públicos, haciendo recortes presupuestarios que implican que hoy la gente trabaje más y gane menos.

No me deja de asombrar la pulcritud: ¡no hay  basura en el piso, ni pintadas, ni rejas!

Por aquí la palabra crisis es moneda corriente desde que tengo memoria. Se nos prometen obras que jamás se ponen en marcha, como el tren bala, pero tenemos trenes que matan como las balas, y todo proyecto queda supeditado a la emergencia del momento, echándole la culpa al que estuvo antes y pasándole la pelota al que viene después. Y esto es cosa de hombres y de mujeres. ¿Cuál es el por qué de seguir adelante con la hazaña  islandesa que la señora Ministra esgrime? 

"En parte, porque había 600 personas involucradas en la obra, en parte, porque llevábamos 40 años hablando de construir una sala de conciertos para nuestra orquesta sinfónica y pensamos que, si no lo hacíamos ahora, nunca lo haríamos, pero también porque pensamos que no seguir con el proyecto daría a la gente la sensación de que se prolongaba la crisis." 

En los países nórdicos, tanto mujeres como hombres ostentan los más altos estándares educativos, producto de profesores rigurosamente capacitados que gozan de una alta estimación y prestigio social por su tarea. Se asumen como países pequeños que necesitan comunicarse, por lo que aprenden idiomas, sobre todo, inglés. Los adultos entre los 25 y los 64 años continúan formándose con algún tipo de curso, con la idea de la formación siempre ligada al progreso, y, como si todo esto fuese poco, son los mejores países para ser padres, con indicadores óptimos de salud y bienestar y con el derecho a permiso por baja maternal paga durante el primer año de vida del menor y 10 semanas de la baja reservadas específicamente para el padre. Los padres nórdicos pueden elegir entre usar un total de 46 semanas de permiso maternal pago, con un goce del 100% de su sueldo, o 56 semanas, con el 80% del sueldo. Y hablamos de sueldos del primer mundo...


Son países donde se concibe al Estado como al gran impulsor de la economía. El nivel de desarrollo económico mantiene el equilibrio del bienestar social con bajas tasas de desempleo. Además, el grado de compromiso social es muy alto, por lo cual le hacen frente a los estragos del capitalismo depredador con una concepción de modernidad cuyos baluartes son la cultura y la educación.

Existen también los lados oscuros: las mujeres encabezan las estadísticas de muertes por violencia de género, a pesar de ser líderes en la lucha por la igualdad de derechos; si bien los derechos en legislación de licencias por maternidad y paternidad son generosos comparados a los de otras latitudes, la tasa de natalidad es baja; Islandia acusa niveles de felicidad relativamente altos, pero también ocupa los primeros puestos en las cifras de suicidios, y tienen que tolerar bajísimas temperaturas y falta de luz por meses.

Así y todo, me hace ilusión la idea de vivir en un lugar como Islandia y regalarme una velada nocturna en el auditorio de Reykjavik, cuando parece reflejar el efecto de una aurora boreal, para disfrutar del arte de La Bohème. Mientras tanto, seguiremos viendo como aquí, ni mujeres ni hombres en el poder encuentran la fórmula para resurgir de las cenizas como el Ave Fénix, porque hemos perdido el norte.


A boca de jarro

domingo, 18 de marzo de 2012

Un rompecabezas




Se pasó el mes de enero armándolo. Lo devoraba. Lo abstraía del despido que había dejado atrás y de la incertidumbre del trabajo que había conseguido. Intentaba hacer con las piezas lo que querría hacer con su vida, que había quedado como un rompecabezas que alguna vez había tenido las piezas firmes en su lugar pero se lo habían pateado. Tenía que empezar de nuevo. En eso estaba. Si hay algo que no le falta es tesón, una feroz obstinación por salir adelante ante cualquier embate.


Cuando apretó el calor, le llegó el turno a las piezas más difíciles: las negras. Sólo se podía guiar por las formas. El color y el diseño ya no auxiliaban. Pero siguió adelante, bajo el fresco del aire acondicionado, en la horas más tórridas de la tarde o después de cenar, cuando le costaba conciliar el sueño de tanto cavilar.

Para esta etapa se ponía una lámpara sobre lo que estaba armado: requería más precisión y concentración. Y era cuestión de prueba y error con muchas piezas. Con las últimas se dejó ayudar. Le dio satisfacción verlo terminado habiendo permitido que se metieran varias manos en el plato.


Ahí quedó. Lo encoló y falta enmarcarlo. Lo quiere para encabezar su nueva oficina. Se lo habíamos regalado cuando estaba buscando un trabajo de día completo, pero no lo empezó hasta que lo encontró.

Está bien elegida la imagen: mirar las cosas desde esa perspectiva te da otra visión. Los que saben de arte dicen que aquí hay puro dominio de un dibujo preciso, minucioso y realista, con una composición que responde a la Ley renacentista de la Divina Proporción. Los tonos ocres de la parte superior, de la piel y la madera, contrastan en perfecto equilibro y armonía con los azules de la límpida bahía, el típico paisaje de Port-Lligat que se convierte en un motivo recurrente en la obra de Dalí. Son mis colores favoritos. Elegimos a Dalí también para él.

La figura de Cristo brilla en la oscuridad de un abismo sobre la tierra. La luz crea un espacio  a la vez íntimo y expansivo, la masa de nubes espesas sirve de intermedio entre los pescadores, que faenan el puerto con total naturalidad, y el Cristo iluminado en la negrura, cuyo rostro se nos niega. En este Cristo no hay rastros de sangre ni heridas ni el menor atisbo de dolor. Desde su cruz irradia una extraña serenidad. Tal vez por eso lo escogimos para él:  un Cristo que con su sacrificio no se expresa como trágico, sino que nos permite encontrar algo de paz. Dalí escribió sobre esta obra: "Quiero pintar un Cristo que sea una pintura con más belleza y alegría que nunca antes haya sido pintado". Y sin saberlo, eso fue precisamente lo que quisimos regalarle.

Se la pasó así suspendido, como el Cristo, en el aire todo un año. Ahora tiene el rompecabezas armado nuevamente. Sin embargo, se lo ve entristecido. Perdió tanto más que el trabajo: se desorientó, se desarraigó, se cansó de empezar de nuevo con el nudo en la garganta sabiendo que puede llegar a pasarle lo mismo y que, a medida que pasa el tiempo, los años le juegan cada vez más en contra. Fue lo que salió después de tanto buscar. Dice que tenemos que alegrarnos de tener trabajo, pero no se lo ve alegre.

Ilumina Zygmunt Bauman con respecto al trabajo en Modernidad Líquida, que leí por y para él:

"Los puertos seguros para amarrar nuestra confianza son pocos y están alejados unos de otros, y la mayor parte del tiempo ella flota vanamente a la deriva a la búsqueda de un muelle a salvo de las tormentas."


Bauman apela a la metáfora de la liquidez, pero cuando se dedica a analizar el paradigma laboral de nuestros tiempos, echa mano a la figura del juego. Intentar rearmar el rompecabezas de la vida es como adentrarse en un juego de azar.

"... estar en el mundo ya no produce la sensación de un encadenamiento de acciones lógicas, consistentes y acumulativas, que están atadas a la ley y responden a ella, sino que empieza a parecerse más a un juego en el que "el mundo exterior" es uno de los jugadores y se comporta como tal, sujetando las cartas contra su pecho. Como en todo juego, los planes para el futuro tienden a ser transitorios, versátiles y volubles, sin un alcance que exceda las próximas jugadas."

Más que nunca se nos ha hecho carne la sensación de lo transitorio y prescindible en nosotros. Como en un juego, nos movemos jugada a jugada, y el futuro se convierte en piezas que habrá que intentar colocar en su debido lugar cuando lleguemos a esas alturas del juego.

Nuestra noción del futuro y nuestra cabida en él es comparable a la imagen del laberinto, en el cual el trabajo y el resto de la vida humana están fragmentados en episodios cerrados en sí mismos:

"Hay que ocuparse de un obstáculo por vez; la vida es una secuencia de episodios. Los caminos de la vida no se enderezan a medida que los recorremos, y una curva bien tomada no es garantía de que la próxima nos resulte igual."


Su leitmotiv siempre ha sido: "Cruzaremos ese puente cuando lleguemos a él." Condice con esta visión de Bauman sobre nuestra realidad. Y sin embargo, no parece haber puentes a la vista. Sólo tenemos un muelle. El puerto ahora somos nosotros, el uno para el otro. Antes, cuando nuestros amarres se nos hacían firmes y confiables puertos, no estábamos tan fuertemente amarrados el uno al otro. Cosas que pasan después de los naufragios de un despido.

A boca de jarro

miércoles, 14 de marzo de 2012

En busca de sentido

                  El combate entre don carnaval y doña cuaresma, Pieter Brueghel el Viejo, 1559.


"En razón de su autotrascendencia, 
el hombre es una esencia en busca de sentido."
                         Ante el vacío existencial, Viktor Frankl.

A veces parece como que los pequeños rituales cotidianos que hacen a nuestra vida diaria se vuelven monótonos, aburridos, carentes de sentido. Se nos habla en los medios o leemos libros de personas que logran hacer trascender sus vidas más allá de los límites de su mortalidad. ¿Quién alguna vez no ha soñado con lograr alcanzar algo grande que lo haga trascender? Y sin embargo, la gran mayoría de nosotros vivimos vidas que se nos hacen pequeñas, anónimas y hasta insignificantes.


Ante el panorama del mundo que nos toca protagonizar, nos sentimos abatidos, empobrecidos, estrechados nuestros horizontes, vaciada nuestra capacidad de soñar, casi enfermos. Viktor Frankl le habla al hombre de hoy desde el siglo XX, y el mensaje que le transmite sigue siendo preciso, contundente y es posible que haya cobrado aún más sentido en nuestro confuso y líquido siglo XXI.


Viktor Emil Frankl, (1905-1998), neurólogo y psiquiatra austríaco, fundador de la Logoterapia y sobreviviente de  varios campos de concentración nazis, incluidos Auschwitz y Dachau, nos alecciona a partir de su experiencia:

"Preocuparse por algo así como el sentido de la existencia humana, dudar de tal sentido o incluso hundirse en la desesperanza ante la supuesta falta de sentido existencial, no es un estado enfermizo,  un fenómeno patológico.(...)
...  no es sólo que la frustración existencial esté lejos de ser algo patológico, sino que lo mismo cabe decir - y con muchísima más razón - de la voluntad misma de sentido. Esta voluntad, esta pretensión humana de una existencia llena, hasta el máxino posible, de sentido, es en sí misma tan poco enfermiza que puede - y debe - movilizársela (...)
Algunas veces no se trata tan sólo de movilizar la voluntad de sentido, sino de despertarla a la vida allí donde ha sido resquebrajada..."
                                                                 
Es un tiempo en el que se nos informa que se agregan al manual de trastornos de la mente más etiquetas y rótulos para lidiar con emociones, estados del alma y características de la personalidad como la tristeza ante las pérdidas, la timidez y la rebeldía, y se cree que la psiquiatría es la respuesta omnipotente a todos nuestros estados, Frankl advierte que es necesario dejar de divinizarla para intentar humanizarla. Es en el momento en el que el hombre atraviesa sus desiertos y se confronta con sus preguntas y dudas cuando se hace más auténtico, más hombre, cuando realmente comienza a comprender y a protagonizar su trascendencia, su grandeza. Sólo al hombre atormenta esta lucidez por la cual se duda de todo sentido. La sanidad reside en la voluntad de la búsqueda. Y advierte, lleno de sentido, que no se debe desvalorizar lo que hay de humano en nosotros. Cabe preguntarse por qué resulta tan atractivo andar etiquetando y buscando salidas farmacológicas y terapéuticas a situaciones que nos hacen transitar el sendero de nuestra más vibrante humanidad: "A nuestros mediocres les causa, al parecer, contento, oír decir que a fin de cuentas Goethe era también un neurótico como vos y como yo, si es que me permiten decirlo así. (Y quien esté libre de neurosis al cien por cien, que tire la primera piedra.)"
 

Según este brillante y apasionado pensador y orador, son cada vez más los que acuden al psiquiatra aquejados de un profundo sentido de vacuidad, a tal punto que él lo considera una "neurosis de masas". Es que no hay instinto que nos dicte qué tenemos que ser o tradiciones que nos marquen el rumbo hacia lo que se debe ser, y ya casi no conectamos con lo que queremos ser. Caemos en el conformismo y la deseperanza. Y la deseperanza, según Frankl, es comparable a una ecuación matemática:


D = S  −P
DESESPERANZA = SUFRIMIENTO − PROPÓSITO

Frankl reivindica la lucha por encontrar la voluntad de salir al encuentro de la actitud acertada para hacerle frente a nuestro destino más que una forma de cambiarlo, y la ecuación cobra sentido. Vivir es aceptar con dignidad el desafío que plantea la vida, con su carga de adversidad, porque nuestra vida tiene un propósito que descubrimos amando, trabajando, creando, y pensando en cómo afrontar el sufrimiento cuando toca. La pregunta no es ¿por qué a mí? sino ¿para qué?

Somos afectados por nuestro entorno, sin dudas, pero gozamos de una capacidad de elección, de libertad espiritual, de independencia mental, incluso en circunstancias terribles. Se nos podrá arrebatar todo, salvo una cosa: la última de las libertades humanas, la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias para decidir nuestro propio rumbo. Sentido no es algo que nace de la propia existencia, sino lo que le hace frente. Vale la pena leer en su legado la pasión y convicción con la que lo explica, para contagiarse de ella y seguir en la perenne búsqueda de sentido transitando los senderos de nuestra extraordinariamente ordinaria vida.

A boca de jarro

domingo, 11 de marzo de 2012

De Piaget, Pavlov y homeschooling...



Según Piaget el pensamiento concreto se desarrolla a partir de los 7 años, cuando el niño puede conocer la realidad que lo circunda y pensar sobre ella estableciendo relaciones a partir de sus sentidos. Los niños de esta edad pueden de este modo comprender que son capaces de agrupar objetos por colores o tamaños, jerarquizarlos de menor a mayor o por orden alfabético, encontrar los opuestos, realizar operaciones matemáticas sobre elementos observables (objetos, ábacos o contadores), etcétera, pero siempre deberán tener presente el objeto a estudiar o a analizar. Esta etapa concreta se extiende hasta los 11 años, momento en el cual comenzará a lograrse el pensamiento abstracto. Durante ella es recomendable que todo lo que se pretenda enseñar al niño pueda ser vinculado con su propia experiencia o, de no ser posible, a partir de imágenes (láminas, videos, películas, etcétera).

No obstante, a alumnos de cuarto grado de entre 8 y 10 años de edad, se les pide que realicen descomposición de cifras en decenas de mil, unidades de mil, centenas, decenas y unidades. Por lo tanto, se les da una cifra tal como 24.957 y el niño deberá reescribirla como 2 decenas de mil, 4 unidades de mil, 9 centenas, 5 decenas, y 7 unidades. ¡Fantástico! Pero, ¿dónde entra el pensamiento concreto?

Será simple concretizar la noción de unidades y decenas, posible la idea de centenas. ¿Cómo hacer concreta, tangible y sensorial la noción de unidades de miles y de decenas de miles? ¿Cómo logramos que este aprendizaje sea significativo para la mente de un niño en etapa del pensamiento concreto?


Mamá quiere ayudar a aprender esto a su niña de 8. ¿Qué hace mamá? Ni videos, ni láminas, ni películas. ¡Eureka: billetes! Mamá toma el dinero que está en casa, y hace pilas de billetes de cien para mostrarle a su inteligente hija, aunque aún pensadora concreta, lo que es una unidad de mil. Pero a mamá le resultará imposible mostrarle lo que son 24 decenas de mil con el efectivo en casa. Si esto fuese posible, no importaría tanto que a la niña le vaya bien y aprenda mucho en la escuela para asegurarle un buen puesto de trabajo en el futuro por el cual reciba como pago decenas de miles de billetes por mes...


Por lo tanto, papá y mamá profesores, que estudiamos a Piaget, lo dejamos a un lado este fin de semana y apelamos a Pavlov para entrenar a nuestra amada hija a resolver sus cuentitas ignorando las etapas del pensamiento en las que creemos porque las constatamos a diario. Vamos entonces a resolver cuentitas que carecen de toda relevancia, sentido y propósito para la vida infantil de mi hija hoy, un domingo soleado de marzo a sus 8 años, cuando está deseosa de jugar en la plaza y andar en su bici al aire y libre.


Hoy mismo, mientras adiestramos a nuestra pensadora concreta por la mañana, repasamos los diarios del domingo el padre y yo y nos encontramos con un interesante artículo en la revista dominical de Clarín, Viva, sobre homeschooling: educación en casa. Se trata de un movimiento bastante controvertido que abarca a un pequeño porcentaje de familias mundialmente, aunque en expansión (se calcula que dos millones de niños son educados así en el mundo hoy, mayormente en Canadá y Estados Unidos), que optan por instruir a sus hijos en casa siguiendo programas prediseñados principalmente por sistemas de derecha cristianos. Según se informa, "el homeschooling reúne corrientes de pensamiento divergentes y hasta incompatibles." En sus comienzos, en la era hippie de los 70, el movimiento reflejaba una pedagogía de corte humanista y liberal, y de hecho las fotos que acompañan al artículo muestran niños y madres que se asemejan en aspecto a aquellos hippies setentosos. Se los ve distendidos, rodeados de materiales concretos, coloridos y atractivos, en salas hogareñas especialmente acondicionadas para el aprendizaje y llenas de sol, acompañados por sus madres, quienes aparentemente se dedican a instruirlos en lugar de llevar adelante sus carreras. Se levantan más tarde que los escolares, al menos cuando ya hay luz solar, y dedican tantas horas al estudio como les demande o les entusiasme, para luego cortar por la tarde y unirse a talleres fuera del hogar de música, arte o costura y clubes deportivos. Para responder a los mandatos legales y recibir el reconocimiento oficial de su aprendizaje, estos niños rinden exámenes libres y, según los testimonios, su rendimiento es bueno. Hay algunos que se adhieren a programas para niños dotados como el diseñado por la prestigiosa Stanford University. Sus padres sostienen que sus hijos reciben educación de calidad de las mejores manos, padres sabios y cariñosos que los conocen en profundidad, y dicen estar "muy en contra de la marea."


Terminamos de leer el artículo y nos ponemos a corregir escritura de números en letras, tema sobre el que tenemos serias dudas lingüísticas a nuestros 43 años y de aplicabilidad a los 8 años, corregimos las multiplicaciones por dos cifras y las divisiones, apelando a la calculadora sin que nuestra pequeña nos pille, y terminamos con un dictado de números al cual le vemos nulo propósito antes de disponernos a preparar el almuerzo familiar del domingo. Después de almorzar, nos tomamos un breve recreo antes de la plaza, la bici y el planchado de uniformes que han de estar listos para mañana a las 6:45 a.m., cuando la tiranía del despertador nos hace saltar de la cama para que nuestros escolares se levanten, se vistan, desayunen y vayan al colegio en nuestra compañía sin llegar más tarde de las 7:25 a.m., y nos preguntamos concretamente si nosotros no hemos también estado haciendo homeschooling part-time por años sin la ayuda de Piaget para que nuestros hijos sean escolarizados en un colegio privado de la ciudad de Buenos Aires al mejor estilo Pavlov.


A boca de jarro

jueves, 8 de marzo de 2012

Ser mujer en el siglo XXI

Lady on the move

Navegando por los mares de internet después de varios días agitados, como da testimonio mi entrada de ayer, me encontré con esta cita de autor desconocido que traduzco del original en inglés y que resume mi sentir con respecto a ser mujer en este siglo que me ha tocado vivir:

" Sueño con una tierra que aún no existe, 
un lugar donde las mujeres sean valoradas
 por su inteligencia y su condición de madres
 y donde las elecciones entre carrera y maternaje
 sean un poco menos arduas."
                                                                                   


Día Internacional de la Mujer

A boca de jarro

miércoles, 7 de marzo de 2012

Repaso escolar



A mis alumnos les lleva meses entender que en inglés no se debe llamar "Miss" a una persona cuyo nombre conocen, en todo caso, podrían llamarme "Miss Paz", lo cual no suena muy sajón, y aún en los países de habla inglesa, a muchos profesores sus alumnos los llaman por su nombre, sin necesidad del "Miss" o "Mister", por lo cual me la paso tratando de animarlos para que me llamen como suelo reconocerme en la vida cotidiana, un "Fer" a secas y ya. Sospecho que a muchos les lleva meses recordar mi nombre, ya que han tenido y tienen una enorme cantidad de profesores distintos. Me toma tanto tiempo instruirlos en esto como en lo más básico del habla inglesa: agregarle un "Please" y un "Thank you" a todo cuanto digan. A mi pregunta de cómo están, deberían contestar "Fine, thank you". Y en verdad deberían devolverme la pregunta como gentileza. A sus pedidos de espera cuando les pregunto si han terminado lo que les he asignado, deberían responder: "Wait, please". Y esto no es solamente porque suena lindo, sino porque es parte del uso comunicativo real de la lengua que están aprendiendo. En un país angloparlante, sonaría mal y poco inglés decir "Wait" a  secas, o no responder al "How are you?" con un "Fine. Thank you. And you?". Un nativo se quedaría con la impresión de que no manejan bien el idioma o de que son redondamente descorteces.

En la sociedad del conocimiento, como la consideran hoy ciertos pedagogos, donde los niños son asumidos por sus padres y maestros como superdotados digitales, autónomos, índigos y cristales, donde los chicos manejan su propia compu, su propio celu, su tablet, su iPad y su MP5 desde tierna edad, hay que intentar barrer con este tipo de desconocimiento de las buenas maneras. Hace un tiempo, no mucho, si no demostrabas respeto e interés por las bondades de las formas en el trato, eras considerado peor que un analfabeto.

Todo esto va de preámbulo para contar que en casa me gusta ser "Má", "Mami", pero cada año que pasa me pesa más tener que ser "la Seño Fer". Y no es que me moleste instruir a mis hijos además de educarlos, prodigarles presencia, atención, afecto y contención emocional, cocinarles y compartir la comida con ellos, comprarles la ropa, plancharla, remendarla, salir en busca de listas interminables de carísimos materiales didácticos que se les solicitan, conseguir turno con el médico para el apto físico escolar, llevarlos al médico, al odontólogo, a inglés, darles el beso de las buenas noches, etc. Lo que me cae mal es el tono con el que se me impone la instrucción desde la carpeta de mi hija que viene de la escuela.

Las maestras parecen no haber aprendido lo que yo tan vehementemente intento enseñar a mis alumnos de inglés: no agregan el "Por favor" al uso del imperativo. Y será que soy quisquillosa, antigua o que hablo inglés, pero me pega mal, para qué mentir. Abrir la carpeta de mi hija para ver qué tiene de tarea, bajo orden de sus maestras de que debe hacerla sola porque ya tiene ocho años y hay que fomentar la autonomía infantil, y encontrarme con el imperativo de "Ejercitar" sin un "Por favor" me pone fula. Sobre todo porque es una contradicción que la misma seño que alienta a los papás a hacer de nuestros hijos seres autónomos, envíe una orden por escrito de "Ejercitar". Y no hace falta ser muy perspicaz para darse cuenta de que el mandato es para mí, "la Seño Fer". ¿Quién si no podría ayudar a mi hija a ejercitar temas que se supone deberían ser repasados en la escuela antes de apresurarse a evaluarlos como temas sabidos habiendo pasado escasos días del comienzo del ciclo y luego de un receso de casi tres meses? Convengamos en que mi hija, como sus compañeros de clase, se ha pasado el verano nadando y jugando, y el agua del natatorio y del mar ha oxidado algunos de sus conocimientos, aunque aprobó el nivel anterior con muy buenas calificaciones. El repaso escolar es un deber de la escuela.

Justamente, en una entrada reciente que recibió comentarios variados, reflexionaba sobre el latiguillo de la autonomía infantil como una forma muy posmoderna de deslindarse de las responsabilidades que les competen a los adultos en la educación e instrucción de los chicos. Aquí tenemos un ejemplo clarísimo, porque "Ejercitar", tal como "Repasar", "Revisar", "Reciclar", "Practicar" y "Diagnosticar los saberes como punto de partida para la enseñanza a realizar", es un deber que le compete a la maestra en el aula, y que se me transfiere sin siquiera mediar un "Por favor". La nota dice textualmente:

"En casa ejercitá: dictado de números. Escritura de números en letras. Comparación de números con signos mayor y menor. Anterior y posterior. Pares e impares. Composición y descomposición de números en u., d., c,. u. de mil y d. de mil. Operaciones matemáticas (suma, resta, multiplicación y división). Resolución de situaciones problemáticas sencillas. Para mañana repasar las tablas en forma oral."

Esto de ejercitar en casa de manera autónoma es realmente una situación problemática compleja a resolver... Aquí debe intervenir "la Seño Fer", además de comprar un cuaderno para ejercitar en casa después de terminar la tarea que hasta ahora se ha focalizado en diseñar carátulas decoradas con figuritas recortadas de revistas didácticas que cuestan un perú en donde buscar y recortar paisajes e imágenes de flora y fauna autóctona para ciencias, colocarlas en un folio plástico, poner nombre a cada hoja de cada carpeta, indicar grado, materia y número de página, forrar y etiquetar libros, identificar claramente todo objeto que va y muchas veces no vuelve del colegio porque no se educa a los alumnos en no quedarse con los objetos ajenos, aparte de tener trabajo dentro y fuera de casa y una vida para vivir. Una lista interminable de deberes en los que la "Seño Fer" tiene que tomar parte activa sabiendo que en muchos de estos formalismos no está la verdadera instrucción, que una carpeta florida y decorada no refleja un mayor o mejor aprendizaje. Y, lo más arduo, lograr que mi hija me vea como a una maestra auxiliar cada tarde y se enfrente con el dilema de obedecer lo que se pregona acerca de la autonomía infantil en gestión escolar desde el aula o seguir el dictado de las órdenes del sentido común de "la Seño Fer" de dejarse ayudar e instruir por ella, quien decodifica las notas de las que se notifica a diario.

Hoy llegó con unas  frases muy inspiradoras acerca de sus derechos y deberes. Me quedo pensando en uno de los derechos que se listan:
 
Yo tengo el derecho de
pedir ayuda cuando no entiendo la tarea ."

El tema sigue siendo la contradicción que se genera en la mente infantil entre la supuesta autonomía que se impone como un deber y el derecho a pedir y recibir ayuda. ¿Y a quién pedir ayuda sino a la "seño Fer"? Todo un trabajo de repaso de la escolaridad nuestra de cada día que siempre me hace ir un poco más allá.


A boca de jarro

domingo, 4 de marzo de 2012

Somos libros vivientes

"Eso es lo que nos ofrece la literatura: un idioma suficientemente poderoso para poder contar cómo son las cosas. No es un lugar donde esconderse. Es un lugar donde encontrar."   

JEANETTE WINTERSON


Preparando material de lectura para mis alumnos de inglés avanzados, me encontré con un ensayo de Jeanette Winterson, una escritora nacida en Manchester, Inglaterra, en 1959. En un breve e intenso texto titulado"A Roof of One's Own" ("Un Techo Propio"), reflexiona sobre sus memorias de la infancia para ahondar en su profunda conexión con los libros y su búsqueda identitaria. Y me impresiona encontrarme en su escrito con ideas que me asaltaron al ver este maravilloso cortometraje de animación premiado con el Oscar, The Fantastic Flying Books of Mr. Morris Lessmore, un corto de apenas quince minutos de duración sobre el amor a los libros, creado por William Joyce y Brandon Oldenburg.

La historia arranca con la llegada de un huracán y su protagonista, el tal Mr. Morris Lessmore ("More is less more..."), un escritor y lector apasionado, descubrirá en los libros la mejor forma de salvarse de los vientos que destrozan su pueblo y arrasan hasta con las letras de su propia obra. Como en una mezcla de El mago de Oz, la película Pixar-Disney Up, el cine mudo de Buster Keaton y Harold Lloyd y los desastres del huracán Katrina, la paradójica magia del film mudo y apto para todo público reivindica el poder de la palabra escrita en tiempos en los que los libros como los conocemos parecen estar a punto de convertirse en piezas de museo.



Hay muchas capas de significado en este corto abiertas al público adulto. En mi caso, les debo a los libros mucho más que el saber. Les debo también, como lo simboliza Winterson y como lo deja entrever el corto, mi propio techo, la contención frente al desamparo que me brindó el testimonio de otras almas que pasaron por catástrofes en las que todo parecía perdido y, sin embargo, llega por fin un día en el que se es capaz de abrir los ojos y volver a encontrar un lugar en el mundo del color.

Todo ser humano intenta escribir su propia historia, algunos lo hacen de manera literal, como Mr. Morris Lessmore en el corto. Y todo ser humano debe enfrentarse con vientos endemoniadamente huracanados que parecen capaces de borrar todo lo escrito hasta el momento de su llegada y dejarnos sin más ideas, sin letras ni colores para seguir creando la historia de nuestra propia vida, sin techo. Algunos llaman a esos vendavales crisis vitales. Cuando arrasan, dejan al mundo patas para arriba y a los ojos como nublados, viéndolo todo gris.

Es el momento de enfrentar un duelo por lo que se ha ido para nunca más volver, que es la persona que habíamos sido antes del sacudón, ni más ni menos. Se elabora muy lentamente, ya que se detienen los relojes, y parece que ya no hay inspiración ni brújula que nos guíe al sendero que habíamos andado hasta que azotó el temporal. Es posible que haya que comenzar a andar uno nuevo, pero uno queda tan vacío y aturdido que es arduo dar con él.


Es preciso redescubrirnos, recrearnos, reconectar con nuestra esencia, aunque los sentidos han perdido su agudeza hasta para olerla. Y los libros pueden rescatarnos y guiarnos para empezar a trazar algunas posibles coordenadas en un mapa moribundo como un libro deshojado. Es en la historia de otros sobrevivientes que se han enfrentado a la sombra que emerge del vendaval y han tenido el coraje de dar testimonio de su paso por el abismo, en la palabra vivida y viva legada por ellos, que incluso pueden ya haber partido, donde poco a poco se encuentra un refugio, un techo, se descubre que uno no es el único que ha pasado por allí y que otros han logrado emerger. Y un buen día, quizá cuando se comprende que cielo e infierno, luz y oscuridad, son las dos caras de la moneda que llamamos vida, asaltan las ganas de hacer nuevamente. Logramos ponernos en marcha y se vuelve a sentir la necesidad de continuar escribiendo esa autobiografía que parecía haber quedado trunca, seca. Se vuelve a ver el mundo en colores alguna tarde de otoño. El sentimiento de confusión e incertidumbre permanece, pero ya se lo sabe compartido, se lo ha enfrentado y se le conoce el rostro, se lo puede nombrar y poner en letras sobre papel.



El cortometraje es un homenaje a lo que hacen los libros por nosotros, y nosotros por ellos al leerlos. Como dice Jeanette Winterson en su singular ensayo:


"Muchas veces me he refugiado en los libros. No concibo al arte como un consuelo, sino que lo imagino como un techo sobre mi cabeza. (...)
Libros. Libros escritos o por escribirse.  Los de otros y los propios. Los libros son un hogar. No hacen un  hogar, son un hogar. (...)
¿Qué cuentan las historias? Que la vida es un viaje a través de un bosque oscuro. Que el alma está en peligro. Que el deber y la pasión destrozan al corazón. Que la belleza es tan buena razón como cualquier otra. Que el entendimiento es único. Que los milagros suceden. (...) Que siempre hay otra oportunidad. Que el amor existe.
Y estas cosas necesitan ser dichas de todas las diferentes formas posibles, de generación en generación, una y otra vez. La conectividad de nuestra historia y de nuestro ADN. Lo que hacemos y lo que somos, ensamblado en el arte. (...)
Nosotros somos el libro viviente."

¡Que disfruten del  corto!



A boca de jarro

jueves, 1 de marzo de 2012

"You is sweet, you is kind, you is important"

"Hoy les digo a ustedes, amigos míos, que a pesar de las dificultades del momento, 
yo aún tengo un sueño."

Martin Luther King. 


Me gustó mucho la historia que nos cuenta "Criadas y señoras" ("The help"), basada en el bestseller de Kathryn Stockett (2009), ya que no sólo podría ocurrir en una pequeña ciudad del sur de los Estados Unidos en los años 60 (Jackson, Mississippi). Su universalidad en cuanto a ciertas verdades sobre la vida de las mujeres de distintas condiciones sociales la hace trasladable a muchos lugares del mundo de hoy, especialmente a aquellos en los que hay grandes distancias entre una clase pudiente y una clase baja trabajadora. A pesar de esta virtud del libro, muchos han odiado la película por su melodrama y otros la han utilizado para generar controversia racial una vez más, ya que consideran que se trata de un cuento más en el que los personajes negros son "salvados" por los blancos o que son empleados como vehículos para alcanzar una vida mejor.


En el contexto que delinea la ficción, las mujeres de clase alta se hacen madres para cumplir con lo que se espera de ellas socialmente por sus propias madres, esposos y círculo social, tercerizan las tareas domésticas al punto de ni siquiera levantarse de una silla para abrir la puerta si alguien llama o preparar algo de comer para el esposo que llega de trabajar. Tienen hijos, pero no ejercen como verdaderas madres. Lo declara vehementemente a su criada negra una niña rubia (y gordita, como recalca su madre) a la que cuida Aibileen Clark, entrañable personaje encarnado por Viola Davis: "Tu eres mi verdadera mamá".



¿Quién es mamá? Mamá es la persona que te conoce, que te registra, que te alimenta, te viste, te peina, te lleva a dormir y vela por vos cuando enfermás, que te hace sentir protegida y, sobre todo, quien te hace saber que "Sos dulce, sos especial, sos importante", aunque lo diga mal, aunque tenga escasa escolarización y aunque tenga la piel de otro color. Estas criadas negras ejercen el rol de madres de las hijas de sus señoras, quienes de muchas formas, son dueñas de sus vidas aunque no de sus destinos, haciéndolas trabajar seis de los siete días de la semana, usar sus propias dependencias sanitarias y dejar a sus propios hijos al cuidado de otras mujeres que toman la posta porque no queda otro remedio. Aunque ya no se las llame criadas y no sean todas negras, la vida de las empleadas domésticas muchas veces se parece bastante a lo que se muestra en esta historia, y se sienten una "posesión". Se impone el eufemismo de "The help" ("Ayuda doméstica"), que da nombre al libro y que se utiliza hasta a nuestros días, cuando en verdad son ellas el pilar y el alma del hogar. Sabemos que donde hay necesidad de apelar a eufemismos es donde se intenta confrontar con alguna verdad a la que no nos gusta mirar. Estas mujeres son las verdaderas amas de esas casas en las que las señoras siguen siendo niñas llenas de pretensiones que no terminan nunca de asumir sus roles adultos y sus vínculos en profundidad, y así transcurren sus días intentando llenar el vacío existencial de sus vidas.

Paralelamente a esta realidad, existe una hermandad de mujeres blancas y negras que no conforman la norma aunque deban pagar el precio con exclusión, violencia y desprecio. Son mujeres que se juegan por la autenticidad y la lealtad y que encuentran un sentido profundo a sus vidas, que trascienden a través de lo que legan por necesidad vital y por amor a sí mismas y a los demás. Ellas son, en definitiva, quienes abren las ventanas al pequeño gran cambio posible, de profundas reverberancias sobre sus propias vidas. Se hermanan más allá de su color o clase social, en su condición de mujeres, con todas las delicias y las amarguras que esta conlleva. Y finalmente, alguna de las que no se animó a enfrentarse con lo que se esperaba socialmente de ella admite: "El coraje a veces se salta una generación..."


En palabras de Victor Frankl "La sociedad de la opulencia sólo satisface necesidades, pero no la voluntad de sentido." El ser humano, en su condición de varón o mujer, "... es capaz de transformar en servicio cualquier situación que, humanamente considerada, no tiene ninguna salida. De ahí que en el sufrimiento se dé una posibilidad de sentido. (...) Al cumplir un sentido, el hombre se realiza a sí mismo." Y también la mujer, para quien el tironeo que conlleva la vocación de realización personal en el mundo del trabajo con el deseo de encarnar el alma de su hogar y su maternidad genera una buena dosis de frustración y dolor aún en pleno siglo XXI. Todo destino se manifiesta y cobra profundo sentido cuando se es capaz de descubrir la voluntad para escribir el libro de nuestra propia historia, que es alimentada por esas amorosas palabras que prodiga una mujer-madre:

"You is sweet, you is kind, you is important."

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