jueves, 24 de diciembre de 2020

La Sagrada Familia

 Esta es la Sagrada Familia nuclear 

que la mayoría hemos aprendido a adorar:


"La familia es sagrada"

rezan quienes todavía hoy la predican, 

y se erigieron bellos templos, 

 - imponentes, subyugantes, cautivantes -,

templos que hoy están cerrados

y vacíos del Dios que cobija al desamor 

y al desamparo,

en nombre de Su Amor...

https://viajes.nationalgeographic.com.es/a/pasado-y-presente-sagrada-familia-barcelona_14381
La Sagrada Familia, Barcelona

Esta es la Sagrada Familia 

que estamos aprendiendo a practicar hace tiempo,

aunque creo que del todo no nos sale:

queda mucho por des y re aprender todavía...



 Siempre está la Sagrada Mano 
que se abre y se tiende 
para Ayudar, que es Educar,
en el Verdadero Amor:




La única familia sagrada 

es la Sagrada Familia 

que cobija a cada ser

desde el Respeto y el Amor 

por su Sagrada Identidad.


Y a esa Familia Sagrada,

que vale armar 

como al pesebre 

que sacamos de una caja olvidada 

en el fondo del ropero de la abuela,

a esa familia vale armarla 

y desarmarla Sagradamente 

y con Sagrada y Absoluta Libertad Personal, 

tal como ya deberíamos haber aprendido

del Emanuel que Hoy nos viene

 para nacer y vivir entre nosotros...





¡Feliz Navidad, 

en familia o soledad, 

como Vos elijas 

o te toque 

en este día!



¡Yo te abrazo 

desde mi  jarro

y que se haga manantial 

de agua bendita!




A boca de jarro


miércoles, 23 de diciembre de 2020

"Te deseo lo suficiente"

 


 ©Carlos Javier Paz



   Hace poco tiempo cuando estaba en el aeropuerto escuché por casualidad a una madre e hija que se estaban despidiendo. Cuando anunciaron la partida del vuelo, ellas se abrazaron y la madre dijo:

- "Te amo y te deseo lo suficiente". 

La hija respondió: 

- "Madre, nuestra vida juntas ha sido más que suficiente. Tu amor es todo lo que he necesitado. También te deseo lo suficiente". 

Ellas se saludaron con un beso y la hija partió.

  La madre pasó muy cerca de donde yo estaba sentada, y noté que ella necesitaba llorar. Traté de no observarla para no invadir su privacidad, pero ella se dirigió hacia mí y me preguntó: 

- "Alguna vez se ha despedido de alguien sabiendo que era para siempre?".

- Sí, lo he hecho - respondí. 

-Perdón por preguntar - contesté -, pero ¿por qué esta despedida es para siempre?

- Yo soy una mujer vieja, y ella vive muy lejos de aquí. La realidad es que su próximo viaje será para mi funeral, dijo.

Cuando se despidió de ella, escuché que le dijo: "Te deseo lo suficiente". ¿A qué se refiere?

Comenzó a sonreír, y me susurró:

-Eso es un deseo que hemos transmitido de generación en generación.

Cuando decimos "Te deseo lo suficiente", deseamos que la otra persona tenga una vida llena de sólo lo suficientemente bueno para vivir.

   Entonces, dirigiéndose hacia mí, ella compartió lo siguiente como si lo estuviera recitando de memoria: 


"Te deseo que tengas suficiente sol 

para 

mantener tu espíritu brillante",


"Te deseo suficiente lluvia 

para que 

aprecies aún más el sol" ,

 

"Te deseo suficiente felicidad 

para que 

tu alma esté viva",

 

"Te deseo suficiente dolor 

para que 

las pequeñas alegrías de la vida parezcan 

más grandes",

 

"Te deseo que tengas suficientes ganancias 

que satisfagan tus necesidades",

 

"Te deseo suficientes pérdidas 

para que 

aprecies todo lo que posees."

 

"Te deseo suficientes bienvenidas 

para que 

logres soportar las despedidas".

.

(AUTOR DESCONOCIDO)

A boca de jarro



martes, 22 de diciembre de 2020

Duelar

ADVERTENCIA AL LECTOR DEL AUTOR Y EDITOR

EL SIGUIENTE TEXTO ES TAN LARGO COMO SUELEN SER LOS DUELOS...



   En mi caso, duelar,- y me doy el permiso, entre otros tantos permisos que me voy concediendo en mi duelo,  de decir y de escribir "duelar", aún sin el permiso de la RAE, porque me suena como un proceso más activo que el decir simplemente "estar de duelo", que suena como algo más pasivo aunque tal vez más aceptado socialmente y convencional- , digo, duelar es transformar el dolor en autosanación. 

Para mí, duelar viene siendo una montaña rusa de sensaciones y de emociones fuertemente displacenteras: enojo, miedo, tristeza, angustia - que incluso percibo físicamente en un angostamiento en la garganta y un espantoso vacío en la panza que me avanza a través de la ansiedad - que perturba mi apetito y mi sueño -, algo de euforia, soledad, culpa e, inclusive, no sin vergüenza, confieso, repulsión. El ponerle nombre y conectar con todo este ramillete de emociones es otro permiso más que me doy como herramienta de sanación en mi duelar.

Pero - y, muy posiblemente, a raíz de este duelo - , noto que voy descubriendo con el paso de los días que también este estado de profundo desasosiego en el alma, plagado de emociones poderosas, me brinda herramientas para mi propia sanación: la compasión es, sin dudas, la más valiosa de todas las que van apareciendo en este tiempo en el que aún no hace un mes de la muerte que duelo: y conste que no cuantifico el duelo en días o meses, porque entiendo que el duelo y el duelar tienen un tiempo espiritual propio que escapa al tiempo que marca el calendario y al del reloj, y que por eso asustan y perturban aún más, ya que irrumpen en todo aquello que llamamos "rutina" y que nos brinda sosiego.





Compasión, piedad y misericordia están hermanadas con el amor; me permito decir que nacen del amor que jamás muere, el amor que vence a la muerte, un amor que es capaz de conceder el perdón liberador: perdón a los demás por sus fallas y, aún más importante, el perdón que necesitamos darnos a nosotros mismos por las propias, esas fallas que los duelos nos develan...






A propósito de la misericordia dice Anselm Grün, en Las obras de misericordia , un libro que voy leyendo de a poquito en este tiempo de duelo en el que me trato con paciencia y respeto por mis propios tiempos - tiempos los del duelo que no van con los del mundo que me rodea y que suele rodearme - , que es "una certera descripción de lo que Jesús hizo", y yo me permito agregar que la misericordia es lo que todos los grandes líderes espirituales de todos los tiempos nos han enseñado con su ejemplo de vida. Es, sin lugar a dudas, el más importante atributo que le adjudicamos a la divinidad, como sea que la concibamos. Grün dice, y me permito adscribir:

 "Dios es misericordia y amor, es amor misericordioso."

Duelar es descubrir la misericordia por quienes se han ido, por los que quedan y quedamos y por mí misma. Y en ese hallazgo se habilita para mí una fuente enorme de gratitud a la vida: por cada pequeña y gran muerte de cada día, por sus pérdidas y por sus duelos, grandes y chicos, por sus sabias enseñanzas, por las fallas de mis muertos, de los vivos y por las mías, porque gracias a esas fallas humanas que nos atraviesan a todos descubro que puedo seguir creciendo día a día y transformarme en un ser nuevo, naciendo así a una nueva vida para mí, para los míos, vivos y muertos.

El duelo hace que me permita mil cosas que antes me negaba. En lugar de otro vestido negro me fui a comprar uno violetael color que según dicen simboliza sabiduría, creatividad y espiritualidad, misterio y empoderamiento, todos frutos del proceso de duelar. Y me voy a permitir estrenarlo esta Navidad sin mi mamá pero con un pañuelo amarillo, que es un color que no uso habitualmente, y que en su tonalidad dorada concede alegría, optimismo y energía que me hacen falta para llegar a cerrar el duelo y continuar mi camino fortalecida. El duelar se me ha pintado en sueños vívidos de estos colores...




Sin dudas el 2020 ha sido un año de duelos para muchos: aquí me permito decir que lo ha sido para todos en mi tierra. Los abrazo de corazón en sus duelos y les deseo encuentren consuelo: el consuelo es otra herramienta para el alma que algunos seres maravillosos que me acompañan en mi duelo me han regalado y a quienes hoy elijo como familia por la parte de familia que perdí en este duelo, a quienes trabajo en mi interior activamente para perdonar desde la misericordia. 

También, y por último, les regalo el don del consuelo a quienes lean este escrito, sobre todo, a quienes lean en estos tiempos de fiestas que muchas veces no parecen coincidir con los tiempos del alma, a quienes queden bebiendo de mi jarrito luego de un largo tiempo de sequía y de haber dado por muerto a este blog y a este permiso que me vuelvo a conceder de jugar con las palabras, que no son otra cosa que llaves que abren puertas en el alma y que son fuente de sanación espiritual, un blog al que me permití resucitar en este duelo a pesar de que muchos insisten con que los blogs han muerto y aunque casi así lo crea yo misma: resucitar al blog para reapropiarme del legado en vida de mi palabra escrita, aunque ya muy pocos queden para leerla y aún menos que crean que me conduce a algún lugar que valga la pena el trabajo y el tiempo que le dedico con tanto amor al arte de reescribir mi alma. Me permito descreer de todos sus juicios negativos para ser yo en mi esencia sin importar lo que diga o piense el mundo como parte de mi duelar. Me permito escribir para no ser más que yo en mi propia soledad y en mis desvelos de tiempos de duelo y de duelar quien se lea. Y si alguien lee también le regalo toda mi gratitud por el consuelo y la compañía que en esto busco y que así me brindan.




A boca de jarro     ©A boca de jarro

lunes, 21 de diciembre de 2020

"Next Time Ask More Questions" by Naomi Shihab Nye


Before jumping, remember
the span of time is long and gracious.
No one perches dangerously on any cliff
till you reply. Is there a pouch of rain
desperately thirsty people wait to drink from
when you say yes or no? I don’t think so.
Hold that thought. Hold everything.
When they say “crucial”—well, maybe for them?
Hold your horses and your minutes and
your Hong Kong dollar coins in your pocket,
you are not a corner or a critical turning page.
Wait. I’ll think about it.
This pressure you share is a misplaced hinge, a fantasy.
I am exactly where I wanted to be.

A boca de jarro

domingo, 20 de diciembre de 2020

Encontrando-me

T.S.ELIOT, Four Quartets


Tantas veces
perdida,

perdida-me,
por fin me encuentro
encontrando-me
en el duelo de mi desmadre,
desmadrando-me.
¡Por fin me encuentro!
Luminosamente
encontrando-me, 
 luz que
negadamente
ahora descubro
en mi atardecer:
yo la heredé.
¡Ay, qué legado que me legaste,
legaste-me!

Luz que en mi esencia vives,
que vive-me,
luz que siempre me habitaste
entre negras sombras,
hoy me iluminaste,
¡Ilumina-me!

 Hoy por fin celebro yo tu visita,
 - tu venida, tu llegada, tu partida, tu perdida -,
ungiendo-me

 habitando-me,
visitando-me,
encontrando-me.


Así
perdida,

encontrada,
duelada,  
desmadrada, 
ensombrecida, 
iluminada,
esenciada,  
negada,
atardecida,
heredada,
legada,
encendida,
vivida,

habitada,
celebrada,
visitada,
partida,
perdida,
ungida,
ensombrecida,
encontrada:
(¿re-encontrada? Sí, tal vez...)
 encontrando-me.

Deviniendo mi propia madre,
pariendo-me,
en mi propio ser,
madre-me, 
encontrando-me.

Madre hoy te doy las gracias
por la vida que vos me diste
en mi nacimiento, 
y antes también,
y porque en tu muerte
por fin
renazco yo a mi propio ser,
encontrando-me.

 



Gieco-Sosa-Heredia "Como la cigarra"

Canción de María Elena Walsh, 

Madre de y en las letras 💗


A boca de jarro

sábado, 19 de diciembre de 2020

La llave, Amado Nervo




Esta llave cincelada
que en un tiempo fue colgada
(del estrado a la cancela,
de la despensa al granero)
del llavero
de la abuela,
y en continuo repicar
inundaba de rumores
los vetustos corredores;
esta llave cincelada,
si no cierra ni abre nada,
¿para qué la he de guardar?

Ya no existe el gran ropero,
la gran arca se vendió;
sólo en un baúl de cuero,
desprendida del llavero,
esta llave se quedó.

Herrumbrosa, orinecida,
como el metal de mi vida,
como el hierro de mi fe,
como mi querer de acero,
esta llave sin llavero
¡nada es ya de lo que fue!

Me parece un amuleto
sin virtud y sin respeto;
nada abre, no resuena...
¡me parece un alma en pena!

Pobre llave sin fortuna
...y sin dientes, como una
vieja boca; si en mi hogar
ya no cierras ni abres nada,
pobre llave desdentada,
¿para qué te he de guardar?

Sin embargo, tú sabías
de las glorias de otros días:
del mantón de seda fina
que nos trajo de la China
la gallarda, la ligera
española nao fiera.

Tú sabías de tibores
donde pájaros y flores
confundían sus colores;
tú, de lacas, de marfiles
y de perfumes sutiles
de otros tiempos; tu cautela
conservaba la canela,
el cacao, la vainilla,
la suave mantequilla,
los grandes quesos frescales
y la miel de los panales,
tentación del paladar;
mas si hoy, abandonada,
ya no cierras ni abres nada,
pobre llave desdentada,
¿para que te he de guardar?

Tu torcida arquitectura
es la misma del portal
de mi antigua casa obscura
(que en un día de premura
fue preciso vender mal).

Es la misma de la ufana
y luminosa ventana
donde Inés, mi prima, y yo
nos dijimos tantas cosas
en las tardes misteriosas
del buen tiempo que pasó...

Me recuerdas mi morada,
me retratas mi solar;
mas si hoy, abandonada,
ya no cierras ni abres nada,
pobre llave desdentada,
¿para que te he de guardar?

Amado Nervo



A boca de jarro

viernes, 18 de diciembre de 2020

Una esperanza


“Escribo sin la esperanza de cambiar nada. 
No cambiar nada... 
Porque en el fondo no estamos tratando de cambiar las cosas. 
Estamos queriendo florecer...” 



 Clarice Lispector





Una esperanza, Clarice Lispector


    "En casa se ha posado una esperanza. No la clásica, la que tantas veces se revela ilusoria, por mucho que así nos sostenga siempre. Sino la otra, bien concreta y verde: el insecto. 

Hubo un grito sofocado de uno de mis hijos:

—¡Una esperanza! ¡En la pared y justo encima de tu silla!

Emoción de él, además, que unía las dos esperanzas en una sola, ya tiene edad para eso. Ante mi asombro: la esperanza es algo secreto y suele posarse directamente en mí, sin que nadie lo sepa, y no en una pared encima de mi cabeza. Pequeño desorden: pero era indudable, allí estaba, y más flaca y verde no podía ser.

—Pero si casi no tiene cuerpo —me quejé.

—Sólo tiene alma —explicó mi hijo; y como los hijos son para nosotros una sorpresa, descubrí sorprendida que hablaba de las dos esperanzas.

Por entre los cuadros de la pared, ella caminaba despacio sobre los hilos tenues de sus largas patas. Tres veces, obstinada, intentó salir entre dos cuadros; tres veces tuvo que desandar el camino. Le costaba aprender.

—Es tontita —comentó el niño.

—De eso yo sé bastante —respondí, un poco trágica.

—Ahora busca otro camino. Mira, pobre, cómo titubea.

—Ya lo sé, así es.

—Parece que las esperanzas no tienen ojos, mamá. Se guían con las antenas.

—Lo sé —continué yo, cada vez más desdichada.

Nos quedamos mirando no sé cuánto tiempo. Vigilándola como en Grecia o Roma se vigilaba el inicio del fuego del hogar para que no se apagase.

—Ha olvidado cómo se vuela, mamá, y cree que sólo puede andar así, despacio.

Andaba realmente despacio; ¿estaría herida, tal vez? Ah, no; si hubiese sido así, de un modo u otro correría sangre, conmigo siempre ha sido así.

Fue entonces cuando, presintiendo el mundo comestible, por detrás de un cuadro salió una araña. Más que una araña, parecía «la» araña. Caminando por su tela invisible, parecía trasladarse suavemente por el aire. Quería la esperanza. ¡Pero nosotros también la queríamos, vaya! Dios mío, la queríamos y no para comérnosla. Mi hijo fue a buscar la escoba. Yo, débilmente confundida, sin saber si desgraciadamente había llegado la hora segura de perder la esperanza, dije:

—Es que no se matan las arañas. Me han dicho que traen buena suerte…

—¡Pero ésta va a matar a la esperanza! —respondió mi hijo con ferocidad.

—Tengo que hablar con la empleada para que limpie detrás de los cuadros —dije, sintiendo la frase desviada y oyendo el cansancio cierto que había en mi voz. Después fantaseé un poco sobre cómo sería de sucinta y misteriosa con la empleada; tan sólo le diría: haga usted el favor de facilitar el camino de la esperanza.

Muerta la araña, el niño inventó un juego de palabras con nuestra esperanza y el insecto. Mi otro hijo, que estaba viendo la televisión, lo oyó y se echó a reír con placer. No había duda: en casa se había posado la esperanza en cuerpo y alma. Pero qué bonito es el insecto: se posa más de lo que vive, es un esqueletito verde y tiene una forma tan delicada que explica por qué yo, que tengo la costumbre de agarrar las cosas, nunca he intentado agarrarla. 

Por otra parte, una vez, ahora lo recuerdo, se posó en mi brazo una esperanza mucho más pequeña que ésta. De tan leve que era no sentí nada, sólo visualmente me di cuenta de su presencia. Permanecí absorta en su delicadeza. Sin mover el brazo, pensé: «¿Y ahora? ¿Qué debo hacer?». En realidad, no hice nada. Me quedé extremadamente quieta, como si me hubiese brotado una flor. Después ya no recuerdo lo que pasó. Y creo que no pasó nada."



(Clarice Lispector, Título original"Uma Esperança", 1971)




Clarice Lispector, CUENTOS REUNIDOS, 2008, Siruela, Colección: 
Libros del tiempo, Traducciones del portugués de Cristina Peri Rossi, 
Juan García Gayó, Marcelo Cohen y Mario Morales.

A BOCA DE JARRO

(EN LA TRADUCCIÓN )


De vida y muerte

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Y mucha muerte
Aprender que morir
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"Sanar", Jorge Drexler

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