viernes, 18 de diciembre de 2020

Una esperanza


“Escribo sin la esperanza de cambiar nada. 
No cambiar nada... 
Porque en el fondo no estamos tratando de cambiar las cosas. 
Estamos queriendo florecer...” 



 Clarice Lispector





Una esperanza, Clarice Lispector


    "En casa se ha posado una esperanza. No la clásica, la que tantas veces se revela ilusoria, por mucho que así nos sostenga siempre. Sino la otra, bien concreta y verde: el insecto. 

Hubo un grito sofocado de uno de mis hijos:

—¡Una esperanza! ¡En la pared y justo encima de tu silla!

Emoción de él, además, que unía las dos esperanzas en una sola, ya tiene edad para eso. Ante mi asombro: la esperanza es algo secreto y suele posarse directamente en mí, sin que nadie lo sepa, y no en una pared encima de mi cabeza. Pequeño desorden: pero era indudable, allí estaba, y más flaca y verde no podía ser.

—Pero si casi no tiene cuerpo —me quejé.

—Sólo tiene alma —explicó mi hijo; y como los hijos son para nosotros una sorpresa, descubrí sorprendida que hablaba de las dos esperanzas.

Por entre los cuadros de la pared, ella caminaba despacio sobre los hilos tenues de sus largas patas. Tres veces, obstinada, intentó salir entre dos cuadros; tres veces tuvo que desandar el camino. Le costaba aprender.

—Es tontita —comentó el niño.

—De eso yo sé bastante —respondí, un poco trágica.

—Ahora busca otro camino. Mira, pobre, cómo titubea.

—Ya lo sé, así es.

—Parece que las esperanzas no tienen ojos, mamá. Se guían con las antenas.

—Lo sé —continué yo, cada vez más desdichada.

Nos quedamos mirando no sé cuánto tiempo. Vigilándola como en Grecia o Roma se vigilaba el inicio del fuego del hogar para que no se apagase.

—Ha olvidado cómo se vuela, mamá, y cree que sólo puede andar así, despacio.

Andaba realmente despacio; ¿estaría herida, tal vez? Ah, no; si hubiese sido así, de un modo u otro correría sangre, conmigo siempre ha sido así.

Fue entonces cuando, presintiendo el mundo comestible, por detrás de un cuadro salió una araña. Más que una araña, parecía «la» araña. Caminando por su tela invisible, parecía trasladarse suavemente por el aire. Quería la esperanza. ¡Pero nosotros también la queríamos, vaya! Dios mío, la queríamos y no para comérnosla. Mi hijo fue a buscar la escoba. Yo, débilmente confundida, sin saber si desgraciadamente había llegado la hora segura de perder la esperanza, dije:

—Es que no se matan las arañas. Me han dicho que traen buena suerte…

—¡Pero ésta va a matar a la esperanza! —respondió mi hijo con ferocidad.

—Tengo que hablar con la empleada para que limpie detrás de los cuadros —dije, sintiendo la frase desviada y oyendo el cansancio cierto que había en mi voz. Después fantaseé un poco sobre cómo sería de sucinta y misteriosa con la empleada; tan sólo le diría: haga usted el favor de facilitar el camino de la esperanza.

Muerta la araña, el niño inventó un juego de palabras con nuestra esperanza y el insecto. Mi otro hijo, que estaba viendo la televisión, lo oyó y se echó a reír con placer. No había duda: en casa se había posado la esperanza en cuerpo y alma. Pero qué bonito es el insecto: se posa más de lo que vive, es un esqueletito verde y tiene una forma tan delicada que explica por qué yo, que tengo la costumbre de agarrar las cosas, nunca he intentado agarrarla. 

Por otra parte, una vez, ahora lo recuerdo, se posó en mi brazo una esperanza mucho más pequeña que ésta. De tan leve que era no sentí nada, sólo visualmente me di cuenta de su presencia. Permanecí absorta en su delicadeza. Sin mover el brazo, pensé: «¿Y ahora? ¿Qué debo hacer?». En realidad, no hice nada. Me quedé extremadamente quieta, como si me hubiese brotado una flor. Después ya no recuerdo lo que pasó. Y creo que no pasó nada."



(Clarice Lispector, Título original"Uma Esperança", 1971)




Clarice Lispector, CUENTOS REUNIDOS, 2008, Siruela, Colección: 
Libros del tiempo, Traducciones del portugués de Cristina Peri Rossi, 
Juan García Gayó, Marcelo Cohen y Mario Morales.

A BOCA DE JARRO

(EN LA TRADUCCIÓN )


De vida y muerte

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Lleva mucha vida
Y mucha muerte
Aprender que morir
Es ley de Vida.

"Sanar", Jorge Drexler

miércoles, 16 de diciembre de 2020

Los poderes curativos de la pizza


   Hacía tiempo que no nos veíamos y sentí que una pizza ayudaría a derretir el hielo. A mal puerto... Esta chica está muy cambiada; habla y habla todo el tiempo del poder de los alimentos:

Es increíble lo que se adelgaza cuando eliminás las harinas de tu dieta. También tomo mucha agua: casi dos litros por día, y así elimino las toxinas. La piel también me lo agradece cada mañana. Frutas frescas al desayuno y las secas, antes de ir a la cama... Mucho ajo, apio y mariscos súper frescos garantizan los orgasmos duraderos. Si le agregás semillas a la ensalada, es increíble, pero, te juro, te convertís en multiorgásmica. Con los años, he remplazado carne de cerdo, vaca y pollo por pescado a la plancha, aunque solamente dos veces a la semana, porque está caro. Te aseguro que mis electros de esfuerzo - los que me piden para mis sesiones levanta-glúteos en spinning - son la envidia de mi médico, que, dicho sea de paso, es un bombón de chocolate. A ese sí que me lo como sin preocuparme por nada...

Se fue al baño un momento. Dejó pedida un agua mineral sin gas con rodajas de limón fresco y mucho hielo. Reinaba el silencio. Yo miré por la ventana, como queriendo escaparme a otros tiempos: aquellos días en los que salíamos de cacería por las calles de mi barrio buscando una pizza. Eran días en los que no existía el delivery y en los que nadie se asustaba si dos chicas iban comiéndose una porción de pizza grasosa por la vereda, camino a casa y de la caja...




Pese a todo lo que se diga de la harina, yo aún creo en los poderes curativos de la pizza que practicábamos ella y yo en aquellos bellos días en los que éramos bellas sin esfuerzo. Desde chica, la pizza forma parte del mecanismo de la ley de compensación de mi propio universo. Les explico: dice mi amiga  que además de obsesiva de la comida sana, bah, es posmoderna — que la vida es una ecuación matemática exacta: recibís de manera precisa lo que das, ni más, ni menos. Es por eso  yo asumo, con una pizza de por medio  , que ella cree que si ingiere solo cosas saludables, el universo le dará la salud que ella espera. A este principio pseudo científico al que mucha gente adscribe se lo conoce como la ley de compensación, y es para mí una gran patraña aplicado a la vida. Y esto lo digo con conocimiento de causa: han sido tantas las veces en mi vida en las que di todo lo que tenía para dar   tanto dí que hasta parecía más de lo que tenía  , y a cambio no recibí nada, que ahora sólo creo en los poderes de la pizza...

 La pizza es la piedra filosofal de aquello que yo practico y entiendo como mi ley de compensación: lo que la vida me da o me quita, lo celebro o lo compenso con una pizza... 

Aquí les paso mi receta compensatoria y, a continuación, les comparto un curativo texto de Martha Medeiros que traduje del portugués cuando volví de comer pizza con mi ex-amiga.


Moscato, pizza y fainá: la mejor argentinada.
Para ahuyentar el mal de amores: pizza de jamón y morrones.
Para sacarte toda la bronca: pizza casera, bien amasada.
Para superar peleas: con verdeo y panceta.
El mejor afrodisíaco: pizza en pelotas, con los dedos...
Como entrada: pan de pizza a la canasta.
Para un día aburrido: pizza verde gratinada.
Para visitas inesperadas: pizza comprada.
Para comerla viendo a Sherlock: fugazzeta y doble queso.
Para detener el llanto: pizza con tomate y ajo.
Para celebrar la vida: pizza con lonjas de longaniza.
Para el invierno: pizza de cancha.
Para el verano: pizza fría en el desayuno.
Para los chicos: pizza con varios huevos fritos.
Para un domingo de soledad: una pizza individual.






Creo en una gracia mayor, de Martha Medeiros




"Cada semana, una novedad. La última fue que la pizza previene el cáncer de esófago. Creo en una gracia mayor. 

El tomate previene eso, la cebolla previene aquello, el chocolate hace bien, el chocolate hace mal, una copa de vino al día no hace nada, cualquier trago alcohólico es nocivo, tome agua en abundancia, pero no exagere...

Ante tal profusión de descubrimientos, encuentro más seguro no cambiar de hábitos. Seré directa con respecto a lo que le hace bien y lo que le hace mal a mi salud.




El placer hace mucho bien. Dormir me hace sentir 0 km. Leer un buen libro me renueva. Viajar me pone tensa antes de embarcar, pero después rejuvenezco unos cinco años. Los viajes aéreos no me hinchan las piernas: me hinchan el cerebro, y vuelvo llena de ideas.

Pelear me provoca arritmia cardíaca. Ver personas con accesos de estupidez me revuelve el estómago. Ser testigo de personas tirando latas de cerveza por la ventanilla del auto hace que pierda mi fe en el ser humano. Y los noticieros... Deberían prohibirlos los médicos  ¡cómo duelen!

Caminar me hace bien, bailar me hace bien, permanecer en silencio cuando una discusión está que arde hace mucho bien. Se ejercita el auto-control y se levanta una al día siguiente sin arrepentirse de nada. ¡Despertar arrepentida de lo que dije o lo que hice anoche es perjudicial para la salud! Y pasar el resto del día sin coraje para pedir disculpas, peor todavía. No pedir perdón por nuestras macanas causa cáncer, no hay tomate ni mozzarella que lo prevenga.




Ir al cine, conseguir un lugar central en las filas del fondo, no tener a nadie obstaculizando su visión, ningún celular sonando y que la película sea espectacular, ¡guau! El cine es mejor para la salud que el pochoclo. Una conversación es mejor que una cargada. El ejercicio es mejor que la cirugía. El humor es mejor que el rencor. Los amigos son mejores que la gente influyente. El ahorro es mejor que la deuda. La pregunta es mejor que la duda."


jueves, 10 de diciembre de 2020

Subjuntivo





Debería quitarme el Subjuntivo,
ese modo sutil y complicado
de querer el calor cuando hago frío,
de preferir tu seco a mi mojado
y de añorar aquello que no ha sido
desperdiciando así mi Indicativo.


Debería quitarme de los labios
la expresión cotidiana del deseo
que a una magia falluta subordino,
todo eso que cuelgo del destino
para cuando de cambio sople el viento 
haciendo impersonal a mi albedrío. 


Debería empezar esta mañana 
abonando la tierra de esto tengo,
desmalezar a mi jardín del ojalá,
con mis muertos enterrar a mi pasado, 
asumir que mis miedos son mis riesgos 
y desterrar como hereje a la esperanza 


de ser otra en el tiempo, de otra horma, 
una mujer sin nido pero alada,
una que vuela más alto y ve más lejos...


Yo debería, vida, mas no puedo:
el deseo es el as bajo mi manga...
Es que llevo al Subjuntivo en el alma.


A boca de jarro

Ilusiones en frasquito





Deberé acatarlo mansamente: 
mi tiempo de creer se ha terminado, 
ya se ha ido, con Dios lo han enterrado.
Hoy es noche de brujas y de muertos,
pero es que yo descreo de los vivos,
los que en domingo tocan a mi puerta
vestidos de palabras y vacíos.

Ya no creo en el milagro que prometen
quienes venden ilusiones en frasquito,
quienes, con Dios en el bolsillo, nos ofrecen
las recetas que aseguran que se puede
hacerle frente a las fuerzas del destino,

los que intentan traficar con la esperanza
de que por el mero hecho de soñarlo
la fortaleza que anhelamos se construye,
los que insisten, en modo imperativo,
en que obtengamos la dicha por pedido.

Una legión de descreídos en pena
saldremos a las calles en protesta
alguna noche que otra como esta,
los refugiados huyendo de la tierra
de la mentira de un Dios a domicilio,

de la estafa de decir que con pensarlo
la salud se hace luz en nuestras casas,
el trabajo que buscamos nos encuentra,
el amor que se nos fue se nos regresa
y la vida que soñamos nos recibe.



A boca de jarro

The saddest eyes

Imagen relacionada
Edvard Munch, "Girl Looking out the Window"
.
To Bea 


Resultado de imagen para clave de solYou've got the saddest eyes I've known, 
Slanting down, bulging a little
On the whiteness of your nose,
               Crowning a certain chubby pinkness                       
From what to me seems like a throne.

You've got the saddest look 
My eyes have ever seen,
And yet, you see, it gives me joy:
Your eyes see me when all the world 
Around looks on myself with some neglect.

The very greenness of your eyes
Hides all the secrets never told,
Still I've heard your untold secrets
Within my soul 
a thousand times before.

The sea of sadness of your eyes is full of breathing air, 
And I rejoice to be the one you chose
That stormy day, the day we met,
The night you rescued me from drowning 
In the waters of despair

Imagen relacionada                               Before your eyes just glowed...






Natalie Cole #16 "That Sunday That Summer"



A boca de jarro

miércoles, 9 de diciembre de 2020

Vivir lo suficiente

"De repente, una mañana, buscándose en el espejo para tejerse las trenzas, no se encontró. La luz de plata, ciega, nada le devolvía. Ni trazos, ni sombra, ni reflejos. Inútil pasar un lienzo por el espejo. Inútil pasar las manos por el rostro. Por más que sintiese la piel bajo los dedos, allí estaba ella como si no estuviese, presente el rostro, ausente lo que del rostro conocía.

-Imagen mía. -murmuró afligida,- ¿dónde estás?"


"En busca de un reflejo",  microrrelato de Marina Colasanti.



   Envejecer es inevitable si se vive lo suficiente, y convengamos en que son muchos los que no descansan lo suficiente para evitar lo inevitable y es más que suficiente lo que tenemos a disposición para llegar a envejecer. No se trata de algo que sobreviene de la noche a la mañana, no. El envejecimiento, aunque nos empeñemos en tratarlo como una anomalía o una patología que podemos y debemos prevenir y retrasar artificialmente, nos da signos de su llegada desde temprano, signos que nos empeñamos en ignorar u ocultar. Nos empeñamos en meterlo, fláccido y amorfo como es, en los pantalones de calce perfecto que nos negamos a soltar, lo estiramos a fuerza de rellenos de toxinas en el rostro o a pura costura con hilos invisibles o de oro que, literalmente, nos cuestan un ojo de la cara, o los dos, en algunos casos, lo apuntalamos en su fragilidad ósea con suplementos de calcio y polivitaminas y lo obligamos a seguir erecto y potente como a los veinte, con suerte, a fuerza de píldoras azules. Encuentro con el paso de los años que esta actitud es, quizá, aquello que como humanos nos hace más ridículos y patéticos por el mero hecho de disfrazarlo de un pasado idealizado por lo no-vivido, un pasado que pretendemos eternizar por atrevernos a juzgarlo breve, efímero, de puro inconformistas y ambiciosos que somos, por falta de sentido del "clímax" o bien por ausencia o carencia de un tipo de humildad que bien podría ser hija de la cruza entre la inteligencia vital y el poco común sentido común. Ambos están emparentados con la sabiduría ancestral acerca de los ciclos y la esencia de la vida, ambos resultan deseables por útiles para la vida misma, pero sucede que no se venden en ninguna farmacia ni figuran entre los miles de productos cosméticos que se ofrecen para hacer aquello que se nos vende como la felicidad: negar la realidad de quiénes somos, quienes debemos ser, y cambiarla por espejitos de colores.

Sería esperable ahora, luego de semejante introducción, pasar a enumerar toda una serie de ventajas o virtudes que nos alcanzan cuando la lozanía, la firmeza, el autodominio y la belleza, vamos, la juventud misma, ya dejan de hacerlo, pero no: no lo haré. Sería eso adoptar una actitud de vieja que no me permito. Diré sin más que este yeite de ir envejeciendo no me resulta tentador ni encantador, aunque me sigue tentando y encantando estar viva, y a estas alturas de mi vida, cuando ya doblé la curva de entrada, no creo que eso me suceda nada más por ser el único estado de conciencia que conozco. La vida me sigue enamorando cada mañana con su promesa de frescura, aunque sé que ya para el mediodía seguramente me sentiré defraudada por la promesa incumplida, así como agotada por la noche por haber trabajado tanto todo el día como si la marca térmica real no me afectara. Sé también que la vida es así y que está bien que así sea por alguna misteriosa razón que nos trasciende.

Les diré, en cambio, lo que sí me sucede con respecto a mi propio envejecimiento. Muchas veces me embarga una honda extrañeza, me sucede que me desconozco: es como si no me encontrara a mí misma en la imagen que me devuelven los espejos. Sólo puedo decir a mí favor que he dejado mi obsesión con el espejo y con mi propia imagen atrás, sencillamente los ignoro a ambos lo más que puedo, y noto sin sorpresa que mis hijos se han apoderado de esa manía mía de mirarme hasta en el reflejo de las vidrieras y las ventanas cercanas y la han refinado al punto de fotografiarse y filmarse en exceso, incluso a expensas de lo íntimo. Me atrevería a decir - justamente por vieja - que esto último es una observación de vieja,  y además que antes que las arrugas, las canas, la presbicia y la calvicie, es la falta de sorpresa ante los fenómenos del comportamiento humano, tales como los que observo directamente en la generación de mis hijos, un signo inequívoco de envejecimiento, el más horrible de todos en mí opinión, hasta estéticamente hablando, y aquello para lo cual no se venden cosméticos ni remedios. Una lástima...

Y les diré también que encuentro mucho que agradecer al hecho de ver y de sentir que estoy envejeciendo, por más que no me agrade lo que me devuelve el espejo. Le agradezco sobre todo los atrevimientos: ¡me atrevo ahora a tanto más que nunca antes jamás! Le agradezco también que me pesen mucho menos aquellos que solía ver como "mis defectos a mejorar" y que me brinde el pleno convencimiento de que no tengo que hacer mucho o casi nada por cambiar, sino más bien dedicarle todo el tiempo que me dé y las energías que me permita la vida al hecho de atreverme a disfrutar. 



“Yo fui una niña mujer
y ahora soy una mujer niña.
Cuando debía jugar a las muñecas
ya sostenía niños de verdad en brazos
y me perdí el asombro de descubrir
que la vida es un infinito modo de caminar.
Ahora que debería sentir los brazos
cansados,
como me nacieron alas,
ando volando por encima del mundo que
me fue negado
y desde el aire puedo ver los atajos
que, ahora sé, llevan al mismo lugar.

A los cincuenta me nacieron alas.
Dejaron de pesarme los senos
y los pensamientos que cargaba desde niña.
A las alas les enseñé a volar
desde mi mente que había volado siempre,
y comprobé desde el aire
que mientras yo anduve dormida tantos años
alguien trabajaba afanosamente
recogiendo plumas para hacer esas alas.
Tuve suerte de que cuando estuvieron hechas
me encontraron despierta en el reparto.

Podría haberme emborrachado
de ansiolíticos potentes
o de vodka barato.
Podría haberme enganchado
a la coca, a las telenovelas
o al chocolate.
Podría haberme hecho adicta
a tus ausencias
a tu malquerer, a tu dolor,
a tu lista de contraindicaciones,
pero preferí averiguar
qué eran los dos bultos
que me nacían en la espalda
y echarme a volar.”

Begoña Abad, una poeta cuyos versos me enamoran como la vida misma en su promesa de cada mañana, dice que a los cincuenta le nacieron alas, que dejaron de pesarle los senos y los pensamientos que cargaba desde niña. Me encanta esa idea poética que resume tan fielmente mi propia vivencia de los cincuenta que se acercan, que hacen que todo lo que me cuelga no me resulte pesado, sino que me dé mayor libertad de movimiento y hasta una fuerte sensación de ser capaz de volar sin tener la necesidad histórica y auto impuesta de despegar del suelo. Supongo que lo que más es de agradecer a la vejez es el venir a liberarnos del peso de esos pensamientos y condicionamientos que cargamos sin cuestionar desde hace tanto tiempo.

Ahora que estoy de vacaciones de mi tarea anual, me he pasado unas tardes de calor buscando citas y pensamientos de mujeres viejas: me interesa encontrar afinidad con mi percepción del paso del tiempo en las letras de mujeres a quienes asumo inteligentes vitalmente hablando. Fue así que me encontré con los textos de Marina Colasanti, una escritora, traductora y periodista ítalo-brasileña, cosas estas, entre un par más de oficios, que me atrevo a confesar me habría gustado ser a mí misma, aunque no se ha dado. 

Creo que si hay un convencimiento que trae la vejez bien habida es el de haber hecho con la propia vida lo mejor que fuimos capaces de hacer, y el dejar de castigarnos y lamentarnos por no haber logrado ser quien alguna vez, desde la arrogancia y la temeridad de la juventud, se nos ocurrió soñar con que podríamos ser, en detrimento de quien en verdad somos. Hoy celebro quien soy, disfruto al atreverme a ejercer de mí misma, admiro este logro vital y admiro también a quienes iluminan mi vida desde la lucidez de sus propios logros: creo que de eso irá esto de escribir de aquí en más, sin más. Y creo que de eso va envejecer así como la vida misma.





"Mi cuello se arruga, imagino que será de mover la cabeza para observar la vida. Y se arrugan las manos cansadas de sus gestos. Y los párpados apretados al sol. Sólo de la boca no sé cuál es el sentido de las arrugas, si de tantas sonrisas o de apretar los dientes sobre calladas cosas."








"Y allí, reclinado sobre la vida, descubrió aquello que nunca sospecharía. No era él, con sus pasos, que ordenaba todo, que comandaba el salto del grillo, el viento en la espiga, las aspas del molino. Sino que eran ellos, grillo y espiga, cada uno de ellos que, con sus pequeños movimientos, hacían los pasos del tiempo."



Marina Colasanti (Asmara, antigua colonia italiana de Eritrea, 26 de septiembre de 1937) es una escritora, traductora y periodista ítalo-brasileña. Su familia emigró de Italia a Brasil al estallar la segunda guerra mundial, allí estudió Bellas Artes y trabajó como periodista y traductora. Ha sido distinguida por su obra Uma idéia toda azul, 1978, O Melhor para o Jovem, de la Fundação Nacional do Livro Infantil e Juvenil y por Passageira em trânsito, 2010, Premio Jabuti, en la categoría Poesía y el XIII Premio Iberoamericano SM de Literatura Infantil y juvenil, en el marco de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, que se reliza del 25 de noviembre al 3 de diciembre del 2017



A boca de jarro

La que te ama de verdad




Querido mío, mujeres hay de todo tipo:
las hay felinas,
 que jadean, aúllan, ronronean,
gruñen, arañan y hasta patean;
mujeres que, cual aves,
se elevan, aletean y planean.
Hay mujeres unicornio:
con sus alas te cabalgan
y te vuelan los sentidos
- es probable que jamás las hayas visto.

Mujeres hay de sabia lengua,
 silabean, riman, cuentan para componer poemas.
Están las tímidas: languidecen y desaparecen
o se sonrojan y se sofocan.
Están también - y esto es sabido - las trapecistas y equilibristas,
las que al mecerse te estremecen, 
te escalan, te trepan, te hamacan, 
te ombliguean y te marean.
Se sacuden, se menean, se contorsionan,
te cuerpean, te desmayan y ni parpadean.

Hay mujeres que se transpiran y hasta se orinan,
que se adelgazan o bien se ensanchan,
crecen, rejuvenecen, se plenifican, 
se entonan, se estiran, se tonifican,
se potencian, se vengan, se reivindican,
se inmolan, se purgan, se resucitan.
Las que se salvan y te redimen,
las que te atan y te maldicen:
tiemblan, tiritan, se erizan,
se arquean, deliran y vociferan.

Te presienten y así te encienden,
 voraces cómplices, de risa mueren,
te arden, te queman y te refrescan;
paradójicas, histéricas, locas,
te vacían y te colman, te hambrean y te alimentan:
carnívoras, tal vez omnívoras,
te engullen, te mastican, te saborean, te paladean, 
te pican, te cosquillean,
te besan y te envenenan, 
te poseen y así te enloquecen.

Mujeres hay de toda clase,
pero quiero que sepas lo siguiente:
la que de verdad te quiere
es la que llora cuando llega
- tomála en serio, Señor mío,
jamás de una así te burles,
ni se te ocurra subestimarla,
de llanto fácil tildarla.

La mujer para quien
el placer deviene lágrima,
la que al cabo de alcanzar
ese fragor de intimidad y de carnal eternidad
en el que, amantes, los dos se funden
en orgásmica pleamar,
se deshace en pucheros y sollozos
sin poder evitar así rezar:

"Ay, Dios mío, 
que sea yo la primera de los dos
en partir de este mundo,
te lo pido por favor."

...Esa es la que te ama de verdad.





A boca de jarro       ©A boca de jarro

Un encuentro casual



"Líbranos, Señor,
de encontrarnos,
años después,
con nuestros grandes amores."

Cristina Peri Rossi, "Oración"

:::::::::::::::

Un encuentro casual
¿quién lo diría?
Después de tantos años sin vos, 
de tanta vida, 
no pensaba que
mis piernas temblarían
perdiendo su control del taconeo,
ni que me haría agua en el deseo
de tus manos tan cerca de las mías,
manos de infiel varón, inalcanzables,
manos de mariposa trepidante
que alguna vez volaron mi alegría
condenándome al exilio, a la deriva.

Menos mal que 
me invitaste a tomar algo,
que pude hablar del tiempo,
de esta loca ciudad, que pude sonreírme,
que el café logró ponerme un tanto sobria
y sacó algo coherente de mi boca,
que no te diste cuenta de 
que ardía embriagada en tu voz
justo cuando, debajo de la mesa,
tu pie palpó levemente
mi cordura de mujer que, se supone,
ya tiene todo bien resuelto
en estos frentes... 

Por un momento
temí ahogarme en el café caliente de tus ojos,
temí ser descubierta en lo indebido
 de soñarte despierta tanto tiempo,
temí que ni la excusa de lo tarde que se hizo
me salvara del deber de la partida,
que ni el bullicio del bar me silenciara:
temí que a plena luz del día, 
 sin anestesia ni alicientes,
sin importarme tu alianza de casado
ni la mía, por fin te gritaría
a viva voz, que, aunque no lo merezcas,
al olvido yo nunca te he librado.




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